Category Archives: Universidad de Navarra

La sonrisa de Ratzinger

fuente: http://www.lavanguardia.es/premium/epaper/20100418/53910807767.html

P. BLANCO SARTO, profesor de Teología // La Vanguardia

Esta Semana Santa el papa  Joseph Ratzinger ha tenido su particular pasión, su viacrucis, con motivo de los casos de paidofilia entre sacerdotes y religiosos. En 2005, poco antes de ser elegido papa, en el viacrucis celebrado en el Coliseo, había exclamado: “¡cuánta suciedad en la Iglesia!”. Parece como si estas palabras se le hubieran vuelto ahora contra él, y esa suciedad se le hubiese caído encima.

Esta situación no era nueva: ha soportado varias polémicas y, al final, Joseph Ratzinger ha sabido siempre caer de pie. Sabe moverse en la arena de la polémica, a pesar de no quererla ni desearla.

En 2006, con el famoso discurso de Ratisbona, algunos sectores del islam explotaron al principio, pero al final recibió una carta de apoyo de 138 líderes musulmanes. Desde entonces nunca ha habido tanto diálogo entre católicos y musulmanes. Dos años después, le negaron la palabra en la universidad romana de La Sapienza. El diálogo continuó y, tras su intervención en París, en el colegio de Les Bernardins, ha sido llamado “el papa de la razón”. No solo es “el último ilustrado” por su decidida defensa de la razón, sino también “el primer posmoderno” -como le llama el cardenal Kasper-por proponer una razón abierta al arte, a la religión y al mundo del sentimiento.

En 2007 liberalizó el rito tridentino para celebrar la misa. De nuevo se cernió sobre él la polémica. Sin embargo, ha resultado una medida de gran valor ecuménico no solo entre los lefebvrianos sino también con anglicanos y ortodoxos. Moscú y Constantinopla están ahora más cerca de Roma, mientras que algunos de los de Canterbury han pedido entrar en plena comunión con la Iglesia católica.

Otra polémica ocurrió con motivo de los judíos, “nuestros hermanos mayores”, como los llamaba Juan Pablo II, y las tesis negacionistas del obispo lefebvriano Williamson. “Somos espiritualmente semitas”, repitió el Papa actual citando a Pío XI. El teólogo Ratzinger siempre ha sostenido la unión entre Israel y la Iglesia, entre antiguo y nuevo testamento, tal como se ve en su Jesús de Nazaret.En medio de estas polémicas, reales o ficticias, el Papa alemán mantiene esa mirada con ojeras, pero tranquila, serena, lunguimirante.Tal vez en el fondo, sonríe.

El sentido del humor es una constante de la familia Ratzinger. Poco antes de la Segunda Guerra Mundial, se mudaron a una casa de campo cerca de Traunstein, en los Alpes bávaros. Como la señora Ratzinger trabajaba fuera de casa, cocinaba el padre, el Gendarmerkommissar ya jubilado. Por las noches, cuando volvía a casa, mamá Ratzinger iba a recoger la leche a las granjas vecinas, contaba algún chisme o chiste de Hitler, que no podía contar en cualquier sitio. Su preferido: “Hitler va a una tienda y pide una alfombra. El dependiente le dice: ¿se la envuelvo, o se la come aquí mismo?”. Humor bávaro y un chiste entonces políticamente incorrecto.

Pese su natural timidez y discreción, el joven Joseph mantuvo siempre un sentimiento de ironía y autocrítica. Ante sus fracasos futbolísticos en el seminario, comentaba: “Tengo que decir, no obstante, que mis compañeros eran muy tolerantes conmigo”…

Ratzinger ha sido siempre un gran irónico, con un particular y fino sentido del humor, y por eso esboza esa sonrisa algo estirada y retraída. También de los recuerdos de sus primeros servicios pastorales en la parroquia rural de Moosach, un pueblo que hoy se encuentra dentro de la ciudad de Munich, entonces con doce mil almas. La casa parroquial era perfecta -recordaba-, de no ser por la falta de agua corriente; problema que se solventaba con una tradicional jofaina de porcelana. En esos momentos, el recién ordenado se encontraba solo, pues el párroco había sido enviado al hospital, mientras el sacristán y el resto del servicio parroquial se habían ido de vacaciones. “Pasó exactamente todo lo que podía pasar”, recuerda Ratzinger con brevedad y cierto sentido del humor. Tuvo que poner en juego, además de su buena preparación, sus mejores dotes de improvisación. Por su cercanía al cementerio, se especializó en aquel momento en entierros y funerales. “Entonces aprendí a enterrar”, comenta lacónicamente.

Mantuvo su habitual sentido del humor cuando fue catedrático en la universidad de Ratisbona, hasta el punto que se difundió el lema: ubi Ratzinger, ibi hilaritas:allá donde está Ratzinger, allí siempre hay risas. Cuando siendo prefecto le llega la fama de duro, de Gran Inquisidor, del rottweiler de Dios, parece no perder la sonrisa.

Respecto a la relación de la Congregación de la Doctrina de la Fe con los obispos, Ratzinger declaró con ironía: “Todavía no le hemos pegado a ninguno…”. Sus colaboradores lo recordaban así. Sobre su más profunda personalidad, marcada por su origen bávaro y su carácter irónico, añade otro conocido periodista italiano: “Le he visto alguna vez, sí, dolido; pero también le he escuchado reír a placer, al contar alguna anécdota o al comentar alguna ocurrencia. A su sentido del humor añade otra característica que contrasta con ese cliché de ´inquisidor´: su capacidad de escuchar . Un hombre, pues, muy alejado del estereotipo de ´cardenal de curia evasivo y socarronamente diplomático´”.

Tiene, sí, un peculiar sentido del humor, y una sonrisa más bien dentuda. No se considera, sin embargo, especialmente gracioso. “No soy un hombre al que se le ocurran continuamente chistes -reconocía él mismo-. Pero considero importante, y diría también que necesario, para mi ministerio saber ver el lado divertido de la vida y su dimensión alegre, sin tomarse todo de un modo demasiado trágico. Un escritor dijo que los ángeles pueden volar, porque no se toman demasiado en serio. Y nosotros tal vez podríamos volar un poco más, si no nos diéramos tanta importancia”. De hecho el “severo” cardenal alemán llegó a afirmar que “Dios tiene un agudo sentido del humor”, lo cual supone una afirmación de especial densidad teológica. Dios es también humor.

Comentaba en fin Georg con espíritu crítico de hermano que, cuando trabaja, se concentra tanto que se vuelve algo irritable. Pero después “vuelve a ser sociable y divertido”, añadía. El trabajo de Papa es duro, tal vez se encuentra en el lugar más duro de la Iglesia, tal como afirmó un arzobispo español. Han sido muchos años en Roma. “Al final de nuestra conversación -añadía un periodista bávaro-, reconoció que se sentía cansado y agotado, que estaba viejo y consumido. ´¿Es usted feliz?´, pregunté. ´Estoy contento con mi vida´, fue toda su respuesta”.

Ha seguido adelante y tal vez Ratzinger no ha perdido su ironía, su sonrisa y su fino sentido del humor tras estos cinco años de pontificado. Un periodista italiano le preguntó en una ocasión si dormía bien. Él, un poco desconcertado, respondió: “¿Por qué no? Después de rezar mis oraciones de la noche y de hacer mi examen de conciencia, duermo tranquilamente, pues sé que la Iglesia es de Cristo, no nuestra”.