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El periodismo religioso y la religión del periodismo

Cuando Dios se asoma por los medios, muchos periodistas no saben si incensarlo, ignorar su presencia o hacerle la enésima necrológica. Pero ¿por qué no hacer, simplemente, periodismo? 

Marc Argemí 

Corría el año 2009 cuando dos editores de  The Economist, la gran biblia de la élite liberal anglosajona, publicaban un ensayo documentadísimo, God is Back. La tesis central afirmaba que “las cosas que se suponía que destruirían la religión -democracia y mercados, tecnología y razón- se están combinando para hacerla más fuerte”. John Micklethwait y Adrian Wooldridge, un católico y un ateo, concluyeron que progreso y religión no sólo no eran enemigas, sino que iban de la mano en la mayoría de lugares del mundo. Europa y ciertos círculos intelectuales de la costa Este serían, en este sentido, una rareza.

Incomprensiblemente, el hecho de que dos influyentes periodistas se atrevieran a cuestionar uno de los pilares de la corrección política no atrajo la atención de los medios aquí. ¿Por qué? ¿por desidia? ¿por el anticlericalismo multisecular? ¿por una espiral del silencio promovida desde ciertas conspiraciones? La respuesta, cualquiera que sea, puede encontrarse en motivos mucho menos ideológicos. Si ningún medio de comunicación de España habló del ensayo exhaustivo de dos editores de la principal revista liberal del mundo tal vez no fue porque consideraran ofensiva la tesis de que promovían. Me atrevo a aventurar que, más bien, les resultaba incomprensible.

De un tiempo a esta parte, cierta religión del periodismo -ese conjunto de creencias apriorísticas que el gremio asume como carta de navegación imprescindible para el buen profesional- ha tendido a menudo a considerar el hecho religioso como algo de ratas de sacristía, si no -peor- como algo con reminiscencias franquistas que sólo gusta a cuatro viejas de derechas. En el mejor de los casos, un hecho digno de ser contemplado como una parte entrañable, aburrida y en el fondo irrelevante de la cotidianidad. Y, claro, cuando la situación ha llegado a este punto es fácil poner la excusa de que no se da información religiosa porque no hay gente que la pida.

Es caricatura, obviamente. Hay varias, y honrosas excepciones. Pero incluso estas excepcionales excepciones -unos pocos periodistas de prestigio- compartirán la apreciación de que hoy el periodismo en nuestros lares es predominantemente analfabeto en lo que respecta a cuestiones espirituales y religiosas. Una membrana de indiferencia parece haber envuelto con eficacia todo lo que huela a religioso, que permanece recluido, desprende olor a despensa mal ventilada y parece que sólo pueda lucir en museos o sacristías.

Esta situación perjudica al hecho religioso, pero también al periodismo. Un periodismo incapaz de descodificar un hecho social o personal como éste, de dar al menos pistas válidas para que la audiencia pueda hacerse un mapa comprensible de la situación, es un periodismo incompleto. Lo saben en el New York Times, que da una amplia cobertura en Religion and Belief,  o al Frankfurter Allgemeine, del que me contaban hace un tiempo que tenía dos redactores seniors especializados en religión.

Pero, ¿cómo informar de creencias, en un país como el nuestro, donde nuestros abuelos guardan en la memoria el recuerdo de los muertos por causa de la fe, y nuestros padres crecieron bajo un poder que tenía por oficial un credo determinado? Si para los primeros la religión tendría tonos épicos, para los segundos podría despertar ciertos resentimientos. Y entre los que hemos llegado después, la actitud más sugerente es la indiferencia.

Sin embargo, siempre he pensado que el hecho religioso y el periodismo se beneficiarán mucho mutuamente el día que descubran que tienen en común objetivos y enemigos. Ambos afirman buscar la verdad, y ambos combaten la ignorancia. La crisis de los medios tiene más en común con la crisis de la práctica religiosa de lo que pueda parecer en un principio: el relativismo ha disuelto en muchas personas las inquietudes para saber más sobre la verdad, el bien, el mal y la belleza. Si cada uno tiene su verdad particular, ¿qué necesidad hay de conocer los universales?

Bien, de acuerdo, pero ¿Es posible un periodismo religioso que recoja la dimensión trascendente de las personas, sea comprensible para el gran público y al mismo tiempo no sea aburrido? Parece la cuadratura del círculo y más cuando, como dice un amigo mío, a menudo se confunde la trascendencia con el aburrimiento, y si algo no quiere el periodismo es resultar aburrido.

Hay muchas formas de encuadrar el hecho religioso de forma que sea atractivo. Cada una tiene sus ventajas y sus carencias. La más frecuente es el enfoque deportivo. A imagen y semejanza de la prensa deportiva, se presentan los hechos siempre desde el prisma favorable al equipo de los lectores, sea éste el religioso o el antirreligioso. Más que describir la realidad, la vive y toma abiertamente partido: que ganen los míos. Las audiencias de este tipo de periodismo suelen ser las convencidas, de un lado y del otro.

Una segunda forma es la aproximación política: aplicar, por ejemplo, en la Iglesia, un esquema de derechas contra izquierdas, progresistas contra conservadores. Son simplificaciones que proporcionan un relato de la realidad, pero demasiado a menudo esa realidad que reflejan está sólo en la imaginación de quien escribe.

A veces resulta efectivo el esquema sensacionalista: una víctima, un agresor, unos hechos luctuosos y el medio de comunicación como garante de la justicia. Este es el esquema más repetido en la sección de sociedad, donde se han encajado tradicionalmente las informaciones sobre religión. Pero tal enfoque, en religión como en todos los otros campos, tiene el inconveniente de que es incapaz de hacer interesante el aspecto más trascendente, y puede caer en cambio en una espiral de sensacionalismo barroco, cada vez más rebuscado o escabroso.

Hay, todavía, una aproximación que mira exclusivamente la dimensión espiritual de la cosa, como algo desconectado de la actualidad más inmediata. Un personaje exótico, las nuevas terapias venidas de tierras lejanas, o incluso las novedades en la autoayuda, son algunos de los reclamos.

Algunos periodistas están intentando algo relativamente nuevo, y muy sencillo: hacer periodismo. Es decir, aplicar al hecho religioso el mismo rigor y la misma seriedad profesional que se pone para informar, por ejemplo, de la Fórmula 1. A ninguno de los periodistas que siguen la caravana de pilotos y escuderías de circuito en circuito se le pide que sepa conducir uno de esos coches de carreras. Pero a todos se les exige, en cambio, que expliquen bien qué es un pit-stop, como se obtiene una pole o qué reglamentación afecta al carburante. Mientras esta exigencia de profesionalidad esté presente, incluso los que somos aficionados de Ferrari toleraremos que al periodista se le note que apuesta por Red Bull.

El día que la religión del periodismo deje de ver el periodismo religioso como el patito feo, la opinión publicada será más completa y la religión saldrá de las trincheras defensivas que, por instinto de supervivencia, tantas veces ha tenido que refugiarse.

El periodisme religiós i la religió del periodisme

Quan Déu treu el nas pels mitjans, molts periodistes no saben si encensar-lo, ignorar la seva presència o fer-li l’enèsima necrològica. Però ¿per què no fer, simplement, periodisme?

Marc Argemí

Corria l’any 2009 quan dos editors del The Economist, la gran bíblia de l’elit liberal anglosaxona, publicaven un assaig documentadíssim, God is Back. La tesi central afirmava que “les coses que se suposava que destruirien la religió –democràcia i mercats, tecnologia i raó‑ s’estan combinant per fer-la més forta”. John Micklethwait i Adrian Wooldridge, un catòlic i un ateu, van concloure que progrés i religió no només no eren enemigues, sinó que anaven de la mà en la majoria d’indrets del món. Europa i certs cercles intel·lectuals de la costa Est serien, en aquest sentit, una raresa.

Incomprensiblement, el fet que dos influents periodistes s’atrevissin a qüestionar un dels pilars de la correcció política no va atraure l’atenció dels mitjans catalans. Per què? per desídia? per l’anticlericalisme multisecular? per una espiral del silenci promoguda per certes conspiracions? La resposta, sigui quina sigui, pot trobar-se en motius molt menys ideològics. Si cap mitjà de comunicació català va parlar de l’assaig exhaustiu de dos editors de la principal revista liberal del món potser no fou perquè consideressin ofensiva la tesi que promovien. M’atreveixo a aventurar que, més aviat, els resultava incomprensible.

D’un temps ençà, certa religió del periodisme –aquell conjunt de creences apriorístiques que el gremi assumeix com a carta de navegació imprescindible per al bon professional- ha tendit sovint a considerar el fet religiós com a cosa de rosegaaltars, si no –pitjor- com quelcom de reminiscències franquistes que només agrada a quatre iaies de dretes. En el millor dels casos, un fet digne de ser contemplat com una part entranyable, avorrida i en el fons irrellevant de la quotidianitat. I, és clar, quan la situació ha arribat en aquest punt és fàcil posar l’excusa de què no es dóna informació religiosa perquè no hi haurà gent que la demani.

És caricatura, òbviament. Hi ha diverses, i honroses excepcions. Però fins i tot aquestes excepcionals excepcions –uns pocs periodistes de prestigi- compartiran l’apreciació de que avui el periodisme català és predominantment analfabet pel que respecta a qüestions espirituals i religioses. Un tel d’indiferència sembla haver embolcallat amb eficàcia tot allò que faci tuf a religiós, que roman reclòs, desprèn olor a rebost mal ventilat i sembla que només pugui fer goig a museus o a sagristies.

Aquesta situació perjudica al fet religiós, però també al periodisme. Un periodisme incapaç de descodificar un fet social o personal com aquest, de donar almenys pistes vàlides perquè l’audiència es faci un mapa comprensible de la situació, és un periodisme incomplet. Ho saben al New York Times, que dóna una àmplia cobertura a Religion and Belief,  o al Frankfurter Allgemeine, del qual m’explicaven fa un temps que tenia dos redactors sèniors especialitzats en religió.

Però, com informar de creences, en un país com el nostre, on els nostres avis guarden en la memòria el record dels morts per causa de la fe, i els nostres pares cresqueren sota un poder que tenia com a oficial un sol credo determinat? Si per als primers la religió tindria tons èpics, per als segons podria evocar certs ressentiments. I entre els que hem arribat després, l’actitud més suggerent és la indiferència.

Malgrat això, sempre he pensat que el fet religiós i el periodisme es beneficiaran molt mútuament el dia que descobreixin que tenen en comú objectius i enemics. Ambdós afirmen cercar la veritat, i ambdós combaten la ignorància. La crisi dels mitjans té més en comú amb la crisi de la pràctica religiosa del que pugui semblar en un principi: el relativisme ha dissolt en moltes persones les inquietuds per a saber més sobre la veritat, el bé, el mal i la bellesa. Si cadascú té la seva veritat particular, quina necessitat hi ha de conèixer els universals?

Bé, d’acord, però ¿És possible un periodisme religiós que reculli la dimensió transcendent de les persones, sigui comprensible per al gran públic i al mateix temps no sigui avorrit? Sembla la quadratura del cercle i més quan, com diu un amic meu, sovint es confon la transcendència amb l’avorriment, i si una cosa no vol el periodisme és resultar avorrit.

Hi ha moltes formes d’enquadrar el fet religiós de forma que sigui atractiu. Cadascuna té els seus avantatges i les seves mancances. La més freqüent és l’enfocament esportiu. A imatge i semblança de la premsa esportiva, es presenten els fets sempre des del prisma favorable a l’equip dels lectors, sigui aquest el religiós o l’antireligiós. Més que descriure la realitat, la viu i pren obertament partit: que guanyin els meus. Les audiències d’aquest tipus de periodisme solen ser les convençudes, d’un costat i de l’altre.

Una segona forma és l’aproximació política: aplicar, posem per cas, a l’Església, un esquema de dretes contra esquerres, progressistes contra conservadors. Són simplificacions que donen un relat de la realitat, però massa sovint aquella realitat que reflecteixen està només en la imaginació d’aquell qui escriu.

De vegades resulta efectiu l’esquema sensacionalista: una víctima, un agressor, uns fets luctuosos i el mitjà de comunicació com a garant de la justícia. Aquest és l’esquema més repetit en la secció de societat, on s’han encabit tradicionalment les informacions sobre religió. Però tal enfocament, en religió com en tots els altres camps, té l’inconvenient que és incapaç de fer interessant l’aspecte més transcendent, i pot caure en canvi en una espiral de sensacionalisme barroc, cada cop més rebuscat o escabrós.

Hi ha, encara, una aproximació que mira exclusivament la dimensió espiritual de la cosa, com quelcom desconnectat de l’actualitat més immediata. Un personatge exòtic, les noves teràpies vingudes de terres llunyanes, o fins les novetats en l’autoajuda, en són alguns dels reclams.

Alguns periodistes estan intentant una cosa relativament nova, i molt senzilla: fer periodisme. És a dir, aplicar al fet religiós el mateix rigor i la mateixa serietat professional que es posa per informar, posem per cas, de la Fòrmula 1. A cap dels periodistes que segueixen la caravana de pilots i escuderies de circuit a circuit se li demana que sàpiga conduir un d’aquells cotxes de carreres. Però a tots se’ls exigeix, en canvi, que expliquin bé què és un pit-stop, com s’obté una pole o quina reglamentació afecta al carburant. Mentre aquesta exigència de professionalitat estigui present, fins i tot els que som aficionats de Ferrari tolerem que se’ls noti que aposten per Red Bull.

El dia que la religió del periodisme deixi de veure el periodisme religiós com l’aneguet lleig, la opinió publicada serà més completa i la religió sortirà de les trinxeres defensives on, per instint de supervivència, tantes vegades s’ha hagut de refugiar.

El Papa, el preservativo y la apertura

Ignacio Aréchaga // Aceprensa.com

http://www.aceprensa.com/articulos/2010/nov/22/el-papa-el-preservativo-y-la-apertura/

Una conducta de riesgo en la información periodística es quedarse en el titular llamativo, y despreciar los matices y el contexto de unas palabras. Lo acabamos de comprobar otra vez ante la presentación de las palabras de Benedicto XVI sobre los preservativos en el libro de la entrevista con Peter Seewald. Precisamente la pregunta del periodista intenta aclarar la controversia que surgió con motivo de las declaraciones del Papa en su viaje a Camerún en 2009, cuando dijo que la epidemia de sida no se puede resolver simplemente con la distribución de preservativos. Ahora, ha añadido que puede haber casos singulares en que esté justificado su uso, para evitar la transmisión de la enfermedad, y ha puesto el ejemplo del prostituto que toma esa precaución como un acto de responsabilidad para no infectar a otra persona.

Por sus comentarios africanos, Benedicto XVI sufrió una crucifixión mediática; ahora, en cambio, ha sido felicitado por su “apertura” y “realismo”, como si hubiera concedido indulgencia plenaria por el uso del preservativo. Sin embargo, en ambos casos al Papa le guían los mismos principios: la humanización de la sexualidad, frente a su trivialización; y la necesidad de esforzarse por prevenir el sida con un cambio de conductas, no solo con el preservativo.

Contra la trivialización de la sexualidad

El Papa dice en la entrevista que hay que luchar contra la “trivialización de la sexualidad”, por la cual “muchas personas ya no ven en la sexualidad la expresión de su amor, sino solo una especie de droga”. Frente a esta concepción, que lleva a la promiscuidad, el Papa quiere que la sexualidad no se desvincule del amor y “pueda ejercer su efecto positivo sobre el ser humano en su totalidad”. El auténtico modo de vencer la infección del VIH no es el preservativo, sino que es “verdaderamente necesaria una humanización de la sexualidad”.

No ha cambiado su orientación de fondo respecto a su viaje africano, donde también mantenía que la lucha contra el sida exigía primero “una humanización de la sexualidad, es decir, una renovación espiritual y humana que lleve consigo un nuevo modo de comportarse una persona con otra”. En definitiva, lo que pedía y pide el Papa es un modo responsable de vivir la sexualidad, sin dejar de tener en cuenta el bien del otro. Y, por seguir con el ejemplo del Papa, si uno ha elegido un estilo de vida como la prostitución, no le vamos a poner como ideal la fidelidad a su pareja, pero el uso del preservativo para no contagiar la enfermedad puede ser “un primer acto de responsabilidad”.

En estas u otras situaciones singulares –como ya numerosos moralistas han sostenido en el caso de esposos en el que uno es seropositivo y el otro no– usar el preservativo para evitar la infección es un signo de responsabilidad.

Este enfoque es muy distinto de la estrategia del reparto indiscriminado y masivo de condones como si fuera la vacuna contra el VIH. Benedicto XVI lo admite como un mal menor para unos casos particulares como “un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia de que no todo está permitido y que no se puede hacer todo lo que se quiera”. En cambio, los del “póntelo, pónselo” transmiten el mensaje de que todo vale siempre que utilices el preservativo.

Se produce así el efecto indeseado que los epidemiólogos llaman la “compensación de riesgos”: al actuar como si el preservativo fuera la protección total, a menudo se pierden los beneficios asumiendo un riesgo mayor que si uno no lo usara. Así se ha comprobado en diversos países africanos, donde la distribución masiva de condones sin insistir en la reducción del número de parejas sexuales, ha llevado a un aumento de la promiscuidad y del contagio (cfr. Aceprensa 2-04-2009). Lo mismo puede decirse respecto a la escalada de la infección por sexo entre hombres en los países ricos, que, según ONUSIDA, se ha convertido en el principal modo de transmisión en Norteamérica y en la Unión Europea.

La apertura necesaria

Ante tanto ruido sobre el “cambio de postura” de Benedicto XVI, no hay que olvidar que la Iglesia no tiene una doctrina sobre los preservativos, sino sobre el valor de la sexualidad, conforme a su idea del hombre. El Papa advierte en la entrevista que “concentrarse solo en el preservativo quiere decir trivializar la sexualidad”. Por eso la Iglesia defiende la educación de la persona para que viva su sexualidad como manifestación de amor e integrada en un proyecto de vida.

Esto es lo que no acaban de entender los que consideran las palabras del Papa como un primer paso hacia la bendición del preservativo en cualquier circunstancia, cuando de lo que Benedicto XVI está hablando es de dar pasos hacia “una moralización para desarrollar la conciencia de que no todo está permitido”. Los primeros dan por buena o por irremediable la promiscuidad; Benedicto XVI llama a no conformarse con ese nivel de sexualidad tan poco humana. Dentro de ese marco, podrá haber casos singulares en que el preservativo sea útil; pero también la Iglesia admite el uso de los opiáceos para mitigar el dolor en situaciones extremas, sin que considere un ideal su difusión masiva. El problema de la “cultura del condón” es que no confía en la educación del carácter de la persona, sino en el recurso al artilugio técnico, no siempre bien usado y por lo tanto no carente de riesgo. Por eso dirige un mensaje indiscriminado a toda la población, donde lo mismo sirve para la colegiala que para el prostituto.

Benedicto XVI matiza mucho más. Por eso, no estaría mal que los mismos que ahora saludan su “apertura” abrieran un poco la cerrazón mental que les lleva a despreciar los esfuerzos a favor del retraso del inicio de las relaciones sexuales y de la fidelidad en la pareja. La lucha contra el sida ganaría mucho con eso.

 

“Aunque no hay ningún complot mundial, hay tres frentes de ataques a Ratzinger”

libro de los vaticanistas andrea tornielli y paolo rodari / http://www.aceprensa.com / martes 7 de septiembre de 2010

Desde el comienzo del pontificado, la acción y las palabras de Benedicto XVI han sido presentadas de un modo distorsionado que ha producido continuas incomprensiones en la opinión pública. El origen de estos prejuicios es el tema del libro Attacco a Ratzinger, escrito por dos vaticanistas italianos, Andrea Tornielli de Il Giornale y Paolo Rodari de Il Foglio. El libro, publicado por Piemme, ha provocado un debate sobre el tratamiento mediático que está recibiendo el Papa.

“Este libro –escriben los autores– no pretende presentar una tesis preconcebida. No trata de acreditar la hipótesis de un complot ideado por alguna ‘cúpula’ o espectro, ni tan siquiera la del ‘complot’ mediático, convertido a menudo en el cómodo expediente tras el que se atrincheran algunos colaboradores del Pontífice para justificar retrasos e ineficiencias. Pero es innegable que Ratzinger está bajo ataque”.

Tornielli y Rodari analizan una decena de momentos de crisis a lo largo de estos cinco años: desde la conferencia de Ratisbona con las protestas de los musulmanes a la liberalización de la Misa por el rito antiguo y el levantamiento de la excomunión a los obispos lefebvrianos; desde el escándalo de los abusos sexuales de sacerdotes a los comentarios en el viaje a África sobre el sida y los preservativos; desde la creación de “ordinariatos” para recibir a los anglicanos a nombramientos de obispos que hubieron de ser rectificados (como el de Stanislaw Wielgus como arzobispo de Varsovia, que resultó haber sido un informador de la policía secreta).

Ataques desde fuera

Sobre cada uno de estos episodios, los autores proporcionan detallados análisis, de los que emergen informaciones en parte inéditas. Su conclusión es que los ataques contra Benedicto XVI proceden de tres frentes distintos.

El primero procede de “lobbies y fuerzas” exteriores a la Iglesia, interesadas en desacreditar al Papa. Esta galaxia está constituida por fuerzas laicistas, grupos feministas y gays, laboratorios farmacéuticos que venden productos abortivos, abogados que piden indemnizaciones millonarias por los casos de abusos… Este un conjunto demasiado heterogéneo para que se pueda hablar de una acción común organizada, pero todos coinciden en ver a la Iglesia y a Benedicto XVI como los principales obstáculos para sus propios objetivos. En medio de una sociedad occidental maleable, el pontificado de Benedicto XVI resiste contra la “dictadura del relativismo” y propone otros valores.

Las distorsiones que llegan desde este frente se han visto de modo especial en el escándalo de los abusos sexuales, en el que se ha pretendido presentar a Ratzinger como tibio a la hora de tomar medidas. Sin embargo, como subrayan Tornielli y Rodari, si alguien ha sido duro contra los sacerdotes abusadores ha sido el cardenal Ratzinger cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, aunque tuviera que discutir a veces con algunos obispos.

Enemigos de dentro

El segundo enemigo, que actúa como fuerza de apoyo del primero, está constituido por los católicos –también sacerdotes y obispos– que ven a Benedicto XVI como un obstáculo para su proyecto de reforma de la Iglesia. Ellos han venido defendiendo una interpretación del Vaticano II como una ruptura con lo anterior, idea que tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI han descartado. Por eso, al estilo de Hans Küng, acusan al Papa de traicionar un supuesto “espíritu” del Concilio, que tiene muy poco que ver con los textos conciliares.

La acción de estos enemigos de dentro ha alimentado las controversias sobre la mano tendida a los lefebvrianos, las tensiones ecuménicas que podrían crearse por la acogida en la Iglesia de los anglicanos tradicionales, los nombramientos de obispos que suponen una pérdida de influencia para ellos…

El tercer obstáculo procede de lo que podría calificarse de “fuego amigo”, los funcionarios de la curia vaticana que no saben ayudar al Papa. Son enemigos involuntarios, que por su imprudencia o su incompetencia, son los peores public relations. Los dos vaticanistas subrayan especialmente las dificultades de comunicación de la Santa Sede, en la época de Internet, de las redes sociales, y de la telefonía móvil que hace que las noticias se difundan rápidamente a millones de personas. Si ante una noticia falsa o un ataque no se responde en pocas horas, las posibilidades de réplica se pierden.

Defectos de comunicación

En el último capítulo del libro, los autores preguntan a diversos expertos su opinión sobre las causas de los ataques a Benedicto XVI. Marcello Fao, analista de política exterior de Il Giornale, lo enmarca dentro de un proceso posterior a la caída del Muro de Berlín. Durante la Guerra Fría, la Iglesia –y en particular Juan Pablo II– desempeñaba un papel importante, “por su influencia en Europa del Este era una espina clavada en la Unión Soviética. Una vez caído el imperio soviético cambiaron los parámetros y los intereses prevalecientes. La Iglesia no era ya un puntal, sino un obstáculo, un elemento de conservación, un potencial contrapoder. Desde hace una veintena de años, está en curso un proceso de continua erosión del prestigio del Vaticano a través de los medios de comunicación, también del cine”.

George Weigel, escritor católico estadounidense y autor de una biografía de Juan Pablo II, explica: “No creo que haya una conspiración contra el Papa, en el sentido de una campaña organizada para impedir sus iniciativas o hacer descarrilar su pontificado. Pero a los ojos de los secularistas de Europa y de América del Norte, el Papa encarna el último obstáculo institucional frente a lo que él ha llamado la ‘dictadura del relativismo’”. La agenda de estos coincide a menudo con la de aquellos católicos que anhelaban otra Iglesia: “Como con Juan Pablo II, los enemigos de Benedicto XVI se niegan a discutir sus ideas. Se limitan a denunciar y se lamentan de lo que, erróneamente, pintan como una teología conservadora”.

El vaticanista estadounidense John Allen reconoce que gran parte de la cobertura mediática de Benedicto XVI, a propósito de la crisis sobre los abusos sexuales y de otras materias, ha sido injusta. Pero no cree que haya una campaña, sino la confluencia de cuatro problemas: “La alta tasa de ‘analfabetismo religioso’ que caracteriza a los principales medios; el escepticismo instintivo de los periodistas ante las instituciones y la autoridad; las presiones para adecuarse a tiempos cada vez más cortos dentro de la cultura de la ‘noticia instantánea’, típica del siglo XXI; y, por parte de muchos funcionarios de la Iglesia, un enfoque hacia la comunicación que revela muchas incapacidades y que a veces es contraproducente”.

37 artículos de la polémica en las páginas de Aceprensa

Artículos publicados en Aceprensa sobre la polémica de los abusos sexuales. Los que tienen una llave son sólo para suscriptores. El resto está en abierto.

La ley canónica y la ley civil ante los abusos sexuales (1085 palabras)   Juan Domínguez     10/05/10

La psicología ante los abusos sexuales por parte de clérigos (836 palabras)                                             05/05/10

La Santa Sede hará una revisión de los Legionarios de Cristo (1194 palabras)                                          02/05/10

Pagar por los pecados de los padres (563 palabras)                                  Carolyn Moynihan   30/04/10

Cachetes, salamandras y abusos de menores, todo mezclado (1252 palabras)                   José M. García Pelegrín        24/04/10

Aún hay sitio en el banquillo de los acusados (2053 palabras)                     Michael Cook          19/04/10

Goebbels y la operación de los sacerdotes paidófilos (979 palabras)                19/04/10

Ratzinger no paró el proceso contra un sacerdote de California (1135 palabras)             Ricardo Estarriol                   16/04/10

En la Iglesia Católica no hay más abusos que en otros ámbitos (529 palabras)                                        16/04/10

Transparencia con censura (789 palabras)                               Juan Domínguez        16/04/10

Llamamiento de intelectuales franceses a favor del Papa (300 palabras)                                 14/04/10

Guía sobre procedimientos en casos de abusos sexuales (869 palabras)                              12/04/10

Los abusos conciernen a un reducido número de sacerdotes (792 palabras)                                             08/04/10

Un caso de “pánico moral” (1408 palabras)                                                                05/04/10

El Papa y los abusos en EE.UU.: lo que el “Times” no cuenta (1894 palabras)           Rafael Serrano                      28/03/10

“El celibato no es la causa de la paidofilia” (970 palabras)                             Ricardo Estarriol    23/03/10

El Papa invita al arrepentimiento y a la renovación (1827 palabras)                    21/03/10

El Papa no encubrió a un acusado en Múnich (383 palabras)                        Aceprensa               16/03/10

Cómo actúa la Iglesia ante los abusos sexuales (1368 palabras)                          15/03/10

Alemania: abusos de menores en la Iglesia y fuera (1164 palabras)            José M. García Pelegrín                 12/03/10

Celibato sacerdotal y abusos sexuales (661 palabras)                            Aceprensa                  11/03/10

Abusos sexuales: máxima claridad y titulares engañosos (849 palabras)                                Aceprensa               10/03/10

Abusos sexuales, doble moral y esquizofrenia crítica (480 palabras)    Aceprensa                  19/07/07

George Weigel comenta el informe sobre los abusos sexuales en Estados Unidos (609 palabras)               Aceprensa      17/03/04

Balance y final de un escándalo (2143 palabras)                            Juan Domínguez        10/03/04

El coraje de ser católico (2423 palabras)                                        C. John McCloskey    26/03/03

La Iglesia de EE.UU. ya tiene normas definitivas para juzgar y castigar a los sacerdotes que hayan abusado de menores (480 palabras)                   Aceprensa      25/12/02

EE.UU.: nuevas normas para los casos de abusos de menores por parte de sacerdotes (828 palabras)    Aceprensa      20/11/02

El Vaticano y los obispos de EE.UU. revisarán las normas contra abusos sexuales de menores (661 palabras)               Aceprensa      23/10/02

Nueva praxis: un caso es demasiado (2765 palabras)                   Aceprensa                  19/06/02

La Iglesia en tiempos de escándalo (1212 palabras)                     Aceprensa                  22/05/02

Los equívocos de un escándalo (2654 palabras)                             Diego Contreras        01/05/02

Un problema espiritual, además de psicológico (1084 palabras) Aceprensa                  24/04/02

La Iglesia de EE.UU., sacudida por los casos de pederastia de sacerdotes (2953 palabras)                        Aceprensa ,Ignacio Aréchaga                     03/04/02

La Santa Sede da instrucciones para juzgar casos de abusos de menores por parte de clérigos (567 palabras)               Aceprensa      16/01/02

Abusos sexuales y celibato en África (644 palabras)                     Juan Domínguez        25/04/01

¿Defensa de las monjas o ataque al celibato? (649 palabras)       Diego Contreras        28/03/01

Llamamiento de intelectuales franceses a favor del Papa

From: http://www.aceprensa.com/articulos/2010/apr/14/llamamiento-de-intelectuales-franceses-favor-del-papa/

La parcialidad en el modo de presentar en la prensa la respuesta de la Iglesia ante los casos de abusos a menores ha provocado ya una reacción de voces críticas. En Francia, se está difundiendo un llamamiento (www.appelaverite.fr) con firmas de intelectuales y personalidades de la sociedad civil, cristianos y no cristianos.

En el llamamiento se lee, entre otras cosas: “Los casos de pedofilia en la Iglesia son, para todos los católicos, un motivo de profunda pena y de gran dolor. Miembros de la Jerarquía de la Iglesia han tenido, en algunos casos, graves incumplimientos y mala gestión, y celebramos la voluntad del Papa de hacer la luz sobre estos asuntos”.

Los firmantes se sitúan “del lado de los que sufren más por estos crímenes, es decir, las víctimas, rezando también por los culpables”.

Después de desear que “se haga toda la verdad” sobre este asunto, el texto prosigue: “Al mismo tiempo, rechazamos la precipitación y la escalada mediática que acompañan a estos casos. Más allá del derecho a la información, legítimo y democrático, tenemos que constatar con tristeza, como cristianos pero sobre todo como ciudadanos, que muchos medios de comunicación de nuestro país (y de Occidente en general) tratan estos asuntos con parcialidad, desconocimiento o satisfacción. Entre simplificaciones y generalizaciones, el retrato de la Iglesia que se hace actualmente en la prensa no se corresponde con lo que viven los cristianos católicos”.

Los firmantes declaran también su solidaridad con “tantos sacerdotes que llevan el mensaje de Cristo con coraje y a veces en la soledad”.

Entre los que han firmado el manifiesto se encuentran el escritor François Taillandier, el filósofo Jean-Luc Marion, de la Academia Francesa, los profesores de filosofía, Rémi Brague y Chantal Delsol, miembros del Instituto, el matemático –premiado con la medalla Fields– Laurent Lafforgue, el actor Michael Lonsdale, Jacques Arénes, psicoanalista, Alain Joly, pastor luterano, Fabrice Hadjadj, ensayista y dramaturgo, hijo de padres judíos converso al catolicismo.

Junto a personalidades conocidas, entre las que no faltan periodistas, más de 29.000 firmantes han rubricado por ahora el llamamiento.

El Papa y los abusos en EE.UU.: lo que el “Times” no cuenta

“El New York Times ha publicado que en 1998 la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida entonces por el Card. Ratzinger, impidió que se procesara a un sacerdote acusado de abusar de niños sordos. Pero no cuenta la historia completa, que lleva a conclusiones diferentes.”

Rafael Serrano // Aceprensa

El artículo de Laurie Goodstein en el New York Times sostiene que en 1996 el Card. Joseph Ratzinger, a la sazón prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), desoyó las peticiones del arzobispo de Milwaukee, Mons. Rembert Weakland, para que se abriera un proceso contra un sacerdote culpable de abusos de menores.

Goodstein se basa en documentos eclesiásticos “recientemente sacados a la luz” en el curso de un pleito civil iniciado contra la archidiócesis por cinco de las víctimas. Los abogados de los querellantes facilitaron los documentos.

Según Goodstein, los hechos se sucedieron así:

— El sacerdote acusado, Lawrence Murphy, trabajó de 1950 a 1974 en un colegio para niños sordos, St. John’s School, de la que en 1963 fue nombrado director. Allí abusó de muchos alumnos, hasta 200 quizá.

— Pese a las denuncias que empezaron a llegar, los superiores nunca juzgaron ni castigaron a Murphy, sino que en 1974 lo apartaron de St. John’s y lo trasladaron a la diócesis de Superior, donde transcurrió sus 24 años de vida restantes “trabajando libremente con niños” en parroquias, escuelas y un centro de reclusión para delincuentes juveniles.

— La archidiócesis no informó nunca a las autoridades civiles. Pero la policía y los fiscales, a su vez, no hicieron caso de las denuncias presentadas por las víctimas.

— Como en 1993 llegaron más denuncias a la archidiócesis sobre abusos anteriores a 1974, Mons. Weakland hizo que una trabajadora social, especialista en paidófilos, examinara a Murphy. La conclusión de tres días de entrevistas fue que Murphy había reconocido los hechos, que probablemente había tenido contactos con unos 200 chicos y que no mostraba arrepentimiento.

— Mons. Weakland, sin embargo, no intentó que Murphy fuera excluido del ministerio sacerdotal hasta 1996. Ese año, escribió dos cartas sobre el caso al Card. Ratzinger, que no contestó. Al cabo de ocho meses, el secretario de la Congregación, Tarcisio Bertone –actualmente cardenal secretario de Estado– indicó al que abriera un proceso canónico contra Murphy.

— Murphy escribió al Card. Ratzinger en enero de 1998 para solicitar que se abandonara el proceso abierto contra él. Alegaba que su edad era avanzada y su salud frágil, y que las normas canónicas fijaban el plazo de un mes desde la comisión del delito para iniciar un proceso.

— Tras esta apelación de Murphy al Card. Ratzinger, Mons. Bertone “detuvo” el proceso.

— En mayo de 1998 hubo una reunión en el Vaticano, en la que Mons. Weakland –según él mismo dijo luego a la periodista– no logró convencer a Mons. Bertone y otros miembros de la Congregación de que permitieran el proceso para apartar al Murphy del sacerdocio. Murphy murió de causas naturales en agosto siguiente.

Relato selectivo

Goodstein sostiene que el prefecto y la Congregación primero dieron largas, luego pusieron trabas y finalmente impidieron el proceso contra Murphy.

Sin embargo, el examen de los mismos documentos publicados permite descubrir que esa tesis se apoya en una exposición selectiva de los hechos.

Goodstein no explica por qué llegó el caso Murphy a la Santa Sede. Weakland se dirigió a Ratzinger cuando supo que algunos de los delitos denunciados eran de solicitación, o sea, cometidos en el confesonario. De ahí concluyó que caían bajo la jurisdicción de la CDF y hacía falta autorización para proseguir.

Cualquiera que fuera la razón de que Ratzinger o la CDF no contestaran pronto, esto no impidió la apertura del proceso penal contra Murphy, cosa que tampoco menciona Goodstein. Su relato salta de la carta a Ratzinger en julio de 1996 a la respuesta de Bertone en marzo de 1997 con las instrucciones para abrir el proceso. La documentación muestra que Weakland ya lo había iniciado el 22-11-1996.

Al confirmar la autorización para procesar a Murphy por solicitación, Bertone señaló además a Weakland que las normas procesales vigentes que debía seguir eran las de una instrucción de 1962 sobre el modo de investigar y juzgar tales delitos. Por eso se abandona el proceso original y se comienza otro conforme al procedimiento específico.

Después el tribunal se percata de que, según la instrucción de 1962, el obispo competente para juzgar el caso es el de la diócesis donde vive el acusado, en este caso la de Superior. Esto obliga a cerrar el proceso en Milwaukee y pedir a Mons. Fliss que abra otro, cosa que hace el 14-12-1997.

La apertura sucesiva de dos procesos inválidos antes de iniciar el tercero y definitivo ocasionó demoras, pero no fueron culpa de la CDF.

Datos silenciados

Tampoco se concluyó el proceso en Superior, según Goodstein porque la CDF admitió los argumentos de Murphy en su carta a Ratzinger del 12-01-1998.

“El cardenal Bertone –se lee al principio del artículo– detuvo el proceso después de que Fr. Murphy escribiera personalmente al cardenal Ratzinger alegando que no debería ser llevado a juicio porque ya se había arrepentido y su salud era mala, y porque el caso había prescrito”. Hacia el final, Goodstein insiste: “El intento de expulsar a Fr. Murphy tuvo un súbito fin después de que el sacerdote apelara al cardenal Ratzinger”.

Aquí es donde las omisiones de Goodstein operan la mayor tergiversación. Primero, el final no fue precisamente “súbito”, pues los cargos no fueron retirados hasta siete meses después de la carta de Murphy y a los cuatro desde que Bertone informara a Fliss de las alegaciones del acusado para que las tuviera en cuenta.

Tampoco dice Goodstein que el 19-08-1998, cuando Weakland comunicó a la CDF que abandonaba el caso, añadió que comenzaría inmediatamente un proceso administrativo para declarar a Murphy incapaz de ejercer el ministerio.

Es cierto que en su carta a Fliss (6-04-1998) Bertone puso en duda que conviniera proseguir la causa penal contra Murphy, y recomendó emplear primero medidas pastorales; y en la posterior reunión en el Vaticano con él, con Weakland y otros (30-05-1998), insistió en lo mismo. Pero Goodstein silencia datos cruciales.

Otro caso igual

No dice que en la carta a Ratzinger del 17-07-1996, Weakland consultó a la vez sobre otro caso antiguo de sacerdote acusado de abuso de menores y solicitación. La respuesta de Bertone (24-03-1997) se refiere a los dos casos y autoriza la apertura de los dos procesos. El del otro sacerdote se concluyó con la condena y la exclusión del estado clerical (está pendiente la apelación).

La tesis expresada en el titular del artículo, “el Vaticano rehusó expulsar a un sacerdote de EE.UU. que abusó de niños” (para evitar un escándalo que dañara el buen nombre de la Iglesia, según la interpretación de Goodstein), suscita dudas si resulta que en un caso simultáneo y paralelo la misma CDF no puso reparo alguno. ¿A qué se debe la diferencia?

Como se puede leer en los documentos, el segundo acusado había confesado sus delitos ante tres testigos, no víctimas, que así lo declararon bajo juramento. Respecto a Murphy, solo había un informe manuscrito de la trabajadora social que lo entrevistó; pero él mismo negó siempre los hechos, tanto en la fase de investigación como en sus declaraciones una vez citado a juicio.

Por eso, en la reunión del 30-05-1998, Bertone y otros de la CDF sostuvieron que no había base suficiente para un proceso penal. El largo tiempo transcurrido, 24 años, sin nuevas denuncias dificultaba mucho probar la solicitación en un juicio, a falta de confesión de parte. Y si no había indicios de abusos desde 1974, Bertone no veía utilidad en las acciones penales contra un acusado que parecía próximo a morir.

La recomendación de Bertone fue prohibir a Murphy todo ministerio con sordos y conminarle a manifestar arrepentimiento, advirtiéndole que si no lo hacía, se le impondrían sanciones más graves, incluso la exclusión del estado clerical en último caso.

Bertone no andaba descaminado. Como se comprobó antes de que pasaran tres meses, el proceso no se habría podido concluir: Murphy murió el 21-08-1998.

Sin Ratzinger no habría historia

Lo más censurable del modo como se manejó el caso Murphy es que ante las primeras denuncias no hubiera reacción eficaz por parte de las autoridades eclesiásticas. Tampoco intervinieron las civiles, que desestimaron las acusaciones dos veces, en 1973 y 1974, porque los hechos habían prescrito.

Algo hizo la diócesis, al apartar a Murphy de St. John’s. Pero ni la diócesis ni la policía investigaron más para averiguar si Murphy había cometido abusos más recientes o si seguía siendo un peligro para los menores. Tuvieron que pasar casi veinte años hasta que nuevas denuncias sobre la época de Murphy en St. John’s urgieran a intentar esclarecer los hechos.

Esto no se acaba de descubrir. Buena parte de los documentos obtenidos por Goodstein, aunque ella no lo consigna, habían sido hecho públicos el año pasado por la organización de víctimas que ha puesto una demanda civil a la diócesis. Lo que parece revelar Goodstein por primera vez es la correspondencia entre los obispos y el Vaticano.

Ahí se ve que la notificación a la CDF llegó al final, casi veinticinco años después de las primeras denuncias y cuando empezaba a verse próxima la muerte de Murphy. La intervención del dicasterio, en el curso del último año y medio, no habría podido recuperar lo que no se hizo en las dos décadas anteriores.

Pero al frente de la CDF estaba el actual Papa, y eso es lo que proporciona la historia a la periodista. Goodstein habría podido titular: “El Vaticano autorizó la expulsión de un sacerdote de EE.UU. que abusó de niños”, en referencia al otro acusado de Milwaukee. El interés de Goodstein, sin embargo, parece ser relacionar a Benedicto XVI con algún pasado caso de abusos mal llevado, como en el de Múnich. Lo hace con una presentación selectiva de datos que equivale a desinformación.

Un caso de “pánico moral” // Cosa c’è dietro gli scandali?

“Massimo Introvigne, conocido sociólogo de las religiones, examina en Avvenire (18-03-10) los datos sociológicos disponibles sobre abusos sexuales a menores, su incidencia en el clero católico y en otros ámbitos.”

http://www.aceprensa.com/articulos/2010/apr/05/un-caso-de-panico-moral/

“Si ritorna a parlare di preti pedofili, con voci e accuse che si riferiscono insistentemente alla Germania e tentativi di coinvolgimento di persone vicine al Papa, e credo che anche la sociologia abbia molto da dire e che non debba tacere per il timore di scontentare qualcuno. La discussione attuale sui preti pedofili – considerata dal punto di vista del sociologo – rappresenta un esempio tipico di «panico morale». Il concetto è nato negli anni 1970 per spiegare come alcuni problemi siano oggetto di una «ipercostruzione sociale». ”

Massimo Introvigne // Avvenire

http://www.avvenire.it/Cultura/scandali+pedofilia+caso_201003180904251170000