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BENEDICTO XVI: LUZ DEL MUNDO // Traducción oficial de las palabras de Benedicto XVI sobre el preservativo

Extracto del libro Luz del mundo, conversación de Peter Seewald con Benedicto XVI, Editorial Herder, págs 130-132

Con su viaje a África en marzo de 2009 la política del Vaticano en relación con el sida quedó una vez más en la mira de los medios. El veinticinco por ciento de los enfermos de sida del mundo entero son tratados actualmente en instituciones católicas. En algunos países, corno por ejemplo en Lesoto, son mucho más del cuarenta por ciento. Usted declaró en África que la doctrina tradicional de la Iglesia ha demostrado ser un camino seguro para detener la expansión del VIH. Los críticos, también de las filas de la Iglesia, oponen a eso que es una locura prohibir a una población amenazada por el sida la utilización de preservativos.

El viaje a África fue totalmente desplazado en el ámbito de las publicaciones por una sola frase. Me habían preguntado por qué la Iglesia católica asume una posición irrealista e ineficaz en la cuestión del sida. En vista de ello me sentí realmente desafiado, pues la Iglesia hace más que todos los demás. Y sigo sosteniéndolo. Porque ella es la única institución que se encuentra de forma muy cercana y concreta junto a las personas, previniendo, educando, ayudando, aconsejando, acompañando. Porque trata a tantos enfermos de sida, especialmente a niños enfermos de sida, como nadie fuera de ella.

He podido visitar uno de esos servicios y conversar con los enfermos. Ésa fue la auténtica respuesta: la Iglesia hace más que los demás porque no habla sólo desde la tribuna periodística, sino que ayuda a las hermanas, a los hermanos que se encuentran en el lugar. En esa ocasión no tomé posición en general respecto del problema del preservativo, sino que, solamente, dije —y eso se convirtió después en un gran escándalo-: el problema no puede solucionarse con la distribución de preservativos. Deben darse muchas cosas más. Es preciso estar cerca de los hombres, conducirlos, ayudarles, y eso tanto antes como después de contraer la enfermedad.

Y la realidad es que, siempre que alguien lo requiere, se tienen preservativos a disposición. Pero eso solo no resuelve la cuestión. Deben darse más cosas. Entretanto se ha desarrollado, justamente en el ámbito secular, la llamada teoría ABC, que significa: «Abstinence — Be Faithful — Condom!» [Abstinencia — Fidelidad — Preservativo], en la que no se entiende el preservativo solamente como punto de escape cuando los otros dos puntos no resultan efectivos. Es decir, la mera fijación en el preservativo significa una banalización de la sexualidad, y tal banalización es precisamente el origen peligroso de que tantas personas no encuentren ya en la sexualidad la expresión del amor, sino sólo una suerte de droga que se administran a sí mismas. Por eso, la lucha contra la banalización de la sexualidad forma parte de la lucha por que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda desplegar su acción positiva en la totalidad de la condición humana.

Podrá haber casos fundados de carácter aislado, por ejemplo, cuando un prostituido utiliza un preservativo, pudiendo ser esto un primer acto de moralización, un primer tramo de res­ponsabilidad a fin de desarrollar de nuevo una consciencia de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere. Pero ésta no es la auténtica modalidad para abordar el mal de la infección con el VIH. Tal modalidad ha de consistir realmente en la humanización de la sexualidad.

¿Significa esto que la Iglesia católica no está por principio en contra de la utilización de la utilización de los preservativos?

Es obvio que ella no los ve corno una solución real y moral. No obstante, en uno u otro caso pueden ser, en la intención de reducir el peligro de contagio, un primer paso en el cami­no hacia una sexualidad vivida de forma diferente, hacia una sexualidad más humana.

Lombardi sobre Benet XVI, la SIDA, la humanització de la sexualitat i els condons

Font: http://www.radiovaticana.org/SPA/Articolo.asp?c=440956

El Papa reitera amb claredat que per aquell temps ell no havia volgut  prendre posició sobre el problema dels preservatius en general, sinó que havia volgut afirmar que el problema de la SIDA no es pot resoldre amb l’única distribució de profilàctics, sinó que cal fer molt més: prevenir, educar, ajudar, aconsellar, ser propers a les persones, ja sigui perquè no s’encomanin així com a les ja les contagiades.

El Papa observa que també en l’àmbit no eclesial s’ha desenvolupat una anàloga consciència, com s’aprecia en la teoria anomenada ABC  (Abstinence – Be Faithful – Condom), en què els primers dos elements (abstinència i fidelitat) són molt més determinants i fonamentals en la lluita contra la SIDA, mentre el profilàctic apareix en darrer lloc com escapatòria, quan falten els altres dos …

Per tant ha de ser clar que el condó no és la solució del problema. Més endavant, el Papa amplia la mirada i insisteix sobre el fet de concentrar-se només en el profilàctic equival a banalitzar la sexualitat, que perd el seu significat com a expressió d’amor entre persones, i es converteix en una mena de “droga”. Lluitar contra la banalització de la sexualitat és “part del gran esforç perquè la sexualitat sigui valorada positivament i pugui exercir el seu efecte positiu sobre l’ésser humà en la seva totalitat”. A la llum d’aquesta visió àmplia i profunda de la sexualitat humana i de la seva problemàtica actual, el Papa reafirma que “naturalment l’Església no considera els profilàctics com la solució autèntica i moral” del problema de la SIDA. Amb això el Papa no reforma o canvia l’ensenyament de l’Església, sinó que el reafirma col·locant en la perspectiva del valor i de la dignitat de la sexualitat humana com a expressió d’amor i responsabilitat. Al mateix temps el Papa considera una situació excepcional aquella en la qual l’exercici de la sexualitat representi un veritable risc per a la vida de l’altre. En aquest cas, el Papa no justifica moralment l’exercici desordenat de la sexualitat, sinó que considera que l’ús del profilàctic per disminuir el perill de contagi sigui “un primer acte de responsabilitat”, “un primer pas en el camí cap a una sexualitat més humana “, en comptes de no utilitzar-lo, exposant l’altre a arriscar la seva vida. El raonament del Papa no pot certament ser definit com un “viratge revolucionari”. Nombrosos teòlegs morals i vàlides personalitats eclesiàstiques han sostingut i sostenen posicions anàlogues, però és veritat que no les havíem escoltat fins i tot amb tanta claredat de la boca d’un Papa, tot i que en una forma col·loquial i no magisterial. Benet XVI ens ofereix valentament una important contribució a la clarificació i l’aprofundiment sobre un assumpte àmpliament debatut. És una contribució original, perquè, d’una banda reitera la fidelitat als principis morals i demostra lucidesa al rebutjar un camí il·lusori com la “confiança en el profilàctic”, i per altra manifesta una visió comprensiva i de llarg abast, atenta a descobrir les petites passes – encara que siguin inicials i encara confuses – d’una humanitat espiritualment i culturalment sovint molt pobre, cap a un exercici més humà i responsable de la sexualitat.

Lombardi sobre Benedicto XVI, el SIDA, la humanización de la sexualidad y los condones

Fuente: http://www.radiovaticana.org/SPA/Articolo.asp?c=440956

El Papa reitera con claridad que en aquel entonces él no había querido tomar posición sobre el problema de los preservativos en general, sino que había querido afirmar que el problema del SIDA no se puede resolver con la única distribución de profilácticos, sino que es necesario hacer mucho más: prevenir, educar, ayudar, aconsejar, ser cercanos a las personas, ya sea para que no se contagien así como a las ya las contagiadas. El Papa observa que también en el ámbito no eclesial se ha desarrollado una análoga consciencia, como se aprecia en la teoría denominada ABC (Abstinence – Be Faithful – Condom), en la que los primeros dos elementos (abstinencia y fidelidad) son mucho más determinantes y fundamentales en la lucha contra el SIDA, mientras el profiláctico aparece en último lugar como escapatoria, cuando faltan los otros dos… Por tanto debe ser claro que el condón no es la solución del problema. Mas adelante, el Papa amplía la mirada e insiste sobre el hecho de que concentrarse sólo en el profiláctico equivale a banalizar la sexualidad, que pierde su significado como expresión de amor entre personas, y se convierte en algo así como una “droga”. Luchar contra la banalización de la sexualidad es “parte del gran esfuerzo para que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda ejercer su efecto positivo sobre el ser humano en su totalidad”. A la luz de esta visión amplia y profunda de la sexualidad humana y de su problemática actual, el Papa reafirma que “naturalmente la Iglesia no considera los profilácticos como la solución autentica y moral” del problema de SIDA. Con ello el Papa no reforma o cambia la enseñanza de la Iglesia, sino la reafirma colocándose en la perspectiva del valor y de la dignidad de la sexualidad humana como expresión de amor y responsabilidad. Al mismo tiempo el Papa considera una situación excepcional la que el ejercicio de la sexualidad represente un verdadero riesgo para la vida del otro. En ese caso, el Papa no justifica moralmente el ejercicio desordenado de la sexualidad, sino que considera que el uso del profiláctico para disminuir el peligro de contagio sea “un primer acto de responsabilidad”, “un primer paso en el camino hacia una sexualidad más humana”, en vez de no utilizarlo, exponiendo al otro a arriesgar su vida. El razonamiento del Papa no puede ciertamente ser definido como un “viraje revolucionario”. Numerosos teólogos morales y válidas personalidades eclesiásticas han sostenido y sostienen posiciones análogas; sin embargo, es verdad que no las habíamos escuchado aun con tanta claridad de la boca de un Papa, si bien en una forma coloquial y no magisterial. Benedicto XVI nos ofrece valientemente una importante contribución a la clarificación y la profundización sobre un asunto ampliamente debatido. Es una contribución original, porque, por una parte reitera la fidelidad a los principios morales y demuestra lucidez en el rechazar un camino ilusorio como la “confianza en el profiláctico”; y por otra manifiesta una visión comprensiva y de largo alcance, atenta a descubrir los pequeños pasos – aunque sean iniciales y aun confusos – de una humanidad espiritualmente y culturalmente a menudo muy pobre, hacia un ejercicio más humano y responsable de la sexualidad.