“No hay contradicción entre el jubiloso mensaje de Jesús y la aceptación de la cruz como muerte por muchos; al contrario: sólo en la aceptación y la transformación de la muerte alcanza el mensaje de la gracia toda su profundidad”
Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Segunda parte. Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección. Madrid 2011, Ediciones Encuentro. Páginas 149-150
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El Papa, dr. Ratzinger, relaciona “el mensaje de Jesús” con la “perspectiva de la cruz” (pág. 148). Dentro del mensaje de Jesús, las bienaventuranzas o “mensaje de la gracia” (pág. 150) como ampliamente le llama el Papa; la muerte en la cruz es el destino de todo “bienaventurado”, pues no hay gracia que no se alcance a través de una negación de sí mismo. Por ello la pregunta no debiera hablar de “compatibilidad” entre el mensaje y la cruz, sino de “consecuencias”: si sigo las enseñanzas de Cristo, necesariamente debo anularme o sacrificarme, que era la base de la conducta de los mártires cristianos durante las persecuciones romanas. ¿Cómo puede ser, en nuestra modernidad, morir en la cruz para coronar en nuestras vidas el mensaje de la gracia?. Esto es algo sobre lo que no hay teorizaciones, ni palabras, sólo hechos y actos. Quizás la vida de los modernos beatos, como la madre Teresa de Calcuta, y los últimos años de Juan Pablo II, y mejor aún la del padre Kolbe, nos den algún ejemplo de “martirio” que coronó en las vidas de ellos, el mensaje de la gracia.