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El periodismo religioso y la religión del periodismo

Cuando Dios se asoma por los medios, muchos periodistas no saben si incensarlo, ignorar su presencia o hacerle la enésima necrológica. Pero ¿por qué no hacer, simplemente, periodismo? 

Marc Argemí 

Corría el año 2009 cuando dos editores de  The Economist, la gran biblia de la élite liberal anglosajona, publicaban un ensayo documentadísimo, God is Back. La tesis central afirmaba que “las cosas que se suponía que destruirían la religión -democracia y mercados, tecnología y razón- se están combinando para hacerla más fuerte”. John Micklethwait y Adrian Wooldridge, un católico y un ateo, concluyeron que progreso y religión no sólo no eran enemigas, sino que iban de la mano en la mayoría de lugares del mundo. Europa y ciertos círculos intelectuales de la costa Este serían, en este sentido, una rareza.

Incomprensiblemente, el hecho de que dos influyentes periodistas se atrevieran a cuestionar uno de los pilares de la corrección política no atrajo la atención de los medios aquí. ¿Por qué? ¿por desidia? ¿por el anticlericalismo multisecular? ¿por una espiral del silencio promovida desde ciertas conspiraciones? La respuesta, cualquiera que sea, puede encontrarse en motivos mucho menos ideológicos. Si ningún medio de comunicación de España habló del ensayo exhaustivo de dos editores de la principal revista liberal del mundo tal vez no fue porque consideraran ofensiva la tesis de que promovían. Me atrevo a aventurar que, más bien, les resultaba incomprensible.

De un tiempo a esta parte, cierta religión del periodismo -ese conjunto de creencias apriorísticas que el gremio asume como carta de navegación imprescindible para el buen profesional- ha tendido a menudo a considerar el hecho religioso como algo de ratas de sacristía, si no -peor- como algo con reminiscencias franquistas que sólo gusta a cuatro viejas de derechas. En el mejor de los casos, un hecho digno de ser contemplado como una parte entrañable, aburrida y en el fondo irrelevante de la cotidianidad. Y, claro, cuando la situación ha llegado a este punto es fácil poner la excusa de que no se da información religiosa porque no hay gente que la pida.

Es caricatura, obviamente. Hay varias, y honrosas excepciones. Pero incluso estas excepcionales excepciones -unos pocos periodistas de prestigio- compartirán la apreciación de que hoy el periodismo en nuestros lares es predominantemente analfabeto en lo que respecta a cuestiones espirituales y religiosas. Una membrana de indiferencia parece haber envuelto con eficacia todo lo que huela a religioso, que permanece recluido, desprende olor a despensa mal ventilada y parece que sólo pueda lucir en museos o sacristías.

Esta situación perjudica al hecho religioso, pero también al periodismo. Un periodismo incapaz de descodificar un hecho social o personal como éste, de dar al menos pistas válidas para que la audiencia pueda hacerse un mapa comprensible de la situación, es un periodismo incompleto. Lo saben en el New York Times, que da una amplia cobertura en Religion and Belief,  o al Frankfurter Allgemeine, del que me contaban hace un tiempo que tenía dos redactores seniors especializados en religión.

Pero, ¿cómo informar de creencias, en un país como el nuestro, donde nuestros abuelos guardan en la memoria el recuerdo de los muertos por causa de la fe, y nuestros padres crecieron bajo un poder que tenía por oficial un credo determinado? Si para los primeros la religión tendría tonos épicos, para los segundos podría despertar ciertos resentimientos. Y entre los que hemos llegado después, la actitud más sugerente es la indiferencia.

Sin embargo, siempre he pensado que el hecho religioso y el periodismo se beneficiarán mucho mutuamente el día que descubran que tienen en común objetivos y enemigos. Ambos afirman buscar la verdad, y ambos combaten la ignorancia. La crisis de los medios tiene más en común con la crisis de la práctica religiosa de lo que pueda parecer en un principio: el relativismo ha disuelto en muchas personas las inquietudes para saber más sobre la verdad, el bien, el mal y la belleza. Si cada uno tiene su verdad particular, ¿qué necesidad hay de conocer los universales?

Bien, de acuerdo, pero ¿Es posible un periodismo religioso que recoja la dimensión trascendente de las personas, sea comprensible para el gran público y al mismo tiempo no sea aburrido? Parece la cuadratura del círculo y más cuando, como dice un amigo mío, a menudo se confunde la trascendencia con el aburrimiento, y si algo no quiere el periodismo es resultar aburrido.

Hay muchas formas de encuadrar el hecho religioso de forma que sea atractivo. Cada una tiene sus ventajas y sus carencias. La más frecuente es el enfoque deportivo. A imagen y semejanza de la prensa deportiva, se presentan los hechos siempre desde el prisma favorable al equipo de los lectores, sea éste el religioso o el antirreligioso. Más que describir la realidad, la vive y toma abiertamente partido: que ganen los míos. Las audiencias de este tipo de periodismo suelen ser las convencidas, de un lado y del otro.

Una segunda forma es la aproximación política: aplicar, por ejemplo, en la Iglesia, un esquema de derechas contra izquierdas, progresistas contra conservadores. Son simplificaciones que proporcionan un relato de la realidad, pero demasiado a menudo esa realidad que reflejan está sólo en la imaginación de quien escribe.

A veces resulta efectivo el esquema sensacionalista: una víctima, un agresor, unos hechos luctuosos y el medio de comunicación como garante de la justicia. Este es el esquema más repetido en la sección de sociedad, donde se han encajado tradicionalmente las informaciones sobre religión. Pero tal enfoque, en religión como en todos los otros campos, tiene el inconveniente de que es incapaz de hacer interesante el aspecto más trascendente, y puede caer en cambio en una espiral de sensacionalismo barroco, cada vez más rebuscado o escabroso.

Hay, todavía, una aproximación que mira exclusivamente la dimensión espiritual de la cosa, como algo desconectado de la actualidad más inmediata. Un personaje exótico, las nuevas terapias venidas de tierras lejanas, o incluso las novedades en la autoayuda, son algunos de los reclamos.

Algunos periodistas están intentando algo relativamente nuevo, y muy sencillo: hacer periodismo. Es decir, aplicar al hecho religioso el mismo rigor y la misma seriedad profesional que se pone para informar, por ejemplo, de la Fórmula 1. A ninguno de los periodistas que siguen la caravana de pilotos y escuderías de circuito en circuito se le pide que sepa conducir uno de esos coches de carreras. Pero a todos se les exige, en cambio, que expliquen bien qué es un pit-stop, como se obtiene una pole o qué reglamentación afecta al carburante. Mientras esta exigencia de profesionalidad esté presente, incluso los que somos aficionados de Ferrari toleraremos que al periodista se le note que apuesta por Red Bull.

El día que la religión del periodismo deje de ver el periodismo religioso como el patito feo, la opinión publicada será más completa y la religión saldrá de las trincheras defensivas que, por instinto de supervivencia, tantas veces ha tenido que refugiarse.

El periodisme religiós i la religió del periodisme

Quan Déu treu el nas pels mitjans, molts periodistes no saben si encensar-lo, ignorar la seva presència o fer-li l’enèsima necrològica. Però ¿per què no fer, simplement, periodisme?

Marc Argemí

Corria l’any 2009 quan dos editors del The Economist, la gran bíblia de l’elit liberal anglosaxona, publicaven un assaig documentadíssim, God is Back. La tesi central afirmava que “les coses que se suposava que destruirien la religió –democràcia i mercats, tecnologia i raó‑ s’estan combinant per fer-la més forta”. John Micklethwait i Adrian Wooldridge, un catòlic i un ateu, van concloure que progrés i religió no només no eren enemigues, sinó que anaven de la mà en la majoria d’indrets del món. Europa i certs cercles intel·lectuals de la costa Est serien, en aquest sentit, una raresa.

Incomprensiblement, el fet que dos influents periodistes s’atrevissin a qüestionar un dels pilars de la correcció política no va atraure l’atenció dels mitjans catalans. Per què? per desídia? per l’anticlericalisme multisecular? per una espiral del silenci promoguda per certes conspiracions? La resposta, sigui quina sigui, pot trobar-se en motius molt menys ideològics. Si cap mitjà de comunicació català va parlar de l’assaig exhaustiu de dos editors de la principal revista liberal del món potser no fou perquè consideressin ofensiva la tesi que promovien. M’atreveixo a aventurar que, més aviat, els resultava incomprensible.

D’un temps ençà, certa religió del periodisme –aquell conjunt de creences apriorístiques que el gremi assumeix com a carta de navegació imprescindible per al bon professional- ha tendit sovint a considerar el fet religiós com a cosa de rosegaaltars, si no –pitjor- com quelcom de reminiscències franquistes que només agrada a quatre iaies de dretes. En el millor dels casos, un fet digne de ser contemplat com una part entranyable, avorrida i en el fons irrellevant de la quotidianitat. I, és clar, quan la situació ha arribat en aquest punt és fàcil posar l’excusa de què no es dóna informació religiosa perquè no hi haurà gent que la demani.

És caricatura, òbviament. Hi ha diverses, i honroses excepcions. Però fins i tot aquestes excepcionals excepcions –uns pocs periodistes de prestigi- compartiran l’apreciació de que avui el periodisme català és predominantment analfabet pel que respecta a qüestions espirituals i religioses. Un tel d’indiferència sembla haver embolcallat amb eficàcia tot allò que faci tuf a religiós, que roman reclòs, desprèn olor a rebost mal ventilat i sembla que només pugui fer goig a museus o a sagristies.

Aquesta situació perjudica al fet religiós, però també al periodisme. Un periodisme incapaç de descodificar un fet social o personal com aquest, de donar almenys pistes vàlides perquè l’audiència es faci un mapa comprensible de la situació, és un periodisme incomplet. Ho saben al New York Times, que dóna una àmplia cobertura a Religion and Belief,  o al Frankfurter Allgemeine, del qual m’explicaven fa un temps que tenia dos redactors sèniors especialitzats en religió.

Però, com informar de creences, en un país com el nostre, on els nostres avis guarden en la memòria el record dels morts per causa de la fe, i els nostres pares cresqueren sota un poder que tenia com a oficial un sol credo determinat? Si per als primers la religió tindria tons èpics, per als segons podria evocar certs ressentiments. I entre els que hem arribat després, l’actitud més suggerent és la indiferència.

Malgrat això, sempre he pensat que el fet religiós i el periodisme es beneficiaran molt mútuament el dia que descobreixin que tenen en comú objectius i enemics. Ambdós afirmen cercar la veritat, i ambdós combaten la ignorància. La crisi dels mitjans té més en comú amb la crisi de la pràctica religiosa del que pugui semblar en un principi: el relativisme ha dissolt en moltes persones les inquietuds per a saber més sobre la veritat, el bé, el mal i la bellesa. Si cadascú té la seva veritat particular, quina necessitat hi ha de conèixer els universals?

Bé, d’acord, però ¿És possible un periodisme religiós que reculli la dimensió transcendent de les persones, sigui comprensible per al gran públic i al mateix temps no sigui avorrit? Sembla la quadratura del cercle i més quan, com diu un amic meu, sovint es confon la transcendència amb l’avorriment, i si una cosa no vol el periodisme és resultar avorrit.

Hi ha moltes formes d’enquadrar el fet religiós de forma que sigui atractiu. Cadascuna té els seus avantatges i les seves mancances. La més freqüent és l’enfocament esportiu. A imatge i semblança de la premsa esportiva, es presenten els fets sempre des del prisma favorable a l’equip dels lectors, sigui aquest el religiós o l’antireligiós. Més que descriure la realitat, la viu i pren obertament partit: que guanyin els meus. Les audiències d’aquest tipus de periodisme solen ser les convençudes, d’un costat i de l’altre.

Una segona forma és l’aproximació política: aplicar, posem per cas, a l’Església, un esquema de dretes contra esquerres, progressistes contra conservadors. Són simplificacions que donen un relat de la realitat, però massa sovint aquella realitat que reflecteixen està només en la imaginació d’aquell qui escriu.

De vegades resulta efectiu l’esquema sensacionalista: una víctima, un agressor, uns fets luctuosos i el mitjà de comunicació com a garant de la justícia. Aquest és l’esquema més repetit en la secció de societat, on s’han encabit tradicionalment les informacions sobre religió. Però tal enfocament, en religió com en tots els altres camps, té l’inconvenient que és incapaç de fer interessant l’aspecte més transcendent, i pot caure en canvi en una espiral de sensacionalisme barroc, cada cop més rebuscat o escabrós.

Hi ha, encara, una aproximació que mira exclusivament la dimensió espiritual de la cosa, com quelcom desconnectat de l’actualitat més immediata. Un personatge exòtic, les noves teràpies vingudes de terres llunyanes, o fins les novetats en l’autoajuda, en són alguns dels reclams.

Alguns periodistes estan intentant una cosa relativament nova, i molt senzilla: fer periodisme. És a dir, aplicar al fet religiós el mateix rigor i la mateixa serietat professional que es posa per informar, posem per cas, de la Fòrmula 1. A cap dels periodistes que segueixen la caravana de pilots i escuderies de circuit a circuit se li demana que sàpiga conduir un d’aquells cotxes de carreres. Però a tots se’ls exigeix, en canvi, que expliquin bé què és un pit-stop, com s’obté una pole o quina reglamentació afecta al carburant. Mentre aquesta exigència de professionalitat estigui present, fins i tot els que som aficionats de Ferrari tolerem que se’ls noti que aposten per Red Bull.

El dia que la religió del periodisme deixi de veure el periodisme religiós com l’aneguet lleig, la opinió publicada serà més completa i la religió sortirà de les trinxeres defensives on, per instint de supervivència, tantes vegades s’ha hagut de refugiar.

Aggiornamento sulla pedofilia nella Chiesa

Bruno Mastroianni // Documentazione.info // http://www.documentazione.info/article.php?id=1111&idsez=41

I NUMERI: QUANTI SONO I CASI DI ABUSO?

La conta degli effettivi di casi di pedofilia da parte degli ecclesiastici non serve per sminuire il fenomeno, ma per capirlo nelle sue giuste dimensioni.

USA: Secondo lo studio del 2004 del John Jay College of Criminal Justice (link) i sacerdoti accusati di relazioni sessuali con i minori sono dal 1950 al 2002 circa 4.392. Massimo Introvigne in un articolo sull’Avvenire ha fatto notare che di questi, quelli accusati di effettiva pedofilia sono 958. I condannati in tutto 54, poco più di uno all’anno (i sacerdoti e i religiosi negli Stati Uniti sono circa 109.000). Per avere una misura di paragone nello stesso periodo negli USA, sono state 6.000 le condanne relative a professori di ginnastica e allenatori giudicati colpevoli dello stesso reato dai tribunali statunitensi. Il fenomeno oggi negli USA è drasticamente ridotto: uno studio commissionato dall Conferenza Episcopale Nord Americana (link) dichiara che nel 2009 sono in esame solo 6 casi sospetti, su 109.000 sacerdoti. Il periodico Newsweek (link) ha registrato che le compagnie di assicurazione americane non fanno pagare un premio maggiore per assicurare contro gli abusi nelle istituzioni cattoliche: stando ai dati non c’è un maggiore rischio.

Germania: in un articolo del Giornale, Andrea Tornielli, riporta che in Germania dal 1995 sono stati denunciati 210mila casi di reati contro minori, i casi sospetti avvenuti nell’ambito della Chiesa cattolica sono 94 (1 su 2000).

Irlanda: il Rapporto Ryan del 2009 (link) ha registrato le testimonianze di casi di violenze (non solo sessuali ma soprattutto fisiche e psicologiche) nel sistema scolastico dell’isola dal 1914 al 2000, riscontrando 381 persone che hanno dichiarato di aver subito abusi sessuali da parte di personale scolastico, visitatori, alunni più grandi e solo in piccola parte da chierici. Il Rapporto Murphy (link) sulla diocesi di Dublino ha registrato dal 1974 al 2009 le testimonianze di 440 persone che accusano sacerdoti.

Malta: secondo i dati forniti da una Commissione istituita ad hoc (link) dagli anni ’70 ad oggi sono stati accusati 45 sacerdoti. In 19 casi le accuse sono state respinte perché infondate, 13 casi sono ancora da esaminare e 13 sono sotto processo. Di questi ultimi 4 son stati condannati, 7 devono essere ancora ascoltati dalla Santa Sede e 2 sono deceduti.

Congregazione dottrina della fede: Mons. Scicluna, della Congregazione per la Dottrina della Fede, in un’intervista ha dichiarato che dal 2001 al 2010, la Congregazione si è occupata di circa 3000 casi di sacerdoti diocesani e religiosi che riguardano delitti commessi negli ultimi cinquanta anni. Solo nel 10 per cento dei casi si tratta di atti di pedofilia, quindi circa 300 in tutto il mondo. Il numero complessivo di sacerdoti diocesani e religiosi nel mondo è di 400 mila.

DOCUMENTI E DISPOSIZIONI ESPLICITE

Nei discorsi sulla pedofilia si tirano in ballo alcuni documenti dando l’informazione errata che conterrebbero istruzioni per la copertura dei casi di pedofilia. In realtà tutti i documenti sono ufficiali e pubblici, e l’atteggiamento di condanna agli abusi è chiaro e forte. Le incomprensioni nascono da cattive traduzioni e imprecisioni dovute al fatto che i documenti sono redatti in latino e non vi erano fino a poco tempo fa traduzioni ufficiali in altre lingue.

Il primo è l’istruzione “Crimen sollicitationis” (testo latino) un testo del 1922 riedito da un Giovanni XXXIII nel 1962 che si occupa del reato di istigazione a cose turpi da parte dei confessori. Il documento, che tratta principalmente di altri abusi, fa un riferimento anche alla pedofilia chiamandola crimen pessimum. Nel documento è esplicito l’obbligo di denunciare i crimini (traduzione in italiano non ufficiale dei passi più espliciti).

Il secondo è il “De delictis gravioribus” (testo latinoin italiano) firmato da Joseph Ratzinger e Tarcisio Bertone nel 2001, fu redatto per dare corso al motu proprio “Sacramentorum sanctitatis tutela”(testo latino, in italiano) di Papa Giovanni Paolo II che, proprio per evitare insabbiamenti e pasticci locali, assegna la competenza in materia di pedofilia alla Congregazione per la dottrina della fede.

La conferma di tutto ciò l’hanno data anche le Linee guida che seguirono l’istruzione: informare la Santa Sede, seguire le disposizioni della giustizia civile, allontanare il sospetto dalle attività pastorali.

Se ci sono stati insabbiamenti e omissioni, essi si devono a una mancanza di fedeltà alle disposizione del Papa e del Magistero.

L’AZIONE DI BENEDETTO XVI

Papa Benedetto XVI, prima come Prefetto della Dottrina della Fede poi come Papa è, senza dubbio colui che più si è impegnato a correggere questa piaga nella Chiesa. Da leggere la recente Lettera ai cattolici irlandesi. In essa c’è una chiara condanna del fenomeno e un forte invito ai vescovi a prendersi le proprie responsabilità per riparare e far sì che non accada in futuro. Stessa chiarezza e determinazione che il Papa ha mostrato durante il suo viaggio negli USA (qui una rassegna dei suoi interventi sulla pedofilia) e in Australia (qui una rassegna dei suoi interventi).

I CASI DI CUI SI E’ PARLATO SUI MEDIA

Finora sulla stampa sono stati tirati in ballo alcuni casi di pedofilia che in qualche modo sembrano toccare il Pontefice. Ognuno, visto da vicino, dimostra da parte di Ratzinger una condotta limpida e cristallina:

1. Padre Murphy a Milwakee: è il caso di un sacerdote macchiatosi di reati di pedofilia negli anni ’70. Le carte dicono che la Congregazione per la Dottrina della Fede (di cui era prefetto allora Ratzinger) fu consultata 20 anni dopo i fatti per una accusa di crimine di sollecitazione (e non per gli abusi). La Congregazione invitò a tenere il sacerdote comunque alla larga dalle attività pastorali nonostante fossero passati così tanti anni senza evidenze di altri crimini e nonostante la stessa giustizia civile aveva archiviato il caso (qui la spiegazione completa).

2. Padre Kiesle a Oakland: è il caso di una lettera del 1985 in cui il Card. Ratzinger invita a non concedere in fretta la dispensa dal celibato a un sacerdote accusato di pedofilia e già sotto processo per l’espulsione dal sacerdozio. Alcuni media hanno confuso le due cose: la dispensa dal celibato (che è una concessione) dall’espulsione dal sacerdozio che è una pena (qui la spiegazione completa).

3. Padre H nella arcidiocesi di Monaco e Frisinga: un pedofilo trasferito nella diocesi all’epoca in cui Ratzinger era arcivescovo. Il caso risale al 1980. È emerso nel 1985 ed è stato giudicato da un tribunale tedesco nel 1986. Il cardinale Ratzinger era estraneo alla vicenda come ha ammesso il suo vicario dell’epoca (qui la spiegazione).

4. Il fratello del Papa: è sembrato che due casi di abuso avvenuti a Ratisbona intorno al ’58 che è sembrato toccassero il fratello del Papa. In realtà i casi sono entrambi noti, giuridicamente chiusi e riguardanti un periodo diverso dalla direzione del coro da parte di Georg Ratzinger dal 1964 al 1994 (vedere già citato articolo di Tornielli che spiega i due casi).

IL CELIBATO NON C’ENTRA CON LA PEDOFILIA

Si è sentito anche parlare di un nesso tra pedofilia e celibato. Lo psichiatra Manfred Lutz, uno dei maggiori esperti del tema, in una recente intervista ha spiegato come questo nesso non ci sia affatto, anzi, gli esperti affermano che chi vive l’astinenza sessuale è meno a rischio di commettere abusi rispetto a chi è sposato. Nel già citato articolo di Introvigne si riportano gli studi di Jerkins che hanno registrato come i casi di pedofilia siano presenti in misura maggiore tra le diverse denominazioni protestanti ove i pastori possono contrarre matrimonio. Anche il dato già citato dei 6.000 casi di abuso negli Stati Uniti nello stesso periodo di quelli ecclesiastici sono ad opera in maggioranza di persone sposate. Insomma un nesso tra celibato e pedofilia non sembra esserci.

How the Nazis engineered a paedophile priests scare

“In 1937 propaganda minister Joseph Goebbels organized a campaign to discredit the Catholic Church after Pope Pius XI severely criticised the Nazi regime.”

http://www.mercatornet.com/articles/view/how_the_nazis_engineered_a_paedophile_priests_scare/

“There are cases of sexual abuse that come to light every day against a large number of members of the Catholic clergy. Unfortunately it’s not a matter of individual cases, but a collective moral crisis that perhaps the cultural history of humanity has never before known with such a frightening and disconcerting dimension. Numerous priests and religious have confessed. There’s no doubt that the thousands of cases which have come to the attention of the justice system represent only a small fraction of the true total, given that many molesters have been covered and hidden by the hierarchy.”

An editorial from a great secular newspaper in 2010? No: It’s a speech of May 28, 1937, by Joseph Goebbels (1897-1945), Minister of Propaganda for the Third Reich. This speech, which had a large international echo, was the apex of a campaign launched by the Nazi regime to discredit the Catholic Church by involving it in a scandal of pedophile priests.

Two hundred and seventy-six religious and forty-nine diocesan priests were arrested in 1937. The arrests took place in all the German dioceses, in order to keep the scandals on the front pages of the newspapers.

On March 10, 1937, with the encyclical Mit brennender Sorge, Pope Pius XI (1857-1939) condemned the Nazi ideology. At the end of the same month, the Nazi Ministry of Propaganda headed by Goebbels launched a campaign against the sexual abuses of priests. The design and administration of this campaign are known to historians thanks to documents which tell a story worthy of the best spy novels.

In 1937, the head of the counter-espionage service of the German military was Admiral Wilhelm Canaris (1887-1945). He became gradually anti-Nazi, and at the time was maturing the convictions which led him to organize the failed assassination attempt against Hitler in 1944, following which he was hanged in 1945. Canaris disapproved of Goebbels’ maneuver against the Church, and instructed a Catholic lawyer named Josef Müller (1878-1979) to carry to Rome a series of highly secret documents on the subject.

In different phases, Müller – before he was arrested and sent to the Dachau extermination camp, where he survived, and later became the post-war Minister of Justice in Bavaria – carried the secret documents to Pius XII (1876-1958), who asked the Society of Jesus to study them.

With the approval of the Secretary of State, the study of the Nazi plot against the Church was entrusted to the German Jesuit Walter Mariaux (1894-1963), who had inspired an anti-Nazi organization in Germany called “Pauluskreis.” He was later prudently sent as a missionary in Brazil and in Argentina. There, as leader of the Marian Congregation, he exercised his influence over an entire generation of lay Catholics, among whom was the noted Brazilian Catholic thinker Plinio Corrêa de Oliveira (1908-1995), who attended his group in São Paulo. In 1940, in London in English and in Argentina in Spanish, Mariaux published two volumes on anti-Catholic persecution by the Third Reich under the pseudonym “Testis Fidelis.” They contained over seven hundred pages of documents with comments, which aroused great emotion in the entire world.

The expression “moral panic” was only coined by sociologists in the 1970s to identify a social alarm created artificially, by amplifying real facts and exaggerating their numbers through statistical folklore, as well as “discovering” and presenting as “new” events which in reality are already known and which date to the past. There are real events at the base of the panic, but their number is systematically distorted.

Even without the benefit of modern sociology, Goebbels responded to the encyclical Mit brennender Sorge in 1937 with a textbook case of the creation of a moral panic.

As always in moral panics, the facts are not totally invented. Prior to the encyclical there were some cases in Germany of abuse of minors. Mariaux himself considered a religious in the school of Bad Reichenall guilty, as well as a lay teacher, a gardener and a janitor, who were condemned in 1936, although he believed the sanction imposed by the Ministry of Public Instruction in Bavaria – revoking the authorization to run scholastic institutes of four religious orders – to be entirely disproportionate, and he linked it to the desire of the regime to undercut Catholic schools. Also in the case of the Franciscans of Waldbreitbach, in Rhineland, Mariaux was open to the hypothesis that the accused were guilty, although later historians have not excluded the possibility that they were framed by the Nazis.

The cases, which were few, but real, produced a very strong reaction from the episcopate. On June 2, 1936, the Bishop of Münster – Blessed Clemens August von Galen (1878-1946), who was the soul of Catholic resistance to Nazism, and who was beatified in 2005 by Benedict XVI – had a declaration read at all the Sunday Masses in which he expressed “pain and sadness” for these “abominable crimes” that “cover our Holy Church with ignominy.” On August 20, 1936, after the events at Waldbreitbach, the German episcopate published a joint pastoral letter in which they “several condemned” those responsible and underlined the cooperation of the Church with the tribunals of the state.

By the end of 1936, the severe measures taken by the German bishops in reaction to these very few cases, some of which were doubtful, seemed to have resolved the real problems. Quietly, the bishops also pointed out that among teachers in the state schools and in the very youth organization of the regime, the Hitler Youth, the cases of condemnations for sexual abuses were much more numerous than among the Catholic clergy.

It was the anti-Nazi encyclical of Pius XI that led to the great campaign of 1937. Mariaux proved it publishing highly detailed instructions sent by Goebbels to the Gestapo, the political police of the Third Reich, and above all to journalists, just a few days after the publication of Mit brennender Sorge, inviting them to “reopen” the cases from 1936 and also older cases, constantly recalling them to public opinion. Goebbels also ordered the Gestapo to find witnesses willing to accuse a certain number of priests, threatening them with immediate arrest if they didn’t collaborate, even if they were children.

The proverbial phrase “there’s a judge in Berlin,” which in German tradition indicates trust in the independence of the court system from the political power of the moment, applied – within certain limits – even in the Third Reich. Of the 325 priests and religious arrested after the encyclical, only 21 were condemned, and it’s all but certain that among them some were falsely accused. Virtually all of them ended up in extermination camps, where many died.

The effort to discredit the Catholic Church on an international scale through accusations of immorality and pedophilia among priests, however, did not succeed.

Thanks to the courage of Canaris and his friends, and to the persistence of the Jesuit detective Mariaux, the truth was already out during the war. The perfidy of the campaign of Goebbels aroused more indignation than the eventual guilt of some religious. The father of all moral panics in the area of pedophile priests blew up in the hands of the Nazi propagandists who had tried to organize it.

Massimo Introvigne is an Italian sociologist of religion. He is the founder and managing director of the Center for Studies on New Religions (CESNUR). This is a translation of his article in the Italian newspaper L’Avvenire (April 16). Reprinted with permission.

Goebbels e l’operazione preti pedofili

Massimo Introvigne // Avvenire

http://www.cesnur.org/2010/mi-goebbels.html

“Ci sono casi di abusi sessuali che vengono alla luce ogni giorno contro un gran numero di membri del clero cattolico. Purtroppo non si può più parlare di casi individuali ma di una crisi morale collettiva che forse la storia culturale dell’umanità non ha mai conosciuto in una dimensione così spaventosa e sconcertante. Numerosi sacerdoti e religiosi sono rei confessi. Non c’è dubbio che le migliaia di casi venuti a conoscenza della giustizia rappresentino solo una piccola frazione dell’ammontare autentico, dal momento che molti molestatori sono stati coperti e nascosti dalla gerarchia”. Un editoriale del New York Times del 2010? No: un discorso del 28 maggio 1937 di Joseph Goebbels (1897-1945), ministro della propaganda del Terzo Reich. Questo discorso, di grande risonanza internazionale, si situa al culmine di una campagna lanciata dal regime nazista per screditare la Chiesa Cattolica coinvolgendola in uno scandalo di preti pedofili. 276 religiosi e 49 sacerdoti secolari sono arrestati nel 1937. Gli arresti si susseguono in tutte le diocesi tedesche, in modo da tenere gli scandali sempre sulla prima pagina dei giornali.

Il 10 marzo 1937 con l’enciclica Mit brennender Sorge papa Pio XI (1857-1939) condanna l’ideologia nazista. Alla fine dello stesso mese il Ministero della Propaganda guidato da Goebbels lancia la campagna contro gli abusi sessuali dei sacerdoti. La programmazione e la gestione di questa campagna è nota grazie a documenti la cui storia è all’altezza dei migliori romanzi di spionaggio. Nel 1937 il capo del servizio di controspionaggio militare tedesco è l’ammiraglio Wilhelm Canaris (1887-1945). È diventato gradualmente antinazista e sta maturando le convinzioni che lo porteranno a organizzare il fallito attentato a Hitler del 1944, in seguito al quale sarà impiccato nel 1945. Canaris disapprova le manovre di Goebbels contro la Chiesa e incarica l’avvocato cattolico Josef Müller (1878-1979) di portare a Roma una serie di documenti segretissimi sul tema. A diverse riprese Müller – prima di essere arrestato e internato nel campo di sterminio di Dachau, cui sopravvivrà diventando nel dopoguerra ministro della giustizia della Baviera – porta i documenti segreti a Pio XII (1876-1958), che chiede alla Compagnia di Gesù di studiarli.

Con l’approvazione della segreteria di Stato le indagini sul complotto nazista contro la Chiesa sono affidate al gesuita tedesco Walter Mariaux (1894-1963), che dopo avere animato in Germania l’organizzazione antinazista Pauluskreis è stato prudentemente inviato come missionario in Brasile e in Argentina. Qui come dirigente della Congregazione Mariana esercita la sua influenza su tutta una generazione di laici cattolici,  tra cui il noto pensatore cattolico brasiliano Plinio Corrêa de Oliveira (1908-1995), che frequenta un suo gruppo a San Paolo. Mariaux pubblica nel 1940 a Londra in inglese e nel 1941 a Buenos Aires in spagnolo, con lo pseudonimo di “Testis Fidelis”, due volumi sulla persecuzione anti-cattolica nel Terzo Reich: oltre settecento pagine di documenti commentati, che suscitano una grande emozione in tutto il mondo.

L’espressione “panico morale” è stata coniata dai sociologi solo negli anni 1970 per identificare un allarme sociale creato ad arte amplificando fatti reali ed esagerandone il numero attraverso statistiche folkloriche, nonché “scoprendo” e presentando come “nuovi” avvenimenti in realtà già noti e risalenti nel tempo. Alla base ci sono eventi reali, ma è il loro numero che è sistematicamente distorto. Anche senza avere a disposizione la sociologia moderna, Goebbels risponde all’enciclica Mit brennender Sorge nel 1937 con un’operazione da manuale di creazione di un panico morale.

Come sempre nei panici morali, i fatti non sono totalmente inventati. Prima dell’enciclica vi erano stati in Germania alcuni casi di abusi su minori. Lo stesso Mariaux considera colpevoli un religioso di una scuola di Bad Reichenall, un professore laico, un giardiniere e un bidello condannati nel 1936, rilevando però che la sanzione decisa dal Ministero della Pubblica Istruzione della Baviera – la revoca dell’autorizzazione a gestire istituti scolastici a quattro ordini religiosi – è del tutto sproporzionata e si collega alla volontà del regime di stroncare le scuole cattoliche. Anche sul caso di alcuni francescani di Waldbreitbach, in Renania, Mariaux rimane aperto all’ipotesi di una colpevolezza degli accusati, benché storici successivi non abbiano escluso una montatura nazista.

I casi – pochissimi ma reali – avevano determinato una fermissima reazione dell’episcopato. Il 2 giugno 1936 il vescovo di Münster, il beato Clemens August von Galen (1878-1946) – l’anima della resistenza cattolica al nazismo, beatificato nel 2005 da Benedetto XVI – fa leggere nelle Messe domenicali una dichiarazione dove esprime “il dolore e la tristezza” per gli “abominevoli delitti” che “coprono d’ignominia la nostra Santa Chiesa”. Il 20 agosto 1936 dopo i fatti di Waldbreitbach l’episcopato tedesco pubblica una lettera pastorale collettiva nella quale “condanna severamente” i responsabili e sottolinea la collaborazione della Chiesa con i tribunali dello Stato. Alla fine del 1936 le severe misure prese – a fronte di pochissimi casi, alcuni dei quali dubbi – dai vescovi tedeschi sembrano avere risolto i problemi reali. Sommessamente, i vescovi fanno anche rilevare che fra i maestri delle scuole di Stato e nella stessa organizzazione giovanile del regime, la Hitlerjugend, i casi di condanne per abusi sessuali sono molto più numerosi che nel clero cattolico.

È l’enciclica contro il nazismo di Pio XI che determina la grande campagna del 1937. Mariaux lo prova pubblicando istruzioni dettagliatissime inviate da Goebbels pochi giorni dopo la pubblicazione della Mit brennender Sorge alla GESTAPO, la polizia politica del Terzo Reich, e soprattutto ai giornalisti, invitati a “riscoprire” i casi giudicati nel 1936, e anche episodi più antichi, riproponendoli costantemente all’opinione pubblica. Alla GESTAPO Goebbels ordina di trovare comunque testimoni che accusino un certo numero di sacerdoti, minacciandoli di arresto immediato se non collaborano, anche quando si tratta di bambini. La frase proverbiale “c’è un giudice a Berlino”, che nella tradizione tedesca indica una fiducia nell’indipendenza della magistratura dai potenti di turno, vale però – entro certi limiti – perfino nel Terzo Reich. Dei 325 sacerdoti e religiosi arrestati dopo l’enciclica solo 21 sono condannati. È pressoché certo che fra questi ci siano degli innocenti calunniati. Quasi tutti finiranno nei campi di sterminio, dove molti moriranno.

Il tentativo di squalificare la Chiesa Cattolica su scala internazionale tramite le accuse di immoralità e pedofilia ai sacerdoti, invece, non riuscirà. Grazie al coraggio di Canaris e dei suoi amici e alla persistenza del gesuita detective Mariaux la verità verrà fuori già durante la guerra. La perfidia della campagna di Goebbels susciterà più indignazione dell’eventuale colpevolezza di alcuni religiosi. Il padre di tutti i panici morali in materia di preti pedofili scoppierà in mano agli stessi propagandisti del nazismo che avevano cercato di organizzarlo.

Un caso de “pánico moral” // Cosa c’è dietro gli scandali?

“Massimo Introvigne, conocido sociólogo de las religiones, examina en Avvenire (18-03-10) los datos sociológicos disponibles sobre abusos sexuales a menores, su incidencia en el clero católico y en otros ámbitos.”

http://www.aceprensa.com/articulos/2010/apr/05/un-caso-de-panico-moral/

“Si ritorna a parlare di preti pedofili, con voci e accuse che si riferiscono insistentemente alla Germania e tentativi di coinvolgimento di persone vicine al Papa, e credo che anche la sociologia abbia molto da dire e che non debba tacere per il timore di scontentare qualcuno. La discussione attuale sui preti pedofili – considerata dal punto di vista del sociologo – rappresenta un esempio tipico di «panico morale». Il concetto è nato negli anni 1970 per spiegare come alcuni problemi siano oggetto di una «ipercostruzione sociale». ”

Massimo Introvigne // Avvenire

http://www.avvenire.it/Cultura/scandali+pedofilia+caso_201003180904251170000

La Iglesia es rigurosa ante los casos de pedofilia

Entrevista a monseñor Charles Scicluna, promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe

http://www.temesdavui.org/es/online/actualidad/la_iglesia_es_rigurosa_ante_los_casos_de_pedofilia

Entrevista a monsenyor Charles Scicluna, promotor de justícia de la Congregació per a la Doctrina de la Fe

http://www.temesdavui.org/ca/online/actualitat/lesglesia_es_rigorosa_davant_els_casos_de_pedofilia

Giani Cardinali // Avvenire