Category Archives: Juan Pablo II

“Somos unos afortunados”

[Este texto es la crónica sobre la beatificación de Juan Pablo II que escribí para un portal de información religiosa. Original en catalán, aquí. Como la traducción ha sido muy apresurada, agradeceré sugerencias para mejorarla]

“Somos unos afortunados”. La exclamación del milanés que tengo al lado, confirmada por su vecino, procedente de Brescia, podría parecer una broma, pero no lo es. Estamos los tres sentados en un minúsculo bordillo. Pisando unos cartones, delante de una familia italiana que ha pasado la noche al raso y se ha hecho fuerte en el espacio que queda entre nosotros y la barandilla que da al Tíber. Pasan cinco minutos de las ocho y cuarto de la mañana. Llevamos quizás una hora aquí, en una acera, en el cauce de una inacabable, caótica y católica riada de gente que se afana por ser al menos tan afortunada como nosotros.
Estamos más allá del Castel Sant’Angelo, enfrente de una pantalla gigante. Quien conoce el Vaticano sabe que eso queda a algunos miles de metros de San Pedro. El Brescia escribe un sms: “dalle 5 che stiamo cercando di avvicinarci ma e impossibile troppo gente…” Nos hemos quedado, calcula, a unos 4 kilómetros de la plaza y, sin embargo, somos unos afortunados. ‘Cé una marea de gente, tantísima’, dirá una señora detrás de mí, por teléfono.
La gran devoción que despierta el papa polaco queda fuera de toda duda. Juan Pablo II ha atraído una inmensa multitud. Son casi las ocho. Se extiende el rumor de que la pantalla gigante que tenemos enfrente se ha estropeado. Nervios: los rumores en una masa generan enseguida un pequeño sacudida. La gente se vuelve a mover. La madre y la hija que tengo a la derecha pliegan las sillas y buscan mejor suerte. Yo decido no seguir a la corriente. Meto la mano en el bolsillo y saco la radio que el día antes no funcionaba de ninguna manera, con la esperanza de que el nuevo beato me ayude y al menos pueda seguir la ceremonia por radio. Me he hecho fuerte en un lugar afortunado -eso me han dicho los italianos- y no me moverá un rumor no confirmado.
Contra todo pronóstico, la radio suena bien. Y, contra todo pronóstico también, la gran pantalla vuelve a funcionar. Alegría y movimiento de nuevo. Madre e hija, esfumadas hace cinco minutos, reaparecen en pocos segundos, en busca del preciado trozo de acera que habían dejado.
A mi espalda, unas monjas jóvenes inician una oración en italiano y se suman el milanés, el de Brescia, la madre y la hija. He quedado rodeado de este grupo pero no sé italiano. En fin. Me puedo sumar a la última oración, el Regina Coeli, que hacen en latín. El latín como lengua oficial de la Iglesia tiene su sentido, y en una situación así todavía más.
Los realmente afortunados, sin embargo, no somos los que nos hemos quedado atrapados en un lugar como nuestros 20 centímetros de acera, sino los que han entrado en la plaza San Pedro. Seguramente hay un grupo de la parroquia de Santa Teresa del Niño Jesús que ayer encontré preparado para pasar la noche al raso en una de las calles que llevan a la célebre Via de la Conziliazione.

Conciliación 

Conciliación es lo que se intenta en las horas previas a la ceremonia. Conciliación entre el entusiasmo de unos, el recogimiento piadoso de otros y el agotamiento de unos y de otros. El entusiasmo -sobre todo polaco- que lleva a poner en marcha operaciones imposibles para ganar metros, la devoción de los que se preparan espiritualmente y el peso de las pocas horas de sueño que han precedido esta gran fiesta del Segundo Domingo de Pascua, de la Divina Misericordia y de la beatificación de un Santo Padre del cual, inmovilizado como estoy por la marea de gente, se me ocurre destacar que -sobre todo- era querido por muchas, muchas, muchas personas.
El sábado por la noche, en el Circo Maximo se celebró una vigilia de oración y recuerdo de Juan Pablo II. El Circo, allí donde los emperadores romanos presidían carreras de cuádrigas, ayer los amigos del Papa polaco lo recordaron. Navarro Valls reveló que Juan Pablo II iba a la confesión cada semana, porque sentía la necesidad de la misericordia de Dios. ¿Evoca quizás la última gran celebración católica en esta gran explanada, cuando el Gran Jubileo acogió largas colas de jóvenes esperando para acudir a este sacramento? ¿O bien la fiesta de la Divina Misericordia? A mí me llevó a pensar cómo es que no se habla más, de este tribunal de la misericordia divina.
Mientras pensaba en esto, el sábado por la noche, nos topamos con un punto de información del Comune de Roma y aprovechamos para preguntar cómo llegar a la plaza San Pedro.
En la amable explicación, sobre el mapa, se añadió una aclaración: “pero la beatificación es mañana “. Quizás lo decía porque el ambiente en esa hora de la tarde en las inmediaciones del Vaticano daba la impresión de una muy próxima celebración. Mucha gente acercándose tranquilamente. Mucha.

Católico, que significa universal 
Volvemos a domingo por la mañana. Son las ocho pasadas y el ritmo de idas y venidas decae. Se inicia un Rosario cerca. Lo rezo también. A las 9.15 sale el sol. La ceremonia ya ha arrancado. Me pongo de pie y compruebo cuán soy afortunado soy de ver la pantalla gigante.
El catolicismo es, eso, católico, que quiere decir universal. Toda edad, procedencia diversa, pero con un denominador común poderoso y entrañable. Se respira lo que en el lenguaje ‘católico’ se le llama fraternidad. Que es, también, que un congoleño departa amigablemente con un francés que no conoce de nada, una monja oriental ceda su silla a una respetable italiana o un catalán hable del Barça y de Mourinho con un seguidor de la Juventus. Y que todos nos ponemos a rezar juntos un Rosario a la Madre común.
Comienza la Misa. La emoción se desborda en la gran familia cuando Juan Pablo II es proclamado Beato.
Benedicto XVI recuerda el “no tengáis miedo” que el nuevo beato pronunció cuando fue elegido. Y continúa la frase, más de 30 años después: “No tengáis miedo a la verdad, porque es garantía de libertad”.
Al final, la cosa de la pantalla es lo de menos. El corazón de los fieles se siente afortunado, más bien, de ser, en el sentido más familiar
del término, católicos: de la gran familia de Dios.

Marc Argemí

Juan Pablo II, en el recuerdo de su amigo Joseph Ratzinger-Benedicto XVI

Juan Pablo II y Benedicto XVI

Quien fuera la mano derecha de Juan Pablo II desde 1981 hasta el mismo día de su muerte, será el encaragado de elevarlo a los altares el próximo día 1 de mayo. Benedicto XVI conoce bien al futuro beato. Cuando era sólo cardenal decía: “fui inicialmente atraído por la directa y abierta sencillez humana y la calidez que emanaba”. Ante Juan Pablo II, “uno se sentía ante un hombre de Dios” (Seewald, Peter, Una vida para la Iglesia, Madrid 2007, Palabra, página 96).

En sus intervenciones, Benedicto XVI lo ha definido con palabras como fidelidad, entregafirmeza ocaridad. Ha explicado cómo fue valiente, con una fe sencilla, y cómo se enfrentó al mal en el mundo y cómo abrazó la cruz. Destaca su prodigalidadsu amor a la Virgen y su faceta mística. Ha analizado los momentos más importantes de su biografía, como su sacerdociosu ordenación episcopalsu llegada a la cátedra de Pedro. He aquí una selección de textos de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI sobre Juan Pablo II, que pueden acercar una personalidad cuya actividad tuvo un alcance arrollador.

– La caridad

– La fe sencilla

– El amor a Cristo

– El amor a la Virgen María

– La sensibilidad espiritual y mística

– La fidelidad y la entrega

– La cruz

– La firmeza

– La fortaleza

– La valentía

– La prodigalidad

– Su respuesta al mal

– El sacerdocio

– La llamada a ser obispo

– La llamada a ser Papa

– Su Paternidad Espiritual

– Un papa alemán tras un papa polaco: ¿providencial?

Marc Argemí

“Aunque no hay ningún complot mundial, hay tres frentes de ataques a Ratzinger”

libro de los vaticanistas andrea tornielli y paolo rodari / http://www.aceprensa.com / martes 7 de septiembre de 2010

Desde el comienzo del pontificado, la acción y las palabras de Benedicto XVI han sido presentadas de un modo distorsionado que ha producido continuas incomprensiones en la opinión pública. El origen de estos prejuicios es el tema del libro Attacco a Ratzinger, escrito por dos vaticanistas italianos, Andrea Tornielli de Il Giornale y Paolo Rodari de Il Foglio. El libro, publicado por Piemme, ha provocado un debate sobre el tratamiento mediático que está recibiendo el Papa.

“Este libro –escriben los autores– no pretende presentar una tesis preconcebida. No trata de acreditar la hipótesis de un complot ideado por alguna ‘cúpula’ o espectro, ni tan siquiera la del ‘complot’ mediático, convertido a menudo en el cómodo expediente tras el que se atrincheran algunos colaboradores del Pontífice para justificar retrasos e ineficiencias. Pero es innegable que Ratzinger está bajo ataque”.

Tornielli y Rodari analizan una decena de momentos de crisis a lo largo de estos cinco años: desde la conferencia de Ratisbona con las protestas de los musulmanes a la liberalización de la Misa por el rito antiguo y el levantamiento de la excomunión a los obispos lefebvrianos; desde el escándalo de los abusos sexuales de sacerdotes a los comentarios en el viaje a África sobre el sida y los preservativos; desde la creación de “ordinariatos” para recibir a los anglicanos a nombramientos de obispos que hubieron de ser rectificados (como el de Stanislaw Wielgus como arzobispo de Varsovia, que resultó haber sido un informador de la policía secreta).

Ataques desde fuera

Sobre cada uno de estos episodios, los autores proporcionan detallados análisis, de los que emergen informaciones en parte inéditas. Su conclusión es que los ataques contra Benedicto XVI proceden de tres frentes distintos.

El primero procede de “lobbies y fuerzas” exteriores a la Iglesia, interesadas en desacreditar al Papa. Esta galaxia está constituida por fuerzas laicistas, grupos feministas y gays, laboratorios farmacéuticos que venden productos abortivos, abogados que piden indemnizaciones millonarias por los casos de abusos… Este un conjunto demasiado heterogéneo para que se pueda hablar de una acción común organizada, pero todos coinciden en ver a la Iglesia y a Benedicto XVI como los principales obstáculos para sus propios objetivos. En medio de una sociedad occidental maleable, el pontificado de Benedicto XVI resiste contra la “dictadura del relativismo” y propone otros valores.

Las distorsiones que llegan desde este frente se han visto de modo especial en el escándalo de los abusos sexuales, en el que se ha pretendido presentar a Ratzinger como tibio a la hora de tomar medidas. Sin embargo, como subrayan Tornielli y Rodari, si alguien ha sido duro contra los sacerdotes abusadores ha sido el cardenal Ratzinger cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, aunque tuviera que discutir a veces con algunos obispos.

Enemigos de dentro

El segundo enemigo, que actúa como fuerza de apoyo del primero, está constituido por los católicos –también sacerdotes y obispos– que ven a Benedicto XVI como un obstáculo para su proyecto de reforma de la Iglesia. Ellos han venido defendiendo una interpretación del Vaticano II como una ruptura con lo anterior, idea que tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI han descartado. Por eso, al estilo de Hans Küng, acusan al Papa de traicionar un supuesto “espíritu” del Concilio, que tiene muy poco que ver con los textos conciliares.

La acción de estos enemigos de dentro ha alimentado las controversias sobre la mano tendida a los lefebvrianos, las tensiones ecuménicas que podrían crearse por la acogida en la Iglesia de los anglicanos tradicionales, los nombramientos de obispos que suponen una pérdida de influencia para ellos…

El tercer obstáculo procede de lo que podría calificarse de “fuego amigo”, los funcionarios de la curia vaticana que no saben ayudar al Papa. Son enemigos involuntarios, que por su imprudencia o su incompetencia, son los peores public relations. Los dos vaticanistas subrayan especialmente las dificultades de comunicación de la Santa Sede, en la época de Internet, de las redes sociales, y de la telefonía móvil que hace que las noticias se difundan rápidamente a millones de personas. Si ante una noticia falsa o un ataque no se responde en pocas horas, las posibilidades de réplica se pierden.

Defectos de comunicación

En el último capítulo del libro, los autores preguntan a diversos expertos su opinión sobre las causas de los ataques a Benedicto XVI. Marcello Fao, analista de política exterior de Il Giornale, lo enmarca dentro de un proceso posterior a la caída del Muro de Berlín. Durante la Guerra Fría, la Iglesia –y en particular Juan Pablo II– desempeñaba un papel importante, “por su influencia en Europa del Este era una espina clavada en la Unión Soviética. Una vez caído el imperio soviético cambiaron los parámetros y los intereses prevalecientes. La Iglesia no era ya un puntal, sino un obstáculo, un elemento de conservación, un potencial contrapoder. Desde hace una veintena de años, está en curso un proceso de continua erosión del prestigio del Vaticano a través de los medios de comunicación, también del cine”.

George Weigel, escritor católico estadounidense y autor de una biografía de Juan Pablo II, explica: “No creo que haya una conspiración contra el Papa, en el sentido de una campaña organizada para impedir sus iniciativas o hacer descarrilar su pontificado. Pero a los ojos de los secularistas de Europa y de América del Norte, el Papa encarna el último obstáculo institucional frente a lo que él ha llamado la ‘dictadura del relativismo’”. La agenda de estos coincide a menudo con la de aquellos católicos que anhelaban otra Iglesia: “Como con Juan Pablo II, los enemigos de Benedicto XVI se niegan a discutir sus ideas. Se limitan a denunciar y se lamentan de lo que, erróneamente, pintan como una teología conservadora”.

El vaticanista estadounidense John Allen reconoce que gran parte de la cobertura mediática de Benedicto XVI, a propósito de la crisis sobre los abusos sexuales y de otras materias, ha sido injusta. Pero no cree que haya una campaña, sino la confluencia de cuatro problemas: “La alta tasa de ‘analfabetismo religioso’ que caracteriza a los principales medios; el escepticismo instintivo de los periodistas ante las instituciones y la autoridad; las presiones para adecuarse a tiempos cada vez más cortos dentro de la cultura de la ‘noticia instantánea’, típica del siglo XXI; y, por parte de muchos funcionarios de la Iglesia, un enfoque hacia la comunicación que revela muchas incapacidades y que a veces es contraproducente”.

Iglesia Católica y homosexualidad

Esta es una recopilación de información que se puede encontrar en la página web del Vaticano. Su objetivo es poner al alcance de las personas interesadas las claves para conocer la posición de la Iglesia Católica respecto a la homosexualidad.

Documento básico: Catecismo de la Iglesia Católica

Fuente: http://www.vatican.va/archive/ESL0022/_P86.HTM

Texto original:

“Castidad y homosexualidad

2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’ (CDF, decl. “Persona humana” 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.

2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.

2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.”

Documentos de instancias de la Santa Sede:

1) Congregación para la Doctrina de la Fe

Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales

Aprobado por Juan Pablo II el 28 de marzo de 2003, siendo el Cardenal Ratzinger prefecto de esta Congregación.

Notificación sobre algunos escritos del Rvdo. P. Marciano Vidal, C. Ss. R.

Aprobado por Juan Pablo II el 9 de febrero de 2001

2) Congregación para la Educación Católica

Orientaciones para el uso de las competencias de la psicología en la admisión y en la formación de los candidatos al sacerdocio

28 de junio de 2008

Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario y a las Órdenes Sagradas

31 de agosto de 2005.

Añadido posterior

3) Pontificio Consejo para la Familia

Conclusiones del Congreso Teológico-Pastoral ‘Los hijos, primavera de la familia y de la sociedad’

21 de noviembre de 2000

Declaración del Pontificio Consejo para la Familia acerca de la Resolución del Parlamento Europeo del 16/3/2000 sobre equiparación entre familia y ‘uniones de hecho’, incluso homosexuales.

17 de marzo de 2000

II Encuentro de políticos y legisladores de América. Declaración de Buenos Aires. Familia y vida, a los 50 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos

5 de agosto de 1999

4) Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica

Orientaciones sobre la formación en los Institutos Religiosos

2 de febrero de 1990

5) Pontificio Consejo de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes

La salud reproductiva de los refugiados

2 de febrero de 1990

Alocuciones y discursos de los Papas

Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los obispos de Hungría en visita “ad limina”

10 de mayo de 2008

Mensaje del Papa Benedicto XVI al Padre Peter-Hans Kolvenbach, prepósito general de la Compañía de Jesús

10 de enero de 2008

Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los participantes en la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia

13 de mayo de 2006

Discurso del Santo Padre Juan Pablo II al séptimo grupo de obispos de Estados Unidos en visita “ad limina”

4 de junio de 2004

Discurso del Santo Padre Juan Pablo II al octavo grupo de obispos de Brasil en visita “Ad Limina”

16 de noviembre de 2002

Discurso del Papa Juan Pablo II a los Prelados Auditores, Defensores del Vínculo y Abogados de la Rota Romana, con ocasión de la Apertura del Año Judicial

28 de enero de 2002

Discurso del Santo Padre Juan Pablo II a la Rota Romana en la Apertura del Año Judicial

1 de febrero de 2001

Discurso del Santo Padre Juan Pablo II a los Participantes en la XV Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia

4 de junio de 1999

Juan Pablo II: Ángelus

19 de junio de 1994

Documento original:

Juan Pablo II: Ángelus

20 de febrero de 1994

Alocución del Santo Padre Juan Pablo II a los obispos de Estados Unidos

5 de octubre de 1979

Otras intervenciones

Intervención de Mons. Robert Sarah en la II Asamblea Especial para África del Sínodo de Obispos

7 de octubre de 2009

Navarro-Valls: «Solo la Iglesia se ha mostrado radical contra la pederastia»

Entrevista a Joaquín Navarro-Valls

Núria Navarro // El Periódico

Fuente: www.elperiodico.com

Durante 22 años fue portavoz del papa Juan Pablo II y durante 15 meses, de Benedicto XVI. Un récord absoluto en 20 siglos de historia de la cristiandad. Joaquín Navarro-Valls (Cartagena, 1936), supernumerario del Opus Dei, hombre inteligente y seductor, tiene el Vaticano y el mundo entero en la cabeza. Ahora ha vuelto a la medicina y a la escritura, sus pasiones. El próximo jueves se instala en las librerías Recuerdos y reflexiones (Plaza & Janés), un libro de artículos que debería leer «toda persona que en esta época tenga miedo a que se nos olvide pensar», apunta.

–Su nuevo yo le producirá cierta extrañeza, ¿no?

–En absoluto. El trabajo de estos años no me exigía dejar las características personales en la puerta. Era consciente de que tenía que ayudar a comunicar un universo de valores humanos y cristianos muy precisos. Pero le diré un pequeño secreto: durante todo el tiempo en el que el trabajo era un trabajo de 24 horas al día, nunca dejé de tener presente la medicina. Siempre procuré actualizar mis conocimientos.

–Ahora que está fuera, ¿en la trastienda del Vaticano se pierde la fe o sale fortalecida?

–La fe es un don. Se recibe, no se crea. De por sí, las miserias ajenas y las propias no deberían disminuir la fe, porque entran en el presupuesto. El santo no es el que no tiene defectos sino aquel que hace obras de arte con sus defectos, superándolos. Solo al ingenuo que se acerca al ser humano pensando que es impecable, le puede causar sorpresa el error de los demás.

–La fe precisa modelos.

–Lo que precisa modelos es la ética.

–¿Los hay en la Santa Sede?

–La media es muy alta. Luego hay algunos que son santos. Pero he tenido la suerte de no encontrar delincuentes. Y lo digo sinceramente. Son seres humanos.

–Si no perdió convicción, ¿por qué renunció a ser portavoz de Benedicto XVI?

–Llegó un momento en que estaba convencido de que no era bueno para una Santa Sede tan mediatizada. Poco después de su elección, Benedicto XVI me preguntó: «¿Usted le había planteado alguna vez a Juan Pablo II dejarlo?». Le contesté que tres veces. «¿Y qué le respondió?», me interrogó. «Como sabe, hacía broma de casi todo –le conté–; dijo que tenía que reflexionar y me respondió: ‘Recuérdemelo dentro de cinco años’». Pero tenía que dejarlo. Piense que he conocido a 12 portavoces de la Casa Blanca… No fue por el cambio de pontificado, le aseguro.

–Sin embargo, la marca Benedicto XVI –un Papa intelectual pero anticlimático– es más difícil de vender.

–Yo no lo veo así. Benedicto XVI es, desde san Pedro hasta hoy, el Papa que tiene la mayor bibliografía personal. Ha publicado 40 libros y 800 artículos, tiene 18 honoris causa y ha aceptado debates en la escéptica Oxford. ¿Qué significa todo eso? Que hay una riqueza de ideas extraordinaria. Habrá que ver si las vehicula adecuadamente o no.

–Los tiempos reclaman un perfil más social que intelectual, ¿no cree?

–Creo que estamos en un momento de la humanidad en que hay una gran ambigüedad en los conceptos. Cada palabra significa ocho cosas distintas. Que haya un Papa que quiera hacer una clarificación semántica es un trabajo extraordinariamente necesario. Sus escritos son leidísimos en el mundo académico.

–Wojtila había hecho teatro de joven, dominaba la escena, conectaba.

–Siempre he sido reacio a las comparaciones. Cuando Juan Pablo II fue elegido tenía 58 años y cuando lo fue el cardenal Ratzinger, tenía 78 años. ¡Por el hecho de haber aceptado ya es como para levantarle un monumento! Yo he vivido desde dentro la estrechísima colaboración personal entre Juan Pablo II y el cardenal Ratzinger. En los borradores de documentos escritos por Juan Pablo II se repetía siempre una frase: «Que lo vea Ratzinger».

–También pidió en su testamento que continuara la reforma de la Iglesia. Parece que no será así.

–Reformas hay. No veo a ninguna institución política, cultural o educativa que esté haciendo lo que la Iglesia bajo Ratzinger frente al repugnante tema de la pederastia. ¡No caigamos en la hipocresía de pensar que la pederastia es cosa de cuatro eclesiásticos! Es una cosa bestial que afecta a millones de niños en todo el mundo. Hay países miembros de Naciones Unidas donde es legal que el hijo de un jeque se case con una niña de 7 años y la comunidad internacional no dice ni una palabra.

–No es exactamente lo mismo.

–Mire, el 90% de los abusos a niños se consuman en el entorno familiar y el asunto queda en el ámbito jurídico- penal. No veo a ninguna institución que tenga una reacción proporcional a la de la Iglesia

–Una reacción tibia y tardía.

–Una reacción muy radical. Sin parangón, insisto.

–Hay quien señala a Juan Pablo II como inductor del silencio de algunos de esos casos.

–En su mayoría son hechos acaecidos en los años 60 y silenciados por las mismas víctimas. Y menos mal que hablaron… aunque lo hicieran en un contexto jurídico-económico. Cuando Juan Pablo II tuvo noticia de la dimensión y la gravedad del problema, llamó a Roma a todos los cardenales americanos para discutir exclusivamente el tema.

–Hablar no es tomar medidas.

–Se empezaron a tomar medidas. También está el triste y enigmático caso de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo [acusado de abuso sexual contra seminaristas y menores de edad]. Yo mismo di la comunicación de las sanciones en mayo del 2006, el primer año de pontificado de Benedicto XVI, pero el proceso canónico se inició en el de Juan Pablo II. Leer que el Papa había protegido a Maciel me causa indignación.

–La teoría conspiratoria ve en este asunto un ajuste entre facciones cara al próximo cónclave.

–¡Quíteselo de la cabeza!

–Se ha levantado polvareda…

–La polvareda se inició con el artículo de Laurie Goodstein en el New York Times [afirmaba que en 1996 el entonces cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, archivó el proceso al sacerdote Lawrence Murphy, de la diócesis de Milwakee, culpable de 200 casos de abusos]. Esa periodista no subrayó que la policía interrogó a Murphy y lo declaró inocente. ¿Por qué no dicen que los policías de Milwakee son encubridores?

–Quizá el remedio sea poner fin al celibato.

–La cuestión no es «celibato, sí» o «celibato, no». Nada tiene que ver con el amor humano y menos aún con la sexualidad. Tiene que ver con la imposibilidad que la modernidad nos ha metido dentro de decir «para siempre». Frente a eso, propone el «me tengo que dejar las puertas abiertas». Todo es una prueba. La modernidad nos ha reducido. Nos ha hecho enanos. Gran parte del éxito de Juan Pablo II con los jóvenes es haberles dicho: «Sois capaces de decir ‘para siempre’. Sois muy superiores a todas las hipótesis sobre vosotros que la modernidad os otorga».

–Sin embargo, se van dando de baja muchos socios del club.

–¿Esos que se dan de baja estaban dentro del club? Quizá para algunos sea una época de purificación intelectual. Creían por razones falsas. El tema de la fe es una particular relación entre uno y Dios. Si pensaban que unas miserias humanas pueden cercenar esa relación es que se equivocaban. Es otra cosa.

–¿Qué cosa es?

–Creo en Dios porque me creo al pie de la letra las dos líneas del Génesis que dicen: «Y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza». Si eso es verdad, ¡caramba!, cambia todo. Si eso es verdad, yo le debo a usted un respeto que va infinitamente más allá de cualquier cosa que se me pueda ocurrir sobre usted. Decía Pascal: «El hombre es realmente grande cuando se pone de rodillas». ¿Qué quiso decir?

–Usted dirá. Así, de repente, no suena muy bien.

–Quiere decir que una actitud humana básica es la de rezar, porque el hombre debería tener muy claro cuáles son sus límites frente al dolor, frente a cómo digiere los desprecios de los demás y, eventualmente, frente a la muerte. Y si veo los límites, veo cuáles son mis posibilidades. Y me convierto en un ser optimista, porque sé que, pase lo que pase, al final de todo esto hay un happy end. Si no me lo creo, la vida no solo es un drama sino que no merece la pena. Si no me la creo, entiendo incluso lo ininteligible: el suicidio.

–Usted tiene razones para el optimismo. Ha tenido poder, y mucho.

–Y usted se lo cree.

–Sí, señor.

–Es inevitable que, cuando te expones a salir en los medios, la gente asocie presencia a poder real. Pero no he pretendido ni he querido poder alguno ni en el Vaticano ni en otros puestos. Mire el apego que tenía al poder, que solo quería dedicar algunos años de mi vida a leer y al estudio de la medicina.

–Entretanto, revolucionó la comunicación vaticana.

–En el campo de la comunicación he llegado a conclusiones muy pedestres. Comunicar es tener algo que decir –los medios están llenos de espacios donde alguien que no tiene nada que decir dice algo porque siente la necesidad de que los demás se acuerden de que está vivo– y adaptar lo que tienes que decir al medio en el que lo dices. Juan Pablo II aceptó eso y yo intenté ayudarlo.

–Hizo más cosas.

–Quizá instaurar otro modo de trato con los periodistas acreditados (6.000 el último mes de papado de Juan Pablo II, más que en unos JJOO). A veces me decían: «No se fíe usted de ese, que es un homosexual escandinavo… ». «¡Y a mí qué me importa! – respondía–. Es un colega que se gana el pan con este trabajo».

–Fue el artífice del encuentro de Juan Pablo II con Gorbachov, símbolo del fin de la guerra fría.

–Fui un año antes a Moscú, en junio de 1988, cuando la perestroika era una hipótesis. Gorbachov me recibió en su despacho del Kremlin con una sonrisa. Era un hombre lleno de vitalidad. Un año después vino al Vaticano. Pero eso forma parte del abecé del trabajo… Cuando alguna vez Juan Pablo II o Benedicto XVI agradecían mis servicios, siempre les contestaba: «No me dé las gracias, me paga para esto; poco, pero me paga». Estar cerca de la Historia no significa ser el motor de la Historia.

–¿Y cómo ve la Historia ahora?

–En esta tardomodernidad hay un nivel de inseguridad crítico. Cuando este Papa, antes de resultar elegido, habló de la «dictadura del relativismo » estaba diciendo algo muy importante.

–Usted aventuró que, cuando abandonara la plaza de San Pedro, se ordenaría sacerdote.

–Nunca lo pensé. No es mi dirección de vida.

–¿Cuál es su dirección de vida?

–Soy feliz por volver a mi primer amor profesional que era y sigue siendo la medicina. Trabajo en la Universidad Campus Bio-Médico de Roma, y también en la joven facultad de Medicina de la UIC.

–Me interesaba menos el trabajo que la persona.

–Aspiro a vivir. Estamos tan ocupados con el vivir que se nos olvida la riqueza del hecho de vivir. Párate y reflexiona sobre la maravilla de que es mejor ser que no ser, y díselo a la pobre mujer que se enfrenta a la decisión de un aborto. Entre el ser y la nada, el ser.

Navarro Valls: entrevista 7/5/2010

font: http://www.tv3.cat/videos/2890350

Entrevista d’actualitat al Dr. Joaquín Navarro Valls, exportaveu de Joan Pau II i Benet XVI a TV3 (idioma: català preguntes; castellà respostes)

Entrevista de actualidad al Dr. Joaquín Navarro Valls, antiguo jefe de la Sala de Prensa Vaticana, en TV3 (idioma: preguntas en catalán, respuestas en castellano)

Interview with Dr. Joaquín Navarro-Valls at TV3 (languages: questions in catalan, answers in spanish)

Benedicto XVI en 10 frases

Pablo Blanco // http://www.conelpapa.com

Fuente: http://www.conelpapa.com/benedictoxvi/diezfrases.htm

Cuando el papa Ratzinger viajó a su país, los estadounidenses –según las estadísticas– sabían tres cosas sobre este papa: que era más abierto de lo que se pensaba, que tuvo un lío con los musulmanes a raíz de un discurso en Ratisbona, y que usaba zapatos fabricados por Prada. En esto último no estaban en lo cierto –comentaba John L. Allen–, pues los zapatos se los había hecho un artesano romano del barrio del Trastevere.

Este autor norteamericano –en un principio bastante crítico con el cardenal Ratzinger–publicó después un libro traducido al castellano por la bilbaína editorial Mensajero, que titula Diez cosas que el papa Benedicto XVI quiere que sepas. He aquí una síntesis, con algunas variaciones.

1. Dios es amor. El papa Ratzinger sorprendió al mundo con su primera encíclica sobre la caridad: el que había sido el «guardián de la fe», era también ahora el papa del amor y la esperanza, a juzgar por sus dos primeras encíclicas. Ahora parece que viene una social sobre las raíces éticas de la crisis económica.

2. El cristianismo es un mensaje positivo. Positivo y propositivo: un ‘gran sí’ a Dios, como el papa alemán suele repetir. Los pequeños ‘síes’ y ‘noes’ que se pueden derivar en la vida cristiana, son tan solo para subrayar este SÍ, con acento y mayúsculas.

3. Jesús es el Señor. Esta frase de san Pablo –al que le ha dedicado este año– recuerda que Jesucristoes un hombre como nosotros, pero que también es Dios. No es un avatar más de la divinidad. El ser-Dios de Cristo, central en el mensaje cristiano, ha de ser propuesto con toda su fuerza y urgencia en el mundo actual.

4. Cristo y la Iglesia. Frente al lema ampliamente difundido «Cristo sí, Iglesia no», Benedicto XVI quiere recordar que la Iglesia no es otra cosa que el cuerpo de Cristo. Las catequesis de los miércoles sobre los primeros cristianos no han hecho más que recordar esta idea: los apóstoles y los primeros que creyeron en Jesucristo continúan la acción de Jesús en este mundo.

5. La verdad y la libertad están íntimamente unidas, pues de hecho –como Jesús dijo– «la verdad hace libres». Lo contrario –el error y la mentira– son cadenas y quitan libertad: llevan a la llamada «dictadura del relativismo», que el cardenal alemán relacionaba con el nazismo sufrido en su infancia.

6. La fe y la razón van también juntas, pues –como recordó Juan Pablo II– son las dos alas para remontarse hacia la verdad. La razón nos puede librar de los fanatismos y los terrorismos, sean estos del signo que sean. La razón defiende también al ser humano, sin necesidad de remitirse a instancias religiosas. Puede darse una «ética global o mundial» en defensa de la vida y del individuo, independientemente del propio credo o ideología.

7. La política y la religión son distintas, pero no del todo distantes. Iglesia y Estado han de caminar separadas, pero mirándose y escuchándose la una al otro. Sería esta la famosa «laicidad positiva». La no confesionalidad implica neutralidad y diálogo, nunca oposición o polémica.

8. Identidad católica. Lo que atrae a la fe y llena las iglesias es una firme personalidad católica. La misa del domingo se constituye en el mejor marketingpara la Iglesia. Las instituciones católicas –escuelas, hospitales, universidades– no han de avergonzarse de lo que son de hecho.

9. Pan y palabra, Eucaristía y Escritura son los caminos que nos llevan a Jesucristo. Por eso los católicos deben conocer bien la Biblia y cuidar de modo especial la liturgia. Los dos últimos sínodos de obispos han sido sobre estos temas. La Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia y la adoración da más frutos que el puro activismo.

10.Salvados por la esperanza. No tiene prisa. Benedicto XVI avanza lento pero seguro, con el paso pausado del buen montañero. Sabe hablar, rezar, estudiar, esperar. Conoce la virtud de la paciencia, pero, para él, como decía Paul Claudel, «la paciencia es la hermana pequeña de la esperanza».

Por Pablo Blanco

La lección comunicativa del Papa

Fuente: http://www.laiglesiaenlaprensa.com/2010/04/los-expertos-dicen-que-en-las–situaciones-de-crisis-hay-que-tener-presente-lo-que-ocurre-y-ha–ocurrido-en-la-realidad-los.html

Los expertos dicen que en las situaciones de crisis hay que tener presente lo que ocurre y ha ocurrido en la realidad (los hechos), y la percepción que la gente tiene de los que ocurre o ha ocurrido (lo que publican los medios). La acción comunicativa se dirige a los dos niveles. Esto provoca que a veces se tomen iniciativas, se hagan declaraciones, gestos, etc. pensando solo en el nivel mediático. No hay que extrañarse de que, en ocasiones, esas medidas puedan aparecer a algunos un poco “falsas”, pensadas para la galería. Evidentemente, una comunicación bien llevada pide que también esas acciones sean verdaderas y no solo cosméticas.

Las iniciativas de ese segundo nivel no son, por tanto, negativas, al contrario: Juan Pablo II era un maestro en ese tipo de gestos. Pero eran gestos espontáneos, sinceros, que nunca usó (que yo recuerde) como atajo para contrarrestar las críticas a su persona. Durante estas semanas, no han faltado presiones para que Benedicto XVI actuara en ese segundo nivel para salir al paso de la “crisis mediática” en torno a los abusos de menores. Se le pedía que llevara a cabo alguna acción llamativa, como podría ser un “mea culpa” personal o algo así. El Papa no ha caído en esa trampa.

Contrariamente a lo que podrían pensar algunos, me parece que la acción del Papa está siendo impecable en este sentido. Como escribí a propósito de la carta a los católicos de Irlanda, resulta evidente que el Papa sigue una línea pastoral, no “táctica”. Posiblemente pueda mejorar la maquinaria comunicativa de la Santa Sede, pero el Papa está en su sitio: está dando la cara, interesándose por el dolor de las personas y poniendo los medios a su alcance para que esos crímenes no se vuelvan a repetir. Es decir, está más concentrado en el primer nivel: resolver el problema. Toca a los demás traducir eso al segundo nivel: hacer que se entienda y valore lo que está haciendo.

Poner a Dios cercano

Mons. Javier Echevarría // ABC

http://www.abc.es/20100420/opinion-tercera/poner-dios-cercano-20100420.html

Se cumplen ahora cinco años de la elección del Cardenal Joseph Ratzinger como sucesor de San Pedro al frente de la Iglesia Católica. El 2 de abril de 2005 había fallecido Juan Pablo II. Las televisiones efectuaron un despliegue informativo sin precedentes. Y en medio de aquel clima de conmoción y de cariño hacia el Pontífice difunto, que aleteaba todavía por las calles de Roma, el 19 de abril de 2005 vimos por vez primera la figura amable del nuevo Papa en el balcón central de la Basílica de San Pedro.

Entre los motivos de reconocimiento a Benedicto XVI, quisiera resaltar su acción constante por dar a conocer al Dios cercano. Esta expresión -tomada del título de un libro del Cardenal Ratzinger sobre la Eucaristía- es también un modo afectuoso de hablar del Creador, que la fe nos muestra amoroso y próximo, interesado por la suerte de sus criaturas, como afirmaba un santo de nuestros días. En efecto, San Josemaría recordaba con frecuencia que, en medio del ajetreo cotidiano, a veces «vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado. Y está como un Padre amoroso -a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos-, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo… y perdonando» (Camino, 267).

Dios, que no se halla sujeto al tiempo, asume el tiempo en Jesucristo y se entrega a la humanidad. Como recuerda a menudo el Papa, Dios se ha hecho hombre para que nosotros pudiéramos más fácilmente acogerlo y amarlo. Y, a lo largo de estos años, ha mostrado de modo incisivo, incansablemente, que Dios es Amor y que no se comienza a ser cristiano como fruto de una decisión ética o de una gran idea, sino por el encuentro con una Persona -Jesús de Nazaret- que abre un nuevo horizonte a la vida (Deus Caritas est, 1). En un mundo en el que Dios podría aparecer ausente o alejado, desentendido de los hombres, la catequesis del Papa lo acerca a la vida cotidiana, al caminar del hombre y la mujer del siglo XXI.

La tarea apostólica del cristiano consiste precisamente en ayudar a los demás a conocer a Jesús en medio de su existencia ordinaria, para que encuentren a Dios y hablen con Él en todo momento -no sólo en las circunstancias dolorosas-, conjugando un «Tú» y un «yo» llenos de sentido. Un «Tú» que, para los católicos, adquiere su máximo trato en el sacramento de la Eucaristía, fuente de la vida de la Iglesia.

Para quien se esfuerza en «vivir» la Santa Misa, cualquier actividad humana noble puede adquirir -por decirlo así- una dimensión litúrgica, precisamente por esa unión al Sacrificio de Cristo. Con este horizonte, las tareas familiares, profesionales y sociales que ocupan la mayor parte de la jornada de un ciudadano no le apartan del Señor; al contrario, las incidencias, las relaciones y los problemas que esas actividades llevan consigo pueden alimentar su oración. Apoyados en la gracia, hasta la experiencia de la debilidad, los contratiempos, el cansancio que conlleva todo esfuerzo humano, nos hacen más realistas, más humildes, más comprensivos, más hermanos de los demás. Y cualquier posible éxito y alegría, para quien camina al paso de Dios, es ocasión para dar gracias y recordar que hemos de estar siempre a su servicio y al de nuestros hermanos. Vivir en esa amistad con Dios -recuerda Benedicto XVI en su última encíclica- es el modo de transformar los «corazones de piedra» en «corazones de carne» (cfr. Ez 36, 26), haciendo la vida terrena más «divina» y, por tanto, más digna del hombre (Caritas in veritate, 79).

Jesús recorre los caminos de Palestina y advierte enseguida el dolor de sus contemporáneos. Por eso, cuando se conoce y ama al «Dios cercano», el cristiano no permanece indiferente ante la suerte de los demás. Es el «círculo virtuoso» de la caridad: la cercanía de Dios alimenta la cercanía con los hombres, provoca «la disponibilidad con los hermanos y una vida entendida como una tarea solidaria y gozosa» (Caritas in veritate, 78).

Al contrario, la lejanía de Dios, la indiferencia hacia el Creador, conduce antes o después a desconocer los valores humanos, que pierden entonces su fundamento. «La conciencia del amor indestructible de Dios es la que nos sostiene en el duro y apasionante compromiso por la justicia, por el desarrollo de los pueblos, y en la tarea constante de dar un recto ordenamiento a las realidades humanas. El amor de Dios nos invita a salir de lo que es limitado y no definitivo, nos da valor para trabajar y seguir en busca del bien de todos» (Ibidem).

¿Cómo concibe Benedicto XVI su misión de cabeza de la Iglesia universal? En la Misa de comienzo del Pontificado, explicaba que la tarea del Pastor podría parecer gravosa, pero en realidad se alza como una tarea «gozosa y grande, porque es un servicio a la alegría de Dios, que quiere hacer su entrada en el mundo». En aquella misma ocasión afirmaba que «nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo», y «nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con Él» (Homilía, 24-IV-2005). Así entiende su misión el Papa: comunicar a los demás la alegría que procede de Dios. Suscitar en el mundo un nuevo dinamismo de compromiso en la respuesta humana al amor de Dios.

En estos cinco años de pontificado, no le han faltado al Papa ataques provocados por quienes están empeñados en arrojar al Creador del horizonte de la sociedad de los hombres; tampoco han estado ausentes los sufrimientos ante la incoherencia y los pecados de algunas personas llamadas a ser «sal de la tierra» y «luz del mundo» (Mt 5, 14-16). Nada de eso ha de extrañarnos, pues las dificultades forman parte del itinerario normal del cristiano, ya que no es el discípulo más que su maestro, como anunció Jesucristo: «Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán» (Jn 15, 20). Al mismo tiempo, no olvidemos lo que añadió el Señor: «Si han guardado mi doctrina, también guardarán la vuestra» (Ibidem).

Aquí reside el optimismo indestructible del cristiano, alentado por el Espíritu Santo, que no desampara nunca a la Iglesia. Historia docet: ¡cuántas veces, en el curso de veinte siglos, se han alzado voces agoreras, anunciando el fin de la Iglesia de Cristo! Sin embargo, a impulsos del Paráclito, superadas las pruebas, se ha mostrado luego más joven y más bella, más llena de energías para conducir a los hombres por las sendas de la salvación. Lo hemos visto en estos años: la autoridad moral e intelectual del Papa, su proximidad e interés por los que sufren, su firmeza en la defensa de la Verdad y del Bien, siempre con caridad, ha fortalecido a hombres y mujeres de todas las creencias. El Romano Pontífice sigue siendo un foco que ilumina las intrincadas vicisitudes terrenas.

En el cumplimiento de mi tarea episcopal, millares de personas de buena voluntad -católicos y no católicos, también numerosos no cristianos- me han confiado que las respuestas sólidas y esperanzadoras de Benedicto XVI ante los diversos dramas de la Humanidad han supuesto para ellos una confirmación en el Evangelio, o un motivo de acercamiento a la Iglesia y, sobre todo, un renovado interés por aproximarse al «Dios cercano» que el Papa proclama. Somos muchos los que nos sentimos diariamente enriquecidos por este anuncio alegre de Benedicto XVI, sazonado por la luz de la fe, expuesto con todos los recursos de la inteligencia, con un lenguaje cristalino y con el testimonio de su relación personal con Jesucristo. Que el Señor nos los conserve por muchos años como guía de la Iglesia, para bien de la Humanidad entera.