La caridad en Juan Pablo II

toda la vida del venerable Juan Pablo II se desarrolló en el signo de esta caridad, de la capacidad de entregarse de manera generosa, sin reservas, sin medida, sin cálculo. Lo que lo movía era el amor a Cristo, a quien había consagrado su vida, un amor sobreabundante e incondicional. Y precisamente porque se acercó cada vez más a Dios en el amor, pudo hacerse compañero de viaje para el hombre de hoy, extendiendo en el mundo el perfume del amor de Dios. Quien tuvo la alegría de conocerlo y frecuentarlo, pudo palpar cuán viva era en él la certeza “de contemplar la bondad del Señor en la tierra de los vivos”, como hemos escuchado en el Salmo responsorial (27, 13); certeza que lo acompañó a lo largo de toda su vida y que, de forma especial, se manifestó durante el último período de su peregrinación terrena: de hecho, la progresiva debilidad física jamás hizo mella en su fe inconmovible, en su luminosa esperanza, en su ferviente caridad. Se dejó consumir por Cristo, por la Iglesia, por el mundo entero: el suyo fue un sufrimiento vivido hasta el final por amor y con amor.”

Benedicto XVI, Homilía, Basílica Vaticana, 29 de marzo de 2010

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