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B16 asegura la cercanía con Japón

Tras el terremoto y el tsunami que han asolado Japón, Benedicto XVI ha asegurado a los japoneses su “cercanía en este tiempo difícil”, en un telegrama enviado al arzobispo Leo Jun Ikenaga, SI, presidente de la Conferencia de Obispos del Japón, a través del secretario de estado cardenal Tarcisio Bertone.

Principales anteriores referencias a Japón y a los japoneses en los discursos de Benedicto XVI:

 

2011

9 de marzo: referencia en la audiencia general

13 de marzo: referencia final en el Ángelus

 

2010

3 de febrero: referencia final en la audiencia general, con ocasión de la fiesta de san Pablo Miki y compañeros japoneses

3 de marzo: referencia en la audiencia general

7 de abril: referencia final en la audiencia general

10 de junio: responde a la pregunta de un sacerdote japonés

25 de agosto: referencia final en la audiencia general

1 de septiembre: referencia en la audiencia general

3 de noviembre: referencia en la audiencia general

27 de noviembre: Discurso al señor Hidekazu Yamaguchi, nuevo embajador de Japón ante la Santa Sede

14 de diciembre: reunión con obispos japoneses

 

2009

8 de enero: referencia a la beatificación de 188 mártires en Japón, en un discurso a los miembros del cuerpo diplomático

1 de julio: referencia en audiencia general

7 de julio: recepción al primer ministro de Japón

12 de agosto: referencia final en la audiencia general, con ocasión de un tifón

 

2008

23 de noviembre: referencia final en el Ángelus

 

2007

23 de junio: carta al venerable Kahjun Handa

15 de diciembre: Discurso a la Conferencia Episcopal de Japón en visita ad limina

 

2006

13 de noviembre: Discurso al señor Kagefumi Ueno, nuevo embajador de Japón ante la Santa Sede

 

Discurso del Papa a los miembros de la Curia Romana para felicitar la próxima Navidad

Fuente: http://www.zenit.org/article-37685?l=spanish
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Señores cardenales, venerados hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio, queridos hermanos y hermanas,

Me encuentro con vosotros con vivo agrado, queridos Miembros del Colegio Cardenalicio, representantes de la Curia Romana y de la Gobernación, para esta cita tradicional. Os dirijo a cada uno un cordial saludo, empezando por el cardenal Angelo Sodano, a quien doy las gracias por las expresiones de devoción y de comunión, y por los fervientes augurios que me ha dirigido en nombre de todos. Prope est jam Dominus, venite, adoremus! Contemplamos como una única familia el misterio del Emmanuel, del Dios-con-nosotros, como dijo el cardenal decano. Os devuelvo de buen grado vuestras felicitaciones y deseo agradeceros vivamente a todos, incluyendo a los representantes pontificios diseminados por el mundo, la aportación competente y generosa que cada uno presta al Vicario de Cristo y a la Iglesia.

Excita, Domine, potentiam tuam, et veni” – con estas palabras y otras similares, la liturgia de la Iglesia reza repetidamente en los días del Adviento. Son invocaciones formuladas probablemente en el periodo de decadencia del Imperio Romano. La descomposición de los ordenamientos que sostenían el derecho y de las actitudes morales de fondo, que daban fuerza a aquellos, causaban la ruptura de los márgenes que hasta aquel momento habían protegido la convivencia pacífica entre los hombres. Un mundo estaba desapareciendo. Frecuentes cataclismos naturales aumentaban aún más esta experiencia de inseguridad. No se veía fuerza alguna que pudiese frenar aquel ocaso. Tanto más insistente era la invocación del poder propio de Dios: que Él viniera y protegiera a los hombres de todas estas amenazas.

Excita, Domine, potentiam tuam, et veni“. También hoy tenemos nosotros muchos motivos para asociarnos a esta oración de Adviento de la Iglesia. El mundo, con todas sus nuevas esperanzas y posibilidades, está al mismo tiempo angustiado por la impresión de que el consenso moral se está disolviendo, un consenso sin el cual las estructuras jurídicas y políticas no funcionan; en consecuencia, las fuerzas movilizadas para la defensa de estas estructuras parecen estar destinadas al fracaso.

Excita – la oración recuerda el grito dirigido al Señor, que estaba durmiendo en la barca de los discípulos zarandeada por la tempestad y a punto de hundirse. Cuando su palabra poderosa hubo aplacado la tempestad, Él reprochó a los discípulos por su poca fe (cfr Mt 8,26 y par.). Quería decir: en vosotros mismos, la fe se ha dormido. Lo mismo quiere decirnos también a nosotros. También en nosotros la fe a menudo se duerme. Pidámosle por tanto que nos despierte del sueño de una fe que se ha vuelto cansada y que vuelva a dar a nuestra fe el poder de mover las montañas -es decir, de dar el orden justo a las cosas del mundo.

Excita, Domine, potentiam tuam, et veni“: en las grandes angustias, a la que hemos sido expuestos este año, esta oración de Adviento me ha vuelto siempre al corazón y a los labios. Con gran alegría habíamos comenzado el Año sacerdotal y, gracias a Dios, pudimos concluirlo también con gran agradecimiento, a pesar de que se llevara a cabo de forma tan distinta a como esperábamos. En nosotros los sacerdotes, y en los laicos, y precisamente también en los jóvenes, se ha renovado la conciencia de qué don representa el sacerdocio de la Iglesia católica, que el Señor nos ha confiado. Nos hemos dado cuenta nuevamente de qué bello es que los seres humanos hayamos sido autorizados a pronunciar, en nombre de Dios y con pleno poder, la palabra del perdón, y seamos así capaces de cambiar el mundo, la vida; qué hermoso es que los seres humanos hayamos sido autorizados a pronunciar las palabras de la consagración, con las que el Señor atrae hacia sí un trozo de mundo, y en cierta forma lo transforme en su sustancia; qué hermoso es poder estar, con la fuerza del Señor, cerca de los hombres en sus alegrías y sufrimientos, tanto en las horas importantes como en las horas oscuras de la existencia; qué hermoso es tener en la vida como tarea no esto o lo otro, sino sencillamente el ser mismo del hombre – para ayudarle a que se abra a Dios y que viva a partir de Dios. Por eso hemos sido turbados cuando, precisamente en este año y en una dimensión inimaginable para nosotros, hemos tenido conocimiento de abusos contra menores cometidos por sacerdotes, que trabucan el Sacramento en su contrario: bajo el manto de lo sagrado hieren profundamente a la persona humana en su infancia y le acarrean un daño para toda la vida.

En este contexto, me venía a la mente una visión de santa Hildegarda de Bingen que describe de forma conmovedora lo que hemos vivido este año: “En el año 1170 después del nacimiento de Cristo estuve durante largo tiempo enferma en la cama. Entonces, física y mentalmente despierta, vi a una mujer de una belleza tal que la mente humana no era capaz de comprender. Su figura se erguía desde la tierra hasta el cielo. Su rostro brillaba con un resplandor sublime. Su mirada estaba dirigida al cielo. Estaba vestida con una túnica luminosa y radiante de seda blanca y un manto guarnecido de piedras preciosas. En los pies calzaba zapatos de ónice. Pero su rostro estaba embadurnado de polvo; su vestido, por el lado derecho, estaba desgarrado. También el manto había perdido su belleza singular, y sus zapatos estaban ensuciados por encima. Con voz alta y dolorida, la mujer gritó hacia el cielo: ‘¡Escucha, oh cielo, mi rostro está manchado! ¡Aflígete, oh tierra: mi vestido está desgarrado! ¡Tiembla, oh abismo: mis zapatos están ensuciados!’

Y prosiguió: ‘Estaba escondida en el corazón del Padre, hasta que el Hijo del hombre, concebido y dado a luz en la virginidad, derramó su sangre. Con esta sangre, como dote suya, me tomó como su esposa. Los estigmas de mi esposo permanecen frescos y abiertos, mientras estén abiertas las heridas de los pecados de los hombres. Precisamente el que sigan abiertas las heridas de Cristo es por culpa de los sacerdotes. Estos desgarran mi túnica porque son transgresores de la Ley, del Evangelio y de su deber sacerdotal. Quitan el esplendor a mi manto, porque descuidan totalmente los preceptos que se les impusieron. Ensucian mis zapatos, porque no caminan por sendas rectas, es decir, en las duras y severas de la justicia, y tampoco dan buen ejemplo a sus súbditos. Con todo, encuentro en algunos el esplendor de la verdad’.

Y escuché una voz del cielo que decía: ‘Esta imagen representa a la Iglesia. Por esto, oh ser humano que ves todo esto y que escuchas las palabras de lamento, anúncialo a los sacerdotes que están destinados a la guía y a la instrucción del pueblo de Dios y a los cuales, como a los apóstoles, se ha dicho: Id a todo el mundo y anunciad el Evangelio a toda criatura’ (Mc 16,15)” (Carta a Werner von Kirchheim y a su comunidad sacerdotalPL 197, 269ss).

En la visión de santa Hildegarda, el rostro de la Iglesia está cubierto de polvo, y es así como lo hemos visto nosotros. Su vestido está desgarrado – por culpa de los sacerdotes. Así como ella lo vio y expresó, lo hemos vivido este año. Debemos aceptar esta humillación como una exhortación a la verdad y una llamada a la renovación. Sólo la verdad salva. Debemos preguntarnos qué podemos hacer para reparar lo más posible la injusticia cometida. Debemos preguntarnos qué era equivocado en nuestro anuncio, en toda nuestra forma de configurar el ser cristiano, de manera que una cosa semejante pudiera suceder. Debemos encontrar una nueva determinación en la fe y en el bien. Debemos ser capaces de penitencia. Debemos esforzarnos en intentar todo lo posible, en la preparación al sacerdocio, para que una cosa semejante no pueda volver a suceder. Éste es también el lugar para agradecer de corazón a todos aquellos que se han empeñado en ayudar a las víctimas y en devolverles la confianza en la Iglesia, la capacidad de creer en su mensaje. En mis encuentros con las víctimas de este pecado, siempre he encontrado a personas que, con gran dedicación, están al lado de quienes sufren y han sufrido daño. Ésta es la ocasión también para dar las gracias también a tantos buenos sacerdotes que transmiten en humildad y fidelidad la bondad del Señor y que, en medio de las devastaciones, son testigos de la belleza no perdida del sacerdocio.

Somos conscientes de la particular gravedad de este pecado cometido por sacerdotes y de nuestra correspondiente responsabilidad. Pero no podemos tampoco callar sobre el contexto de nuestro tiempo en el que hemos tenido que ver estos acontecimientos. Existe un mercado de la pornografía que afecta a los niños, que de alguna forma parece ser considerado por la sociedad cada vez más como algo normal. La destrucción psicológica de niños, cuyas personas son reducidas a artículo de mercado, es un espantoso signo de los tiempos. Escucho de los obispos de países del Tercer Mundo una y otra vez que el turismo sexual amenaza a una generación entera y la daña en su libertad y en su dignidad humana. El Apocalipsis de san Juan enumera entre los grandes pecados de Babilonia – símbolo de las grandes ciudades irreligiosas del mundo – el hecho de practicar el comercio de los cuerpos y de las almas y de hacer de ellos una mercancía (cfr. Ap 18,13). En este contexto, se plantea también el problema de la droga, que con fuerza creciente extiende sus tentáculos de pulpo en todo el globo terrestre – expresión elocuente de la dictadura de Mammón que pervierte al hombre. Todo placer resulta insuficiente y el exceso en el engaño de la embriaguez se convierte en una violencia que destruye regiones enteras, y esto en nombre de un malentendido fatal de la libertad en el que precisamente la libertad del hombre es minada y al final anulada del todo.

Para oponernos a estas fuerzas debemos echar una mirada a sus fundamentos ideológicos. En los años 70, la pedofilia fue teorizada como algo totalmente conforme al hombre y también al niño. Esto, sin embargo, formaba parte de una perversión de fondo del concepto de ethos. Se afirmaba – incluso en el ámbito de la teología católica – que no existían ni el mal en sí ni el bien en sí. Existirían sólo un “mejor que” y un “peor que”. Nada sería de por sí bueno o malo. Todo dependería de las circunstancias y del fin pretendido. Según los fines y las circunstancias, todo podría ser bueno o también malo. La moral se sustituyó por un cálculo de las consecuencias y con ello dejó de existir. Los efectos de tales teorías son hoy evidentes. Contra ellas el papa Juan Pablo II, en su encíclica Veritatis splendor de 1993, indicó con fuerza profética en la gran tradición del ethos cristiano las bases esenciales de la actuación moral. Este texto debe ser puesto hoy nuevamente en el centro como camino en la formación de la conciencia. Es responsabilidad nuestra hacer nuevamente audibles y comprensibles entre los hombres estos criterios como vías de la verdadera humanidad, en el contexto de la preocupación por el hombre, en la que estamos inmersos.

Como segundo punto quisiera decir algo sobre el Sínodo de las Iglesias de Oriente Medio. Este comenzó con mi viaje a Chipre donde pude entregar el Instrumentum laboris para el Sínodo a los obispos de esos países allí reunidos. Permanece inolvidable la hospitalidad de la Iglesia ortodoxa que pudimos experimentar con gran gratitud. Aunque la comunión plena no nos ha sido dada aún, constatamos con alegría, con todo, que la forma básica de la Iglesia antigua nos une profundamente unos a otros; el ministerio sacramental de los Obispos como portadores de la tradición apostólica, la lectura de la Escritura según la hermenéutica de la Regula fidei, la comprensión de la Escritura en la unidad multiforme centrada en Cristo y desarrollada gracias a la inspiración de Dios y, finalmente, la fe en la centralidad de la Eucaristía en la vida de la Iglesia. Así hemos encontrado de modo vivo la riqueza de los ritos de la Iglesia antigua también dentro de la Iglesia católica. Tuvimos liturgias con maronitas y con melquitas, celebramos en rito latino y tuvimos momentos de oración ecuménica con los ortodoxos y, en manifestaciones imponentes, pudimos ver la rica cultura cristiana del Oriente cristiano. Pero vimos también el problema del país dividido. Se hacían visibles las culpas del pasado y las profundas heridas, pero también el deseo de paz y de comunión como existían antes. Todos son conscientes del hecho de que la violencia no lleva a ningún progreso – ésta, de hecho, ha creado la situación actual. Sólo en el compromiso y en la comprensión mutua puede restablecerse una unidad. Preparar a la gente a esta actitud de paz es una tarea esencial de la pastoral.

En el Sínodo la mirada se extendió también a todo Oriente Medio, donde conviven los fieles pertenecientes a religiones distintas y también a múltiples tradiciones y ritos distintos. En lo que respecta a los cristianos, hay Iglesias precalcedonenses y calcedonenses; Iglesias en comunión con Roma y otras que están fuera de esta comunión, y en ambas existen, uno junto a otro, múltiples ritos. En los desórdenes de los últimos años ha sido turbada la historia de convivencia, las tensiones y las divisiones han crecido, de modo que cada vez más con temor somos testigos de actos de violencia en los que ya no se respeta lo que para el otro es sagrado, sino que al contrario, se derrumban las reglas más elementales de la humanidad. En la situación actual, los cristianos son la minoría más oprimida y atormentada. Durante siglos vivieron pacíficamente junto con sus vecinos judíos y musulmanes. En el Sínodo escuchamos las sabias palabras del Consejo del Mufti de la República del Líbano contra los actos de violencia contra los cristianos. Él decía: hiriendo a los cristianos nos herimos a nosotros mismos. Por desgracia, ésta y otras voces análogas de la razón, por las que estamos profundamente agradecidos, son demasiado débiles. También aquí el obstáculo es la unión entre la avidez de lucro y la ceguera ideológica. Sobre la base del espíritu de la fe y de su racionabilidad, el Sínodo ha desarrollado un gran concepto de diálogo, de perdón y de mutua acogida, un concepto que queremos ahora gritar al mundo. El ser humano es uno solo y la humanidad es una sola. Lo que en cualquier lugar se haga contra un hombre al final daña a todos. Así las palabras y las ideas del Sínodo deben ser un fuerte grito dirigido a todas las personas con responsabilidad política o religiosa para que detengan la cristianofobia; para que se levanten en defensa de los prófugos y de los que sufren y revitalicen el espíritu de la reconciliación. En último análisis, la curación podrá venir sólo de una fe profunda en el amor reconciliador de Dios. Dar fuerza a esta fe, nutrirla y hacerla resplandecer es la tarea principal de la Iglesia en esta hora.

Me gustaría hablar detalladamente del inolvidable viaje al Reino Unido, pero quiero limitarme a dos puntos que están relacionados con el tema de la responsabilidad de los cristianos en este tiempo y con la tarea de la Iglesia de anunciar el Evangelio. El pensamiento sale ante todo al encuentro con el mundo de la cultura en la Westminster Hall, un encuentro en el que la conciencia de la responsabilidad común en este momento histórico creó una gran atención, que, en el fondo, se dirige a la cuestión sobre la verdad y la propia fe. Que en este debate la Iglesia debe dar su propia contribución, era evidente para todos. Alexis de Tocqueville, en su época, había observado que en América la democracia había sido posible y había funcionado porque existía un consenso moral de base que, yendo más allá de las denominaciones individuales, unía a todos. Sólo si existe un consenso semejante sobre lo esencial, las constituciones y el derecho pueden funcionar. Este consenso de fondo procedente del patrimonio cristiano está en peligro allí donde en su lugar, en lugar de la razón moral, se coloca la mera racionalidad finalista de la que he hablado hace un momento. Esto supone en realidad una ceguera de la razón hacia lo que es esencial. Combatir contra esta ceguera de la razón y conservar su capacidad de ver lo esencial, de ver a Dios y al hombre, lo que es bueno y lo que es verdadero, es el interés común que debe unir a todos los hombres de buena voluntad. Está en juego el futuro del mundo.

Finalmente, quisiera recordar una vez más la beatificación del cardenal John Henry Newman. ¿Por qué ha sido beatificado? ¿Qué tiene que decirnos? A estas preguntas se pueden dar muchas respuestas, que ya se han desarrollado en el contexto de la beatificación. Quisiera poner de manifiesto solamente dos aspectos que van unidos y que, a fin de cuentas, expresan lo mismo. El primero es que debemos hablar de las tres conversiones de Newman, porque son los pasos de un camino espiritual que nos interesa a todos. Quisiera subrayar aquí sólo la primera conversión: la conversión a la fe en el Dios vivo. Hasta aquel momento, Newman pensaba como la mayoría de los hombres de su tiempo y como la mayoría de los hombres de hoy, que no excluyen simplemente la existencia de Dios, pero que la consideran como algo inseguro, que no tiene un papel esencial en la propia vida. Lo que a él le parecía verdaderamente real, como a los hombres de su tiempo, era lo empírico, lo que es materialmente perceptible. Ésta es la “realidad” según la cual se orientaba. Lo “real” es lo que es aprehensible, son las cosas que se pueden calcular y tomar en la mano. En su conversión Newman reconoce que las cosas son precisamente al contrario: que Dios y el alma, el ser mismo del hombre a nivel espiritual, constituyen lo que es verdaderamente real, lo que cuenta. Son mucho más reales que los objetos perceptibles. Esta conversión constituye un giro copernicano. Lo que hasta entonces le había parecido como irreal y secundario se revela como lo verdaderamente decisivo. Donde una conversión semejante tiene lugar, no cambia simplemente una teoría, sino que cambia la forma fundamental de la vida. Todos nosotros tenemos siempre necesidad de esta conversión: entonces estamos en el buen camino.

La fuerza motriz que le empujaba en el camino de la conversión, en Newman, era la conciencia. ¿Pero qué se entiende con ello? En el pensamiento moderno, la palabra “conciencia” significa que en materia de moral y de religión, la dimensión subjetiva, el individuo, constituye la última instancia de la decisión. El mundo se divide en los ámbitos de lo objetivo y de lo subjetivo. A lo objetivo pertenecen las cosas que se pueden calcular y comprobar mediante el experimento. La religión y la moral se sustraen a estos métodos y por ello se consideran en el ámbito de lo subjetivo. Aquí no existirían, en último análisis, criterios objetivos. La última instancia que puede decidir aquí sería por tanto sólo el sujeto, y con la palabra “conciencia” se expresa precisamente esto: en este ámbito puede decidir sólo el individuo con sus intuiciones y experiencias. La concepción que Newman tiene de la conciencia es diametralmente opuesta. Para él “conciencia” significa la capacidad de verdad del hombre: la capacidad de reconocer precisamente en los ámbitos decisivos de su existencia – religión y moral – una verdad, la verdad. La conciencia, la capacidad del hombre de reconocer la verdad, le impone con ello, al mismo tiempo, el deber de encaminarse hacia la verdad, de buscarla y de someterse a ella allí donde la encuentra. Conciencia y capacidad de verdad y de obediencia a la verdad, que se muestra al hombre que busca con corazón abierto. El camino de las conversiones de Newman es un camino de la conciencia – un camino no de la subjetividad que se afirma, sino, precisamente al contrario, de la obediencia a la verdad que paso a paso se abría a él. Su tercera conversión, al Catolicismo, exigía de él abandonar casi todo lo que le era precioso: sus bienes y su profesión, su grado académico, los vínculos familiares y muchos amigos. La renuncia que la obediencia a la verdad, su conciencia, le pedía, iba más allá. Newman había sido siempre consciente de tener una misión hacia Inglaterra. Pero en la teología católica de su tiempo, su voz apenas podía oírse. Era demasiado extraña respecto a la forma dominante del pensamiento teológico y también de la piedad. En enero de 1863 escribió en su diario estas frases conmovedoras: “Como protestante, mi religión me parecía mísera, pero no mi vida. Y ahora, como católico, mi vida es mísera, pero no mi religión”. No había llegado aún la hora de su eficacia. En la humildad y en la oscuridad de la obediencia, tuvo que esperar hasta que su mensaje fuera utilizado y comprendido. Para poder afirmar la identidad entre el concepto que Newman tenía de la conciencia y la moderna comprensión subjetiva de la conciencia, se hace referencia a su palabra según la cual él – si hubiera tenido que hacer un brindis – habría brindado por la conciencia y después por el Papa. Pero en esta afirmación, “conciencia” no significa la última obligatoriedad de la intuición subjetiva. Es la expresión de la accesibilidad y de la fuerza vinculante de la verdad: en ello se funda su primado. Al Papa se le puede dedicar el segundo brindis, porque su tarea es exigir la obediencia a la verdad.

Tengo que renunciar a hablar de los viajes tan significativos a Malta, a Portugal y a España. En ellos se ha hecho nuevamente visible que la fe no es algo del pasado, sino un encuentro con Dios que vive y actúa ahora. Él nos desafía y se opone a nuestra pereza, pero precisamente así nos abre el camino hacia la felicidad verdadera.

Excita, Domine, potentiam tuam, et veni!“. Hemos partido de la invocación de la presencia y del poder de Dios en nuestro tiempo y de la experiencia de su aparente ausencia. Si abrimos nuestros ojos, precisamente en la retrospectiva del año que llega a su fin, puede hacerse visible que el poder y la bondad de Dios están presentes de muchas maneras también hoy. Así todos tenemos motivos para darle gracias. Con el agradecimiento al Señor renuevo mi agradecimiento a todos los colaboradores. Quiera Dios concedernos a todos una Santa Navidad y acompañarnos con su bondad en el próximo año.

Confío estos deseos a la intercesión de la Virgen santa, Madre del Redentor, y a todos vosotros y a la gran familia de la Curia Romana imparto de corazón la Bendición Apostólica. ¡Feliz Navidad!

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez ©Libreria Editrice Vaticana]

 

Santa Sede: la credibilidad de los documentos publicados por Wilileaks debe ser evaluada con reserva y mucha prudencia

Fuente: http://www.oecumene.radiovaticana.org/SPA/Articolo.asp?c=446254

Sábado, 11 dic (RV).- A propósito de la documentación del Departamento de Estado de EE.UU. hecha pública por Wikileaks, el padre Federico Lombardi, director de la Oficina de prensa de la Santa Sede, al ser interpelado por la agencia de noticias Ansa sobre estos documentos ha precisado que:

“Sin entrar en la evaluación de la extrema gravedad de la publicación de una gran cantidad de documentos reservados y confidenciales y de sus posibles consecuencias, la Oficina de Prensa de la Santa Sede observa que una parte de los documentos hechos públicos recientemente por Wikileaks se refiere a las relaciones enviadas al Departamento de Estado de EE.UU. por la embajada estadounidense ante la Santa Sede”.

“Naturalmente –añade el Padre Lombardi– tales relaciones reflejan las percepciones y las opiniones de quienes las han redactado, y no pueden ser consideradas expresión de la misma Santa Sede, ni citaciones precisas de las palabras de sus oficiales. Su credibilidad, por lo tanto, debe ser evaluada con reserva y con mucha prudencia, teniendo en cuenta esta circunstancia”.
Por su parte, el Embajador de Estados Unidos ante la Santa Sede ha hecho pública una Nota condenando «enérgicamente la divulgación de lo que se alega como información clasificada del Departamento de Estado».

«Sin comentar el contenido o la autenticidad de dicha información», el embajador estadounidense ante la Santa Sede escribe que «el presidente Obama y su administración realizan una firme política exterior que se centra en la promoción de los intereses nacionales de Estados Unidos y que, en ámbito mundial, se propone impulsar la solución de los desafíos más complejos de nuestro tiempo: como estabilizar la economía mundial, derrotar el terrorismo internacional, detener la propagación de armas catastróficas, defender los derechos humanos en todo el mundo, así como hacer frente al cambio climático y la protección del medio ambiente. Valores que son valores universales».

«La embajada de los Estados Unidos ante la Santa Sede participa con el Vaticano en los esfuerzos que se realizan para impulsar el diálogo interreligioso de forma activa, por el bien común, añade la misma Nota, que termina asegurando que, así como en todo el mundo, también en la Santa Sede, este país trabaja y colabora para alcanzar objetivos importantes, confiando en que las relaciones impulsadas por el presidente Obama, por la secretaria de Estado Hillary Clinton, y por los diplomáticos estadounidenses soportarán este desafío».

El Papa, el preservativo y la apertura

Ignacio Aréchaga // Aceprensa.com

http://www.aceprensa.com/articulos/2010/nov/22/el-papa-el-preservativo-y-la-apertura/

Una conducta de riesgo en la información periodística es quedarse en el titular llamativo, y despreciar los matices y el contexto de unas palabras. Lo acabamos de comprobar otra vez ante la presentación de las palabras de Benedicto XVI sobre los preservativos en el libro de la entrevista con Peter Seewald. Precisamente la pregunta del periodista intenta aclarar la controversia que surgió con motivo de las declaraciones del Papa en su viaje a Camerún en 2009, cuando dijo que la epidemia de sida no se puede resolver simplemente con la distribución de preservativos. Ahora, ha añadido que puede haber casos singulares en que esté justificado su uso, para evitar la transmisión de la enfermedad, y ha puesto el ejemplo del prostituto que toma esa precaución como un acto de responsabilidad para no infectar a otra persona.

Por sus comentarios africanos, Benedicto XVI sufrió una crucifixión mediática; ahora, en cambio, ha sido felicitado por su “apertura” y “realismo”, como si hubiera concedido indulgencia plenaria por el uso del preservativo. Sin embargo, en ambos casos al Papa le guían los mismos principios: la humanización de la sexualidad, frente a su trivialización; y la necesidad de esforzarse por prevenir el sida con un cambio de conductas, no solo con el preservativo.

Contra la trivialización de la sexualidad

El Papa dice en la entrevista que hay que luchar contra la “trivialización de la sexualidad”, por la cual “muchas personas ya no ven en la sexualidad la expresión de su amor, sino solo una especie de droga”. Frente a esta concepción, que lleva a la promiscuidad, el Papa quiere que la sexualidad no se desvincule del amor y “pueda ejercer su efecto positivo sobre el ser humano en su totalidad”. El auténtico modo de vencer la infección del VIH no es el preservativo, sino que es “verdaderamente necesaria una humanización de la sexualidad”.

No ha cambiado su orientación de fondo respecto a su viaje africano, donde también mantenía que la lucha contra el sida exigía primero “una humanización de la sexualidad, es decir, una renovación espiritual y humana que lleve consigo un nuevo modo de comportarse una persona con otra”. En definitiva, lo que pedía y pide el Papa es un modo responsable de vivir la sexualidad, sin dejar de tener en cuenta el bien del otro. Y, por seguir con el ejemplo del Papa, si uno ha elegido un estilo de vida como la prostitución, no le vamos a poner como ideal la fidelidad a su pareja, pero el uso del preservativo para no contagiar la enfermedad puede ser “un primer acto de responsabilidad”.

En estas u otras situaciones singulares –como ya numerosos moralistas han sostenido en el caso de esposos en el que uno es seropositivo y el otro no– usar el preservativo para evitar la infección es un signo de responsabilidad.

Este enfoque es muy distinto de la estrategia del reparto indiscriminado y masivo de condones como si fuera la vacuna contra el VIH. Benedicto XVI lo admite como un mal menor para unos casos particulares como “un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia de que no todo está permitido y que no se puede hacer todo lo que se quiera”. En cambio, los del “póntelo, pónselo” transmiten el mensaje de que todo vale siempre que utilices el preservativo.

Se produce así el efecto indeseado que los epidemiólogos llaman la “compensación de riesgos”: al actuar como si el preservativo fuera la protección total, a menudo se pierden los beneficios asumiendo un riesgo mayor que si uno no lo usara. Así se ha comprobado en diversos países africanos, donde la distribución masiva de condones sin insistir en la reducción del número de parejas sexuales, ha llevado a un aumento de la promiscuidad y del contagio (cfr. Aceprensa 2-04-2009). Lo mismo puede decirse respecto a la escalada de la infección por sexo entre hombres en los países ricos, que, según ONUSIDA, se ha convertido en el principal modo de transmisión en Norteamérica y en la Unión Europea.

La apertura necesaria

Ante tanto ruido sobre el “cambio de postura” de Benedicto XVI, no hay que olvidar que la Iglesia no tiene una doctrina sobre los preservativos, sino sobre el valor de la sexualidad, conforme a su idea del hombre. El Papa advierte en la entrevista que “concentrarse solo en el preservativo quiere decir trivializar la sexualidad”. Por eso la Iglesia defiende la educación de la persona para que viva su sexualidad como manifestación de amor e integrada en un proyecto de vida.

Esto es lo que no acaban de entender los que consideran las palabras del Papa como un primer paso hacia la bendición del preservativo en cualquier circunstancia, cuando de lo que Benedicto XVI está hablando es de dar pasos hacia “una moralización para desarrollar la conciencia de que no todo está permitido”. Los primeros dan por buena o por irremediable la promiscuidad; Benedicto XVI llama a no conformarse con ese nivel de sexualidad tan poco humana. Dentro de ese marco, podrá haber casos singulares en que el preservativo sea útil; pero también la Iglesia admite el uso de los opiáceos para mitigar el dolor en situaciones extremas, sin que considere un ideal su difusión masiva. El problema de la “cultura del condón” es que no confía en la educación del carácter de la persona, sino en el recurso al artilugio técnico, no siempre bien usado y por lo tanto no carente de riesgo. Por eso dirige un mensaje indiscriminado a toda la población, donde lo mismo sirve para la colegiala que para el prostituto.

Benedicto XVI matiza mucho más. Por eso, no estaría mal que los mismos que ahora saludan su “apertura” abrieran un poco la cerrazón mental que les lleva a despreciar los esfuerzos a favor del retraso del inicio de las relaciones sexuales y de la fidelidad en la pareja. La lucha contra el sida ganaría mucho con eso.

 

Viaje Apostólico a Chipre (4-6 de junio de 2010)

Informaciones del VIS

Fuente: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/travels/2010/index_cipro_sp.htm

Transmisiones vídeo en directo del CTV

(Centro Televisivo Vaticano)

  • Galería fotográfica

  • Encuentro con la comunidad católica de Chipre en el Campo de deportes de la escuela elemental de San Marón (Nicosia, 5 de junio de 2010)
    [AlemánEspañol, FrancésInglésItaliano]
  • Instrumentum Laboris «La Iglesia católica en Oriente Medio: comunión y testimonio. “La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma” (Hch 4, 32)» (6 de junio de 2010)
    [ÁrabeFrancésInglésItaliano]

Quién es Benedicto XVI

Documental que me ha gustado // Documental que m’ha agradat // I found it very interesting. You can buy it here: RomeReports

Diccionario Benedicto XVI

De cómo el Papa trabaja para dar un sentido a cada palabra y una palabra a cada realidad

Para acceder directamente al Diccionario, pulse aquí

((per accedir a la versió en català, premeu aquí))

El 18/4/05, en la Misa previa a la elección del Papa, el entonces Cardenal Ratzinger avisa: “Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos”. Cinco años más tarde se confirma como una de las principales tareas de Benedicto XVI la labor de clarificación semántica en un mundo con gran ambigüedad de conceptos, según expresión reciente de Joaquín Navarro-Valls. Para resolver el actual “problema de lenguaje”, se ha propuesto dar un sentido a cada palabra y una palabra a cada realidad. De esta manera, va completando un diccionario de conceptos disponibles a quien quiera usarlos para navegar en estas aguas posmodernas.

En este apartado se irán publicando algunas de las definiciones que Benedicto XVI está proponiendo a través de sus intervenciones y textos publicados. Para acceder al Diccionario, pinche aquí.

La crisis de la pederastia en la Iglesia en 1.001 palabras

Los cargos

 

New York Times (NYT) publica (12/3/10) que en 1980 la archidiócesis de Múnich y Freising, siendo Joseph Ratzinger obispo, acogió y finalmente reincorporó a un sacerdote acusado de abusar sexualmente de niños. El cura perpetró más tarde nuevos abusos y fue procesado. Como se ha demostrado después, quien tomó la decisión de readmisión no fue Ratzinger sino el vicario general: la reasignación tuvo lugar en septiembre de 1982, cuando Ratzinger ya estaba en Roma .

Por las mismas fechas (5/03/10) se intenta implicar al hermano de Ratzinger, pero la acusación no se sostiene.

La respuesta de Benedicto XVI

Benedicto XVI (19/03/10) escribe una carta a los católicos de Irlanda [inglés, castellano] sobre los abusos a niños y jóvenes por parte de clérigos, destapados por los informes Murphy (julio 2009) y Ryan (mayo 2009). Irlanda es el segundo país tras Estados Unidos donde se investiga a fondo.

En la misiva, Benedicto XVI apunta 8 causas de este desastre: 1) inadecuada respuesta a la secularización, 2) descuido de prácticas sacramentales y devocionales (confesión frecuente, oración diaria y retiros anuales), 3) tendencia a adoptar formas de pensamiento y juicio sin referencia suficiente al Evangelio; 4) tendencia a evitar enfoques penales de las situaciones canónicamente irregulares; 5) procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa; 6) insuficiente formación humana, moral, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados; 7) tendencia social a favorecer el clero y otras figuras de autoridad y 8 ) preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia y para evitar escándalos.

A las víctimas dice: “Habéis sufrido inmensamente y eso me apesadumbra en verdad. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. (…)  Es comprensible que os resulte difícil perdonar o reconciliaros con la Iglesia. En su nombre, expreso abiertamente la vergüenza y el remordimiento que sentimos todos. Al mismo tiempo, os pido que no perdáis la esperanza”. A los sacerdotes y religiosos que han abusado de niños: “Debéis responder de ello ante Dios todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos”. A los obispos: “No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores habéis fallado, a veces gravemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños. Se han cometido graves errores en la respuesta a las acusaciones”.

Benedicto XVI propone cinco medidas: 1) un año de penitencia, 2) redescubrir el sacramento de la Reconciliación (la confesión), 3) fomentar la adoración eucarística; 4) una Visita Apostólica (una inspección) en algunas diócesis, seminarios y congregaciones religiosas; 5) una misión para todos los obispos, sacerdotes y religiosos. En otras palabras: hacer limpieza.

Más cargos aún

El 24/03/10, NYT apunta directamente a Benedicto XVI como responsable de un caso, cuando era todavía cardenal: el de Lawrence Murphy, que abusó de niños sordos en los 70 en Milwaukee y no fue condenado ni por la justicia ordinaria ni por el arzobispado. Como se ha visto después, la falta de diligencia en el castigo del malhechor fue culpa del propio arzobispado local: el caso no llegó al Vaticano hasta los 90. El sesgo de la noticia periodística puede explicarse por errores de traducción y porque el artículo bebe de dos fuentes: los abogados que han denunciado al Arzobispado (uno de ellos, Jeffrey Anderson, tiene litigio abierto contra la Santa Sede) y el arzobispo retirado de Milwaukee Rembert Weakland, en activo cuando sucedió todo.

El 2/2/10 Associated Press lanzó otra acusación contra Benedicto XVI, cuya pruebas se demostraron falsas. El 9/4/10 volvió a la carga NYT con más acusaciones, con igual suerte.

En resumen, las acusaciones contra la Iglesia son tres: 1) algunos sacerdotes católicos abusaron de niños, 2) muchos obispos lo ocultaron, y 3) Benedicto XVI es personalmente responsable. Con datos en la mano, el n. 1 es lamentablemente cierto en una ínfima minoría del colectivo; n. 2 se afirma en determinados prelados y n. 3 es rotundamente falso.

Las consecuencias

Algunos piden juzgar al Papa por encubrimiento, y aprovechan para suspender al catolicismo en su conjunto. Otros de funesto recuerdo ya habían intentado, tiempo atrás usar los delitos de unos pocos para desacreditar a toda la institución. Algunos abogados intentan sacar provecho. No han faltado voces amigas del Papa desde el judaísmo, desde el agnosticismo y, en general, desde ambientes intelectuales.

El Vaticano ha puesto sobre la mesa la información que tiene. Tal ejercicio de transparencia ha llegado al extremo de que el fiscal del Vaticano hable sobre los casos de abusos en una documentada entrevista. La Santa Sede ha publicado los reglamentos por los cuales se juzgan estos casos y abundante documentación.

Dentro de la Iglesia, ha habido partidarios de la ruptura y partidarios de la renovación. Ruptura: 1) algunas voces reclaman una revisión del celibato y de la moral católica, aunque expertos y opinadores incluso no católicos han denunciado con datos la inexistencia de tal vinculación causa-efecto. 2) exponentes antirromanos de cierta edad han reclamado la dimisión del Papa o una reforma.

Renovación: muchos han aplaudido el posicionamiento de Benedicto XVI de tolerancia cero, petición de perdón y penitencia y conversión. Muchos católicos han salido de la perplejidad buscando la verdad de los hechos. La operación limpieza iniciada años atrás ha retomado impulso: desde la carta a Irlanda han dimitido dos obispos irlandeses, un americano, un alemán, un noruego y un belga. El liderazgo interno de Benedicto XVI es mayor ahora: se percibe Benedicto XVI como parte de la solución, y no parte del problema.

Además de la Iglesia, pocos han priorizado la protección de las víctimas y las medidas para acabar con la pederastia. Es una lástima, tanto más cuando se constata que es un problema transversal: afecta más gravemente a muchos otros colectivos sociales. Países como Alemania, ya lo afrontan globalmente. Algunos articulistas han apuntado a la culpa que en la extensión del fenómeno haya podido tener la revolución sexual de los sesenta y su simpatía declarada hacia la pedofilia.

Marc Argemí

http://twitter.com/marcargemi