Category Archives: libertad

31 Preguntas sobre la infancia de Jesús, 31 respuestas de Benedicto XVI

31 Preguntas y respuestas sobre la infancia de Jesús de Nazaret extraídas del libro de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús.  El texto de las respuestas está sacado literalmente del original. Las preguntas son mías.

 

1. ¿Cuál es el objetivo del libro sobre la infancia de Jesús que ha escrito Benedicto XVI?

 

SOBRE JESÚS Y SU MISIÓN

2. ¿De dónde viene Jesús?

3. ¿Por qué el nombre de Jesús?

4. ¿Por qué Dios, siendo amor, es signo de contradicción?

5. ¿Cómo es el reino del Hijo de Dios? ¿Qué relación tiene con los reinos de los poderosos del mundo?

6. ¿Por qué la salvación de Jesús consiste en el perdón de los pecados?

7. ¿Qué libertad tiene Jesús con respecto a la Ley?

8. ¿Qué diferencia hay entre la paz del emperador Augusto y la paz de Cristo?

 

LAS GENEALOGÍAS DE JESÚS

9. ¿Cuál es el sentido de la genealogía de Jesús que describe san Mateo?

10. ¿Cuál es la estructura simbólica de la genealogía que describe el evangelio de san Lucas?

11. ¿Por qué no coinciden las genealogías que describen los evangelistas Mateo y Lucas?

12. ¿Qué papel tiene José en la genealogía de Jesús?

 

HISTORICIDAD DE LAS NARRACIONES

13. ¿Son ciertas las narraciones de la infancia de Jesús de san Mateo y san Lucas?

14. El nacimiento virginal de Jesús, ¿es un mito o una verdad histórica?

15. ¿Podemos determinar el tiempo histórico en el que nació Jesús?

16. ¿Sucedió la matanza de inocentes por parte de Herodes?

 

ANUNCIACIÓN

17. ¿Por qué el ángel saluda a la Virgen María con un chaire, ‘Ave’, en lugar del acostumbrado ‘Shalom’ judío?

18. ¿Qué relación tiene la alegría con el título “llena de gracia” que el Ángel aplica a María?

19. La respuesta de la Virgen María al ángel, ¿qué denota sobre su forma de ser?

20. ¿Por qué la respuesta afirmativa de María al ángel es esencial?

 

DE LA NAVIDAD A LOS DOCE AÑOS

21. A José se le considera un “hombre justo” ¿Qué significa esta expresión?

22. ¿Por qué José y María van a Belén?

23. ¿Qué sugiere el hecho que no tuvieran sitio en la posada de Belén para acoger a María, encinta, y José?

24. ¿Se puede afirmar que Jesús nació en una gruta?

25. ¿Nació Jesús entre un buey y una mula?

26. ¿Quiénes eran los Magos que van a adorar al Niño?

27. ¿Qué ve la tradición cuando describe a los Magos como tres reyes?

28. ¿Por qué dieron los Magos oro, incienso y mirra?

29. ¿Por qué san Mateo dice que a Jesús se le llamaría nazareno, de acuerdo con los profetas?

30. ¿Por qué tardan María y José tres días en encontrar a Jesús en el templo, tras haberlo perdido cuando tenía 12 años?

31. ¿Qué valor tienen las palabras de Jesús cuando María y José lo encuentran en el templo?

Benedicto XVI en el Líbano: 20 palabras clave

El Papa Benedicto XVI ha visitado el Líbano entre el 14 y el 16 de septiembre de 2012. Los textos oficiales de todas las intervenciones públicas las podéis encontrar en este enlace. En este vídeo de 2.21 minutos hay un resumen de las principales ideas del documento Ecclesia in Medio Oriente.

Aquí se ofrece una selección de fragmentos destacados, ordenados por palabras clave.

Amor

“Sed portadores del amor de Cristo. ¿Cómo? Volviendo sin reservas a Dios, su Padre, que es la medida de lo justo, lo verdadero y lo bueno. Meditad la Palabra de Dios. Descubrid el interés y la actualidad del Evangelio. Orad. La oración, los sacramentos, son los medios seguros y eficaces para ser cristianos y vivir «arraigados y edificados en Cristo, afianzados en la fe» (Col 2,7). El Año de la fe que está para comenzar será una ocasión para descubrir el tesoro de la fe recibida en el bautismo. Podéis profundizar en su contenido estudiando el Catecismo, para que vuestra fe sea viva y vivida. Entonces os haréis testigos del amor de Cristo para los demás. En él, todos los hombres son nuestros hermanos. La fraternidad universal inaugurada por él en la cruz reviste de una luz resplandeciente y exigente la revolución del amor. «Amaos unos a otros como yo os he amado» (Jn13,35). En esto reside el testamento de Jesús y el signo del cristiano. Aquí está la verdadera revolución del amor”.

Benedicto XVI, Encuentro con los jóvenes en la explanada frente al Patriarcado maronita de Bkerké (15 de septiembre de 2012) (Vídeo)

Año de la fe

“Al promulgar el Año de la fe, que comenzará el próximo 11 de octubre, he querido que todo fiel se comprometa de forma renovada en este camino de conversión del corazón. A lo largo de todo este año, os animo vivamente, pues, a profundizar vuestra reflexión sobre la fe, para que sea más consciente, y para fortalecer vuestra adhesión a Jesucristo y su evangelio”.

Benedicto XVI, Santa Misa y entrega de la Exhortación Apostólica Postsinodal para Oriente Medio en el Beirut City Center Waterfront (16 de septiembre de 2012)(Vídeo)

Conversión

“Pero es posible no dejarse vencer por el mal y vencer el mal con el bien (cf. Rm 12,21). Estamos llamados a esta conversión del corazón. Sin ella, las tan deseadas “liberaciones” humanas defraudan, puesto que se mueven en el reducido espacio que concede la estrechez del espíritu humano, su dureza, sus intolerancias, sus favoritismos, sus deseos de revancha y sus pulsiones de muerte. Se necesita la transformación profunda del espíritu y el corazón para encontrar una verdadera clarividencia e imparcialidad, el sentido profundo de la justicia y el del bien común. Una mirada nueva y más libre hará que sea posible analizar y poner en cuestión los sistemas humanos que llevan a un callejón sin salida, con la finalidad de avanzar, teniendo en cuenta el pasado, con sus efectos devastadores, para no volver a repetirlo. Esta conversión que se requiere es exaltante, pues abre nuevas posibilidades, al despertar los innumerables recursos que anidan en el corazón de tantos hombres y mujeres deseosos de vivir en paz y dispuestos a comprometerse por ella. Pero es particularmente exigente: hay que decir no a la venganza, hay que reconocer las propias culpas, aceptar las disculpas sin exigirlas y, en fin, perdonar. Puesto que sólo el perdón ofrecido y recibido pone los fundamentos estables de la reconciliación y la paz para todos (cf. Rm 12,16b.18)”.

Benedicto XVI, Encuentro con los miembros del Gobierno, de las Instituciones de la República, el Cuerpo Diplomático, los responsables religiosos y los representantes del mundo de la cultura (Salón 25 de Mayo del Palacio presidencial de Baabda, 15 de septiembre de 2012)

Convivencia

“La buena convivencia, típicamente libanesa, debe demostrar, a todo Oriente Medio y al resto del mundo, que dentro de una nación puede haber colaboración entre las diferentes Iglesias, miembros todos de la única Iglesia católica, en un espíritu fraternal de comunión con los demás cristianos y, al mismo tiempo, la convivencia y el diálogo respetuoso entre los cristianos y sus hermanos de otras religiones. Sabéis tan bien como yo que este equilibrio, que se presenta por todas partes como un ejemplo, es extremadamente delicado. A veces amenaza con romperse cuando se tensa como un arco, o se somete a presiones que son con demasiada frecuencia partidistas, ciertamente interesadas, contrarias y extrañas a la armonía y dulzura libanesa. Es necesario entonces dar prueba de verdadera moderación y gran sabiduría. (…) Vengo también para decir lo importante que es la presencia de Dios en la vida de cada uno y cómo la forma de vivir juntos, esta convivencia que desea testimoniar vuestro país, será profunda en la medida en que esté fundada en una actitud de acogida y benevolencia hacia el otro, en la medida que esté enraizada en Dios, que desea que todos los hombres sean hermanos. El famoso equilibrio libanés, que quiere seguir siendo una realidad, se puede prolongar gracias a la buena voluntad y al empeño de todos los libaneses. Sólo entonces podrá servir de modelo para los habitantes de toda la región, y del mundo entero. No se trata únicamente de una obra humana, sino de un don de Dios que hay que pedir con insistencia, preservar a cualquier precio, y consolidar con determinación”.

Benedicto XVI, Ceremonia de bienvenida en el Aeropuerto internacional Rafik Hariri de Beirut (14 de septiembre de 2012)

Cruz: exaltarla es un acto de fe, esperanza y caridad

“La comunión y el testimonio cristiano, ¿acaso no se fundan en el Misterio pascual, en la crucifixión, en la muerte y resurrección de Cristo? ¿No alcanzan en él su pleno cumplimiento? Hay un vínculo inseparable entre la cruz y la resurrección, que un cristiano no puede olvidar. Sin este vínculo, exaltar la cruz significaría justificar el sufrimiento y la muerte, no viendo en ello más que un fin inevitable. Para un cristiano, exaltar la cruz quiere decir entrar en comunión con la totalidad del amor incondicional de Dios por el hombre. Es hacer un acto de fe. Exaltar la cruz, en la perspectiva de la resurrección, es desear vivir y manifestar la totalidad de este amor. Es hacer un acto de amor. Exaltar la cruz lleva a comprometerse a ser heraldos de la comunión fraterna y eclesial, fuente del verdadero testimonio cristiano. Es hacer un acto de esperanza”.

Benedicto XVI, Visita a la Basílica de San Pablo de Harissa y firma de la Exhortación Apostólica Postsinodal (14 de septiembre de 2012) (Vídeo)

Ecumenismo

“La Exhortación abre a un verdadero diálogo interreligioso basado en la fe en Dios Uno y Creador. Quiere también contribuir a un ecumenismo lleno de fervor humano, espiritual y caritativo, en la verdad y el amor evangélico, que extrae su fuerza del mandato del Resucitado: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,19-20)”.

Benedicto XVI, Visita a la Basílica de San Pablo de Harissa y firma de la Exhortación Apostólica Postsinodal (14 de septiembre de 2012) (Vídeo)

Educación

” La tarea de la educación es la de acompañar la maduración de la capacidad de tomar opciones libres y justas, que puedan ir a contracorriente de las opiniones dominantes, las modas, las ideologías políticas y religiosas. Éste es el precio de la implantación de una cultura de la paz”.

Benedicto XVI, Encuentro con los miembros del Gobierno, de las Instituciones de la República, el Cuerpo Diplomático, los responsables religiosos y los representantes del mundo de la cultura (Salón 25 de Mayo del Palacio presidencial de Baabda, 15 de septiembre de 2012)

Fraternidad

“Es hermoso trabajar con y para los demás. Vivir juntos momentos de amistad y alegría permite resistir a los gérmenes de división, que constantemente se han de combatir. La fraternidad es una anticipación del cielo. Y la vocación del discípulo de Cristo es ser «levadura» en la masa, como dice san Pablo: «Un poco de levadura hace fermentar toda la masa» (Ga 5,9)”.

Benedicto XVI, Encuentro con los jóvenes en la explanada frente al Patriarcado maronita de Bkerké (15 de septiembre de 2012) (Vídeo)

Fundamentalismo

“El fundamentalismo es siempre una falsificación de la religión y va contra el sentido de la religión, que, en cambio, invita a difundir la paz de Dios en el mundo. Por tanto, el compromiso de la Iglesia y de las religiones es aquel de cumplir una purificación de estas tentaciones, iluminar las conciencias y hacer de tal manera que cada uno tenga una imagen clara de Dios. Debemos respetarnos unos a los otros. Cada uno es imagen de Dios y debemos respetarnos recíprocamente. El mensaje fundamental de la religión debe estar contra la violencia, que es una falsificación como el fundamentalismo, debe ser la educación, la iluminación y la purificación de las conciencias, para favorecer el dialogo, la reconciliación y la paz”.

Benedicto XVI, Encuentro con los periodistas durante el vuelo hacia Líbano (14 de septiembre de 2012)

Guerra

“¿Qué podemos hacer contra la guerra? Naturalmente difundir siempre el mensaje de la paz, aclarar que la violencia no resuelve nunca un problema y reforzar las fuerzas de la paz. Es importante en este sentido el trabajo de los periodistas, que pueden ayudar mucho mostrando como la violencia destruye, no construye, no es útil para nadie. Es necesario rezar por Oriente Medio, por los cristianos y musulmanes mostrando la posibilidad de diálogo y de soluciones. Debe cesar la importación de armas: sin armas la guerra no podría continuar. En vez de importar las armas, que es un pecado grave, deberíamos importar las ideas, la paz, la creatividad, aceptar a los otros en la diversidad. Hacer visible el respeto de las religiones unas hacia las otras, el respeto del hombre como criatura de Dios, el amor del prójimo como elemento fundamental para todas las religiones. Es necesario promover todos los gestos posibles, también materiales, para favorecer el fin de la guerra y de la violencia, de modo que todos puedan reconstruir el país”.

Benedicto XVI, Encuentro con los periodistas durante el vuelo hacia Líbano (14 de septiembre de 2012)

Juventud

“La juventud es el momento en el que se aspira a grandes ideales, y el periodo en que se estudia para prepararse a una profesión y a un porvenir. Esto es importante y exige su tiempo. Buscad lo que es hermoso y gozad en hacer el bien. Dad testimonio de la grandeza y la dignidad de vuestro cuerpo, que es «para el Señor» (1 Co6,13b). Tened la delicadeza y la rectitud de los corazones puros. Como el beato Juan Pablo II, yo también os repito: «No tengáis miedo. Abrid las puertas de vuestro espíritu y vuestro corazón a Cristo». El encuentro con él «da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Deus caritas est, 1). En él encontraréis la fuerza y el valor para avanzar en el camino de vuestra vida, superando así las dificultades y aflicciones. En él encontraréis la fuente de la alegría. Cristo os dice: سَلامي أُعطيكُم (Mi paz os doy). Aquí está la revolución que Cristo ha traído, la revolución del amor”.

Benedicto XVI, Encuentro con los jóvenes en la explanada frente al Patriarcado maronita de Bkerké (15 de septiembre de 2012) (Vídeo)

Libertad religiosa

“No olvidemos que la libertad religiosa es el derecho fundamental del que dependen muchos otros. Profesar y vivir libremente la propia religión, sin poner en peligro su vida y su libertad, ha de ser posible para cualquiera. La pérdida o el debilitamiento de esta libertad priva a la persona del derecho sagrado a una vida íntegra en el plano espiritual. La así llamada tolerancia no elimina las discriminaciones, sino que a veces incluso las reafirma. Y sin la apertura a lo trascendente, que permite encontrar respuestas a los interrogantes de su corazón sobre el sentido de la vida y la manera de vivir moralmente, el hombre se hace incapaz de actuar con justicia y de comprometerse por la paz. La libertad religiosa tiene una dimensión social y política indispensable para la paz. Ella promueve una coexistencia y una vida armoniosa a causa del compromiso común al servicio de causas nobles y de la búsqueda de la verdad que no se impone por la violencia sino por «la fuerza de la misma verdad» (Dignitatis humanae, 1), la Verdad que está en Dios”.

Benedicto XVI, Encuentro con los miembros del Gobierno, de las Instituciones de la República, el Cuerpo Diplomático, los responsables religiosos y los representantes del mundo de la cultura (Salón 25 de Mayo del Palacio presidencial de Baabda, 15 de septiembre de 2012)

Paz y dignidad humana

“La dignidad del hombre es inseparable del carácter sagrado de la vida que el Creador nos ha dado. En el designio de Dios, cada persona es única e irremplazable. Viene al mundo en una familia, que es su primer lugar de humanización y, sobre todo, la primera que educa a la paz. Para construir la paz, nuestra atención debe dirigirse a la familia para facilitar su cometido, y apoyarla, promoviendo de este modo por doquier una cultura de la vida. La eficacia del compromiso por la paz depende de la concepción que el mundo tenga de la vida humana. Si queremos la paz, defendamos la vida”.

Benedicto XVI, Encuentro con los miembros del Gobierno, de las Instituciones de la República, el Cuerpo Diplomático, los responsables religiosos y los representantes del mundo de la cultura (Salón 25 de Mayo del Palacio presidencial de Baabda, 15 de septiembre de 2012)

Perdón

“¿No es la paz ese bien precioso que toda la humanidad está buscando? Y, ¿no es un mundo de paz para nosotros y para los demás lo que deseamos en lo más profundo? سَلامي أُعطيكُم (Mi paz os doy), dice Jesús. Él no ha vencido el mal con otro mal, sino tomándolo sobre sí y aniquilándolo en la cruz mediante el amor vivido hasta el extremo. Descubrir de verdad el perdón y la misericordia de Dios, permite recomenzar siempre una nueva vida. No es fácil perdonar. Pero el perdón de Dios da la fuerza de la conversión y, a la vez, el gozo de perdonar. El perdón y la reconciliación son caminos de paz, y abren un futuro”.

Benedicto XVI, Encuentro con los jóvenes en la explanada frente al Patriarcado maronita de Bkerké (15 de septiembre de 2012) (Vídeo)

Primavera árabe

“De por sí, la primavera árabe es una cosa positiva: un deseo de mayor democracia, mayor libertad, mayor cooperación y de una renovada identidad árabe. Este grito de la libertad que viene de una juventud más formada cultural y profesionalmente, que desea una mayor participación en la vida política y social es un progreso, una cosa muy positiva y que esta bien acogida también por nosotros los cristianos. Naturalmente sabemos, pensando en la historia de las revoluciones, que el grito de libertad tan importante y positivo, corre el riesgo de olvidar un aspecto, una dimensión fundamental de la libertad, que es la tolerancia del otro, el hecho de que la libertad humana es siempre una libertad compartida, y que solo puede crecer en la solidaridad, en el vivir juntos con determinadas reglas. Esto es siempre un peligro, también en este caso. Tenemos que hacer todo lo posible para que el concepto de libertad, el deseo de libertad vaya en la justa libertad y no olvide la tolerancia, la reconciliación que son elementos fundamentales de la libertad. De esta manera también la Primavera Árabe, necesita una renovación de la historia milenaria. Los cristianos y los árabes han construido estas tierras y han de vivir juntos. Creo, que es importante ver los elementos positivos de estos movimientos y hacer todo lo posible para que la libertad sea concebida correctamente y responda a un mayor dialogo y no al dominio de unos contra otros”.

Benedicto XVI, Encuentro con los periodistas durante el vuelo hacia Líbano (14 de septiembre de 2012)

Redes sociales

“Las frustraciones que se presentan no os deben conducir a refugiaros en mundos paralelos como, entre otros, el de las drogas de cualquier tipo, o el de la tristeza de la pornografía. En cuanto a las redes sociales, son interesantes, pero pueden llevar fácilmente a una dependencia y a la confusión entre lo real y lo virtual. Buscad y vivid relaciones ricas de amistad verdadera y noble. Adoptad iniciativas que den sentido y raíces a vuestra existencia, luchando contra la superficialidad y el consumo fácil. También os acecha otra tentación, la del dinero, ese ídolo tirano que ciega hasta el punto de sofocar a la persona y su corazón. Los ejemplos que os rodean no siempre son los mejores. Muchos olvidan la afirmación de Cristo, cuando dice que no se puede servir a Dios y al dinero (cf. Lc 16,13). Buscad buenos maestros, maestros espirituales, que sepan indicaros la senda de la madurez, dejando lo ilusorio, lo llamativo y la mentira”.

Benedicto XVI, Encuentro con los jóvenes en la explanada frente al Patriarcado maronita de Bkerké (15 de septiembre de 2012) (Vídeo)

Servicio

“Servir es una exigencia imperativa para la Iglesia y, para los cristianos, el ser verdaderos servidores, a imagen de Jesús. El servicio es un elemento fundacional de la identidad de los discípulos de Cristo (cf. Jn 13,15-17). La vocación de la Iglesia y del cristiano es servir, como el Señor mismo lo ha hecho, gratuitamente y a todos, sin distinción. Por tanto, en un mundo donde la violencia no cesa de extender su rastro de muerte y destrucción, servir a la justicia y la paz es una urgencia, para comprometerse en aras de una sociedad fraterna, para fomentar la comunión”.

Benedicto XVI, Santa Misa y entrega de la Exhortación Apostólica Postsinodal para Oriente Medio en el Beirut City Center Waterfront (16 de septiembre de 2012)(Vídeo)

Siria

“¿Por qué tanto horror? ¿Por qué tanta muerte? Apelo a la comunidad internacional. Apelo a los países árabes de modo que como hermanos, propongan soluciones viables que respeten la dignidad de toda persona humana, sus derechos y su religión. Quien quiere construir la paz debe dejar de ver en el otro un mal que debe eliminar. No es fácil ver en el otro una persona que se debe respetar y amar, y sin embargo es necesario, si se quiere construir la paz, si se quiere la fraternidad (cf. 1 Jn 2,10-11; 1 P 3,8-12). Que Dios conceda a vuestro país, a Siria y a Oriente Medio el don de la paz de los corazones, el silencio de las armas y el cese de toda violencia. Que los hombres entiendan que  todos son hermanos”.

Benedicto XVI Rezo del Ángelus Domini (16 de septiembre de 2012)(Vídeo)

Solidaridad

“Ciertas ideologías, cuestionando directa o indirectamente, e incluso legalmente, el valor inalienable de toda persona y el fundamento natural de la familia, socavan las bases de la sociedad. Debemos ser conscientes de estos ataques contra la construcción y la armonía del vivir juntos. Sólo una solidaridad efectiva constituye el antídoto a todo esto. Solidaridad para rechazar lo que impide el respeto de todo ser humano, solidaridad para apoyar las políticas y las iniciativas que actúan para unir los pueblos de modo honesto y justo”.

Benedicto XVI, Encuentro con los miembros del Gobierno, de las Instituciones de la República, el Cuerpo Diplomático, los responsables religiosos y los representantes del mundo de la cultura (Salón 25 de Mayo del Palacio presidencial de Baabda, 15 de septiembre de 2012)

Sufrimiento y amor

“Ahora es precisamente cuando hay que celebrar la victoria del amor sobre el odio, del perdón sobre la venganza, del servicio sobre el dominio, de la humildad sobre el orgullo, de la unidad sobre la división. A la luz de la fiesta de hoy, y con vistas a una aplicación fructífera de la Exhortación, os invito a todos a no tener miedo, a permanecer en la verdad y a cultivar la pureza de la fe. Ese es el lenguaje de la cruz gloriosa. Esa es la locura de la cruz: la de saber convertir nuestro sufrimiento en grito de amor a Dios y de misericordia para con el prójimo; la de saber transformar también unos seres que se ven combatidos y heridos en su fe y su identidad, en vasos de arcilla dispuestos para ser colmados por la abundancia de los dones divinos, más preciosos que el oro (cf.2 Co 4,7-18). No se trata de un lenguaje puramente alegórico, sino de un llamamiento urgente a llevar a cabo actos concretos que configuren cada vez más con Cristo, unos actos que ayuden a las diferentes Iglesias a reflejar la belleza de la primera comunidad de creyentes (cf. Hch 2,41-47;segunda parte de la Exhortación); unos actos similares a los del emperador Constantino, que supo dar testimonio y sacar a los cristianos de la discriminación para permitirles vivir abierta y libremente su fe en Cristo crucificado, muerto y resucitado para nuestra salvación”.

Benedicto XVI, Visita a la Basílica de San Pablo de Harissa y firma de la Exhortación Apostólica Postsinodal (14 de septiembre de 2012) (Vídeo)

Salvar a los cristianos de Oriente (El Pais 9/01/2011)

Autor: Bernard-Henri Levy

Fuente: http://www.bernard-henri-levy.com/salvar-a-los-cristianos-de-oriente-el-pais-9012011-13429.html

Empezar con las presidenciales? ¿Strauss-Kahn, de lejos el mejor? ¿Fabius, que, en su defecto, podría imponerse? ¿El gran cadáver caído de espaldas al que habrá que intentar reanimar, dado que ni supo ni quiso transformarse?
¿Volver sobre el caso Sakineh y el cinismo de los jueces policía que multiplican los montajes y las falsas confesiones orquestadas y quieren presentarnos como un progreso el paso de la lapidación al ahorcamiento?

¿Darle vueltas al doble proceso que interponen contra mí, por el mismo artículo, un grupúsculo de extrema derecha y un veterano de Le Monde Diplomatique?

Prefiero de lejos ocuparme de lo que me parece el acontecimiento más brutal, más cargado de trágicas consecuencias, de este comienzo del año 2011: me refiero al atentado que, la noche de Año Nuevo, causó 21 muertos y 79 heridos entre los fieles de la iglesia de Al Kidissine, en Alejandría.

Este atentado era la culminación de una serie de ataques que, en Nigeria, Filipinas y otros lugares, habían ensangrentado la noche de Navidad. Tenía lugar al término de un año marcado, entre otras cosas, por la matanza de la catedral de Bagdad. De forma que es cada vez menos discutible que estamos ante una persecución de masas en toda regla. ¿Difícil de concebir, dado que se trata de una religión que durante mucho tiempo fue dominante, por no decir dominadora e intolerante? Tal vez. Pero, sin embargo, cierto. Y Benedicto XVI tiene sobrados motivos para afirmar que actualmente los cristianos son el grupo religioso que sufre « el mayor número de persecuciones » en el mundo.

Este atentado, como todos los demás, tenía como objetivo una comunidad cuya historia se confunde con la de la región. Esta oleada de actos terroristas diezma unas Iglesias de las que acaso no todo el mundo sepa que fueron (los coptos de Egipto) mayoritarias durante mucho tiempo o, en todo caso (Siria), anteriores a la llegada del islam. De modo que quienes los perpetran no solamente son unos bárbaros, sino también unos imbéciles que, al pretender erradicar la « división en tierras del islam », atacan lo que constituye el alma de la región. ¿La fechoría sería igual de grave si los cristianos de Oriente no fueran esa minoría autóctona? Por supuesto. Pero esa circunstancia es un agravante. Añade una dimensión -digamos- metafísica al gesto. Cuando el mundo árabe prescindió de los judíos y de su memoria, se cometió un crimen irreparable. Si ahora se priva de sus cristianos, si hace sufrir a las últimas comunidades católicas capaces de rezar en la lengua de Cristo lo que hizo sufrir a los descendientes de las tribus de Israel, será, no solo para él, sino para el mundo, una nueva pérdida total, una nueva ruina espiritual y moral, un nuevo desastre civilizatorio y cultural.

Ni que decir tiene que el islam está, en este asunto, en una encrucijada. O se obstina en la negación y en el lenguaje engañoso; continúa, hablando de « actos aislados », como la policía de Mubarak; se empeña, como el mismo Mubarak, en ver en estos baños de sangre una violencia contra el « país entero » y no contra « una comunidad en particular »; disculpa a los culpables; hace como Ahmed al Tayeb, el gran imán de Al Azhar, que denuncia el « punto de vista del Papa » cuando apela -en lo que al parecer constituye una insoportable « injerencia »- a detener la masacre de inocentes; y, entonces, el único camino posible será la catástrofe. O bien se impone el coraje; los intelectuales musulmanes salen de su ensordecedor y terrible silencio; los imanes se posicionan; el consejo francés del culto musulmán -que la mañana misma del 1 de enero condenaba sin equívocos la « barbarie » de este « abyecto atentado terrorista »- hace escuela; y, entonces, se impondrá lo que en mi última crónica llamaba « el honor de los musulmanes » y tal vez tengamos una oportunidad de evitar el choque de culturas que algunos desean de todo corazón, pero hay que conjurar a cualquier precio.

En cuanto a los demás, todos los demás, ¿qué deben hacer?

Antes que nada, no caer en la trampa de la falsa simetría: « ¿Vosotros no queréis iglesias? Nosotros no queremos mezquitas ». El cometido de los demócratas es elevar al prójimo por encima de sí mismos, nunca alinearse con sus peores bajezas.

No ceder tampoco al eterno argumento de los cobardes: « Cuidado con pasarse. Al defender a esas gentes, las señaláis. Al señalarlas, las ponéis en peligro ». Quienes conocen la historia del pueblo judío saben que el perfil bajo nunca ha protegido a nadie y, por el contrario, siempre ha preparado el camino a los matarifes. Al revés, hay que hablar. Hablar cuanto sea necesario. Dar fe. Indignarse. E incluso, los que pueden, rezar. Sí. ¿Por qué no, en efecto, ya que en el fondo se trata de eso, por qué no una plegaria ecuménica pronunciada con una única voz por autoridades de las tres religiones del Libro? ¿Por qué no una jornada mundial de los cristianos de Oriente y, durante esa jornada, una hora en la que se invite al planeta a unirse a través de la plegaria o el pensamiento con los perseguidos? Personalmente, haré una excepción a mi agnosticismo y no faltaré.

Traducción: José Luis Sánchez-Silva

B16: Libertad religiosa, camino para la paz

Fuente: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/peace/documents/hf_ben-xvi_mes_20101208_xliv-world-day-peace_sp.html

MENSAJE DE SU SANTIDAD
BENEDICTO XVI
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA 
XLIV JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

1 DE ENERO DE 2011

 

LA LIBERTAD RELIGIOSA, CAMINO PARA LA PAZ

 

1. Al comienzo de un nuevo año deseo hacer llegar a todos mi felicitación; es un deseo de serenidad y de prosperidad, pero sobre todo de paz. El año que termina también ha estado marcado lamentablemente por persecuciones, discriminaciones, por terribles actos de violencia y de intolerancia religiosa.

Pienso de modo particular en la querida tierra de Irak, que en su camino hacia la deseada estabilidad y reconciliación sigue siendo escenario de violencias y atentados. Vienen a la memoria los recientes sufrimientos de la comunidad cristiana, y de modo especial el vil ataque contra la catedral sirio-católica Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de Bagdad, en la que el 31 de octubre pasado fueron asesinados dos sacerdotes y más de cincuenta fieles, mientras estaban reunidos para la celebración de la Santa Misa. En los días siguientes se han sucedido otros ataques, también a casas privadas, provocando miedo en la comunidad cristiana y el deseo en muchos de sus miembros de emigrar para encontrar mejores condiciones de vida. Deseo manifestarles mi cercanía, así como la de toda la Iglesia, y que se ha expresado de una manera concreta en la reciente Asamblea Especial para Medio Oriente del Sínodo de los Obispos. Ésta ha dirigido una palabra de aliento a las comunidades católicas en Irak y en Medio Oriente para vivir la comunión y seguir dando en aquellas tierras un testimonio valiente de fe.

Agradezco vivamente a los Gobiernos que se esfuerzan por aliviar los sufrimientos de estos hermanos en humanidad, e invito a los Católicos a rezar por sus hermanos en la fe, que sufren violencias e intolerancias, y a ser solidarios con ellos. En este contexto, siento muy viva la necesidad de compartir con vosotros algunas reflexiones sobre la libertad religiosa, camino para la paz. En efecto, se puede constatar con dolor que en algunas regiones del mundo la profesión y expresión de la propia religión comporta un riesgo para la vida y la libertad personal. En otras regiones, se dan formas más silenciosas y sofisticadas de prejuicio y de oposición hacia los creyentes y los símbolos religiosos. Los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe. Muchos sufren cada día ofensas y viven frecuentemente con miedo por su búsqueda de la verdad, su fe en Jesucristo y por su sincero llamamiento a que se reconozca la libertad religiosa. Todo esto no se puede aceptar, porque constituye una ofensa a Dios y a la dignidad humana; además es una amenaza a la seguridad y a la paz, e impide la realización de un auténtico desarrollo humano integral.[1]

En efecto, en la libertad religiosa se expresa la especificidad de la persona humana, por la que puede ordenar la propia vida personal y social a Dios, a cuya luz se comprende plenamente la identidad, el sentido y el fin de la persona. Negar o limitar de manera arbitraria esa libertad, significa cultivar una visión reductiva de la persona humana, oscurecer el papel público de la religión; significa generar una sociedad injusta, que no se ajusta a la verdadera naturaleza de la persona humana; significa hacer imposible la afirmación de una paz auténtica y estable para toda la familia humana.

Por tanto, exhorto a los hombres y mujeres de buena voluntad a renovar su compromiso por la construcción de un mundo en el que todos puedan profesar libremente su religión o su fe, y vivir su amor a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente (cf. Mt 22, 37). Éste es el sentimiento que inspira y guía el Mensaje para la XLIV Jornada Mundial de la Paz, dedicado al tema: La libertad religiosa, camino para la paz.

Derecho sagrado a la vida y a una vida espiritual

2El derecho a la libertad religiosa se funda en la misma dignidad de la persona humana,[2]cuya naturaleza trascendente no se puede ignorar o descuidar. Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 27). Por eso, toda persona es titular del derecho sagrado a una vida íntegra, también desde el punto de vista espiritual. Si no se reconoce su propio ser espiritual, sin la apertura a la trascendencia, la persona humana se repliega sobre sí misma, no logra encontrar respuestas a los interrogantes de su corazón sobre el sentido de la vida, ni conquistar valores y principios éticos duraderos, y tampoco consigue siquiera experimentar una auténtica libertad y desarrollar una sociedad justa. [3]

La Sagrada Escritura, en sintonía con nuestra propia experiencia, revela el valor profundo de la dignidad humana: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies» (Sal 8, 4-7).

Ante la sublime realidad de la naturaleza humana, podemos experimentar el mismo asombro del salmista. Ella se manifiesta como apertura al Misterio, como capacidad de interrogarse en profundidad sobre sí mismo y sobre el origen del universo, como íntima resonancia del Amor supremo de Dios, principio y fin de todas las cosas, de cada persona y de los pueblos. [4] La dignidad trascendente de la persona es un valor esencial de la sabiduría judeo-cristiana, pero, gracias a la razón, puede ser reconocida por todos. Esta dignidad, entendida como capacidad de trascender la propia materialidad y buscar la verdad, ha de ser reconocida como un bienuniversal, indispensable para la construcción de una sociedad orientada a la realización y plenitud del hombre. El respeto de los elementos esenciales de la dignidad del hombre, como el derecho a la vida y a la libertad religiosa, es una condición para la legitimidad moral de toda norma social y jurídica.

Libertad religiosa y respeto recíproco

3La libertad religiosa está en el origen de la libertad moral. En efecto, la apertura a la verdad y al bien, la apertura a Dios, enraizada en la naturaleza humana, confiere a cada hombre plena dignidad, y es garantía del respeto pleno y recíproco entre las personas. Por tanto, la libertad religiosa se ha de entender no sólo como ausencia de coacción, sino antes aún como capacidad de ordenar las propias opciones según la verdad.

Entre libertad y respeto hay un vínculo inseparable; en efecto, «al ejercer sus derechos, los individuos y grupos sociales están obligados por la ley moral a tener en cuenta los derechos de los demás y sus deberes con relación a los otros y al bien común de todos».[5]

Una libertad enemigaindiferente con respecto a Dios termina por negarse a sí misma y no garantiza el pleno respeto del otro. Una voluntad que se cree radicalmente incapaz de buscar la verdad y el bien no tiene razones objetivas y motivos para obrar, sino aquellos que provienen de sus intereses momentáneos y pasajeros; no tiene una “identidad” que custodiar y construir a través de las opciones verdaderamente libres y conscientes. No puede, pues, reclamar el respeto por parte de otras “voluntades”, que también están desconectadas de su ser más profundo, y que pueden hacer prevalecer otras “razones” o incluso ninguna “razón”. La ilusión de encontrar en el relativismo moral la clave para una pacífica convivencia, es en realidad el origen de la división y negación de la dignidad de los seres humanos. Se comprende entonces la necesidad de reconocer una doble dimensión en la unidad de la persona humana: la religiosay la social. A este respecto, es inconcebible que los creyentes «tengan que suprimir una parte de sí mismos –su fe– para ser ciudadanos activos. Nunca debería ser necesario renegar de Dios para poder gozar de los propios derechos».[6]

La familia, escuela de libertad y de paz

4. Si la libertad religiosa es camino para la paz, la educación religiosa es una vía privilegiada que capacita a las nuevas generaciones para reconocer en el otro a su propio hermano o hermana, con quienes camina y colabora para que todos se sientan miembros vivos de la misma familia humana, de la que ninguno debe ser excluido.

La familia fundada sobre el matrimonio, expresión de la unión íntima y de la complementariedad entre un hombre y una mujer, se inserta en este contexto como la primera escuela de formación y crecimiento social, cultural, moral y espiritual de los hijos, que deberían ver siempre en el padre y la madre el primer testimonio de una vida orientada a la búsqueda de la verdad y al amor de Dios. Los mismos padres deberían tener la libertad de poder transmitir a los hijos, sin constricciones y con responsabilidad, su propio patrimonio de fe, valores y cultura. La familia, primera célula de la sociedad humana, sigue siendo el ámbito primordial de formación para unas relaciones armoniosas en todos los ámbitos de la convivencia humana, nacional e internacional. Éste es el camino que se ha de recorrer con sabiduría para construir un tejido social sólido y solidario, y preparar a los jóvenes para que, con un espíritu de comprensión y de paz, asuman su propia responsabilidad en la vida, en una sociedad libre.

Un patrimonio común

5. Se puede decir que, entre los derechos y libertades fundamentales enraizados en la dignidad de la persona, la libertad religiosa goza de un estatuto especial. Cuando se reconoce la libertad religiosa, la dignidad de la persona humana se respeta en su raíz, y se refuerzan elethos y las instituciones de los pueblos. Y viceversa, cuando se niega la libertad religiosa, cuando se intenta impedir la profesión de la propia religión o fe y vivir conforme a ellas, se ofende la dignidad humana, a la vez que se amenaza la justicia y la paz, que se fundan en el recto orden social construido a la luz de la Suma Verdad y Sumo Bien.

La libertad religiosa significa también, en este sentido, una conquista de progreso político y jurídico. Es un bien esencial: toda persona ha de poder ejercer libremente el derecho a profesar y manifestar, individualmente o comunitariamente, la propia religión o fe, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, las publicaciones, el culto o la observancia de los ritos. No debería haber obstáculos si quisiera adherirse eventualmente a otra religión, o no profesar ninguna. En este ámbito, el ordenamiento internacional resulta emblemático y es una referencia esencial para los Estados, ya que no consiente ninguna derogación de la libertad religiosa, salvo la legítima exigencia del justo orden público. [7] El ordenamiento internacional, por tanto, reconoce a los derechos de naturaleza religiosa el mismo status que el derecho a la vida y a la libertad personal, como prueba de su pertenencia al núcleo esencial de los derechos del hombre, de los derechos universales y naturales que la ley humana jamás puede negar.

La libertad religiosa no es patrimonio exclusivo de los creyentes, sino de toda la familia de los pueblos de la tierra. Es un elemento imprescindible de un Estado de derecho; no se puede negar sin dañar al mismo tiempo los demás derechos y libertades fundamentales, pues es su síntesis y su cumbre. Es un «indicador para verificar el respeto de todos los demás derechos humanos».[8] Al mismo tiempo que favorece el ejercicio de las facultades humanas más específicas, crea las condiciones necesarias para la realización de un desarrollo integral, que concierne de manera unitaria a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones.[9]

La dimensión pública de la religión

6La libertad religiosa, como toda libertad, aunque proviene de la esfera personal, se realiza en la relación con los demás. Una libertad sin relación no es una libertad completa. La libertad religiosa no se agota en la simple dimensión individual, sino que se realiza en la propia comunidad y en la sociedad, en coherencia con el ser relacional de la persona y la naturaleza pública de la religión.

La relacionalidad es un componente decisivo de la libertad religiosa, que impulsa a las comunidades de los creyentes a practicar la solidaridad con vistas al bien común. En esta dimensión comunitaria cada persona sigue siendo única e irrepetible y, al mismo tiempo, se completa y realiza plenamente.

Es innegable la aportación que las comunidades religiosas dan a la sociedad. Son muchas las instituciones caritativas y culturales que dan testimonio del papel constructivo de los creyentes en la vida social. Más importante aún es la contribución ética de la religión en el ámbito político. No se la debería marginar o prohibir, sino considerarla como una aportación válida para la promoción del bien común. En esta perspectiva, hay que mencionar la dimensión religiosa de la cultura, que a lo largo de los siglos se ha forjado gracias a la contribución social y, sobre todo, ética de la religión. Esa dimensión no constituye de ninguna manera una discriminación para los que no participan de la creencia, sino que más bien refuerza la cohesión social, la integración y la solidaridad.

La libertad religiosa, fuerza de libertad y de civilización:
los peligros de su instrumentalización

7La instrumentalización de la libertad religiosa para enmascarar intereses ocultos, como por ejemplo la subversión del orden constituido, la acumulación de recursos o la retención del poder por parte de un grupo, puede provocar daños enormes a la sociedad. El fanatismo, el fundamentalismo, las prácticas contrarias a la dignidad humana, nunca se pueden justificar y mucho menos si se realizan en nombre de la religión. La profesión de una religión no se puede instrumentalizar ni imponer por la fuerza. Es necesario, entonces, que los Estados y las diferentes comunidades humanas no olviden nunca que la libertad religiosa es condición para la búsqueda de la verdad y que la verdad no se impone con la violencia sino por «la fuerza de la misma verdad»[10] En este sentido, la religión es una fuerza positiva y promotora de la construcción de la sociedad civil y política.

¿Cómo negar la aportación de las grandes religiones del mundo al desarrollo de la civilización? La búsqueda sincera de Dios ha llevado a un mayor respeto de la dignidad del hombre. Las comunidades cristianas, con su patrimonio de valores y principios, han contribuido mucho a que las personas y los pueblos hayan tomado conciencia de su propia identidad y dignidad, así como a la conquista de instituciones democráticas y a la afirmación de los derechos del hombre con sus respectivas obligaciones.

También hoy, en una sociedad cada vez más globalizada, los cristianos están llamados a dar su aportación preciosa al fatigoso y apasionante compromiso por la justicia, al desarrollo humano integral y a la recta ordenación de las realidades humanas, no sólo con un compromiso civil, económico y político responsable, sino también con el testimonio de su propia fe y caridad. La exclusión de la religión de la vida pública, priva a ésta de un espacio vital que abre a la trascendencia. Sin esta experiencia primaria resulta difícil orientar la sociedad hacia principios éticos universales, así como al establecimiento de ordenamientos nacionales e internacionales en que los derechos y libertades fundamentales puedan ser reconocidos y realizados plenamente, conforme a lo propuesto en los objetivos de la Declaración Universal de los derechos del hombre de 1948, aún hoy por desgracia incumplidos o negados.

Una cuestión de justicia y de civilización:
el fundamentalismo y la hostilidad contra los creyentes comprometen la laicidad positiva de los Estados

8. La misma determinación con la que se condenan todas las formas de fanatismo y fundamentalismo religioso ha de animar la oposición a todas las formas de hostilidad contra la religión, que limitan el papel público de los creyentes en la vida civil y política.

No se ha de olvidar que el fundamentalismo religioso y el laicismo son formas especulares y extremas de rechazo del legítimo pluralismo y del principio de laicidad. En efecto, ambos absolutizan una visión reductiva y parcial de la persona humana, favoreciendo, en el primer caso, formas de integrismo religioso y, en el segundo, de racionalismo. La sociedad que quiere imponer o, al contrario, negar la religión con la violencia, es injusta con la persona y con Dios, pero también consigo misma. Dios llama a sí a la humanidad con un designio de amor que, implicando a toda la persona en su dimensión natural y espiritual, reclama una correspondencia en términos de libertad y responsabilidad, con todo el corazón y el propio ser, individual y comunitario. Por tanto, también la sociedad, en cuanto expresión de la persona y del conjunto de sus dimensiones constitutivas, debe vivir y organizarse de tal manera que favorezca la apertura a la trascendencia. Por eso, las leyes y las instituciones de una sociedad no se pueden configurar ignorando la dimensión religiosa de los ciudadanos, o de manera que prescinda totalmente de ella. A través de la acción democrática de ciudadanos conscientes de su alta vocación, se han de conmensurar con el ser de la persona, para poder secundarlo en su dimensión religiosa. Al no ser ésta una creación del Estado, no puede ser manipulada, sino que más bien debe reconocerla y respetarla.

El ordenamiento jurídico en todos los niveles, nacional e internacional, cuando consiente o tolera el fanatismo religioso o antirreligioso, no cumple con su misión, que consiste en la tutela y promoción de la justicia y el derecho de cada uno. Éstas últimas no pueden quedar al arbitrio del legislador o de la mayoría porque, como ya enseñaba Cicerón, la justicia consiste en algo más que un mero acto productor de la ley y su aplicación. Implica el reconocimiento de la dignidad de cada uno,[11] la cual, sin libertad religiosa garantizada y vivida en su esencia, resulta mutilada y vejada, expuesta al peligro de caer en el predominio de los ídolos, de bienes relativos transformados en absolutos. Todo esto expone a la sociedad al riesgo de totalitarismos políticos e ideológicos, que enfatizan el poder público, mientras se menoscaba y coarta la libertad de conciencia, de pensamiento y de religión, como si fueran rivales.

Diálogo entre instituciones civiles y religiosas

9. El patrimonio de principios y valores expresados en una religiosidad auténtica es una riqueza para los pueblos y su ethos. Se dirige directamente a la conciencia y a la razón de los hombres y mujeres, recuerda el imperativo de la conversión moral, motiva el cultivo y la práctica de las virtudes y la cercanía hacia los demás con amor, bajo el signo de la fraternidad, como miembros de la gran familia humana. [12]

La dimensión pública de la religión ha de ser siempre reconocida, respetando la laicidad positiva de las instituciones estatales. Para dicho fin, es fundamental un sano diálogo entre las instituciones civiles y las religiosas para el desarrollo integral de la persona humana y la armonía de la sociedad.

Vivir en el amor y en la verdad

10. En un mundo globalizado, caracterizado por sociedades cada vez más multiétnicas y multiconfesionales, las grandes religiones pueden constituir un importante factor de unidad y de paz para la familia humana. Sobre la base de las respectivas convicciones religiosas y de la búsqueda racional del bien común, sus seguidores están llamados a vivir con responsabilidad su propio compromiso en un contexto de libertad religiosa. En las diversas culturas religiosas, a la vez que se debe rechazar todo aquello que va contra la dignidad del hombre y la mujer, se ha de tener en cuenta lo que resulta positivo para la convivencia civil.

El espacio público, que la comunidad internacional pone a disposición de las religiones y su propuesta de “vida buena”, favorece el surgir de un criterio compartido de verdad y de bien, y de un consenso moral, fundamentales para una convivencia justa y pacífica. Los líderes de las grandes religiones, por su papel, su influencia y su autoridad en las propias comunidades, son los primeros en ser llamados a vivir en el respeto recíproco y en el diálogo.

Los cristianos, por su parte, están llamados por la misma fe en Dios, Padre del Señor Jesucristo, a vivir como hermanos que se encuentran en la Iglesia y colaboran en la edificación de un mundo en el que las personas y los pueblos «no harán daño ni estrago […], porque está lleno el país de la ciencia del Señor, como las aguas colman el mar» (Is 11, 9).

El diálogo como búsqueda en común

11. El diálogo entre los seguidores de las diferentes religiones constituye para la Iglesia un instrumento importante para colaborar con todas las comunidades religiosas al bien común. La Iglesia no rechaza nada de lo que en las diversas religiones es verdadero y santo. «Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, aunque discrepen mucho de los que ella mantiene y propone, no pocas veces reflejan, sin embargo, un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres». [13]

Con eso no se quiere señalar el camino del relativismo o del sincretismo religioso. La Iglesia, en efecto, «anuncia y tiene la obligación de anunciar sin cesar a Cristo, que es “camino, verdad y vida” (Jn 14, 6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa, en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas». [14] Sin embargo, esto no excluye el diálogo y la búsqueda común de la verdad en los diferentes ámbitos vitales, pues, como afirma a menudo santo Tomás, «toda verdad, independientemente de quien la diga, viene del Espíritu Santo».[15]

En el año 2011 se cumplirá el 25 aniversario de la Jornada mundial de oración por la paz, que fue convocada en Asís por el Venerable Juan Pablo II, en 1986. En dicha ocasión, los líderes de las grandes religiones del mundo testimoniaron que las religiones son un factor de unión y de paz, no de división y de conflicto. El recuerdo de aquella experiencia es un motivo de esperanza en un futuro en el que todos los creyentes se sientan y sean auténticos trabajadores por la justicia y la paz.

Verdad moral en la política y en la diplomacia

12. La política y la diplomacia deberían contemplar el patrimonio moral y espiritual que ofrecen las grandes religiones del mundo, para reconocer y afirmar aquellas verdades, principios y valores universales que no pueden negarse sin negar la dignidad de la persona humana. Pero, ¿qué significa, de manera práctica, promover la verdad moral en el mundo de la política y de la diplomacia? Significa actuar de manera responsable sobre la base del conocimiento objetivo e íntegro de los hechos; quiere decir desarticular aquellas ideologías políticas que terminan por suplantar la verdad y la dignidad humana, y promueven falsos valores con el pretexto de la paz, el desarrollo y los derechos humanos; significa favorecer un compromiso constante para fundar la ley positiva sobre los principios de la ley natural. [16]Todo esto es necesario y coherente con el respeto de la dignidad y el valor de la persona humana, ratificado por los Pueblos de la tierra en la Carta de la Organización de las Naciones Unidas de 1945, que presenta valores y principios morales universales como referencia para las normas, instituciones y sistemas de convivencia en el ámbito nacional e internacional.

Más allá del odio y el prejuicio

13. A pesar de las enseñanzas de la historia y el esfuerzo de los Estados, las Organizaciones internacionales a nivel mundial y local, de las Organizaciones no gubernamentales y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que cada día se esfuerzan por tutelar los derechos y libertades fundamentales, se siguen constatando en el mundo persecuciones, discriminaciones, actos de violencia y de intolerancia por motivos religiosos. Particularmente en Asia y África, las víctimas son principalmente miembros de las minorías religiosas, a los que se les impide profesar libremente o cambiar la propia religión a través de la intimidación y la violación de los derechos, de las libertades fundamentales y de los bienes esenciales, llegando incluso a la privación de la libertad personal o de la misma vida.

Como ya he afirmado, se dan también formas más sofisticadas de hostilidad contra la religión, que en los Países occidentales se expresan a veces renegando de la historia y de los símbolos religiosos, en los que se reflejan la identidad y la cultura de la mayoría de los ciudadanos. Son formas que fomentan a menudo el odio y el prejuicio, y no coinciden con una visión serena y equilibrada del pluralismo y la laicidad de las instituciones, además del riesgo para las nuevas generaciones de perder el contacto con el precioso patrimonio espiritual de sus Países.

La defensa de la religión pasa a través de la defensa de los derechos y de las libertades de las comunidades religiosas. Que los líderes de las grandes religiones del mundo y los responsables de las naciones, renueven el compromiso por la promoción y tutela de la libertad religiosa, en particular, por la defensa de las minorías religiosas, que no constituyen una amenaza contra la identidad de la mayoría, sino que, por el contrario, son una oportunidad para el diálogo y el recíproco enriquecimiento cultural. Su defensa representa la manera ideal para consolidar el espíritu de benevolencia, de apertura y de reciprocidad con el que se tutelan los derechos y libertades fundamentales en todas las áreas y regiones del mundo.

La libertad religiosa en el mundo

14. Por último, me dirijo a las comunidades cristianas que sufren persecuciones, discriminaciones, actos de violencia e intolerancia, en particular en Asia, en África, en Oriente Medio y especialmente en Tierra Santa, lugar elegido y bendecido por Dios. A la vez que les renuevo mi afecto paterno y les aseguro mi oración, pido a todos los responsables que actúen prontamente para poner fin a todo atropello contra los cristianos que viven en esas regiones. Que los discípulos de Cristo no se desanimen ante las adversidades actuales, porque el testimonio del Evangelio es y será siempre un signo de contradicción.

Meditemos en nuestro corazón las palabras del Señor Jesús: «Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados […]. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo» (Mt 5, 5-12). Renovemos, pues, «el compromiso de indulgencia y de perdón que hemos adquirido, y que invocamos en el Pater Noster, al poner nosotros mismos la condición y la medida de la misericordia que deseamos obtener: “Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mt 6, 12)».[17] La violencia no se vence con la violencia. Que nuestro grito de dolor vaya siempre acompañado por la fe, la esperanza y el testimonio del amor de Dios. Expreso también mi deseo de que en Occidente, especialmente en Europa, cesen la hostilidad y los prejuicios contra los cristianos, por el simple hecho de que intentan orientar su vida en coherencia con los valores y principios contenidos en el Evangelio. Que Europa sepa más bien reconciliarse con sus propias raíces cristianas, que son fundamentales para comprender el papel que ha tenido, que tiene y que quiere tener en la historia; de esta manera, sabrá experimentar la justicia, la concordia y la paz, cultivando un sincero diálogo con todos los pueblos.

La libertad religiosa, camino para la paz

15. El mundo tiene necesidad de Dios. Tiene necesidad de valores éticos y espirituales, universales y compartidos, y la religión puede contribuir de manera preciosa a su búsqueda, para la construcción de un orden social justo y pacífico, a nivel nacional e internacional.

La paz es un don de Dios y al mismo tiempo un proyecto que realizar, pero que nunca se cumplirá totalmente. Una sociedad reconciliada con Dios está más cerca de la paz, que no es la simple ausencia de la guerra, ni el mero fruto del predominio militar o económico, ni mucho menos de astucias engañosas o de hábiles manipulaciones. La paz, por el contrario, es el resultado de un proceso de purificación y elevación cultural, moral y espiritual de cada persona y cada pueblo, en el que la dignidad humana es respetada plenamente. Invito a todos los que desean ser constructores de paz, y sobre todo a los jóvenes, a escuchar la propia voz interior, para encontrar en Dios referencia segura para la conquista de una auténtica libertad, la fuerza inagotable para orientar el mundo con un espíritu nuevo, capaz de no repetir los errores del pasado. Como enseña el Siervo de Dios Pablo VI, a cuya sabiduría y clarividencia se debe la institución de la Jornada Mundial de la Paz: «Ante todo, hay que dar a la Paz otras armas que no sean las destinadas a matar y a exterminar a la humanidad. Son necesarias, sobre todo, las armas morales, que den fuerza y prestigio al derecho internacional; primeramente, la de observar los pactos». [18] La libertad religiosa es un arma auténtica de la paz, con una misión histórica y profética. En efecto, ella valoriza y hace fructificar las más profundas cualidades y potencialidades de la persona humana, capaces de cambiar y mejorar el mundo. Ella permite alimentar la esperanza en un futuro de justicia y paz, también ante las graves injusticias y miserias materiales y morales. Que todos los hombres y las sociedades, en todos los ámbitos y ángulos de la Tierra, puedan experimentar pronto la libertad religiosa, camino para la paz.

Vaticano, 8 de diciembre de 2010

 

BENEDICTUS PP XVI


[1] Cf. Carta Enc. Caritas in veritate, 29.55-57.[2] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decl. Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa, 2

[3] Cf. Cart. enc. Caritas in veritate, 78.

[4] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decl. Nostra aetate, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, 1.

[5] Ibíd., Decl. Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa, 7

[6] Discurso a la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (18 abril 2008)AAS 100 (2008), 337.

[7] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decl. Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa, 2

[8] Juan Pablo II, Discurso a la Asamblea de la Organización para la seguridad y la cooperación en Europa (OSCE), (10 octubre 2003), 1: AAS 96 (2004), 111.

[9] Cf. Carta Enc. Caritas in veritate, 11.

[10] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decl. Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa, 1

[11] Cf. Cicerón, De inventione, II, 160.

[12] Cf. Discurso a los Representantes de otras Religiones del Reino Unido (17 septiembre 2010)L’Osservatore Romano (18 settembre 2010), 12.

[13] Conc. Ecum. Vat. II, Decl. Nostra aetate, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, 2

[14] Ibíd.

[15] Super evangelium Joannis, I, 3.

[16] Cf. Discurso a las Autoridades civiles y al Cuerpo diplomático en Chipre (5 junio 2010):L’Osservatore Romano, ed. en lengua española, 13 junio 2010, 6; Comisión Teológica Internacional, En busca de una ética universal: nueva mirada sobre la ley natural, Ciudad del Vaticano 2009.

[17] Pablo VI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1976AAS 67 (1975), 671.

[18] Ibíd., 668.

 

Iglesia Católica y homosexualidad

Esta es una recopilación de información que se puede encontrar en la página web del Vaticano. Su objetivo es poner al alcance de las personas interesadas las claves para conocer la posición de la Iglesia Católica respecto a la homosexualidad.

Documento básico: Catecismo de la Iglesia Católica

Fuente: http://www.vatican.va/archive/ESL0022/_P86.HTM

Texto original:

“Castidad y homosexualidad

2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’ (CDF, decl. “Persona humana” 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.

2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.

2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.”

Documentos de instancias de la Santa Sede:

1) Congregación para la Doctrina de la Fe

Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales

Aprobado por Juan Pablo II el 28 de marzo de 2003, siendo el Cardenal Ratzinger prefecto de esta Congregación.

Notificación sobre algunos escritos del Rvdo. P. Marciano Vidal, C. Ss. R.

Aprobado por Juan Pablo II el 9 de febrero de 2001

2) Congregación para la Educación Católica

Orientaciones para el uso de las competencias de la psicología en la admisión y en la formación de los candidatos al sacerdocio

28 de junio de 2008

Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario y a las Órdenes Sagradas

31 de agosto de 2005.

Añadido posterior

3) Pontificio Consejo para la Familia

Conclusiones del Congreso Teológico-Pastoral ‘Los hijos, primavera de la familia y de la sociedad’

21 de noviembre de 2000

Declaración del Pontificio Consejo para la Familia acerca de la Resolución del Parlamento Europeo del 16/3/2000 sobre equiparación entre familia y ‘uniones de hecho’, incluso homosexuales.

17 de marzo de 2000

II Encuentro de políticos y legisladores de América. Declaración de Buenos Aires. Familia y vida, a los 50 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos

5 de agosto de 1999

4) Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica

Orientaciones sobre la formación en los Institutos Religiosos

2 de febrero de 1990

5) Pontificio Consejo de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes

La salud reproductiva de los refugiados

2 de febrero de 1990

Alocuciones y discursos de los Papas

Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los obispos de Hungría en visita “ad limina”

10 de mayo de 2008

Mensaje del Papa Benedicto XVI al Padre Peter-Hans Kolvenbach, prepósito general de la Compañía de Jesús

10 de enero de 2008

Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los participantes en la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia

13 de mayo de 2006

Discurso del Santo Padre Juan Pablo II al séptimo grupo de obispos de Estados Unidos en visita “ad limina”

4 de junio de 2004

Discurso del Santo Padre Juan Pablo II al octavo grupo de obispos de Brasil en visita “Ad Limina”

16 de noviembre de 2002

Discurso del Papa Juan Pablo II a los Prelados Auditores, Defensores del Vínculo y Abogados de la Rota Romana, con ocasión de la Apertura del Año Judicial

28 de enero de 2002

Discurso del Santo Padre Juan Pablo II a la Rota Romana en la Apertura del Año Judicial

1 de febrero de 2001

Discurso del Santo Padre Juan Pablo II a los Participantes en la XV Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia

4 de junio de 1999

Juan Pablo II: Ángelus

19 de junio de 1994

Documento original:

Juan Pablo II: Ángelus

20 de febrero de 1994

Alocución del Santo Padre Juan Pablo II a los obispos de Estados Unidos

5 de octubre de 1979

Otras intervenciones

Intervención de Mons. Robert Sarah en la II Asamblea Especial para África del Sínodo de Obispos

7 de octubre de 2009

El Papa que no vendía

Fuente: http://www.lavanguardia.es/premium/epaper/20100612/53944623363.html

Gabriel Magalhães  // La Vanguardia

Es difícil escribir sobre una persona. Se puede ser injusto. Y más difícil aún es escribir sobre Joseph Ratzinger. No obstante, el Papa visitó Portugal este mayo, y esa visita ha sido importante. Ha marcado un suave cambio, muy profundo, en nuestro país. En Portugal, desde la revolución que trajo la democracia en 1974, los cambios importantes se hacen con una flor en la mano.

La expectativa, hace unos meses, era escasa, o casi negativa. “Este papa no vende”, declaraban los vendedores de artículos religiosos de Fátima. Y el cartel de inquisidor y personaje siniestro colgado a Ratzinger imponía su sombra. Cuando llegó a Lisboa, lo que había era curiosidad y el respeto debido. Nada más que eso.

Lo primero que llamó la atención fue la exactitud de todos sus movimientos. Hay un rigor alemán en sus gestos. Su presencia es algo así como un lienzo de Mondrian. Y, de repente, los portugueses nos dimos cuenta de que el vocablo exacto para todo esto es “seriedad”. En el fondo, lo que Alemania hace hoy con Europa, a nivel económico, lo ha hecho este papa hace décadas, en el terreno espiritual.

Si elogiamos la cordura de Merkel, hemos por lo menos de comprender a Ratzinger.

El portugués de a pie intuyó que básicamente estamos ante un hombre honrado. Cuando un grupo de jóvenes fue a darle vítores por la noche, salió al balcón de la nunciatura de Lisboa, agradeció con mucho cariño y pidió que le dejaran dormir porque tenía que trabajar al día siguiente.

Ratzinger cumple con lo de ser una imagen, un icono, pero intenta apagarse. Sabe que, a partir de un cierto punto, la imagen del papa se reviste de rasgos “paganos”. Hay en el líder de la Iglesia la convicción personal, muy arraigada, de que un sacerdote tiene que desdibujarse para que sólo Dios sea el protagonista. Y esto también vale para él, a pesar de su condición de vicario de Cristo. Para conocerle, hay que leerlo. Sus representaciones visuales son tan abstractas como banderas: dicen muy poco. Si queremos encontrarnos con Benedicto XVI, debemos conocer sus textos. En realidad, se trata de un papa escritor, muy fiel a la raíz verbal del cristianismo.

Su ascensión eclesial se basa en su prodigiosa capacidad de interpretar los escritos bíblicos. El lector de sus textos sabe que posee una inteligencia y una claridad de exposición deslumbrantes, muy germánicas, mezcladas con una elegancia literaria ya un poco italiana. Ratzinger fue la linterna de la Iglesia en un tiempo de dudas y oscuridades. En concreto, fue la linterna de Juan Pablo II. Una linterna a veces incómoda, en una época enamorada de la breve alucinación del flash fotográfico.

En resumen: honradez, discreción, inteligencia. Y además una gran fe y un enorme sentido de misión. Y esto terminó siendo lo más espeluznante para muchos portugueses. Ratzinger fue elegido hace cinco años, cuando se ignoraban las dificultades presentes, y adoptó el nombre de Benedicto XVI, estableciendo como una de sus prioridades la recuperación espiritual de Europa. Todo esto antes de la crisis actual.

En Portugal, nos hemos dado cuenta de que se trata de un papa providencial. Es la persona que Europa necesitaba en este momento. Esto lo ha comprendido una gran parte de la sociedad portuguesa. Ha sido un fenómeno amplio, que supera el mundo de los católicos de misa dominical.

No querer ver que Europa necesita una resurrección espiritual es como no querer ver el déficit. Exactamente lo mismo. Cerrar los ojos e insistir en ideas huecas. Lo importante es empezar a pensar cómo podremos articular los principios insoslayables de una sociedad libre, democrática, con la energía de la espiritualidad. Sólo salvaremos las democracias que hemos creado y el bienestar que hemos construido si regresamos a nuestra tradición espiritual. La economía ya no puede solucionarse a sí misma; la situación actual pide ante todo nuevas actitudes; esas nuevas actitudes sólo las podrán tomar personas renovadas que hayan redescubierto a fondo la dignidad mayor de su condición humana.

Y aquí anotaremos otra característica del Papa: su serena tristeza. No existe ese optimismo contagioso de Juan Pablo II. Es un hombre de fe, pero también alguien que se sabe de memoria todos los suicidios espirituales de Occidente. Esa melancolía papal, en un país nostálgico como Portugal, ha calado profundamente. La sociedad portuguesa no es la misma tras la visita de Benedicto XVI. Pese a todos los escándalos, del “pecado de la Iglesia”, como dijo el Papa, ha habido como un discreto amanecer. Nada de fanatismos. Sencillamente, un suave recuperar la lucidez. Y es que no bastará con salvar el euro. Para salvar a Europa, habrá que redescubrir, en plena libertad, el alma de Occidente.

   G. MAGALHÃES, escritor portugués