Category Archives: La Iglesia en la prensa

Vatileaks o la desinformación masiva sobre Benedicto XVI y el Vaticano

Marc Argemí//B16Links

Los fabricantes de desinformación, que existen, saben que hay algo mucho mejor que conseguir que la gente crea las intoxicaciones informativas que ellos inventan con medias verdades: es conseguir que la audiencia acepte como buena la interpretación de la situación que se deduce de esos datos. Y estos desinformadores, que existen y actúan, saben que hay dos armas para instrumentalizar los medios en beneficio propio: los rumores y las filtraciones. El caso conocido como Vatileaks, o la filtración masiva de documentos confidenciales del Vaticano, es paradigmático de las dos cosas.

Los hechos

25 de enero de 2012: una emisión del programa Gli Intocabili, hace pública una carta fechada el 7 de julio de 2011, escrita por el entonces secretario general del Gobierno del Estado del Vaticano, Carlo Maria Viganò y dirigida a Benedicto XVI, en la que se denunciaban ciertas corruptelas en la gestión económica de la Santa Sede: aquí la media verdad. Su nombramiento como nuncio en los Estados Unidos cabría interpretarlo como un castigo por haber intentado hacer limpieza: aquí la desinformación completa.

El programa del periodista Gianluigi Nuzzi no dice, por ejemplo, que los hechos denunciados en las cartas de Viganò sí fueron objeto de una investigación interna, como apuntaba en su día el vaticanista Andrea Tornielli. El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, emitió un comunicado en el que además de defender la honorabilidad de Viganò, criticaba el tratamiento mediático “parcial y banal, exaltando evidentemente los aspectos negativos, con el fácil resultado de presentar las estructuras del gobierno de la Iglesia no tanto como afectadas por la fragilidad humana –lo cual sería fácilmente comprensible-, sino como caracterizadas en profundidad por pendencias, divisiones y luchas de intereses”. El 4 de febrero salía al paso de las acusaciones la misma presidencia del Gobierno del Estado del Vaticano, para rebatir como carente de fundamento la impresión que daban las cartas. La cuestión sería aún un poco más articulada, a juzgar por otro vaticanista bien informado, Sandro Magister, quien sugiere motivaciones relacionadas con las expectativas profesionales de Viganò.

El 8 de febrero, el mismo programa de televisión cargaba contra la gestión del Instituto de Obras de Religión (IOR), conocido popularmente como el banco del Vaticano, tomando como base otro documento confidencial filtrado clandestinamente. Acusaciones que fueron rebatidas al día siguiente.

El 14 de febrero, Lombardi recomendó “calma y sangre fría y recurso abundante a la razón” en un largo comunicado, después de que se filtrara una alocada teoría sobre un complot para acabar con la vida del Papa, que publicó Il Fatto Quotidiano.

El 25 de abril se comunicaba la creación de una comisión de investigación para esclarecer el origen de las filtraciones, formada por tres cardenales: Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore de Giorgi.

El gran estallido ha sido la aparición del libro Sua Santità, con decenas y decenas de documentos privados, facilitados por algunos topos dentro del Vaticano a Nuzzi. El libro coincide en el tiempo con la detención de un presunto topo, el 23 de mayo: Paolo Gabriele, mayordomo de Su Santidad.

Hasta aquí los hechos.

El nuevo libro ha desconcertado por lo que supone, más que por lo que dice. Hay revelaciones que dejan en mala posición algunas personas, como el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone, o el cardenal de Milán Angelo Scola, o incluso el veterano periodista italiano Bruno Vespa. Pero más preocupante resulta la impresión que se transmite: que un número tan elevado de documentos pueda ser filtrado implica la deslealtad de personas depositarias de gran confianza, y la falta de pericia o la complicidad de personas en cargos de responsabilidad, por no hablar de los objetivos de que éstas actividades buscarían.

Las interpretaciones

A partir de aquí surge una sucesión de interpretaciones interesadas, noticias improvisadas, rumores que parecen más la proyección de deseos que historias con cierto fundamento, la mayoría de los cuales sirven para constatar que la operación de desinformación provocada por los filtradores de documentos ha logrado su objetivo: instalar en la mente de la audiencia la percepción del Vaticano como un lugar de intrigas por el poder, de hipocresía, de corrupción y en flagrante incoherencia respecto al mensaje cristiano.

Las tesis se abonan sin datos contrastados, pero adquieren notoriedad por el aliento que le prestan algunas voces siempre dispuestas a tales oficios, como Hans Küng, y por la habilidad con la que los mismos filtradores de documentos conceden declaraciones explosivas a los medios, como las publicadas en La Repubblica, utilizando la misma forma clandestina y anónima de los rumores. En general, las acusaciones señalarían un culpable, el actual secretario de Estado, Bertone. Las declaraciones anónimas de los cuervos, como se denomina a los filtradores, aseguran que estarían haciendo este trabajo para ayudar al Papa en una supuesta lucha contra personas de su entorno.

Pero muchas de las hipótesis publicadas por los principales medios son difícilmente sostenibles y aún quedan muchos ángulos oscuros por esclarecer en el caso. No parece plausible, por ejemplo, que los filtradores quieran ayudar al Papa: es obvio a los ojos de cualquier observador que al Papa le perjudica enormemente el desprestigio que supone todo. Tampoco se ve cómo querrían cargarse a Bertone cuando saben, porque trabajan en el Vaticano, que este tipo de ataques públicos pueden provocar, como reacción, que el afectado sea confirmado en el cargo (como ha ocurrido). Ni, menos aún, se ve que miembros de la carrera diplomática puedan arriesgar su posición de esta manera en lugar de esperar, pacientemente, al ya próximo recambio de un cardenal que tiene la jubilación a la vuelta de la esquina.

Hay hipótesis, por confirmar, que guardan más verosimilitud. Si algunas circunstancias podría manifestar esta historia, a juzgar por algunas fuentes, serían 1) la falta de categoría moral y profesional de ciertas personas que trabajan dentro del Vaticano y descuidan las normas deontológicas más elementales cuando filtran documentos, 2) una consiguiente falta de seriedad en los procesos de selección de personal en el Vaticano, 3) el áurea mítica y mistérica que continúa despertando el Vaticano en ambientes que no cuentan con la perspectiva de la fe para interpretarlo; 4) la falta de una estrategia de comunicación al uso para recuperar la iniciativa informativa, 5) la existencia, como en toda institución participada por personas, de fragilidades, 6) cierta sensación de descontrol de la información y 7) la facilidad con la que la esfera mediática cae seducida por una manipulación tan evidente como es la filtración parcial e interesada de material reservado.

En todo caso, son sólo hipótesis. Está por resolver quién está detrás de una operación de desprestigio de dimensiones tan grandes. Parece que el objetivo no es Bertone, sino Benedicto XVI: se toma como pretexto la gestión humana del estado del Vaticano para minar la credibilidad de un mensaje espiritual que se está demostrando un desafío para demasiados intereses, internos y externos ¿Habrá que recordar de nuevo que esta polémica se enmarca en una cadena de ataques a la reputación de un papa que parecía de transición, pero que mantiene la cabeza muy clara y que habla también muy claro, planteando una alternativa al indiferentismo en el que la cultura occidental parece haber caído?.

Benedicto XVI es quien más ha hecho contra la pederastia en la Iglesia, y se le llegó a denunciar como encubridor. La polémica, agria y agresiva, fue liderada por New York Times y llenó páginas y páginas durante meses en todo el mundo, pero prácticamente ningún medio de los que participó en el pim-pam-pum recogió la noticia, el pasado mes de febrero, sobre la decisión del abogado acusador de retirar la denuncia contra el pontífice. Benedicto XVI es quien más ha hecho para mejorar el funcionamiento económico del Vaticano, con cuatro nuevas leyes, y esta polémica parece querer sembrar dudas.

Se acerca el año de la fe, y un sínodo para la nueva evangelización. El Vatileaks podría servir de cortina de humo, de pantalla de ruido que ciertos fabricantes de desinformación desean para construir un muro de descrédito en torno a este Papa. Porque, lo más importante de todo, Benedicto XVI es quien más está haciendo por la renovación cultural de un decadente mundo occidental. Y hay quien le tiene miedo.

Seguiremos informando.

ACTUALIZACIÓN 5/6/12

RAI TG1: Scandalo Vaticano. Bertone: “Attacchi mirati e organizzati, il Papa non si lascia intimorire”

ACTUALIZACIÓN 4/6/12

Vatican Information Service: declaraciones del Papa

ACTUALIZACIONES 31/5/12:

Vatican Information Service: P. Lombardi “existe una línea de voluntad de verdad, de claridad, de voluntad de transparencia que, aunque necesita tiempo, avanza”

Rome Reports: Quién es quién en el caso (vídeo)

TV3. Entrevista a Gian Maria Vian (Osservatore Romano). A partir de 1:05:05 del vídeo

Andrea Tornielli: Gli effetti non voluti dei vatileaks

ACTUALIZACIONES 30/5/12

Vatican Information Service: EL PAPA HABLA SOBRE EL CASO TRAS LA AUDIENCIA DE LOS MIÉRCOLES (vídeo)

Vatican Information Service: ENTREVISTA A MONS. BECCIU EN OSSERVATORE ROMANO

Vatileaks o la desinformació massiva sobre Benet XVI i el Vaticà

Marc Argemí//B16Links

Els fabricants de desinformació, que existeixen, saben que hi ha una cosa encara millor que la gent cregui les intoxicacions informatives que inventen amb mitges veritats: aconseguir que l’audiència accepti com a bona la interpretació de la situació que se’n dedueix. I aquests desinformadors, que existeixen i actuen, saben que hi ha dues armes per instrumentalitzar els mitjans en benefici propi: els rumors i les filtracions. El cas conegut com Vatileaks, o la filtració massiva de documents confidencials del Vaticà, és paradigmàtic de les dues coses.

Els fets

25 de gener de 2012: una emissió del programa Gli Intocabili, fa pública una carta datada el 7 de juliol de 2011, escrita per l’aleshores secretari general del Govern de l’Estat del Vaticà, Carlo Maria Viganò i dirigida a Benet XVI, en la qual es denunciaven certes corrupteles en la gestió econòmica de la Santa Seu: aquí la mitja veritat. El seu nomenament com a nunci als Estats Units caldria interpretar-ho com un càstig per haver intentat fer neteja: aquí la desinformació completa.

El programa del periodista Gianluigi Nuzzi no diu, per exemple, que els fets denunciats en les cartes de Viganò sí van ser objecte d’una investigació interna, com apuntava en el seu dia el vaticanista Andrea Tornielli. El director de l’Oficina de Premsa de la Santa Seu, P. Federico Lombardi va emetre un comunicat on a més de defensar la honorabilitat de Viganò, criticava el tractament mediàtic “parcial i banal, exaltant evidentment els aspectes negatius, amb el fàcil resultat de presentar les estructures del govern de l’Església no tant com afectades per la fragilitat humana -cosa que seria fàcilment comprensible-, sinó com caracteritzades en profunditat per batusses, divisions i lluites d’interessos”. El 4 de febrer sortia al pas de les acusacions la mateixa presidència del Govern de l’Estat del Vaticà, per rebatre com mancada de fonament la impressió que donaven les cartes. La qüestió seria encara una mica més articulada, a jutjar d’un altre vaticanista ben informat, Sandro Magister, que suggereix motivacions relacionades amb les expectatives professionals de Viganò.

El 8 de febrer, el mateix programa de televisió carregava contra la gestió de l’Institut d’Obres de Religió (IOR), conegut popularment com el banc del Vaticà, prenent com a base un altre document confidencial filtrat clandestinament. Acusacions que van ser rebatudes l’endemà.

El 14 de febrer, Lombardi va recomanar “calma i sang freda i recurs abundant a la raó” en un llarg comunicat, després que es filtrés una eixelebrada teoria sobre un complot per acabar amb la vida del Papa, que va publicar Il Fatto Quotidiano.

El 25 d’abril es comunicava la creació d’una comissió d’investigació per esclarir l’origen de les filtracions, formada per tres cardenals: Julián Herranz, Jozef Tomko i Salvatore de Giorgi.

El gran espetec ha estat l’aparició del llibre Sua Santità, amb desenes i desenes de documents privats, facilitats per alguns talps dintre del Vaticà a Nuzzi. El llibre coincideix en el temps amb la detenció d’un presumpte talp, el 23 de maig: Paolo Gabriele, majordom de sa Santedat.

Fins aquí les dades.

El nou llibre ha desconcertat pel que suposa, més que pel que diu. Hi ha revelacions que deixen en mala posició algunes persones, com ara el cardenal secretari d’Estat, Tarcisio Bertone, o el cardenal de Milà Angelo Scola, o fins i tot el veterà periodista italià Bruno Vespa. Però més preocupant resulta la impressió que es transmet: que un nombre tant gran de documents pugui ser filtrat implica la deslleialtat de persones dipositàries de gran confiança, i la manca de perícia o la complicitat de persones en càrrecs de responsabilitat, per no parlar de les finalitats que aquestes activitats buscarien.

Les interpretacions

A partir d’aquí esclata una successió d’interpretacions interessades, notícies improvisades, rumors que semblen més projecció de desitjos que històries amb cert fonament, la majoria de les quals serveixen per constatar que l’operació de desinformació provocada pels filtradors de documents ha aconseguit l’èxit: instal·lar en la ment de l’audiència la percepció del Vaticà com un lloc d’intrigues pel poder, d’hipocresia, de corrupció i en flagrant incoherència respecte el missatge cristià.

Les tesis s’abonen sense dades contrastades, però adquireixen notorietat per l’alè que li presten algunes veus sempre disposades a tals oficis, com Hans Küng, i per l’habilitat amb la qual els mateixos filtradors de documents concedeixen declaracions explosives als mitjans, com les publicades a La Repubblica, utilitzant la mateixa forma clandestina i anònima dels rumors. En general, les acusacions assenyalarien un culpable, l’actual secretari d’Estat, Bertone. Les declaracions anònimes dels corbs, com s’anomena els filtradors, diuen que estarien fent aquesta feina per ajudar al Papa en una suposada lluita contra el seu segon.

Però moltes de les hipòtesis són difícilment sostenibles i encara queden molts angles obscurs per esclarir. No sembla plausible, per exemple, que els filtradors vulguin ajudar el Papa: és obvi als ulls de qualsevol observador que al Papa li perjudica enormement el desprestigi que suposa tot plegat. Tampoc es veu com voldrien carregar-se a Bertone quan saben, perquè treballen al Vaticà, que aquesta mena d’atacs públics poden provocar, com a reacció, que l’afectat sigui confirmat en el càrrec (com ha succeït). Ni, encara menys, que membres de la carrera diplomàtica arrisquessin la seva posició d’aquesta manera enlloc d’esperar, pacientment, al ja proper recanvi d’un cardenal que té la jubilació a tocar.

Hi ha hipòtesis, per confirmar, que guarden més versemblança. Si algunes circumstàncies podria palesar aquesta història, a jutjar per algunes fonts, serien 1) la manca de categoria moral i professional de certes persones que treballen dintre del Vaticà i descuiden les normes deontològiques més elementals en filtrar documents; 2) una consegüent manca de serietat en els processos de selecció de personal en el Vaticà; 3) la flaira mítica i mistèrica que continua despertant el Vaticà en ambients que no compten amb la perspectiva de la fe per interpretar-lo; 4) la manca d’una estratègia de comunicació a l’ús per recuperar la iniciativa informativa; 5) l’existència, com a tota institució on hi participen persones, de fragilitats, 6) certa sensació de descontrol de la informació i 7) la facilitat amb la qual l’esfera mediàtica cau seduïda per una manipulació tant evident com és la filtració parcial i interessada de material reservat.

En tot cas, són només hipòtesis. Està per resoldre qui hi ha darrera d’una operació de desprestigi de dimensions tan grans. Sembla que l’objectiu no és Bertone, sinó Benet XVI: es pren com a pretext la gestió humana de l’estat del Vaticà per minar la credibilitat d’un missatge espiritual que s’està demostrant un desafiament per a massa interessos, interns i externs. ¿Caldrà recordar de nou que aquesta polèmica s’emmarca en una cadena d’atacs a la reputació d’un papa que semblava de transició, però que manté el cap molt clar i que parla també molt clar, plantejant una alternativa a l’indiferentisme en el qual la cultura occidental sembla haver caigut?.

Benet XVI és qui més ha fet contra la pederàstia a l’Església, i se’l va arribar a denunciar com encobridor. La polèmica, agria i agressiva, va ser liderada per New York Times i va omplir pàgines i pàgines durant mesos arreu del món, però pràcticament cap mitjà dels que va participar en el pim-pam-pum va recollir la notícia, el passat mes de febrer, sobre la decisió de l’advocat acusador de retirar la denúncia contra el pontífex. Benet XVI és qui més ha fet per millorar el funcionament econòmic de l’Estat del Vaticà, amb quatre noves lleis, i aquesta polèmica sembla voler sembrar-hi dubtes.

S’acosta l’any de la fe, i un sínode per a la nova evangelització. El Vatileaks podria servir de cortina de fum, de pantalla de soroll que certs fabricants de desinformació desitgen per bastir un mur de descrèdit entorn d’aquest Papa. Perquè, el més important de tot, Benet XVI és qui més està fent per la renovació cultural d’un decadent món occidental. I hi ha qui li té por.

Seguirem actualitzant la informació.

ACTUALITZACIÓ 5/6/12

RAI TG1: Scandalo Vaticano. Bertone: “Attacchi mirati e organizzati, il Papa non si lascia intimorire”

ACTUALITZACIÓ 4/6/12

Vatican Information Service: declaracions del Papa

ACTUALITZACIONS 31/5/12:

Vatican Information Service: P. Lombardi “existeix una línia de voluntat de veritat, de claredat, de voluntat de transparència que, encara que necessita temps, avança”

Rome Reports: Qui és qui en el cas (vídeo)

TV3. Entrevista a Gian Maria Vian (Osservatore Romano). A partir de 1:05:05 del vídeo

Andrea Tornielli: Gli effetti non voluti dei vatileaks

ACTUALITZACIONS 30/5/12

Vatican Information Service: EL PAPA PARLA SOBRE EL CAS EN L’AUDIÈNCIA DELS DIMECRES (vídeo)

Vatican Information Service: ENTREVISTA A MONS. BECCIU A L’OSSERVATORE ROMANO

El periodismo religioso y la religión del periodismo

Cuando Dios se asoma por los medios, muchos periodistas no saben si incensarlo, ignorar su presencia o hacerle la enésima necrológica. Pero ¿por qué no hacer, simplemente, periodismo? 

Marc Argemí 

Corría el año 2009 cuando dos editores de  The Economist, la gran biblia de la élite liberal anglosajona, publicaban un ensayo documentadísimo, God is Back. La tesis central afirmaba que “las cosas que se suponía que destruirían la religión -democracia y mercados, tecnología y razón- se están combinando para hacerla más fuerte”. John Micklethwait y Adrian Wooldridge, un católico y un ateo, concluyeron que progreso y religión no sólo no eran enemigas, sino que iban de la mano en la mayoría de lugares del mundo. Europa y ciertos círculos intelectuales de la costa Este serían, en este sentido, una rareza.

Incomprensiblemente, el hecho de que dos influyentes periodistas se atrevieran a cuestionar uno de los pilares de la corrección política no atrajo la atención de los medios aquí. ¿Por qué? ¿por desidia? ¿por el anticlericalismo multisecular? ¿por una espiral del silencio promovida desde ciertas conspiraciones? La respuesta, cualquiera que sea, puede encontrarse en motivos mucho menos ideológicos. Si ningún medio de comunicación de España habló del ensayo exhaustivo de dos editores de la principal revista liberal del mundo tal vez no fue porque consideraran ofensiva la tesis de que promovían. Me atrevo a aventurar que, más bien, les resultaba incomprensible.

De un tiempo a esta parte, cierta religión del periodismo -ese conjunto de creencias apriorísticas que el gremio asume como carta de navegación imprescindible para el buen profesional- ha tendido a menudo a considerar el hecho religioso como algo de ratas de sacristía, si no -peor- como algo con reminiscencias franquistas que sólo gusta a cuatro viejas de derechas. En el mejor de los casos, un hecho digno de ser contemplado como una parte entrañable, aburrida y en el fondo irrelevante de la cotidianidad. Y, claro, cuando la situación ha llegado a este punto es fácil poner la excusa de que no se da información religiosa porque no hay gente que la pida.

Es caricatura, obviamente. Hay varias, y honrosas excepciones. Pero incluso estas excepcionales excepciones -unos pocos periodistas de prestigio- compartirán la apreciación de que hoy el periodismo en nuestros lares es predominantemente analfabeto en lo que respecta a cuestiones espirituales y religiosas. Una membrana de indiferencia parece haber envuelto con eficacia todo lo que huela a religioso, que permanece recluido, desprende olor a despensa mal ventilada y parece que sólo pueda lucir en museos o sacristías.

Esta situación perjudica al hecho religioso, pero también al periodismo. Un periodismo incapaz de descodificar un hecho social o personal como éste, de dar al menos pistas válidas para que la audiencia pueda hacerse un mapa comprensible de la situación, es un periodismo incompleto. Lo saben en el New York Times, que da una amplia cobertura en Religion and Belief,  o al Frankfurter Allgemeine, del que me contaban hace un tiempo que tenía dos redactores seniors especializados en religión.

Pero, ¿cómo informar de creencias, en un país como el nuestro, donde nuestros abuelos guardan en la memoria el recuerdo de los muertos por causa de la fe, y nuestros padres crecieron bajo un poder que tenía por oficial un credo determinado? Si para los primeros la religión tendría tonos épicos, para los segundos podría despertar ciertos resentimientos. Y entre los que hemos llegado después, la actitud más sugerente es la indiferencia.

Sin embargo, siempre he pensado que el hecho religioso y el periodismo se beneficiarán mucho mutuamente el día que descubran que tienen en común objetivos y enemigos. Ambos afirman buscar la verdad, y ambos combaten la ignorancia. La crisis de los medios tiene más en común con la crisis de la práctica religiosa de lo que pueda parecer en un principio: el relativismo ha disuelto en muchas personas las inquietudes para saber más sobre la verdad, el bien, el mal y la belleza. Si cada uno tiene su verdad particular, ¿qué necesidad hay de conocer los universales?

Bien, de acuerdo, pero ¿Es posible un periodismo religioso que recoja la dimensión trascendente de las personas, sea comprensible para el gran público y al mismo tiempo no sea aburrido? Parece la cuadratura del círculo y más cuando, como dice un amigo mío, a menudo se confunde la trascendencia con el aburrimiento, y si algo no quiere el periodismo es resultar aburrido.

Hay muchas formas de encuadrar el hecho religioso de forma que sea atractivo. Cada una tiene sus ventajas y sus carencias. La más frecuente es el enfoque deportivo. A imagen y semejanza de la prensa deportiva, se presentan los hechos siempre desde el prisma favorable al equipo de los lectores, sea éste el religioso o el antirreligioso. Más que describir la realidad, la vive y toma abiertamente partido: que ganen los míos. Las audiencias de este tipo de periodismo suelen ser las convencidas, de un lado y del otro.

Una segunda forma es la aproximación política: aplicar, por ejemplo, en la Iglesia, un esquema de derechas contra izquierdas, progresistas contra conservadores. Son simplificaciones que proporcionan un relato de la realidad, pero demasiado a menudo esa realidad que reflejan está sólo en la imaginación de quien escribe.

A veces resulta efectivo el esquema sensacionalista: una víctima, un agresor, unos hechos luctuosos y el medio de comunicación como garante de la justicia. Este es el esquema más repetido en la sección de sociedad, donde se han encajado tradicionalmente las informaciones sobre religión. Pero tal enfoque, en religión como en todos los otros campos, tiene el inconveniente de que es incapaz de hacer interesante el aspecto más trascendente, y puede caer en cambio en una espiral de sensacionalismo barroco, cada vez más rebuscado o escabroso.

Hay, todavía, una aproximación que mira exclusivamente la dimensión espiritual de la cosa, como algo desconectado de la actualidad más inmediata. Un personaje exótico, las nuevas terapias venidas de tierras lejanas, o incluso las novedades en la autoayuda, son algunos de los reclamos.

Algunos periodistas están intentando algo relativamente nuevo, y muy sencillo: hacer periodismo. Es decir, aplicar al hecho religioso el mismo rigor y la misma seriedad profesional que se pone para informar, por ejemplo, de la Fórmula 1. A ninguno de los periodistas que siguen la caravana de pilotos y escuderías de circuito en circuito se le pide que sepa conducir uno de esos coches de carreras. Pero a todos se les exige, en cambio, que expliquen bien qué es un pit-stop, como se obtiene una pole o qué reglamentación afecta al carburante. Mientras esta exigencia de profesionalidad esté presente, incluso los que somos aficionados de Ferrari toleraremos que al periodista se le note que apuesta por Red Bull.

El día que la religión del periodismo deje de ver el periodismo religioso como el patito feo, la opinión publicada será más completa y la religión saldrá de las trincheras defensivas que, por instinto de supervivencia, tantas veces ha tenido que refugiarse.

El periodisme religiós i la religió del periodisme

Quan Déu treu el nas pels mitjans, molts periodistes no saben si encensar-lo, ignorar la seva presència o fer-li l’enèsima necrològica. Però ¿per què no fer, simplement, periodisme?

Marc Argemí

Corria l’any 2009 quan dos editors del The Economist, la gran bíblia de l’elit liberal anglosaxona, publicaven un assaig documentadíssim, God is Back. La tesi central afirmava que “les coses que se suposava que destruirien la religió –democràcia i mercats, tecnologia i raó‑ s’estan combinant per fer-la més forta”. John Micklethwait i Adrian Wooldridge, un catòlic i un ateu, van concloure que progrés i religió no només no eren enemigues, sinó que anaven de la mà en la majoria d’indrets del món. Europa i certs cercles intel·lectuals de la costa Est serien, en aquest sentit, una raresa.

Incomprensiblement, el fet que dos influents periodistes s’atrevissin a qüestionar un dels pilars de la correcció política no va atraure l’atenció dels mitjans catalans. Per què? per desídia? per l’anticlericalisme multisecular? per una espiral del silenci promoguda per certes conspiracions? La resposta, sigui quina sigui, pot trobar-se en motius molt menys ideològics. Si cap mitjà de comunicació català va parlar de l’assaig exhaustiu de dos editors de la principal revista liberal del món potser no fou perquè consideressin ofensiva la tesi que promovien. M’atreveixo a aventurar que, més aviat, els resultava incomprensible.

D’un temps ençà, certa religió del periodisme –aquell conjunt de creences apriorístiques que el gremi assumeix com a carta de navegació imprescindible per al bon professional- ha tendit sovint a considerar el fet religiós com a cosa de rosegaaltars, si no –pitjor- com quelcom de reminiscències franquistes que només agrada a quatre iaies de dretes. En el millor dels casos, un fet digne de ser contemplat com una part entranyable, avorrida i en el fons irrellevant de la quotidianitat. I, és clar, quan la situació ha arribat en aquest punt és fàcil posar l’excusa de què no es dóna informació religiosa perquè no hi haurà gent que la demani.

És caricatura, òbviament. Hi ha diverses, i honroses excepcions. Però fins i tot aquestes excepcionals excepcions –uns pocs periodistes de prestigi- compartiran l’apreciació de que avui el periodisme català és predominantment analfabet pel que respecta a qüestions espirituals i religioses. Un tel d’indiferència sembla haver embolcallat amb eficàcia tot allò que faci tuf a religiós, que roman reclòs, desprèn olor a rebost mal ventilat i sembla que només pugui fer goig a museus o a sagristies.

Aquesta situació perjudica al fet religiós, però també al periodisme. Un periodisme incapaç de descodificar un fet social o personal com aquest, de donar almenys pistes vàlides perquè l’audiència es faci un mapa comprensible de la situació, és un periodisme incomplet. Ho saben al New York Times, que dóna una àmplia cobertura a Religion and Belief,  o al Frankfurter Allgemeine, del qual m’explicaven fa un temps que tenia dos redactors sèniors especialitzats en religió.

Però, com informar de creences, en un país com el nostre, on els nostres avis guarden en la memòria el record dels morts per causa de la fe, i els nostres pares cresqueren sota un poder que tenia com a oficial un sol credo determinat? Si per als primers la religió tindria tons èpics, per als segons podria evocar certs ressentiments. I entre els que hem arribat després, l’actitud més suggerent és la indiferència.

Malgrat això, sempre he pensat que el fet religiós i el periodisme es beneficiaran molt mútuament el dia que descobreixin que tenen en comú objectius i enemics. Ambdós afirmen cercar la veritat, i ambdós combaten la ignorància. La crisi dels mitjans té més en comú amb la crisi de la pràctica religiosa del que pugui semblar en un principi: el relativisme ha dissolt en moltes persones les inquietuds per a saber més sobre la veritat, el bé, el mal i la bellesa. Si cadascú té la seva veritat particular, quina necessitat hi ha de conèixer els universals?

Bé, d’acord, però ¿És possible un periodisme religiós que reculli la dimensió transcendent de les persones, sigui comprensible per al gran públic i al mateix temps no sigui avorrit? Sembla la quadratura del cercle i més quan, com diu un amic meu, sovint es confon la transcendència amb l’avorriment, i si una cosa no vol el periodisme és resultar avorrit.

Hi ha moltes formes d’enquadrar el fet religiós de forma que sigui atractiu. Cadascuna té els seus avantatges i les seves mancances. La més freqüent és l’enfocament esportiu. A imatge i semblança de la premsa esportiva, es presenten els fets sempre des del prisma favorable a l’equip dels lectors, sigui aquest el religiós o l’antireligiós. Més que descriure la realitat, la viu i pren obertament partit: que guanyin els meus. Les audiències d’aquest tipus de periodisme solen ser les convençudes, d’un costat i de l’altre.

Una segona forma és l’aproximació política: aplicar, posem per cas, a l’Església, un esquema de dretes contra esquerres, progressistes contra conservadors. Són simplificacions que donen un relat de la realitat, però massa sovint aquella realitat que reflecteixen està només en la imaginació d’aquell qui escriu.

De vegades resulta efectiu l’esquema sensacionalista: una víctima, un agressor, uns fets luctuosos i el mitjà de comunicació com a garant de la justícia. Aquest és l’esquema més repetit en la secció de societat, on s’han encabit tradicionalment les informacions sobre religió. Però tal enfocament, en religió com en tots els altres camps, té l’inconvenient que és incapaç de fer interessant l’aspecte més transcendent, i pot caure en canvi en una espiral de sensacionalisme barroc, cada cop més rebuscat o escabrós.

Hi ha, encara, una aproximació que mira exclusivament la dimensió espiritual de la cosa, com quelcom desconnectat de l’actualitat més immediata. Un personatge exòtic, les noves teràpies vingudes de terres llunyanes, o fins les novetats en l’autoajuda, en són alguns dels reclams.

Alguns periodistes estan intentant una cosa relativament nova, i molt senzilla: fer periodisme. És a dir, aplicar al fet religiós el mateix rigor i la mateixa serietat professional que es posa per informar, posem per cas, de la Fòrmula 1. A cap dels periodistes que segueixen la caravana de pilots i escuderies de circuit a circuit se li demana que sàpiga conduir un d’aquells cotxes de carreres. Però a tots se’ls exigeix, en canvi, que expliquin bé què és un pit-stop, com s’obté una pole o quina reglamentació afecta al carburant. Mentre aquesta exigència de professionalitat estigui present, fins i tot els que som aficionats de Ferrari tolerem que se’ls noti que aposten per Red Bull.

El dia que la religió del periodisme deixi de veure el periodisme religiós com l’aneguet lleig, la opinió publicada serà més completa i la religió sortirà de les trinxeres defensives on, per instint de supervivència, tantes vegades s’ha hagut de refugiar.

La borrachera numérica del “New York Times”

Lo he dicho mil veces, pero no me importa repetirlo de nuevo: un caso ya habría sido demasiado. Al mismo tiempo, hay que reconocer que no es lo mismo referirse a “decenas de millares”, como hace indulgentemente el New York Times, que a varios centenares, como muestran los informes publicados por la autoridad civil.”

Diego Contreras // La Iglesia en la prensa

http://www.laiglesiaenlaprensa.com/2010/04/la-borrachera-numérica-del-new-york-times.html