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El periodismo religioso y la religión del periodismo

Cuando Dios se asoma por los medios, muchos periodistas no saben si incensarlo, ignorar su presencia o hacerle la enésima necrológica. Pero ¿por qué no hacer, simplemente, periodismo? 

Marc Argemí 

Corría el año 2009 cuando dos editores de  The Economist, la gran biblia de la élite liberal anglosajona, publicaban un ensayo documentadísimo, God is Back. La tesis central afirmaba que “las cosas que se suponía que destruirían la religión -democracia y mercados, tecnología y razón- se están combinando para hacerla más fuerte”. John Micklethwait y Adrian Wooldridge, un católico y un ateo, concluyeron que progreso y religión no sólo no eran enemigas, sino que iban de la mano en la mayoría de lugares del mundo. Europa y ciertos círculos intelectuales de la costa Este serían, en este sentido, una rareza.

Incomprensiblemente, el hecho de que dos influyentes periodistas se atrevieran a cuestionar uno de los pilares de la corrección política no atrajo la atención de los medios aquí. ¿Por qué? ¿por desidia? ¿por el anticlericalismo multisecular? ¿por una espiral del silencio promovida desde ciertas conspiraciones? La respuesta, cualquiera que sea, puede encontrarse en motivos mucho menos ideológicos. Si ningún medio de comunicación de España habló del ensayo exhaustivo de dos editores de la principal revista liberal del mundo tal vez no fue porque consideraran ofensiva la tesis de que promovían. Me atrevo a aventurar que, más bien, les resultaba incomprensible.

De un tiempo a esta parte, cierta religión del periodismo -ese conjunto de creencias apriorísticas que el gremio asume como carta de navegación imprescindible para el buen profesional- ha tendido a menudo a considerar el hecho religioso como algo de ratas de sacristía, si no -peor- como algo con reminiscencias franquistas que sólo gusta a cuatro viejas de derechas. En el mejor de los casos, un hecho digno de ser contemplado como una parte entrañable, aburrida y en el fondo irrelevante de la cotidianidad. Y, claro, cuando la situación ha llegado a este punto es fácil poner la excusa de que no se da información religiosa porque no hay gente que la pida.

Es caricatura, obviamente. Hay varias, y honrosas excepciones. Pero incluso estas excepcionales excepciones -unos pocos periodistas de prestigio- compartirán la apreciación de que hoy el periodismo en nuestros lares es predominantemente analfabeto en lo que respecta a cuestiones espirituales y religiosas. Una membrana de indiferencia parece haber envuelto con eficacia todo lo que huela a religioso, que permanece recluido, desprende olor a despensa mal ventilada y parece que sólo pueda lucir en museos o sacristías.

Esta situación perjudica al hecho religioso, pero también al periodismo. Un periodismo incapaz de descodificar un hecho social o personal como éste, de dar al menos pistas válidas para que la audiencia pueda hacerse un mapa comprensible de la situación, es un periodismo incompleto. Lo saben en el New York Times, que da una amplia cobertura en Religion and Belief,  o al Frankfurter Allgemeine, del que me contaban hace un tiempo que tenía dos redactores seniors especializados en religión.

Pero, ¿cómo informar de creencias, en un país como el nuestro, donde nuestros abuelos guardan en la memoria el recuerdo de los muertos por causa de la fe, y nuestros padres crecieron bajo un poder que tenía por oficial un credo determinado? Si para los primeros la religión tendría tonos épicos, para los segundos podría despertar ciertos resentimientos. Y entre los que hemos llegado después, la actitud más sugerente es la indiferencia.

Sin embargo, siempre he pensado que el hecho religioso y el periodismo se beneficiarán mucho mutuamente el día que descubran que tienen en común objetivos y enemigos. Ambos afirman buscar la verdad, y ambos combaten la ignorancia. La crisis de los medios tiene más en común con la crisis de la práctica religiosa de lo que pueda parecer en un principio: el relativismo ha disuelto en muchas personas las inquietudes para saber más sobre la verdad, el bien, el mal y la belleza. Si cada uno tiene su verdad particular, ¿qué necesidad hay de conocer los universales?

Bien, de acuerdo, pero ¿Es posible un periodismo religioso que recoja la dimensión trascendente de las personas, sea comprensible para el gran público y al mismo tiempo no sea aburrido? Parece la cuadratura del círculo y más cuando, como dice un amigo mío, a menudo se confunde la trascendencia con el aburrimiento, y si algo no quiere el periodismo es resultar aburrido.

Hay muchas formas de encuadrar el hecho religioso de forma que sea atractivo. Cada una tiene sus ventajas y sus carencias. La más frecuente es el enfoque deportivo. A imagen y semejanza de la prensa deportiva, se presentan los hechos siempre desde el prisma favorable al equipo de los lectores, sea éste el religioso o el antirreligioso. Más que describir la realidad, la vive y toma abiertamente partido: que ganen los míos. Las audiencias de este tipo de periodismo suelen ser las convencidas, de un lado y del otro.

Una segunda forma es la aproximación política: aplicar, por ejemplo, en la Iglesia, un esquema de derechas contra izquierdas, progresistas contra conservadores. Son simplificaciones que proporcionan un relato de la realidad, pero demasiado a menudo esa realidad que reflejan está sólo en la imaginación de quien escribe.

A veces resulta efectivo el esquema sensacionalista: una víctima, un agresor, unos hechos luctuosos y el medio de comunicación como garante de la justicia. Este es el esquema más repetido en la sección de sociedad, donde se han encajado tradicionalmente las informaciones sobre religión. Pero tal enfoque, en religión como en todos los otros campos, tiene el inconveniente de que es incapaz de hacer interesante el aspecto más trascendente, y puede caer en cambio en una espiral de sensacionalismo barroco, cada vez más rebuscado o escabroso.

Hay, todavía, una aproximación que mira exclusivamente la dimensión espiritual de la cosa, como algo desconectado de la actualidad más inmediata. Un personaje exótico, las nuevas terapias venidas de tierras lejanas, o incluso las novedades en la autoayuda, son algunos de los reclamos.

Algunos periodistas están intentando algo relativamente nuevo, y muy sencillo: hacer periodismo. Es decir, aplicar al hecho religioso el mismo rigor y la misma seriedad profesional que se pone para informar, por ejemplo, de la Fórmula 1. A ninguno de los periodistas que siguen la caravana de pilotos y escuderías de circuito en circuito se le pide que sepa conducir uno de esos coches de carreras. Pero a todos se les exige, en cambio, que expliquen bien qué es un pit-stop, como se obtiene una pole o qué reglamentación afecta al carburante. Mientras esta exigencia de profesionalidad esté presente, incluso los que somos aficionados de Ferrari toleraremos que al periodista se le note que apuesta por Red Bull.

El día que la religión del periodismo deje de ver el periodismo religioso como el patito feo, la opinión publicada será más completa y la religión saldrá de las trincheras defensivas que, por instinto de supervivencia, tantas veces ha tenido que refugiarse.

El periodisme religiós i la religió del periodisme

Quan Déu treu el nas pels mitjans, molts periodistes no saben si encensar-lo, ignorar la seva presència o fer-li l’enèsima necrològica. Però ¿per què no fer, simplement, periodisme?

Marc Argemí

Corria l’any 2009 quan dos editors del The Economist, la gran bíblia de l’elit liberal anglosaxona, publicaven un assaig documentadíssim, God is Back. La tesi central afirmava que “les coses que se suposava que destruirien la religió –democràcia i mercats, tecnologia i raó‑ s’estan combinant per fer-la més forta”. John Micklethwait i Adrian Wooldridge, un catòlic i un ateu, van concloure que progrés i religió no només no eren enemigues, sinó que anaven de la mà en la majoria d’indrets del món. Europa i certs cercles intel·lectuals de la costa Est serien, en aquest sentit, una raresa.

Incomprensiblement, el fet que dos influents periodistes s’atrevissin a qüestionar un dels pilars de la correcció política no va atraure l’atenció dels mitjans catalans. Per què? per desídia? per l’anticlericalisme multisecular? per una espiral del silenci promoguda per certes conspiracions? La resposta, sigui quina sigui, pot trobar-se en motius molt menys ideològics. Si cap mitjà de comunicació català va parlar de l’assaig exhaustiu de dos editors de la principal revista liberal del món potser no fou perquè consideressin ofensiva la tesi que promovien. M’atreveixo a aventurar que, més aviat, els resultava incomprensible.

D’un temps ençà, certa religió del periodisme –aquell conjunt de creences apriorístiques que el gremi assumeix com a carta de navegació imprescindible per al bon professional- ha tendit sovint a considerar el fet religiós com a cosa de rosegaaltars, si no –pitjor- com quelcom de reminiscències franquistes que només agrada a quatre iaies de dretes. En el millor dels casos, un fet digne de ser contemplat com una part entranyable, avorrida i en el fons irrellevant de la quotidianitat. I, és clar, quan la situació ha arribat en aquest punt és fàcil posar l’excusa de què no es dóna informació religiosa perquè no hi haurà gent que la demani.

És caricatura, òbviament. Hi ha diverses, i honroses excepcions. Però fins i tot aquestes excepcionals excepcions –uns pocs periodistes de prestigi- compartiran l’apreciació de que avui el periodisme català és predominantment analfabet pel que respecta a qüestions espirituals i religioses. Un tel d’indiferència sembla haver embolcallat amb eficàcia tot allò que faci tuf a religiós, que roman reclòs, desprèn olor a rebost mal ventilat i sembla que només pugui fer goig a museus o a sagristies.

Aquesta situació perjudica al fet religiós, però també al periodisme. Un periodisme incapaç de descodificar un fet social o personal com aquest, de donar almenys pistes vàlides perquè l’audiència es faci un mapa comprensible de la situació, és un periodisme incomplet. Ho saben al New York Times, que dóna una àmplia cobertura a Religion and Belief,  o al Frankfurter Allgemeine, del qual m’explicaven fa un temps que tenia dos redactors sèniors especialitzats en religió.

Però, com informar de creences, en un país com el nostre, on els nostres avis guarden en la memòria el record dels morts per causa de la fe, i els nostres pares cresqueren sota un poder que tenia com a oficial un sol credo determinat? Si per als primers la religió tindria tons èpics, per als segons podria evocar certs ressentiments. I entre els que hem arribat després, l’actitud més suggerent és la indiferència.

Malgrat això, sempre he pensat que el fet religiós i el periodisme es beneficiaran molt mútuament el dia que descobreixin que tenen en comú objectius i enemics. Ambdós afirmen cercar la veritat, i ambdós combaten la ignorància. La crisi dels mitjans té més en comú amb la crisi de la pràctica religiosa del que pugui semblar en un principi: el relativisme ha dissolt en moltes persones les inquietuds per a saber més sobre la veritat, el bé, el mal i la bellesa. Si cadascú té la seva veritat particular, quina necessitat hi ha de conèixer els universals?

Bé, d’acord, però ¿És possible un periodisme religiós que reculli la dimensió transcendent de les persones, sigui comprensible per al gran públic i al mateix temps no sigui avorrit? Sembla la quadratura del cercle i més quan, com diu un amic meu, sovint es confon la transcendència amb l’avorriment, i si una cosa no vol el periodisme és resultar avorrit.

Hi ha moltes formes d’enquadrar el fet religiós de forma que sigui atractiu. Cadascuna té els seus avantatges i les seves mancances. La més freqüent és l’enfocament esportiu. A imatge i semblança de la premsa esportiva, es presenten els fets sempre des del prisma favorable a l’equip dels lectors, sigui aquest el religiós o l’antireligiós. Més que descriure la realitat, la viu i pren obertament partit: que guanyin els meus. Les audiències d’aquest tipus de periodisme solen ser les convençudes, d’un costat i de l’altre.

Una segona forma és l’aproximació política: aplicar, posem per cas, a l’Església, un esquema de dretes contra esquerres, progressistes contra conservadors. Són simplificacions que donen un relat de la realitat, però massa sovint aquella realitat que reflecteixen està només en la imaginació d’aquell qui escriu.

De vegades resulta efectiu l’esquema sensacionalista: una víctima, un agressor, uns fets luctuosos i el mitjà de comunicació com a garant de la justícia. Aquest és l’esquema més repetit en la secció de societat, on s’han encabit tradicionalment les informacions sobre religió. Però tal enfocament, en religió com en tots els altres camps, té l’inconvenient que és incapaç de fer interessant l’aspecte més transcendent, i pot caure en canvi en una espiral de sensacionalisme barroc, cada cop més rebuscat o escabrós.

Hi ha, encara, una aproximació que mira exclusivament la dimensió espiritual de la cosa, com quelcom desconnectat de l’actualitat més immediata. Un personatge exòtic, les noves teràpies vingudes de terres llunyanes, o fins les novetats en l’autoajuda, en són alguns dels reclams.

Alguns periodistes estan intentant una cosa relativament nova, i molt senzilla: fer periodisme. És a dir, aplicar al fet religiós el mateix rigor i la mateixa serietat professional que es posa per informar, posem per cas, de la Fòrmula 1. A cap dels periodistes que segueixen la caravana de pilots i escuderies de circuit a circuit se li demana que sàpiga conduir un d’aquells cotxes de carreres. Però a tots se’ls exigeix, en canvi, que expliquin bé què és un pit-stop, com s’obté una pole o quina reglamentació afecta al carburant. Mentre aquesta exigència de professionalitat estigui present, fins i tot els que som aficionats de Ferrari tolerem que se’ls noti que aposten per Red Bull.

El dia que la religió del periodisme deixi de veure el periodisme religiós com l’aneguet lleig, la opinió publicada serà més completa i la religió sortirà de les trinxeres defensives on, per instint de supervivència, tantes vegades s’ha hagut de refugiar.

Peter Seewald: «L’Església catòlica no acceptarà mai l’ordenació de dones»

Font: http://www.elperiodico.cat/ca/noticias/societat/20101207/peter-seewald-lesglesia-catolica-acceptara-mai-lordenacio-dones/613591.shtml

ANTONIO M. YAGÜE
MADRID

Sorprès per l’èxit de vendes del seu llibre-entrevista a Benet XVI, Llum del món, l’escriptor Peter Seewald (Passau, Alemanya, 1954) ha visitat Espanya per reforçar encara més la seva repercussió mediàtica. No oculta la seva admiració cap a Joseph Ratzinger, a qui atribueix en part la seva tornada a la fe després d’anys de militar en el marxisme.

zoomFidel de Ratzinger L'escriptor alemany Peter Seewald.-¿Les paraules del Papa sobre l’ús del condó són res nou?

-Mai abans un Papa havia parlat tan obertament del tema, però no proclama una nova doctrina sobre vida sexual. Deixa clar que la lluita contra la sida no es pot limitar a l’ús del condó. Es tracta de tornar a portar una vida sexual humana.

-Però als catòlics en general i a les prostitutes creients no els queda clar si es pot usar o no.

-Jo no sóc el portaveu del Papa. Aquí estan les seves paraules. Va contestar així.

-Però amb certa ambigüitat, potser calculada…

-Per mi és clar. El preservatiu no és la solució a la sida. La solució seria portar una vida sexual més moderada i més conscient. El Papa no té poder per prohibir a ningú que usi condó. Indica la gran dimensió del problema. Per exemple, la solució contra la sida podria ser la fidelitat, però avui en dia no té valor.

-¿El Papa va llegir el llibre abans de publicar-lo i li va corregir coses?

-Sí. Se’l va llegir. És un llibre autoritzat. I va fer molt poques correccions. Només va canviar aspectes que va pensar que necessitaven una precisió objectiva.

-¿Treure el tema del condó i la sida i la filtració a l’Osservatore Romano han format part d’una estratègia de comunicació?

–Segurament l’assumpte de la sida i els preservatius han fet augmentar les vendes. Però els meus dos llibres anteriors també van tenir èxit.

-¿Creu, com el Papa, que a Espanya hi ha un laïcisme agressiu?

-No vaig tenir temps d’entrar al detall sobre aquest tema. Potser hi ha un laïcisme, un ressorgiment o una tendència. Però similar a la d’altres països d’Occident. El que passa és que a Espanya, al ser de fondes arrels catòliques, és més sorprenent.

-¿Què creu que és el que més preocupa ara mateix el Papa?

–La crisi de l’Església pels abusos sexuals del clero, la pederàstia. També que Déu pugui desaparèixer de la nostra realitat, la nebulització i el futur del cristianisme.

-¿Com està afrontant el Pontífex l’escàndol de la pederàstia?

-Li doldre molt. Ell ja ho sabia.

Els abusos perjudiquen la imatge

de l’Església i fan que tot sembli brut. Però ho afronta amb decisió. Vol que es faci justícia, que les víctimes siguin rehabilitades i indemnitzades.

-¿És aquest un Papa intel·lectual però conservador, reaccionari?

-És molt intel·lectual i un dels grans pensadors del nostre temps. Al mateix temps, és una persona progressista. No seria valorat correctament si no es veu la senzillesa i la bondat que té.

-Creu que l’Església canviarà algun dia la seva doctrina i admetrà el divorci, els anticonceptius i el sacerdoci femení?

-Aquestes no són les preocupacions dels catòlics. Són preguntes dels mitjans de comunicació.

-¿Però formen part de les normes inamovibles de l’Església?

–Sens dubte. Són normes sempre al dictat de l’Evangeli.

-Amb el temps, l’Església ha admès que la Terra és rodona, que tots els humans som iguals…

-L’Església no és estàtica. No és tradicionalista en un sentit negatiu. El Papa s’ha definit com a teòleg que parteix de les bases de l’Evangeli. Hi ha coses que es poden canviar. No se sap què es farà en 100 anys respecte al celibat dels sacerdots, però no s’acceptarà mai l’ordenació de les dones. L’avanç de l’Església catòlica no pot basar-se a convertir-se en una altra església. Ja hi ha una església, la protestant, amb ordenació de les dones i sense celibat. I ha perdut molts fidels.

-O sigui, que es tracta de mantenir la diferència, màrqueting pur.

-No frivolitzem, si us plau.

-Les filtracions de Wikileaks revelen que als EUA Ratzinger no figurava ni entre els 20 primers papables i que és un Papa de transició i molt fàcil de manipular.

-Els nord-americans no són sempre els més ben informats. Es van equivocar. Ja fa cinc anys que és Papa i és una persona fresca i a l’altura dels temps. I mentre Déu ho permeti, seguirà conduint l’Església. Té un estil molt col·legial, de diàleg, no és com un rei de l’Església, sinó com un servidor. Que sigui un serf de l’Església no vol dir que sigui feble.

-¿Com passarà a la història?

-Com un gran mestre de l’Església intel·lectual i espiritual, que ajuda l’Església a reformular-se.

 

B16BCN: ¿Una visita incómoda?

Artículo de opinión en El Periódico

Autor: Josep Argemí

Fuente: http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/20101018/una-visita-incomoda/540277.shtml

El 6 de noviembre llega a Barcelona Benedicto XVIy cada día van apareciendo en los medios más noticias acerca de aspectos tan diversos como si será recibido por Zapatero, cuál será el recorrido hasta la Sagrada Família o cuánto costará el evento. No faltan tampoco quienes, con excusa de uno u otro aspecto de la visita, manifiestan su indiferencia o aun su oposición desde una perspectiva laicista.

¿Una visita incómoda?_MEDIA_1Es lógico que quienes tienen al Papa por guía espiritual de su fe valoren con entusiasmo que venga por primera vez a Catalunya. Lógico es, también, que desde el respeto animen a acompañar al Pontífice en el recorrido en lugar de quedarse cómodamente en casa. Menos sentido tiene que bajo el argumento de no ser creyente se menosprecie a una persona como la que nos visita.

Tengo la esperanza de que nuestra sociedad -donde conviven creyentes y no creyentes- responderá a la visita del Papa mayoritariamente como corresponde a una ciudadanía madura, lejos de aquel maniqueísmo que, cuando surge (antipático e irracional) tanto emborrona nuestra historia. La razón es sencilla: el Papa no interesará solo a creyentes, sino a muchas otras personas. Mi previsión, pues, se basa sobretodo en la confianza hacia el personaje, cuya gran altura intelectual y moral queda muchas veces sepultada por el ruido mediático.

Los méritos de Ratzinger-Benedicto XVI son, en muchos campos, muy notables. Como universitario podría destacar sus siete doctorados honoris causao su brillante carrera de profesor en Alemania. Pero su trabajo al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe y, ahora, al frente de toda la Iglesia Católica, también merecen un reconocimiento.

A pesar de llegar a la sede de Pedro con una imagen de inquisidor antipático y terco -hábilmente alimentada por sus adversarios- los hechos posteriores contradicen una vez y otra ese odioso retrato.

Ha demostrado en cada una de las dificultades y contrariedades que se le han presentado (y han sido bastantes, por qué negarlo) que tiene una mente ordenada, mantiene una coherencia admirable y no rehúye los envites. Las entrevistas que hicieron hace unos años al entonces cardenal Ratzinger y que dieron lugar a los libros La sal de la tierraDios y el mundo, o el debate con Jürgen Habermas, son ejemplos de ello. Muestra agudeza y precisión ante preguntas indiscretas o incómodas; manifiesta humildad para reconocer errores; creatividad para explicar con un lenguaje fresco verdades tradicionales; y también erudición para analizar interdisciplinariamente cualquier tema.

Quizá por esta gran capacidad intelectual Benedicto XVI sea una persona que se maneja bien en mares revueltos. En el ámbito del ecumenismo pocos han dado pasos tan audaces como él en relación con el anglicanismo. En mi opinión, esto ha sido posible porque siempre ha mantenido una auténtica tolerancia, aquella que se basa en tratar de entender al otro desde unas firmes convicciones, sin esconderlas, desde la transparencia y la lealtad. Con Ratzinger uno podrá estar o no de acuerdo; pero sí sabrá qué piensa en cada cuestión, y en qué puntos puede coincidir. No disimula por miedo a incomodar, pero al mismo tiempo su honestidad intelectual le lleva a saber ver y reconocer en las posturas contrarias los méritos que le corresponden. Fue él quien, en el viaje a Portugal, animó a «encontrar una síntesis y un diálogo profundo y de vanguardia» entre secularismo y fe.

El reciente viaje a Gran Bretaña ha sido otro ejemplo de cómo afrontar con valentía -y éxito- una situación compleja, tras la intensa campaña de descrédito que precedió la visita. Lo mismo cabe decir del ponzoñoso tema de la pederastia. Es difícil encontrar paralelismo con cualquier otra institución pública o privada que ante tamaño despropósito haya sido capaz de hacerle frente con tanto arrojo. Su compromiso con los más débiles ha demostrado ser (también en este tema) una constante de su trayectoria. En un día ya lejano del 2008 afirmó: «Las víctimas deben recibir compasión y asistencia, y los responsables de estos males deben ser llevados ante la justicia». Aquí, como en muchos otros aspectos, el peso de la imagen estereotipada ha impedido valorar los hechos en su justa proporción.

La visita de Benedicto XVI puede resultar incómoda para algunos. Nunca llueve al gusto de todos, y el marco democrático en el que nos movemos permite que cada cual opine y manifieste lo que le plazca. De todos modos, sería lamentable que el prejuicio impidiera dar una oportunidad al primer Papa alemán en medio milenio; y ello no solo por su relevancia internacional, sino porque es probablemente uno de los referentes más sólidos en este mundo globalizado, donde el reino de la razón ha dado paso al de la emoción, y donde los valores parecen haberse derretido para adaptarse a las conveniencias de cada uno, bajo el fragor de un relativismo acrítico y profundamente egoísta.

B16BCN: ¿Una visita incòmoda?

Article d’opinió a El Periódico.

Autor: Josep Argemí

Font: http://www.elperiodico.cat/ca/noticias/opinio/20101018/una-visita-incomoda/540277.shtml

El sis de novembre arriba a Barcelona Benet XVI i cada dia van apareixent als mitjans de comunicació més notícies sobre aspectes tan diversos com si serà rebut per Zapatero, quin serà el recorregut fins a la Sagrada Família o quant costarà l’esdeveniment. No falten tampoc els que, amb l’excusa d’un aspecte o altre de la visita, hi manifesten la seva indiferència o fins i tot la seva oposició des d’una perspectiva laïcista.

¿Una visita incòmoda?_MEDIA_1És lògic que els que tenen el Papa com a guia espiritual de la seva fe valorin amb entusiasme que vingui per primera vegada a Catalunya. També és lògic que des del respecte animin a acompanyar el Pontífex en el recorregut en comptes de quedar-se còmodament a casa. Menys sentit té que sota l’argument de no ser creient es menyspreï una persona com la que ens visita.

Tinc l’esperança que la nostra societat -on conviuen creients i no creients- respondrà a la visita del Papa majoritàriament com correspon a una ciutadania madura, lluny d’aquell maniqueisme que, quan sorgeix (antipàtic i irracional), taca tant la nostra història. La raó és senzilla: el Papa no interessarà només creients, sinó moltes altres persones. La meva previsió, doncs, es basa sobretot en la confiança cap al personatge, la gran altura intel·lectual i moral del qual queda moltes vegades soterrada pel soroll mediàtic.

Els mèrits de Ratzinger-Benet XVI són, en molts camps, molt notables. Com a universitari podria destacar els seus set doctorats honoris causa o la seva brillant carrera de professor a Alemanya. Però la seva tasca al capdavant de la Congregació per a la Doctrina de la Fe i, ara, al capdavant de tota l’Església Catòlica, també es mereixen un reconeixement.

Malgrat arribar a la seu de Pere amb una imatge d’inquisidor antipàtic i tossut -hàbilment alimentada pels seus adversaris- els fets posteriors contradiuen una vegada i una altra aquest odiós retrat.

Ha demostrat en cada una de les dificultats i contrarietats que se li han presentat (i han estat força, per què negar-ho) que té una ment ordenada, manté una coherència admirable i no defuig els envits. Les entrevistes que van fer fa uns anys al llavors cardenal Ratzinger i que van donar lloc als llibres La sal de la tierraDios y el mundo, o el debat amb Jürgen Habermas, en són exemples. Mostra agudesa i precisió davant de preguntes indiscretes o incòmodes; manifesta humilitat per reconèixer errors; creativitat per explicar amb un llenguatge fresc veritats tradicionals; i també erudició per analitzar interdisciplinàriament qualsevol tema.

Potser per aquesta gran capacitat intel·lectual Benet XVI és una persona que es mou bé en mars agitats. En l’àmbit de l’ecumenisme poques persones han fet passos tan audaços com ell en relació amb l’anglicanisme. En la meva opinió, això ha estat possible perquè sempre ha mantingut una autèntica tolerància, aquella que es basa a intentar entendre l’altre des d’unes fermes conviccions, sense amagar-les, des de la transparència i la lleialtat. Amb Ratzinger s’hi pot estar d’acord o no, però sí que se sap què pensa en cada qüestió, i en quins punts es pot coincidir amb ell. No dissimula per por d’incomodar, però al mateix temps la seva honestedat intel·lectual el porta a saber veure i reconèixer en les postures contràries els mèrits que els corresponen. Va ser ell qui, en el viatge a Portugal, va animar a «trobar una síntesi i un diàleg profund i d’avantguarda» entre secularisme i fe.

El recent viatge que ha fet a la Gran Bretanya ha estat un altre exemple de com afrontar amb valentia -i èxit- una situació que és complexa, després de la intensa campanya de descrèdit que va precedir aquella visita. El mateix s’ha de dir del verinós tema de la pederàstia. És difícil trobar paral·lelismes amb qualsevol altra institució pública o privada que davant d’un despropòsit com aquest hagi estat capaç de fer-hi front amb tanta gosadia. El seu compromís amb els més febles ha demostrat ser (també en aquest tema) una constant de la seva trajectòria. En un dia ja llunyà del 2008 va afirmar: «Les víctimes han de rebre compassió i assistència, i els responsables d’aquests mals han de ser portats davant de la justícia». Aquí, com en molts altres aspectes, el pes de la imatge estereotipada ha impedit valorar els fets en la seva justa proporció.

La visita del papa Benet XVI pot resultar incòmoda per a alguns. Mai plou al gust de tothom, i el marc democràtic en què ens movem permet que cadascú opini i manifesti el que li plagui. De totes maneres, seria lamentable que el prejudici impedís donar una oportunitat al primer Papa alemany en mig mil·lenni; i això no només per la seva rellevància internacional, sinó perquè és probablement un dels referents més sòlids en aquest món globalitzat, on el regne de la raó ha donat pas al de l’emoció, i on els valors semblen haver-se fos per adaptar-se a les conveniències de cada un, sota el fragor d’un relativisme acrític i profundament egoista.

Navarro-Valls: «Solo la Iglesia se ha mostrado radical contra la pederastia»

Entrevista a Joaquín Navarro-Valls

Núria Navarro // El Periódico

Fuente: www.elperiodico.com

Durante 22 años fue portavoz del papa Juan Pablo II y durante 15 meses, de Benedicto XVI. Un récord absoluto en 20 siglos de historia de la cristiandad. Joaquín Navarro-Valls (Cartagena, 1936), supernumerario del Opus Dei, hombre inteligente y seductor, tiene el Vaticano y el mundo entero en la cabeza. Ahora ha vuelto a la medicina y a la escritura, sus pasiones. El próximo jueves se instala en las librerías Recuerdos y reflexiones (Plaza & Janés), un libro de artículos que debería leer «toda persona que en esta época tenga miedo a que se nos olvide pensar», apunta.

–Su nuevo yo le producirá cierta extrañeza, ¿no?

–En absoluto. El trabajo de estos años no me exigía dejar las características personales en la puerta. Era consciente de que tenía que ayudar a comunicar un universo de valores humanos y cristianos muy precisos. Pero le diré un pequeño secreto: durante todo el tiempo en el que el trabajo era un trabajo de 24 horas al día, nunca dejé de tener presente la medicina. Siempre procuré actualizar mis conocimientos.

–Ahora que está fuera, ¿en la trastienda del Vaticano se pierde la fe o sale fortalecida?

–La fe es un don. Se recibe, no se crea. De por sí, las miserias ajenas y las propias no deberían disminuir la fe, porque entran en el presupuesto. El santo no es el que no tiene defectos sino aquel que hace obras de arte con sus defectos, superándolos. Solo al ingenuo que se acerca al ser humano pensando que es impecable, le puede causar sorpresa el error de los demás.

–La fe precisa modelos.

–Lo que precisa modelos es la ética.

–¿Los hay en la Santa Sede?

–La media es muy alta. Luego hay algunos que son santos. Pero he tenido la suerte de no encontrar delincuentes. Y lo digo sinceramente. Son seres humanos.

–Si no perdió convicción, ¿por qué renunció a ser portavoz de Benedicto XVI?

–Llegó un momento en que estaba convencido de que no era bueno para una Santa Sede tan mediatizada. Poco después de su elección, Benedicto XVI me preguntó: «¿Usted le había planteado alguna vez a Juan Pablo II dejarlo?». Le contesté que tres veces. «¿Y qué le respondió?», me interrogó. «Como sabe, hacía broma de casi todo –le conté–; dijo que tenía que reflexionar y me respondió: ‘Recuérdemelo dentro de cinco años’». Pero tenía que dejarlo. Piense que he conocido a 12 portavoces de la Casa Blanca… No fue por el cambio de pontificado, le aseguro.

–Sin embargo, la marca Benedicto XVI –un Papa intelectual pero anticlimático– es más difícil de vender.

–Yo no lo veo así. Benedicto XVI es, desde san Pedro hasta hoy, el Papa que tiene la mayor bibliografía personal. Ha publicado 40 libros y 800 artículos, tiene 18 honoris causa y ha aceptado debates en la escéptica Oxford. ¿Qué significa todo eso? Que hay una riqueza de ideas extraordinaria. Habrá que ver si las vehicula adecuadamente o no.

–Los tiempos reclaman un perfil más social que intelectual, ¿no cree?

–Creo que estamos en un momento de la humanidad en que hay una gran ambigüedad en los conceptos. Cada palabra significa ocho cosas distintas. Que haya un Papa que quiera hacer una clarificación semántica es un trabajo extraordinariamente necesario. Sus escritos son leidísimos en el mundo académico.

–Wojtila había hecho teatro de joven, dominaba la escena, conectaba.

–Siempre he sido reacio a las comparaciones. Cuando Juan Pablo II fue elegido tenía 58 años y cuando lo fue el cardenal Ratzinger, tenía 78 años. ¡Por el hecho de haber aceptado ya es como para levantarle un monumento! Yo he vivido desde dentro la estrechísima colaboración personal entre Juan Pablo II y el cardenal Ratzinger. En los borradores de documentos escritos por Juan Pablo II se repetía siempre una frase: «Que lo vea Ratzinger».

–También pidió en su testamento que continuara la reforma de la Iglesia. Parece que no será así.

–Reformas hay. No veo a ninguna institución política, cultural o educativa que esté haciendo lo que la Iglesia bajo Ratzinger frente al repugnante tema de la pederastia. ¡No caigamos en la hipocresía de pensar que la pederastia es cosa de cuatro eclesiásticos! Es una cosa bestial que afecta a millones de niños en todo el mundo. Hay países miembros de Naciones Unidas donde es legal que el hijo de un jeque se case con una niña de 7 años y la comunidad internacional no dice ni una palabra.

–No es exactamente lo mismo.

–Mire, el 90% de los abusos a niños se consuman en el entorno familiar y el asunto queda en el ámbito jurídico- penal. No veo a ninguna institución que tenga una reacción proporcional a la de la Iglesia

–Una reacción tibia y tardía.

–Una reacción muy radical. Sin parangón, insisto.

–Hay quien señala a Juan Pablo II como inductor del silencio de algunos de esos casos.

–En su mayoría son hechos acaecidos en los años 60 y silenciados por las mismas víctimas. Y menos mal que hablaron… aunque lo hicieran en un contexto jurídico-económico. Cuando Juan Pablo II tuvo noticia de la dimensión y la gravedad del problema, llamó a Roma a todos los cardenales americanos para discutir exclusivamente el tema.

–Hablar no es tomar medidas.

–Se empezaron a tomar medidas. También está el triste y enigmático caso de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo [acusado de abuso sexual contra seminaristas y menores de edad]. Yo mismo di la comunicación de las sanciones en mayo del 2006, el primer año de pontificado de Benedicto XVI, pero el proceso canónico se inició en el de Juan Pablo II. Leer que el Papa había protegido a Maciel me causa indignación.

–La teoría conspiratoria ve en este asunto un ajuste entre facciones cara al próximo cónclave.

–¡Quíteselo de la cabeza!

–Se ha levantado polvareda…

–La polvareda se inició con el artículo de Laurie Goodstein en el New York Times [afirmaba que en 1996 el entonces cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, archivó el proceso al sacerdote Lawrence Murphy, de la diócesis de Milwakee, culpable de 200 casos de abusos]. Esa periodista no subrayó que la policía interrogó a Murphy y lo declaró inocente. ¿Por qué no dicen que los policías de Milwakee son encubridores?

–Quizá el remedio sea poner fin al celibato.

–La cuestión no es «celibato, sí» o «celibato, no». Nada tiene que ver con el amor humano y menos aún con la sexualidad. Tiene que ver con la imposibilidad que la modernidad nos ha metido dentro de decir «para siempre». Frente a eso, propone el «me tengo que dejar las puertas abiertas». Todo es una prueba. La modernidad nos ha reducido. Nos ha hecho enanos. Gran parte del éxito de Juan Pablo II con los jóvenes es haberles dicho: «Sois capaces de decir ‘para siempre’. Sois muy superiores a todas las hipótesis sobre vosotros que la modernidad os otorga».

–Sin embargo, se van dando de baja muchos socios del club.

–¿Esos que se dan de baja estaban dentro del club? Quizá para algunos sea una época de purificación intelectual. Creían por razones falsas. El tema de la fe es una particular relación entre uno y Dios. Si pensaban que unas miserias humanas pueden cercenar esa relación es que se equivocaban. Es otra cosa.

–¿Qué cosa es?

–Creo en Dios porque me creo al pie de la letra las dos líneas del Génesis que dicen: «Y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza». Si eso es verdad, ¡caramba!, cambia todo. Si eso es verdad, yo le debo a usted un respeto que va infinitamente más allá de cualquier cosa que se me pueda ocurrir sobre usted. Decía Pascal: «El hombre es realmente grande cuando se pone de rodillas». ¿Qué quiso decir?

–Usted dirá. Así, de repente, no suena muy bien.

–Quiere decir que una actitud humana básica es la de rezar, porque el hombre debería tener muy claro cuáles son sus límites frente al dolor, frente a cómo digiere los desprecios de los demás y, eventualmente, frente a la muerte. Y si veo los límites, veo cuáles son mis posibilidades. Y me convierto en un ser optimista, porque sé que, pase lo que pase, al final de todo esto hay un happy end. Si no me lo creo, la vida no solo es un drama sino que no merece la pena. Si no me la creo, entiendo incluso lo ininteligible: el suicidio.

–Usted tiene razones para el optimismo. Ha tenido poder, y mucho.

–Y usted se lo cree.

–Sí, señor.

–Es inevitable que, cuando te expones a salir en los medios, la gente asocie presencia a poder real. Pero no he pretendido ni he querido poder alguno ni en el Vaticano ni en otros puestos. Mire el apego que tenía al poder, que solo quería dedicar algunos años de mi vida a leer y al estudio de la medicina.

–Entretanto, revolucionó la comunicación vaticana.

–En el campo de la comunicación he llegado a conclusiones muy pedestres. Comunicar es tener algo que decir –los medios están llenos de espacios donde alguien que no tiene nada que decir dice algo porque siente la necesidad de que los demás se acuerden de que está vivo– y adaptar lo que tienes que decir al medio en el que lo dices. Juan Pablo II aceptó eso y yo intenté ayudarlo.

–Hizo más cosas.

–Quizá instaurar otro modo de trato con los periodistas acreditados (6.000 el último mes de papado de Juan Pablo II, más que en unos JJOO). A veces me decían: «No se fíe usted de ese, que es un homosexual escandinavo… ». «¡Y a mí qué me importa! – respondía–. Es un colega que se gana el pan con este trabajo».

–Fue el artífice del encuentro de Juan Pablo II con Gorbachov, símbolo del fin de la guerra fría.

–Fui un año antes a Moscú, en junio de 1988, cuando la perestroika era una hipótesis. Gorbachov me recibió en su despacho del Kremlin con una sonrisa. Era un hombre lleno de vitalidad. Un año después vino al Vaticano. Pero eso forma parte del abecé del trabajo… Cuando alguna vez Juan Pablo II o Benedicto XVI agradecían mis servicios, siempre les contestaba: «No me dé las gracias, me paga para esto; poco, pero me paga». Estar cerca de la Historia no significa ser el motor de la Historia.

–¿Y cómo ve la Historia ahora?

–En esta tardomodernidad hay un nivel de inseguridad crítico. Cuando este Papa, antes de resultar elegido, habló de la «dictadura del relativismo » estaba diciendo algo muy importante.

–Usted aventuró que, cuando abandonara la plaza de San Pedro, se ordenaría sacerdote.

–Nunca lo pensé. No es mi dirección de vida.

–¿Cuál es su dirección de vida?

–Soy feliz por volver a mi primer amor profesional que era y sigue siendo la medicina. Trabajo en la Universidad Campus Bio-Médico de Roma, y también en la joven facultad de Medicina de la UIC.

–Me interesaba menos el trabajo que la persona.

–Aspiro a vivir. Estamos tan ocupados con el vivir que se nos olvida la riqueza del hecho de vivir. Párate y reflexiona sobre la maravilla de que es mejor ser que no ser, y díselo a la pobre mujer que se enfrenta a la decisión de un aborto. Entre el ser y la nada, el ser.

Campaña orquestada

“La diócesis de Múnich tenía más de 200 empleados a sueldo y dedicación completa. Recuerdo que en una ocasión (a principios de 1981), en un viaje mío breve a Baviera, solicité audiencia con el cardenal, alegando mi amistad con él, y que uno de sus secretarios se negó a concedérmela antes de seis meses. A la vista de lo cual, llamé a su hermana María... y a aquella misma noche estaba cenando en su casa.”

Josep-Ignasi Saranyana // El Periódico de Cataluña

http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idtipusrecurs_PK=7&idnoticia_PK=699718

“La diòcesi de Munic tenia més de 200 empleats a sou i dedicació completa. Recordo que en una ocasió (a principis del 1981), en un viatge meu breu a Baviera, vaig sol·licitar audiència amb el cardenal, al·legant la meva amistat amb ell, i un dels seus secretaris es va negar a concedir-me-la abans de sis mesos. En vista d’això, vaig trucar a la seva germana María... i aquella mateixa nit estava sopant a casa seva.”

Josep-Ignasi Saranyana // El Periòdico de Catalunya

http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAT&idtipusrecurs_PK=7&idnoticia_PK=699718