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El periodismo religioso y la religión del periodismo

Cuando Dios se asoma por los medios, muchos periodistas no saben si incensarlo, ignorar su presencia o hacerle la enésima necrológica. Pero ¿por qué no hacer, simplemente, periodismo? 

Marc Argemí 

Corría el año 2009 cuando dos editores de  The Economist, la gran biblia de la élite liberal anglosajona, publicaban un ensayo documentadísimo, God is Back. La tesis central afirmaba que “las cosas que se suponía que destruirían la religión -democracia y mercados, tecnología y razón- se están combinando para hacerla más fuerte”. John Micklethwait y Adrian Wooldridge, un católico y un ateo, concluyeron que progreso y religión no sólo no eran enemigas, sino que iban de la mano en la mayoría de lugares del mundo. Europa y ciertos círculos intelectuales de la costa Este serían, en este sentido, una rareza.

Incomprensiblemente, el hecho de que dos influyentes periodistas se atrevieran a cuestionar uno de los pilares de la corrección política no atrajo la atención de los medios aquí. ¿Por qué? ¿por desidia? ¿por el anticlericalismo multisecular? ¿por una espiral del silencio promovida desde ciertas conspiraciones? La respuesta, cualquiera que sea, puede encontrarse en motivos mucho menos ideológicos. Si ningún medio de comunicación de España habló del ensayo exhaustivo de dos editores de la principal revista liberal del mundo tal vez no fue porque consideraran ofensiva la tesis de que promovían. Me atrevo a aventurar que, más bien, les resultaba incomprensible.

De un tiempo a esta parte, cierta religión del periodismo -ese conjunto de creencias apriorísticas que el gremio asume como carta de navegación imprescindible para el buen profesional- ha tendido a menudo a considerar el hecho religioso como algo de ratas de sacristía, si no -peor- como algo con reminiscencias franquistas que sólo gusta a cuatro viejas de derechas. En el mejor de los casos, un hecho digno de ser contemplado como una parte entrañable, aburrida y en el fondo irrelevante de la cotidianidad. Y, claro, cuando la situación ha llegado a este punto es fácil poner la excusa de que no se da información religiosa porque no hay gente que la pida.

Es caricatura, obviamente. Hay varias, y honrosas excepciones. Pero incluso estas excepcionales excepciones -unos pocos periodistas de prestigio- compartirán la apreciación de que hoy el periodismo en nuestros lares es predominantemente analfabeto en lo que respecta a cuestiones espirituales y religiosas. Una membrana de indiferencia parece haber envuelto con eficacia todo lo que huela a religioso, que permanece recluido, desprende olor a despensa mal ventilada y parece que sólo pueda lucir en museos o sacristías.

Esta situación perjudica al hecho religioso, pero también al periodismo. Un periodismo incapaz de descodificar un hecho social o personal como éste, de dar al menos pistas válidas para que la audiencia pueda hacerse un mapa comprensible de la situación, es un periodismo incompleto. Lo saben en el New York Times, que da una amplia cobertura en Religion and Belief,  o al Frankfurter Allgemeine, del que me contaban hace un tiempo que tenía dos redactores seniors especializados en religión.

Pero, ¿cómo informar de creencias, en un país como el nuestro, donde nuestros abuelos guardan en la memoria el recuerdo de los muertos por causa de la fe, y nuestros padres crecieron bajo un poder que tenía por oficial un credo determinado? Si para los primeros la religión tendría tonos épicos, para los segundos podría despertar ciertos resentimientos. Y entre los que hemos llegado después, la actitud más sugerente es la indiferencia.

Sin embargo, siempre he pensado que el hecho religioso y el periodismo se beneficiarán mucho mutuamente el día que descubran que tienen en común objetivos y enemigos. Ambos afirman buscar la verdad, y ambos combaten la ignorancia. La crisis de los medios tiene más en común con la crisis de la práctica religiosa de lo que pueda parecer en un principio: el relativismo ha disuelto en muchas personas las inquietudes para saber más sobre la verdad, el bien, el mal y la belleza. Si cada uno tiene su verdad particular, ¿qué necesidad hay de conocer los universales?

Bien, de acuerdo, pero ¿Es posible un periodismo religioso que recoja la dimensión trascendente de las personas, sea comprensible para el gran público y al mismo tiempo no sea aburrido? Parece la cuadratura del círculo y más cuando, como dice un amigo mío, a menudo se confunde la trascendencia con el aburrimiento, y si algo no quiere el periodismo es resultar aburrido.

Hay muchas formas de encuadrar el hecho religioso de forma que sea atractivo. Cada una tiene sus ventajas y sus carencias. La más frecuente es el enfoque deportivo. A imagen y semejanza de la prensa deportiva, se presentan los hechos siempre desde el prisma favorable al equipo de los lectores, sea éste el religioso o el antirreligioso. Más que describir la realidad, la vive y toma abiertamente partido: que ganen los míos. Las audiencias de este tipo de periodismo suelen ser las convencidas, de un lado y del otro.

Una segunda forma es la aproximación política: aplicar, por ejemplo, en la Iglesia, un esquema de derechas contra izquierdas, progresistas contra conservadores. Son simplificaciones que proporcionan un relato de la realidad, pero demasiado a menudo esa realidad que reflejan está sólo en la imaginación de quien escribe.

A veces resulta efectivo el esquema sensacionalista: una víctima, un agresor, unos hechos luctuosos y el medio de comunicación como garante de la justicia. Este es el esquema más repetido en la sección de sociedad, donde se han encajado tradicionalmente las informaciones sobre religión. Pero tal enfoque, en religión como en todos los otros campos, tiene el inconveniente de que es incapaz de hacer interesante el aspecto más trascendente, y puede caer en cambio en una espiral de sensacionalismo barroco, cada vez más rebuscado o escabroso.

Hay, todavía, una aproximación que mira exclusivamente la dimensión espiritual de la cosa, como algo desconectado de la actualidad más inmediata. Un personaje exótico, las nuevas terapias venidas de tierras lejanas, o incluso las novedades en la autoayuda, son algunos de los reclamos.

Algunos periodistas están intentando algo relativamente nuevo, y muy sencillo: hacer periodismo. Es decir, aplicar al hecho religioso el mismo rigor y la misma seriedad profesional que se pone para informar, por ejemplo, de la Fórmula 1. A ninguno de los periodistas que siguen la caravana de pilotos y escuderías de circuito en circuito se le pide que sepa conducir uno de esos coches de carreras. Pero a todos se les exige, en cambio, que expliquen bien qué es un pit-stop, como se obtiene una pole o qué reglamentación afecta al carburante. Mientras esta exigencia de profesionalidad esté presente, incluso los que somos aficionados de Ferrari toleraremos que al periodista se le note que apuesta por Red Bull.

El día que la religión del periodismo deje de ver el periodismo religioso como el patito feo, la opinión publicada será más completa y la religión saldrá de las trincheras defensivas que, por instinto de supervivencia, tantas veces ha tenido que refugiarse.

El periodisme religiós i la religió del periodisme

Quan Déu treu el nas pels mitjans, molts periodistes no saben si encensar-lo, ignorar la seva presència o fer-li l’enèsima necrològica. Però ¿per què no fer, simplement, periodisme?

Marc Argemí

Corria l’any 2009 quan dos editors del The Economist, la gran bíblia de l’elit liberal anglosaxona, publicaven un assaig documentadíssim, God is Back. La tesi central afirmava que “les coses que se suposava que destruirien la religió –democràcia i mercats, tecnologia i raó‑ s’estan combinant per fer-la més forta”. John Micklethwait i Adrian Wooldridge, un catòlic i un ateu, van concloure que progrés i religió no només no eren enemigues, sinó que anaven de la mà en la majoria d’indrets del món. Europa i certs cercles intel·lectuals de la costa Est serien, en aquest sentit, una raresa.

Incomprensiblement, el fet que dos influents periodistes s’atrevissin a qüestionar un dels pilars de la correcció política no va atraure l’atenció dels mitjans catalans. Per què? per desídia? per l’anticlericalisme multisecular? per una espiral del silenci promoguda per certes conspiracions? La resposta, sigui quina sigui, pot trobar-se en motius molt menys ideològics. Si cap mitjà de comunicació català va parlar de l’assaig exhaustiu de dos editors de la principal revista liberal del món potser no fou perquè consideressin ofensiva la tesi que promovien. M’atreveixo a aventurar que, més aviat, els resultava incomprensible.

D’un temps ençà, certa religió del periodisme –aquell conjunt de creences apriorístiques que el gremi assumeix com a carta de navegació imprescindible per al bon professional- ha tendit sovint a considerar el fet religiós com a cosa de rosegaaltars, si no –pitjor- com quelcom de reminiscències franquistes que només agrada a quatre iaies de dretes. En el millor dels casos, un fet digne de ser contemplat com una part entranyable, avorrida i en el fons irrellevant de la quotidianitat. I, és clar, quan la situació ha arribat en aquest punt és fàcil posar l’excusa de què no es dóna informació religiosa perquè no hi haurà gent que la demani.

És caricatura, òbviament. Hi ha diverses, i honroses excepcions. Però fins i tot aquestes excepcionals excepcions –uns pocs periodistes de prestigi- compartiran l’apreciació de que avui el periodisme català és predominantment analfabet pel que respecta a qüestions espirituals i religioses. Un tel d’indiferència sembla haver embolcallat amb eficàcia tot allò que faci tuf a religiós, que roman reclòs, desprèn olor a rebost mal ventilat i sembla que només pugui fer goig a museus o a sagristies.

Aquesta situació perjudica al fet religiós, però també al periodisme. Un periodisme incapaç de descodificar un fet social o personal com aquest, de donar almenys pistes vàlides perquè l’audiència es faci un mapa comprensible de la situació, és un periodisme incomplet. Ho saben al New York Times, que dóna una àmplia cobertura a Religion and Belief,  o al Frankfurter Allgemeine, del qual m’explicaven fa un temps que tenia dos redactors sèniors especialitzats en religió.

Però, com informar de creences, en un país com el nostre, on els nostres avis guarden en la memòria el record dels morts per causa de la fe, i els nostres pares cresqueren sota un poder que tenia com a oficial un sol credo determinat? Si per als primers la religió tindria tons èpics, per als segons podria evocar certs ressentiments. I entre els que hem arribat després, l’actitud més suggerent és la indiferència.

Malgrat això, sempre he pensat que el fet religiós i el periodisme es beneficiaran molt mútuament el dia que descobreixin que tenen en comú objectius i enemics. Ambdós afirmen cercar la veritat, i ambdós combaten la ignorància. La crisi dels mitjans té més en comú amb la crisi de la pràctica religiosa del que pugui semblar en un principi: el relativisme ha dissolt en moltes persones les inquietuds per a saber més sobre la veritat, el bé, el mal i la bellesa. Si cadascú té la seva veritat particular, quina necessitat hi ha de conèixer els universals?

Bé, d’acord, però ¿És possible un periodisme religiós que reculli la dimensió transcendent de les persones, sigui comprensible per al gran públic i al mateix temps no sigui avorrit? Sembla la quadratura del cercle i més quan, com diu un amic meu, sovint es confon la transcendència amb l’avorriment, i si una cosa no vol el periodisme és resultar avorrit.

Hi ha moltes formes d’enquadrar el fet religiós de forma que sigui atractiu. Cadascuna té els seus avantatges i les seves mancances. La més freqüent és l’enfocament esportiu. A imatge i semblança de la premsa esportiva, es presenten els fets sempre des del prisma favorable a l’equip dels lectors, sigui aquest el religiós o l’antireligiós. Més que descriure la realitat, la viu i pren obertament partit: que guanyin els meus. Les audiències d’aquest tipus de periodisme solen ser les convençudes, d’un costat i de l’altre.

Una segona forma és l’aproximació política: aplicar, posem per cas, a l’Església, un esquema de dretes contra esquerres, progressistes contra conservadors. Són simplificacions que donen un relat de la realitat, però massa sovint aquella realitat que reflecteixen està només en la imaginació d’aquell qui escriu.

De vegades resulta efectiu l’esquema sensacionalista: una víctima, un agressor, uns fets luctuosos i el mitjà de comunicació com a garant de la justícia. Aquest és l’esquema més repetit en la secció de societat, on s’han encabit tradicionalment les informacions sobre religió. Però tal enfocament, en religió com en tots els altres camps, té l’inconvenient que és incapaç de fer interessant l’aspecte més transcendent, i pot caure en canvi en una espiral de sensacionalisme barroc, cada cop més rebuscat o escabrós.

Hi ha, encara, una aproximació que mira exclusivament la dimensió espiritual de la cosa, com quelcom desconnectat de l’actualitat més immediata. Un personatge exòtic, les noves teràpies vingudes de terres llunyanes, o fins les novetats en l’autoajuda, en són alguns dels reclams.

Alguns periodistes estan intentant una cosa relativament nova, i molt senzilla: fer periodisme. És a dir, aplicar al fet religiós el mateix rigor i la mateixa serietat professional que es posa per informar, posem per cas, de la Fòrmula 1. A cap dels periodistes que segueixen la caravana de pilots i escuderies de circuit a circuit se li demana que sàpiga conduir un d’aquells cotxes de carreres. Però a tots se’ls exigeix, en canvi, que expliquin bé què és un pit-stop, com s’obté una pole o quina reglamentació afecta al carburant. Mentre aquesta exigència de professionalitat estigui present, fins i tot els que som aficionats de Ferrari tolerem que se’ls noti que aposten per Red Bull.

El dia que la religió del periodisme deixi de veure el periodisme religiós com l’aneguet lleig, la opinió publicada serà més completa i la religió sortirà de les trinxeres defensives on, per instint de supervivència, tantes vegades s’ha hagut de refugiar.

La crisis de la pederastia en la Iglesia en 1.001 palabras

Los cargos

 

New York Times (NYT) publica (12/3/10) que en 1980 la archidiócesis de Múnich y Freising, siendo Joseph Ratzinger obispo, acogió y finalmente reincorporó a un sacerdote acusado de abusar sexualmente de niños. El cura perpetró más tarde nuevos abusos y fue procesado. Como se ha demostrado después, quien tomó la decisión de readmisión no fue Ratzinger sino el vicario general: la reasignación tuvo lugar en septiembre de 1982, cuando Ratzinger ya estaba en Roma .

Por las mismas fechas (5/03/10) se intenta implicar al hermano de Ratzinger, pero la acusación no se sostiene.

La respuesta de Benedicto XVI

Benedicto XVI (19/03/10) escribe una carta a los católicos de Irlanda [inglés, castellano] sobre los abusos a niños y jóvenes por parte de clérigos, destapados por los informes Murphy (julio 2009) y Ryan (mayo 2009). Irlanda es el segundo país tras Estados Unidos donde se investiga a fondo.

En la misiva, Benedicto XVI apunta 8 causas de este desastre: 1) inadecuada respuesta a la secularización, 2) descuido de prácticas sacramentales y devocionales (confesión frecuente, oración diaria y retiros anuales), 3) tendencia a adoptar formas de pensamiento y juicio sin referencia suficiente al Evangelio; 4) tendencia a evitar enfoques penales de las situaciones canónicamente irregulares; 5) procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa; 6) insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados; 7) tendencia social a favorecer el clero y otras figuras de autoridad y 8 ) preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y para evitar escándalos.

A las víctimas dice: “Habéis sufrido inmensamente y eso me apesadumbra en verdad. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. (…)  Es comprensible que os resulte difícil perdonar o reconciliaros con la Iglesia. En su nombre, expreso abiertamente la vergüenza y el remordimiento que sentimos todos. Al mismo tiempo, os pido que no perdáis la esperanza”. A los sacerdotes y religiosos que han abusado de niños: “Debéis responder de ello ante Dios todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos”. A los obispos: “No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores habéis fallado, a veces gravemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños. Se han cometido graves errores en la respuesta a las acusaciones”.

Benedicto XVI propone cinco medidas: 1) un año de penitencia, 2) redescubrir el sacramento de la Reconciliación (la confesión), 3) fomentar la adoración eucarística; 4) una Visita Apostólica (una inspección) en algunas diócesis, seminarios y congregaciones religiosas; 5) una misión para todos los obispos, sacerdotes y religiosos. En otras palabras: hacer limpieza.

Más cargos aún

El 24/03/10, NYT apunta directamente a Benedicto XVI como responsable de un caso, cuando era todavía cardenal: el de Lawrence Murphy, que abusó de niños sordos en los 70 en Milwaukee y no fue condenado ni por la justicia ordinaria ni por el arzobispado. Como se ha visto después, la falta de diligencia en el castigo del malhechor fue culpa del propio arzobispado local: el caso no llegó al Vaticano hasta los 90. El sesgo de la noticia periodística puede explicarse por errores de traducción y porque el artículo bebe de dos fuentes: los abogados que han denunciado al Arzobispado (uno de ellos, Jeffrey Anderson, tiene litigio abierto contra la Santa Sede) y el arzobispo retirado de Milwaukee Rembert Weakland, en activo cuando sucedió todo.

El 2/2/10 Associated Press lanzó otra acusación contra Benedicto XVI, cuya pruebas se demostraron falsas. El 9/4/10 volvió a la carga NYT con más acusaciones, con igual suerte.

En resumen, las acusaciones contra la Iglesia son tres: 1) algunos sacerdotes católicos abusaron de niños, 2) muchos obispos lo ocultaron, y 3) Benedicto XVI es personalmente responsable. Con datos en la mano, el n. 1 es lamentablemente cierto en una ínfima minoría del colectivo; n. 2 se afirma en determinados prelados y n. 3 es rotundamente falso.

Las consecuencias

Algunos piden juzgar al Papa por encubrimiento, y aprovechan para suspender al catolicismo en su conjunto. Otros de funesto recuerdo ya habían intentado, tiempo atrás usar los delitos de unos pocos para desacreditar a toda la institución. Algunos abogados intentan sacar provecho. No han faltado voces amigas del Papa desde el judaísmo, desde el agnosticismo y, en general, desde ambientes intelectuales.

El Vaticano ha puesto sobre la mesa la información que tiene. Tal ejercicio de transparencia ha llegado al extremo de que el fiscal del Vaticano hable sobre los casos de abusos en una documentada entrevista. La Santa Sede ha publicado los reglamentos por los cuales se juzgan estos casos y abundante documentación.

Dentro de la Iglesia, ha habido partidarios de la ruptura y partidarios de la renovación. Ruptura: 1) algunas voces reclaman una revisión del celibato y de la moral católica, aunque expertos y opinadores incluso no católicos han denunciado con datos la inexistencia de tal vinculación causa-efecto. 2) exponentes antirromanos de cierta edad han reclamado la dimisión del Papa o una reforma.

Renovación: muchos han aplaudido el posicionamiento de Benedicto XVI de tolerancia cero, petición de perdón y penitencia y conversión. Muchos católicos han salido de la perplejidad buscando la verdad de los hechos. La operación limpieza iniciada años atrás ha retomado impulso: desde la carta a Irlanda han dimitido dos obispos irlandeses, un americano, un alemán, un noruego y un belga. El liderazgo interno de Benedicto XVI es mayor ahora: se percibe Benedicto XVI como parte de la solución, y no parte del problema.

Además de la Iglesia, pocos han priorizado la protección de las víctimas y las medidas para acabar con la pederastia. Es una lástima, tanto más cuando se constata que es un problema transversal: afecta más gravemente a muchos otros colectivos sociales. Países como Alemania, ya lo afrontan globalmente. Algunos articulistas han apuntado a la culpa que en la extensión del fenómeno haya podido tener la revolución sexual de los sesenta y su simpatía declarada hacia la pedofilia.

Marc Argemí

http://twitter.com/marcargemi

 

La crisi de la pederàstia a l’Església, en 1001 paraules

Els càrrecs

New York Times (NYT) publica (12/3/10) que el 1980 l’arxidiòcesi de Munic i Freising acollí i finalment reincorporà a les seves funcions un sacerdot acusat d’abusar sexualment de nens. El bisbe era aleshores Joseph Ratzinger. El capellà perpetrà més tard nous abusos i fou processat. Com s’ha demostrat després, qui prengué la decisió de readmetre’l no fou Ratzinger sinó el vicari general: la reassignació tingué lloc el setembre de 1982, quan Ratzinger ja estava a Roma.

Per les mateixes dates (5/03/10) s’intenta implicar el germà de Ratzinger, però l’acusació directe a ell no se sostè.

La resposta de Benet XVI a la pederàstia

Benet XVI (19/03/10) escriu una carta als catòlics d’Irlanda [anglèscastellàcatalà] sobre els abusos a nens i joves per part de clergues, destapats pels informes Murphy (juliol 2009) i Ryan (maig 2009). Irlanda és el segon país, després d’Estats Units, on s’investiga a fons.

En la missiva, Benet XVI apunta 8 causes d’aquest desastre de l’Església: 1) inadequada resposta a la secularització; 2) descuit de pràctiques sagramentals i devocionals (confessió freqüent, pregària diària i recessos anuals); 3) tendència a adoptar formes de pensament i judici sense referència suficient a l’Evangeli; 4) tendència a evitar enfocaments penals de les situacions canònicament irregulars; 5) procediments inadequats per a determinar la idoneïtat dels candidats al sacerdoci i a la vida religiosa; 6) insuficient formació humana, moral, intel·lectual i espiritual en els seminaris i noviciats; 7) tendència social a afavorir el clergat i altres figures d’autoritat i 8 ) una preocupació fora de lloc pel bon nom de l’Església i per evitar escàndols.

A les víctimes diu: “Heu sofert immensament. N’estic tan apesarat! Sé que res pot esborrar el mal que heu suportat. (…). És comprensible que us sigui difícil perdonar o reconciliar-vos amb l’Església. En el seu nom, expresso obertamentla vergonya i el remordiment que tots sentim. Al mateix temps, us demano que no perdeu l’esperança”. Alssacerdots i religiosos que han abusat de nens: “Respondreu davant Déu Totpoderós i davant els tribunals degudament constituïts”. Als bisbes: “no es pot negar que alguns de vosaltres i dels vostres predecessors heu fracassat, de vegades lamentablement, a l’hora d’aplicar les normes, codificades fa molt de temps, del dret canònic sobre els delictes d’abusos de nens. S’han comès greus errors en resposta a les acusacions”.

Benet XVI proposa, a més, cinc mesures: 1) un any de penitència; 2) redescobrir el sagrament de la Reconciliació (la confessió); 3) fomentar l’adoració eucarística; 4) una Visita Apostòlica (una inspecció) en algunes diòcesis, seminaris i congregacions religioses; 5) una missió per a tots els bisbes, sacerdots i religiosos. En altres paraules: fer net.

Més càrrecs encara

El 24/03/10, NYT apunta directament Benet XVI com a responsable d’un cas quan era encara cardenal: el funest cas de Lawrence Murphy, que va abusar de nens sords durant els 70 a la diòcesi de Milwaukee i no fou condemnat ni per la justícia ordinària ni per l’arquebisbatCom s’ha vist després, la manca de diligència en el càstig del malfactor fou culpa del propi arquebisbat local: el cas no va arribar al Vaticà fins als 90. L’esbiaix de la notícia periodística pot explicar-seper errors de traducció i perquè l’article beu de dues fonts: els advocats que han denunciat l’Arquebisbat (un d’ells, Jeffrey Anderson, té litigi obert amb la Santa Seu) i l’arquebisbe retirat de Milwaukee Rembert Weakland, en actiu en el moment dels fets.

El 2/2/10 Associated Press llançà una nova acusació contra Benet XVI, les proves de la qual es demostraren falses. El 9/4/10 hi tornà NYT amb més acusacionsamb igual sort.

En resum, les acusacions contra l’Església són tres: 1) alguns sacerdots catòlics abusaren de nens; 2) molts bisbes ho ocultaren, i 3) Benet XVI n’és personalment responsable. Amb dades a la mà, el n. 1 és lamentablement cert en una ínfima minoria del col·lectiu; n. 2 s’afirma en determinats prelats i n. 3 és rotundament fals.

Les conseqüències

Alguns han reclamat jutjar el Papa per encobriment, i han aprofitat per un judici negatiu sobre el catolicisme en en el seu conjunt. Altres de funest record ja havien intentat, temps enrere usar els delictes d’uns pocs per desacreditar tota la institució. Alguns advocats intenten treure’n profit. No han faltat veus amigues del Papa des del judaisme, des del’agnosticisme i, en general, des d’ambients intel·lectuals.

El Vaticà ha posat sobre la taula tota la informació de què disposa. L’exercici de transparència ha arribat fins a l’extrem que el fiscal del Vaticà parlés sobre els casos d’abusos en una documentada entrevista. La Santa Seu ha fet públics els reglaments pels quals es jutgen aquests casos i abundant documentació.

Dins de l’Església, hi ha hagut partidaris de la ruptura i partidaris de la renovació. Ruptura: 1) algunes veus reclamen una revisió del celibat per capellans i de la moral catòlica, encara que expertsopinadors fins i tot no catòlics han denunciat amb dades la inexistència d’aquesta vinculació causa-efecte. 2) exponents antiromans de certa edat han reclamat la dimissió del Papa o una reforma.

Renovació: molts han aplaudit el posicionament de Benet XVI de tolerància zeropetició de perdópenitència iconversió. Molts catòlics han intentat sortir de la perplexitat cercant la veritat dels fets. L’operació neteja iniciada anys enrere ha agafat embranzida: des de la carta a Irlanda han dimitit dos bisbes irlandesos, un americà, un alemany, un norueg i un belga. El lideratge intern de Benet XVI és més gran ara que mesos enrere. Es percep Benet XVI com partde la solució, i no part del problema.

A banda de la feina de l’Església, pocs han prioritzat la protecció de les víctimes i mesures per acabar amb la pederàstia. És una llàstima, i encara més quan es constata que el problema és tranversal: afecta més greumentmolts d’altres col·lectius socials. Països com Alemanya, ja ho afronten globalment. Alguns articulistes han assenyalat la culpa que en l’extensió del fenomen pot haver tingut la revolució sexual dels seixanta i la seva simpatia declarada vers la pedofília.

Marc Argemí

http://www.facebook.com/marcargemi

Journalists abandon standards to attack the Pope

“We’re off and running once again, with another completely phony story that purports to implicate Pope Benedict XVI in the protection of abusive priests.”

Phil Lawler // CatholicCulture.org

http://www.catholicculture.org/commentary/otn.cfm?ID=632

La «exclusiva» de ayer de AP que ha circulado a lo largo de hoy por decenas de medios de comunicación importantes, nunca habría visto la luz si se hubiesen aplicado los estándares periodísticos habituales. Los editores deberían haber sondeado, y a la vista de la respuestas habrían concluido que era una «historia sin piernas».

http://infocatolica.com/blog/delapsis.php/1004110248-los-periodistas-abandonan-los#more7550

Se il Papa deve essere per forza colpevole…

“La agencia Associated Press ha vuelto a lanzar una carta firmada en 1985 por el entonces cardenal Ratzinger, en la que aconseja precaución en la reducción al estado laical, solicitada por un sacerdote norteamericano pedófilo de treinta y ocho años, que realmente dimitió dos años más tarde a la edad de 40 años. Al igual que en los últimos días, la carta ha sido presentada como un caso de “cobertura” a un sacerdote pedófilo por el futuro Papa. Ese hecho no se produjo, y en pocas horas se ha podido establecer el contexto de la documentación”.

“L’Associated Press ha rilanciato una lettera firmata nel 1985 dall’allora cardinale Ratzinger nella quale si consigliava prudenza sulla riduzione allo stato laicale chiesta da un prete pedofilo americano trentottenne che sarà effettivamente dimesso due anni dopo, al compimento dei 40 anni. Come già accaduto nei giorni scorsi, la lettera è stata presentata come un caso di “copertura” da parte del futuro Papa di un prete pedofilo. Le cose non stanno così”

Andrea Tornielli // Il Giornale

http://blog.ilgiornale.it/tornielli/2010/04/10/se-il-papa-deve-essere-per-forza-colpevole

The Cases of Rev. Michael Teta and Msgr. Robert Trupia of Tucson, AZ

From: http://popebenedictandclergyabuse.blogspot.com/

The Charges

Additional Material on the Tucson Abuse Cases

  • Bishop Kicanas’ response to Star’s questions Complete written response from the Most Rev. Gerald f. Kicanas, bishop of the Roman Catholic Diocese of Tucson, to questions from Arizona Daily Star reporter Patty Machelor (3/31/10).
  • Moreno struggled to defrock 2 priests Patty Machelor Arizona Daily Star April 1, 2010.
  • Moreno-Ratzinger letters on the Teta case (Arizona Daily Star)
  • New story trying to implicate Pope Benedict is ‘misleading,’ says the Vatican Catholic News Agency. April 3, 2010:

    The Vatican Press Office Director observes that “beginning in 2001, all pending appeals have been handled promptly, and the Teta appeal was one of the first to be handled. This took time, because there was a particularly large volume of documentation. In any case, the decision of the trial court was confirmed in toto (in full,) and Teta was defrocked in 2004.”
    Fr. Lombardi concluded: “It must not be forgotten that even when appeals are pending and the sentence is suspended, precautionary measures are imposed by the bishop on the accused. Indeed, Teta had been suspended from the exercise of priestly ministry in 1990.”

    The original AP breaking news story did not mention the fact that Fr. Teta was suspended in 1990. The same AP story also missed the fact that it was Tucson Bishop Manuel D. Moreno who failed to notify police about allegations against Teta and another Tucson abusive priest, Robert Trupia until 2000, when the U.S. bishops adopted mandatory reporting policies.

  • Statement of Fr Federico Lombardi on the case of Rev. Michael Teta of the Diocese of Tucson Arizona. Vatican Radio. April 3, 2010.