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Requiescat in Pace.

Testamento espiritual:

Benedicto PP XVI

Si en esta hora tardía de mi vida miro hacia atrás, hacia las décadas que he vivido, veo en primer lugar cuántas razones tengo para dar gracias. Ante todo, doy gracias a Dios mismo, dador de todo bien, que me ha dado la vida y me ha guiado en diversos momentos de confusión; siempre me ha levantado cuando empezaba a resbalar y siempre me ha devuelto la luz de su semblante. En retrospectiva, veo y comprendo que incluso los tramos oscuros y agotadores de este camino fueron para mi salvación y que fue en ellos donde Él me guió bien. 

Doy las gracias a mis padres, que me dieron la vida en una época difícil y que, a costa de grandes sacrificios, con su amor prepararon para mí un magnífico hogar que, como una luz clara, ilumina todos mis días hasta el día de hoy. La clara fe de mi padre nos enseñó a nosotros los hijos a creer, y como señal siempre se ha mantenido firme en medio de todos mis logros científicos; la profunda devoción y la gran bondad de mi madre son un legado que nunca podré agradecerle lo suficiente. Mi hermana me ha asistido durante décadas desinteresadamente y con afectuoso cuidado; mi hermano, con la claridad de su juicio, su vigorosa resolución y la serenidad de su corazón, me ha allanado siempre el camino; sin su constante precederme y acompañarme, no habría podido encontrar la senda correcta.

De corazón doy gracias a Dios por los muchos amigos, hombres y mujeres, que siempre ha puesto a mi lado; por los colaboradores en todas las etapas de mi camino; por los profesores y alumnos que me ha dado. Con gratitud los encomiendo todos a Su bondad. Y quiero dar gracias al Señor por mi hermosa patria en los Prealpes bávaros, en la que siempre he visto brillar el esplendor del Creador mismo. Doy las gracias al pueblo de mi patria porque en él he experimentado una y otra vez la belleza de la fe. Rezo para que nuestra tierra siga siendo una tierra de fe y les ruego, queridos compatriotas: no se dejen apartar de la fe. Y, por último, doy gracias a Dios por toda la belleza que he podido experimentar en todas las etapas de mi viaje, pero especialmente en Roma y en Italia, que se ha convertido en mi segunda patria.

A todos aquellos a los que he agraviado de alguna manera, les pido perdón de todo corazón.

Lo que antes dije a mis compatriotas, lo digo ahora a todos los que en la Iglesia han sido confiados a mi servicio: ¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! A menudo parece como si la ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la investigación histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada Escritura), por otro- fuera capaz de ofrecer resultados irrefutables en desacuerdo con la fe católica. He vivido las transformaciones de las ciencias naturales desde hace mucho tiempo, y he visto cómo, por el contrario, las aparentes certezas contra la fe se han desvanecido, demostrando no ser ciencia, sino interpretaciones filosóficas que sólo parecen ser competencia de la ciencia. Desde hace sesenta años, acompaño el camino de la teología, especialmente de las ciencias bíblicas, y con la sucesión de las diferentes generaciones, he visto derrumbarse tesis que parecían inamovibles y resultar meras hipótesis: la generación liberal (Harnack, Jülicher, etc.), la generación existencialista (Bultmann, etc.), la generación marxista. He visto y veo cómo de la confusión de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo.

Por último, pido humildemente: recen por mí, para que el Señor, a pesar de todos mis pecados y defectos, me reciba en la morada eterna. A todos los que me han sido confiados, van mis oraciones de todo corazón, día a día.

https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2022-12/benedicto-bxi-mi-testamento-espiritual.html

16/16: hasta siempre, B16 [16 cartas a Benedicto 16]

Barcelona, 28 de febrero de 2013

Querido Benedicto XVI,

Ya termino. Ya termina. Esto va en serio.

Que tenga buen viaje esta tarde en helicóptero. Que pueda dedicarse sosegadamente a la oración y a la meditación, como es su deseo.

Gracias por su largo servicio a la Iglesia, y gracias por continuar prestándolo de este nuevo modo.

Rece por nosotros en su nueva etapa, que nosotros lo haremos por usted.

Hasta siempre,

Marc

15/16: La mirada [16 cartas a Benedicto 16]

Barcelona, 27 de febrero de 2013

Querido Benedicto XVI,

Hoy será la última vez que se nos presentará como Papa en un acto público.

Será la última vez que veremos su sonrisa y su mirada.

De la mirada suya se ha hablado últimamente. Su biógrafo y amigo Peter Seewald comentaba: “está confirmado que [usted] casi ya no ve con el ojo izquierdo”. Marco Tossati ha descrito éste y otros problemas de salud en un reciente artículo.

Y no quería acabar esta serie de cartas sin agradecerle su mirada, profunda y serena, que me impactó ya el día en que por primera vez apareció vestido de blanco ante la multitud.  Aquí recupero esta imagen, esta mirada, de uno de sus viajes, que he usado en ocasiones en este blog.

Hasta mañana,

Marc

14/16: La oración [16 cartas a Benedicto 16]

Barcelona, 26 de febrero de 2013

Querido Benedicto XVI,

En la carta de ayer se me fue el pensamiento con lo del aplauso más largo y me quedó en el tintero un agradecimiento explícito al contenido de su último ángelus, que recoge una de las constantes de su magisterio: la primacía de la oración.

Decía usted: “El Señor me ha llamado a “subir al monte”, para dedicarme aún más a la oración y a la meditación. Pero esto no significa abandonar la Iglesia; en efecto, si Dios me pide esto es sólo para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma dedicación y el mismo amor con que he intentado hacerlo hasta ahora, pero de una manera más adecuada para mi edad y para mis fuerzas“.

 De todas las ocasiones en las que ha hablado de la importancia y la utilidad de la oración -algo que para la mentalidad dominante parece más bien poco útil- me quedo con aquel comentario suyo en la audiencia general del 18 de abril de 2012: “la oración nos ayuda a leer la historia personal y colectiva en la perspectiva más adecuada y fiel, la de Dios“.

Gracias, Santo Padre, por querer que los últimos días de su vida -su vida después de Papa- sean una manifestación elocuente de la decisiva importancia que tiene la oración en nuestras vidas. Toda una lección que intentaremos aplicar.

Hasta mañana,

Marc

13/16: El aplauso más largo [16 cartas a Benedicto 16]

Barcelona, 25 de febrero de 2013

Querido Benedicto XVI,

Ayer fue la última vez que apareció desde el balcón de su habitación para rezar el Ángelus. Me hubiera gustado estar allí para saludarle, pero no será posible. Queda la última oportunidad, que será el miércoles en la audiencia. Sé de muchos que quieren ir y de muchos otros que están ya allí. Todas estas personas quieren mostrarle el agradecimiento con su presencia: a falta de esto, otros lo hacemos por medio de cartas.

Me ha llegado de unos que quieren dedicarle el aplauso más largo. Tienen una web: www.elaplausomaslargo.blogspot.com Piden vídeos breves de gente aplaudiendo al Papa: se pueden enviar a elaplausomaslargo@gmail.com y luego los publican en www.youtube.com/elaplausomaslargo

Al paso que van, parece que sí van a conseguir el aplauso más largo. Ya son gente de distintos continentes, y creciendo. En twitter son @aplausoBXVI. Por si quiere seguirlos, desde su cuenta @Pontifex.
Gracias, Santo Padre, por inspirar acciones tan sencillas pero tan cargadas de significado como este rescatar el concilio real y ponerlo a la vista de todos.

Hasta mañana,

Marc

12/16: Concilio real y concilio virtual [16 cartas a Benedicto 16]

Barcelona, 24 de febrero de 2013

Querido Benedicto XVI,

Ayer le comentaba lo del perdón, y quizás habría que completar el agradecimiento con una referencia al Concilio Vaticano II. La palabra Concilio viene del verbo conciliar, y el diccionario recoge tres acepciones posibles: “Componer y ajustar los ánimos de quienes estaban opuestos entre sí”, “Conformar dos o más proposiciones o doctrinas al parecer contrarias” y “Granjear o ganar los ánimos y la benevolencia, o, alguna vez, el odio y aborrecimiento”.

Con respecto al último concilio ecuménico, en el que tuvo un papel, durante su pontificado usted ha intentado conciliar las dos grandes líneas de interpretación que se siguieron de este acontecimiento. Uno de sus últimos discursos, el del 14 de febrero dirigido al clero de Roma, nos ha dejado una buena explicación de la disparidad de pareceres -las dramáticas rupturas en algunos casos- dentro y fuera de la Iglesia en el post concilio: “Estaba el Concilio de los Padres —el verdadero Concilio—, pero estaba también el Concilio de los medios de comunicación. Era casi un Concilio aparte, y el mundo percibió el Concilio a través de éstos, a través de los medios. Así pues, el Concilio inmediatamente eficiente que llegó al pueblo fue el de los medios, no el de los Padres. Y mientras el Concilio de los Padres se realizaba dentro de la fe, era un Concilio de la fe que busca elintellectus, que busca comprenderse y comprender los signos de Dios en aquel momento, que busca responder al desafío de Dios en aquel momento y encontrar en la Palabra de Dios la palabra para hoy y para mañana; mientras todo el Concilio —como he dicho—se movía dentro de la fe, como fides quaerens intellectum, el Concilio de los periodistas no se desarrollaba naturalmente dentro de la fe, sino dentro de las categorías de los medios de comunicación de hoy, es decir, fuera de la fe, con una hermenéutica distinta. Era una hermenéutica política. Para los medios de comunicación, el Concilio era una lucha política, una lucha de poder entre diversas corrientes en la Iglesia. Era obvio que los medios de comunicación tomaran partido por aquella parte que les parecía más conforme con su mundo”.

No ha faltado quien ha interpretado este discurso como una forma que tiene usted de condicionar -con una lectura determinada del Concilio- la elección del futuro Papa. En realidad, estas ideas no son nuevas. Usted ya contrapuso dos hermenéuticas en un discurso importante de la navidad de 2005: “Por una parte existe una interpretación que podría llamar “hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura”; a menudo ha contado con la simpatía de los medios de comunicación y también de una parte de la teología moderna. Por otra parte, está la “hermenéutica de la reforma”, de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado; es un sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo, único sujeto del pueblo de Dios en camino“.  Apostaba, claro está, por la renovación dentro de la continuidad, y no dudaba en señalar las consecuencias negativas de la otra opción (véase, por ejemplo, el discurso a la Rota Romana de enero de 2007).

Todo esto lo contaba no sin cierta gracia el gran experto Salvador Aragonés, que estaba de corresponsal en Roma durante los años posteriores al Concilio. Decía este periodista que para algunas personas existía, por un lado, el Vaticano Secondo, y por otro, el Vaticano Secondo Me.

Pues eso, gracias, Santo Padre, por rescatar el concilio real y ponerlo a la vista de todos.

Hasta mañana,

Marc

11/16: Perdón [16 cartas a Benedicto 16]

Barcelona, 23 de febrero de 2013

Querido Benedicto XVI,

Ayer le comentaba lo agradecido que estaba por la trilogía sobre Jesús de Nazaret. El último volumen es quizás el más divulgativo, que no superficial. Saltó a la primera página de los periódicos por la polémica acerca de la presencia o no de la mula y el buey en Belén. ¿Qué cosas, verdad? En fin, no voy a ser yo -periodista de vocación y de profesión- quien se tire piedras sobre nuestro propio tejado, pero lo cierto es que a veces tenemos muy poco sentido de la noticia.

En ese libro, había otros muchos pasajes de mayor interés. Por ejemplo, cuando nos explicaba por qué la redención que viene a traer Jesús consiste en el perdón de los pecados. Decía: “El hombre es un ser relacional. Si se trastoca la primera y fundamental relación del hombre –la relación con Dios- entonces ya no queda nada más que pueda estar verdaderamente en orden. De esta prioridad se trata en el mensaje y el obrar de Jesús. Él quiere en primer lugar llamar la atención del hombre sobre el núcleo de su mal y hacerle comprender: Si no eres curado en esto, no obstante todas las cosas buenas que puedas encontrar, no estarás verdaderamente curado”. El pecado es  “una suerte de parálisis del espíritu, de la que solamente puede liberarnos la fuerza del amor misericordioso de Dios“.

Esta liberación empieza, nos dijo en el Líbano, por la conversión del corazón: “Sin ella, las tan deseadas “liberaciones” humanas defraudan, puesto que se mueven en el reducido espacio que concede la estrechez del espíritu humano, su dureza, sus intolerancias, sus favoritismos, sus deseos de revancha y sus pulsiones de muerte. Se necesita la transformación profunda del espíritu y el corazón para encontrar una verdadera clarividencia e imparcialidad, el sentido profundo de la justicia y el del bien común. Una mirada nueva y más libre hará que sea posible analizar y poner en cuestión los sistemas humanos que llevan a un callejón sin salida, con la finalidad de avanzar, teniendo en cuenta el pasado, con sus efectos devastadores, para no volver a repetirlo. Esta conversión que se requiere es exaltante, pues abre nuevas posibilidades, al despertar los innumerables recursos que anidan en el corazón de tantos hombres y mujeres deseosos de vivir en paz y dispuestos a comprometerse por ella. Pero es particularmente exigente: hay que decir no a la venganza, hay que reconocer las propias culpas, aceptar las disculpas sin exigirlas y, en fin, perdonar. Puesto que sólo el perdón ofrecido y recibido pone los fundamentos estables de la reconciliación y la paz para todos (cf. Rm 12,16b.18)”. Y es precisamente el perdón de Dios” lo que “da la fuerza de la conversión.

Un perdón de Dios que se obtiene en el sacramento de la confesión, que es “reconocer nuestra culpa y conocer que ante Dios somos insuficientes, somos culpables, no estamos en la justa relación con él“.

Gracias, santo Padre, por hablarnos de perdón y reconciliación, y de demostrarlo con obras en ocasiones que exigían un gran heroísmo, como el indulto que concedió al culpable del Vatileaks.

Hasta mañana,

Marc

10/16: Jesús de Nazaret [16 cartas a Benedicto 16]

Barcelona, 22 de febrero de 2013

Querido Benedicto XVI,

Lo de Barcelona fue el año 2010, hacia noviembre. Al año siguiente llegó el segundo libro -y central- de su trilogía sobre Jesús de Nazaret. Trataba sobre los misterios principales de nuestra fe, que ocurrieron entre la entrada de Jesús en Jerusalén hasta la Resurrección. El tercer volumen ha llegado con la Navidad pasada, y trató sobre la infancia de nuestro Señor.

Por si a alguien le quedaba alguna duda, con esta obra de síntesis y de precisión ha querido remachar la idea de que Jesús es lo esencial. “Podría decirse, exagerando un poco, que quería encontrar al Jesús real“, dejó escrito; y añadió “he tratado de desarrollar una mirada al Jesús de los Evangelios, un escucharle a él que pudiera convertirse en un encuentro; pero también, en la escucha en comunión con los discípulos de Jesús de todos los tiempos, llegar a la certeza de la figura realmente histórica de Jesús“.

El libro supuso el impulso decisivo de este blog, con aquello de las 55 preguntas. Básicamente, leí deprisa y corriendo y tomé nota de los pasajes que más me llamaron la atención. Ya me perdonará, porque quedaron muchas en el tintero. Entre las preguntas que más éxito tuvieron figuran estas diez:

– ¿Es verdad lo que se cuenta de Jesús en el Nuevo Testamento?

– ¿Es Jesús Dios?

– ¿A qué hora murió Jesús?

– Si lo que se cuenta en el Nuevo Testamento es cierto ¿Por qué hay puntos en los que los historiadores discrepan?

– ¿Cuántos investigadores son citados por Joseph Ratzinger-Benedicto XVI en la bibliografia de su ‘Jesús de Nazaret’?

– ¿Qué le ocurre a Jesús en el huerto de Getsemaní que sea dramáticamente importante para las personas de todos los tiempos?

– Jesús dice: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20) ¿Cómo lo consigue? ¿Dónde está?

– ¿Por qué se dice que Jesús “subió” a Jerusalén?

– ¿Qué importancia tiene la resurrección de Jesús?

– ¿Qué pide Jesús a sus discípulos cuando da su Madre María a Juan?

Gracias, Benedicto XVI, por descubrirnos a Jesús.

Hasta mañana,

Marc