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Navarro-Valls sobre Wikileaks

Original italiano: http://scriptor.typepad.com/files/il-potere-messo-a-nudo.pdf

Resumen de Euro-Topics: http://mobile.eurotopics.net/m-es/ps/top/detail/ARTICLE80254

En el marco del debate actual en torno a Wikileaks, el antiguo portavoz del Vaticano Joaquín Navarro-Valls defiende en el periódico liberal de izquierda La Repubblica la trascendencia moral de la transparencia lograda gracias a las revelaciones: “El fenómeno de Wikileaks, a fin de cuentas, no constituye una patología violenta del mundo mediático, sino la incapacidad de la vieja política de ajustarse a una realidad en la que todo puede hacerse público … . El único remedio que resta a las autoridades para resistir al chismorreo global es practicar una autoridad personal y responsable en el ejercicio del poder. Porque en el futuro será imposible ser pervertido y parecer puro o ser belicista y parecer pacifista. La era de Internet ya no otorga descuentos a nadie. No tanto porque la apariencia cuenta más que el ser, sino más bien porque el ser se ha vuelto inseparable de la apariencia misma. Puede parecer bueno sólo quien realmente lo es y parecer malo sólo quien hace todo por parecer bueno. Una paradoja que todavía logra más bien ahuyentar la hipocresía que debilitar a las autoridades. Wikileaks, en resumen, podría tornarse una garantía final de que los valores que no son virtudes no sobrevivan, porque tarde o temprano serán desenmascarados por los comportamientos incoherentes de los falsificadores de la moral pública.”

Navarro Valls en La Vanguardia

Publicado en La Vanguardia el 2/6/10

Fuente:  http://www.lavanguardia.es/premium/epaper/20100602/53938746203.html

Joaquín Navarro-Valls, ex portavoz de la Santa Sede, vivió junto a Juan Pablo II

“No existe nada más importante que un ser humano”

Tengo 73 años. Nací en Cartagena y vivo en Roma. Soltero. Doctor en Psiquiatría y licenciado en Periodismo. Presido un comité asesor de la facultad de Medicina de Roma. Hoy no se sabe quién es el ser humano, pero se legisla sobre él. Me considero un ser creado

IMA SANCHÍS
Usted no se ha casado.

Cuando dices que sí a una cosa, estás diciendo no a otras muchas. Yo abracé una idea radical de cristianismo siendo laico.

¿Deseaba trabajar en el Vaticano?

Un día recibí una llamada: “Tiene usted que almorzar con el Papa”. Pensé que era una broma, jamás me lo había planteado.

Permaneció 22 años, ¿apasionante?

Sí, increíble, ves la historia mientras se está haciendo y por quien la está haciendo.

¿Cómo era Juan Pablo II?

Poseía una alegría profunda. En las situaciones más tremendas y duras hacía reír a sus colaboradores.

¿Nunca le oyó levantar el tono?

Se enfadaba cuando veía seres humanos humillados y violentados física y moralmente. No podía soportar los abusos.

Sin embargo, varios seminaristas habían denunciado ante él los abusos del padre Maciel y no se les hizo caso hasta que acudieron a la prensa.

El representante de los Legionarios de Cristo escribió una carta en la que juraba que ninguna de las acusaciones era verdadera. Pese a ello, el proceso canónico contra él empezó en el pontificado de Juan Pablo II y terminó el primer año de Benedicto XVI.

La pederastia es un lastre que ha arrastrado la Iglesia durante mucho tiempo.

Se estima que uno de cada cinco niños ha sufrido abusos por parte de adultos. Hay países muy respetables que han firmado la Declaración de Derechos Humanos y que admiten en su país que un hombre pueda tomar por esposa a una niña de 7, 8 y 9 años, y la comunidad internacional no dice nada.

Quizá el problema de la Iglesia ha sido el secretismo, la ocultación.

Yo no defiendo a nadie, simplemente contemplo el fenómeno en su amplitud estadística, me asusta su dimensión y la pasividad con que gobiernos e instituciones afrontan el problema. Podrían ser acusados todos ellos de encubridores.

¿Wojtyla tenía sentido del humor?

El día que le comenté que no era bueno que una misma persona estuviera tantos años en mi puesto, él fingió que pensaba seriamente y luego dijo como para sí: “El doctor Navarro ha dicho una cosa muy importante que hay que reflexionar muy bien. Recuérdemelo dentro de cinco años”. Bromeó hasta el momento de su muerte.

Su relación era estrecha…

Cada noche cenábamos juntos. Un día fui buscarlo y estaba en su capilla. Entré de puntillas y lo vi frente al sagrario cantando canciones populares polacas. ¿Quería distraer a Dios?… Era tremendamente humano.

¿Afectuoso y tierno con Dios?

Sí. Recibía miles de cartas conmovedoras de todo el mundo, la mayoría, para que rezara por alguien. Dio la orden de que le hicieran de cada carta un pequeño papelito con el nombre de la persona, país y tema, y los guardaba en el reclinatorio de su capilla privada. Sus oraciones iban destinadas a ellos.

No perder el humor y la inocencia es una capacidad de grandes hombres.

Cierto, escribí un artículo sobre el buen humor de los santos: si crees de verdad que Dios te creó y que está abierto a que tú le hables, esa seguridad de no estar solo te lleva a pensar que, pase lo que pase en tu vida, el final es un final feliz.

¿Usted tiene esa certeza?

Sí, por gracia de Dios, porque o te lo dan o sólo te queda pedirlo. Decía Pascal que un ser humano es verdaderamente grande cuando se pone de rodillas, cuando aprende a pedir lo que le falta.

¿Qué ha sido lo mejor que le ha pasado?

Nacer, ser. En un momento en que hay un problema serio de respeto por la vida, estoy convencido de que ser es mejor que no ser.

¿Cuál ha sido su caballo de batalla?

Salir de mí mismo: darte cuenta de que lo que está fuera de ti es más importante que tú.

El suyo fue un trabajo de 24 horas.

Nada que ver con el del Papa, que, además, era mayor, por eso le empujé en algunas ocasiones a irnos a esquiar. Una página de la historia: el Papa atravesando el caos del tráfico de Roma en un coche sin identificar, parando en todos los semáforos. Yo cruzaba los dedos para que nadie lo reconociese.

También ha estado inmerso en un mundo de intrigas, envidias, mezquindades…

Sí, pero cualquier personas que ha hecho cosas despreciables sigue albergando eso que puede resurgir aunque él lo ignore. Si lo ves así, el mundo de las relaciones se abre.

Ha frecuentado a grandes personas.

Una de ellas fue Mijail Gorbachov, al que no se ha hecho justicia, porque fue el responsable de que cayera el Muro. Y los ojos de la madre Teresa no los olvidaré, eran los de una chiquilla de 9 años. ¡Una alegría!… Y después de su muerte nos hemos enterado de que vivió en un estado de negrura, de duda permanente.

… Vio demasiada injusticia.

En Calcuta visité con ella aquellas inmensas estancias llenas de moribundos, hindúes, musulmanes, que ella recogía por las calles. “¿Usted los convierte?”, le pregunté. “No – me dijo-,sólo pretendo que personas que han vivido como bestias puedan morir como hijos de Dios, es decir: lavados, peinados, alimentados”.

¿Cuál ha sido la gran lección?

Que nunca puedes instrumentalizar a otro por un fin mayor, porque no existe nada más importante que un ser humano.

Navarro-Valls: «Solo la Iglesia se ha mostrado radical contra la pederastia»

Entrevista a Joaquín Navarro-Valls

Núria Navarro // El Periódico

Fuente: www.elperiodico.com

Durante 22 años fue portavoz del papa Juan Pablo II y durante 15 meses, de Benedicto XVI. Un récord absoluto en 20 siglos de historia de la cristiandad. Joaquín Navarro-Valls (Cartagena, 1936), supernumerario del Opus Dei, hombre inteligente y seductor, tiene el Vaticano y el mundo entero en la cabeza. Ahora ha vuelto a la medicina y a la escritura, sus pasiones. El próximo jueves se instala en las librerías Recuerdos y reflexiones (Plaza & Janés), un libro de artículos que debería leer «toda persona que en esta época tenga miedo a que se nos olvide pensar», apunta.

–Su nuevo yo le producirá cierta extrañeza, ¿no?

–En absoluto. El trabajo de estos años no me exigía dejar las características personales en la puerta. Era consciente de que tenía que ayudar a comunicar un universo de valores humanos y cristianos muy precisos. Pero le diré un pequeño secreto: durante todo el tiempo en el que el trabajo era un trabajo de 24 horas al día, nunca dejé de tener presente la medicina. Siempre procuré actualizar mis conocimientos.

–Ahora que está fuera, ¿en la trastienda del Vaticano se pierde la fe o sale fortalecida?

–La fe es un don. Se recibe, no se crea. De por sí, las miserias ajenas y las propias no deberían disminuir la fe, porque entran en el presupuesto. El santo no es el que no tiene defectos sino aquel que hace obras de arte con sus defectos, superándolos. Solo al ingenuo que se acerca al ser humano pensando que es impecable, le puede causar sorpresa el error de los demás.

–La fe precisa modelos.

–Lo que precisa modelos es la ética.

–¿Los hay en la Santa Sede?

–La media es muy alta. Luego hay algunos que son santos. Pero he tenido la suerte de no encontrar delincuentes. Y lo digo sinceramente. Son seres humanos.

–Si no perdió convicción, ¿por qué renunció a ser portavoz de Benedicto XVI?

–Llegó un momento en que estaba convencido de que no era bueno para una Santa Sede tan mediatizada. Poco después de su elección, Benedicto XVI me preguntó: «¿Usted le había planteado alguna vez a Juan Pablo II dejarlo?». Le contesté que tres veces. «¿Y qué le respondió?», me interrogó. «Como sabe, hacía broma de casi todo –le conté–; dijo que tenía que reflexionar y me respondió: ‘Recuérdemelo dentro de cinco años’». Pero tenía que dejarlo. Piense que he conocido a 12 portavoces de la Casa Blanca… No fue por el cambio de pontificado, le aseguro.

–Sin embargo, la marca Benedicto XVI –un Papa intelectual pero anticlimático– es más difícil de vender.

–Yo no lo veo así. Benedicto XVI es, desde san Pedro hasta hoy, el Papa que tiene la mayor bibliografía personal. Ha publicado 40 libros y 800 artículos, tiene 18 honoris causa y ha aceptado debates en la escéptica Oxford. ¿Qué significa todo eso? Que hay una riqueza de ideas extraordinaria. Habrá que ver si las vehicula adecuadamente o no.

–Los tiempos reclaman un perfil más social que intelectual, ¿no cree?

–Creo que estamos en un momento de la humanidad en que hay una gran ambigüedad en los conceptos. Cada palabra significa ocho cosas distintas. Que haya un Papa que quiera hacer una clarificación semántica es un trabajo extraordinariamente necesario. Sus escritos son leidísimos en el mundo académico.

–Wojtila había hecho teatro de joven, dominaba la escena, conectaba.

–Siempre he sido reacio a las comparaciones. Cuando Juan Pablo II fue elegido tenía 58 años y cuando lo fue el cardenal Ratzinger, tenía 78 años. ¡Por el hecho de haber aceptado ya es como para levantarle un monumento! Yo he vivido desde dentro la estrechísima colaboración personal entre Juan Pablo II y el cardenal Ratzinger. En los borradores de documentos escritos por Juan Pablo II se repetía siempre una frase: «Que lo vea Ratzinger».

–También pidió en su testamento que continuara la reforma de la Iglesia. Parece que no será así.

–Reformas hay. No veo a ninguna institución política, cultural o educativa que esté haciendo lo que la Iglesia bajo Ratzinger frente al repugnante tema de la pederastia. ¡No caigamos en la hipocresía de pensar que la pederastia es cosa de cuatro eclesiásticos! Es una cosa bestial que afecta a millones de niños en todo el mundo. Hay países miembros de Naciones Unidas donde es legal que el hijo de un jeque se case con una niña de 7 años y la comunidad internacional no dice ni una palabra.

–No es exactamente lo mismo.

–Mire, el 90% de los abusos a niños se consuman en el entorno familiar y el asunto queda en el ámbito jurídico- penal. No veo a ninguna institución que tenga una reacción proporcional a la de la Iglesia

–Una reacción tibia y tardía.

–Una reacción muy radical. Sin parangón, insisto.

–Hay quien señala a Juan Pablo II como inductor del silencio de algunos de esos casos.

–En su mayoría son hechos acaecidos en los años 60 y silenciados por las mismas víctimas. Y menos mal que hablaron… aunque lo hicieran en un contexto jurídico-económico. Cuando Juan Pablo II tuvo noticia de la dimensión y la gravedad del problema, llamó a Roma a todos los cardenales americanos para discutir exclusivamente el tema.

–Hablar no es tomar medidas.

–Se empezaron a tomar medidas. También está el triste y enigmático caso de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo [acusado de abuso sexual contra seminaristas y menores de edad]. Yo mismo di la comunicación de las sanciones en mayo del 2006, el primer año de pontificado de Benedicto XVI, pero el proceso canónico se inició en el de Juan Pablo II. Leer que el Papa había protegido a Maciel me causa indignación.

–La teoría conspiratoria ve en este asunto un ajuste entre facciones cara al próximo cónclave.

–¡Quíteselo de la cabeza!

–Se ha levantado polvareda…

–La polvareda se inició con el artículo de Laurie Goodstein en el New York Times [afirmaba que en 1996 el entonces cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, archivó el proceso al sacerdote Lawrence Murphy, de la diócesis de Milwakee, culpable de 200 casos de abusos]. Esa periodista no subrayó que la policía interrogó a Murphy y lo declaró inocente. ¿Por qué no dicen que los policías de Milwakee son encubridores?

–Quizá el remedio sea poner fin al celibato.

–La cuestión no es «celibato, sí» o «celibato, no». Nada tiene que ver con el amor humano y menos aún con la sexualidad. Tiene que ver con la imposibilidad que la modernidad nos ha metido dentro de decir «para siempre». Frente a eso, propone el «me tengo que dejar las puertas abiertas». Todo es una prueba. La modernidad nos ha reducido. Nos ha hecho enanos. Gran parte del éxito de Juan Pablo II con los jóvenes es haberles dicho: «Sois capaces de decir ‘para siempre’. Sois muy superiores a todas las hipótesis sobre vosotros que la modernidad os otorga».

–Sin embargo, se van dando de baja muchos socios del club.

–¿Esos que se dan de baja estaban dentro del club? Quizá para algunos sea una época de purificación intelectual. Creían por razones falsas. El tema de la fe es una particular relación entre uno y Dios. Si pensaban que unas miserias humanas pueden cercenar esa relación es que se equivocaban. Es otra cosa.

–¿Qué cosa es?

–Creo en Dios porque me creo al pie de la letra las dos líneas del Génesis que dicen: «Y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza». Si eso es verdad, ¡caramba!, cambia todo. Si eso es verdad, yo le debo a usted un respeto que va infinitamente más allá de cualquier cosa que se me pueda ocurrir sobre usted. Decía Pascal: «El hombre es realmente grande cuando se pone de rodillas». ¿Qué quiso decir?

–Usted dirá. Así, de repente, no suena muy bien.

–Quiere decir que una actitud humana básica es la de rezar, porque el hombre debería tener muy claro cuáles son sus límites frente al dolor, frente a cómo digiere los desprecios de los demás y, eventualmente, frente a la muerte. Y si veo los límites, veo cuáles son mis posibilidades. Y me convierto en un ser optimista, porque sé que, pase lo que pase, al final de todo esto hay un happy end. Si no me lo creo, la vida no solo es un drama sino que no merece la pena. Si no me la creo, entiendo incluso lo ininteligible: el suicidio.

–Usted tiene razones para el optimismo. Ha tenido poder, y mucho.

–Y usted se lo cree.

–Sí, señor.

–Es inevitable que, cuando te expones a salir en los medios, la gente asocie presencia a poder real. Pero no he pretendido ni he querido poder alguno ni en el Vaticano ni en otros puestos. Mire el apego que tenía al poder, que solo quería dedicar algunos años de mi vida a leer y al estudio de la medicina.

–Entretanto, revolucionó la comunicación vaticana.

–En el campo de la comunicación he llegado a conclusiones muy pedestres. Comunicar es tener algo que decir –los medios están llenos de espacios donde alguien que no tiene nada que decir dice algo porque siente la necesidad de que los demás se acuerden de que está vivo– y adaptar lo que tienes que decir al medio en el que lo dices. Juan Pablo II aceptó eso y yo intenté ayudarlo.

–Hizo más cosas.

–Quizá instaurar otro modo de trato con los periodistas acreditados (6.000 el último mes de papado de Juan Pablo II, más que en unos JJOO). A veces me decían: «No se fíe usted de ese, que es un homosexual escandinavo… ». «¡Y a mí qué me importa! – respondía–. Es un colega que se gana el pan con este trabajo».

–Fue el artífice del encuentro de Juan Pablo II con Gorbachov, símbolo del fin de la guerra fría.

–Fui un año antes a Moscú, en junio de 1988, cuando la perestroika era una hipótesis. Gorbachov me recibió en su despacho del Kremlin con una sonrisa. Era un hombre lleno de vitalidad. Un año después vino al Vaticano. Pero eso forma parte del abecé del trabajo… Cuando alguna vez Juan Pablo II o Benedicto XVI agradecían mis servicios, siempre les contestaba: «No me dé las gracias, me paga para esto; poco, pero me paga». Estar cerca de la Historia no significa ser el motor de la Historia.

–¿Y cómo ve la Historia ahora?

–En esta tardomodernidad hay un nivel de inseguridad crítico. Cuando este Papa, antes de resultar elegido, habló de la «dictadura del relativismo » estaba diciendo algo muy importante.

–Usted aventuró que, cuando abandonara la plaza de San Pedro, se ordenaría sacerdote.

–Nunca lo pensé. No es mi dirección de vida.

–¿Cuál es su dirección de vida?

–Soy feliz por volver a mi primer amor profesional que era y sigue siendo la medicina. Trabajo en la Universidad Campus Bio-Médico de Roma, y también en la joven facultad de Medicina de la UIC.

–Me interesaba menos el trabajo que la persona.

–Aspiro a vivir. Estamos tan ocupados con el vivir que se nos olvida la riqueza del hecho de vivir. Párate y reflexiona sobre la maravilla de que es mejor ser que no ser, y díselo a la pobre mujer que se enfrenta a la decisión de un aborto. Entre el ser y la nada, el ser.

Navarro Valls: entrevista 7/5/2010

font: http://www.tv3.cat/videos/2890350

Entrevista d’actualitat al Dr. Joaquín Navarro Valls, exportaveu de Joan Pau II i Benet XVI a TV3 (idioma: català preguntes; castellà respostes)

Entrevista de actualidad al Dr. Joaquín Navarro Valls, antiguo jefe de la Sala de Prensa Vaticana, en TV3 (idioma: preguntas en catalán, respuestas en castellano)

Interview with Dr. Joaquín Navarro-Valls at TV3 (languages: questions in catalan, answers in spanish)

Il Papa e lo scandalo della pedofilia

“I media riempiono lo spazio pubblico con la “struggente realtà” dei casi criminali. E l’accusa si alza progressivamente
“Meglio smettere di parlare e cominciare a discutere della furibonda fobia scatenata contro la Chiesa cattolica””

Joaquín Navarro-Valls // La Repubblica

http://www.repubblica.it/esteri/2010/04/01/news/papa-tribunale-3062132/

El Papa y el escandalo de la pedofilia

Joaquín Navarro-Valls // La Repubblica, 1/4/2010

Traducción de: http://www.conelpapa.com/papabenedictoxvi/pederastia7.htm


En las dos últimas semanas los medios han llenado el espacio público con la dolorosa y destructiva realidad de los casos criminales de pedofilia.

La acusación se ha ido levantando progresivamente como consecuencia de una serie de revelaciones provenientes de diversos países europeos, tocantes a casos de abusos sexuales perpetrados a menores por parte de sacerdotes. Leyendo las informaciones parece incluso que se trate de un “scoop” gigantesco, y que ahora –gracias a estas geniales revelaciones- esté emergiendo un sotobosque podrido en el seno de la Iglesia católica.

Ciertamente, en Austria, en Alemania y en Irlanda, como en casi todos los países en los que hay una presencia consistente de escuelas y organizaciones educativas eclesiásticas, ha habido fenómenos criminales graves de violaciones de la dignidad de la infancia.

El hecho es conocido. Y no es casualidad que en el Vía Crucis de 2005, el entonces cardenal Joseph Ratzinger no usara medias palabras cuando revelaba con disgusto: «!Cuánta suciedad hay en la Iglesia! Incluso entre quienes, en el sacerdocio, deberían pertenecer completamente a Jesús. ¡Cuánta soberbia! ¡Cuánta autosuficiencia!». Quizá lo hemos olvidado. Por tanto, se puede sin temor a un desmentido revelar que el problema existe en la Iglesia, es conocido por la Iglesia, y ha sido y será más adelante afrontado con decisión por parte de la misma Iglesia en el futuro.

Con todo, vamos a intentar reflexionar por un momento sobre la manifestación de la pedofilia en sí misma. Desde mi experiencia como médico puedo evidenciar algunos datos importantes, útiles para entender la gravedad y la difusión del problema.

Las estadísticas más acreditadas son elocuentes. Certifican que 1 chica de cada 3 ha sufrido abusos sexuales, y que 1 chico de cada 5 ha sido objeto de actos de violencia. El hecho verdaderamente inquietante, divulgado no sólo en las publicaciones científicas sino incluso en la CNN, nos dice que el porcentaje de quienes –según una muestra representativa de la población- han molestado sexualmente a un niño se mueve entre el 1 y el 5%. Es decir, una cifra impresionante.

Los actos de pedofilia han sido llevados a cabo por parte de los padres o de parientes cercanos. Hermanos, hermanas, madres, “canguros” o tíos, son los abusadores más comunes de los niños. Según el departamento de Justicia estadounidense casi todos los pedófilos acusados por la Policía eran varones en un 90% de los casos. Según Diana Russell, el 90% de los abusos sexuales se lleva a cabo por personas que tienen conocimiento directo de las pequeñas víctimas, y permanecen dentro de la complicidad familiar.

Un aspecto destacado, por desgracia, es que en el 60% de los casos de violencia, quienes la sufren tienen menos de 12 años, y en la inmensa mayoría de los casos los abusadores son personas de sexo masculino y con parentesco de sangre con las víctimas.

Estas estadísticas muestran, por tanto, un cuadro claro y más bien amplio de la práctica de la violencia sobre la infancia. Teniendo en cuenta que estos datos se refieren únicamente a los hechos denunciados, patentes o de todos modos conocidos, podemos fácilmente imaginar la magnitud del dramatismo que se esconde tras esta realidad, aún más difundida en países que por razones culturales no consideran nítidamente que esta violencia sea una obscenidad aberrante.

Con esto, dirigir la atención exclusivamente sobre quienes de modo evidente pueden inscribirse en la categoría general de abusadores sexuales, siendo sin embargo sacerdotes, puede ser verdaderamente una desviación del asunto. En este caso, en efecto, el porcentaje desciende hasta convertirse en un fenómeno estadísticamente mínimo.

Cierto que nada podrá apartar los sentimientos y la vergüenza que se siente ante estas revelaciones recientes referidas a la Iglesia, incluso aunque se refieran a hechos sucedidos hace decenios y probablemente cubiertos con gravísimas formas de complicidad. Podemos estar seguros, partiendo de la carta pastoral a Irlanda, de la semana pasada, de que Benedicto XVI tomará todas las medidas que serán necesarias para expeler a los culpables y juzgarlos sobre los crímenes reales cometidos por las personas implicadas.

¿Por qué no debería hacerlo? ¿Qué utilidad tendría eso?

De todos modos, evitemos caer en la trampa de la hipocresía, sobre todo al estilo de la puesta recientemente en escena por el New York Times al referir el caso del reverendo Murphy. Porque ahí, la autora del artículo no valora, ni saca consecuencias, ni señala con relieve adecuado, el hecho de que la Policía –que había recibido denuncias al respecto- lo había dejado libre como inocente.

¿Hay algún Estado que ha hecho una investigación en profundidad sobre este tremendo fenómeno, tomando medidas claras y explícitas –incluso preventivas- contra los abusos de pedofilia que hay entre los propios ciudadanos, en las familias, o en las instituciones educativas públicas? ¿Qué otra confesión religiosa se ha movido para desemboscar, denunciar y asumir públicamente el problema, sacándolo a la luz y persiguiéndolo explícitamente?

Evitemos, sobre todo, la insinceridad: la de concentrarnos sobre el limitado número de casos de pedofilia verificados en la Iglesia católica, sin abrir en cambio los ojos ante el drama de la infancia violada y abusada demasiado a menudo y por todas partes, pero sin escándalos.

Si deseamos combatir los delitos sexuales sobre los menores, al menos en nuestras sociedades democráticas, entonces debemos evitar ensuciarnos la conciencia, mirando exclusivamente hacia donde el fenómeno se produce con gravedad moral quizá incluso mayor, pero en medida ciertamente menor.

Antes de poder juzgar a quien hace algo, se debería tener los redaños y la honestidad de reconocer que no se está haciendo lo suficiente. Y procurar hacer algo semejante a lo que está haciendo el Papa. Si no es así, sería mejor dejar de hablar de pedofilia y comenzar a discutir acerca de la fobia furibunda desencadenada contra la Iglesia católica.

Esta última acción, en efecto, parece hecha con gran habilidad y con escrúpulo meticuloso en la investigación, y –sin embargo- con evidente mala fe.