Category Archives: laicidad positiva

“Aunque no hay ningún complot mundial, hay tres frentes de ataques a Ratzinger”

libro de los vaticanistas andrea tornielli y paolo rodari / http://www.aceprensa.com / martes 7 de septiembre de 2010

Desde el comienzo del pontificado, la acción y las palabras de Benedicto XVI han sido presentadas de un modo distorsionado que ha producido continuas incomprensiones en la opinión pública. El origen de estos prejuicios es el tema del libro Attacco a Ratzinger, escrito por dos vaticanistas italianos, Andrea Tornielli de Il Giornale y Paolo Rodari de Il Foglio. El libro, publicado por Piemme, ha provocado un debate sobre el tratamiento mediático que está recibiendo el Papa.

“Este libro –escriben los autores– no pretende presentar una tesis preconcebida. No trata de acreditar la hipótesis de un complot ideado por alguna ‘cúpula’ o espectro, ni tan siquiera la del ‘complot’ mediático, convertido a menudo en el cómodo expediente tras el que se atrincheran algunos colaboradores del Pontífice para justificar retrasos e ineficiencias. Pero es innegable que Ratzinger está bajo ataque”.

Tornielli y Rodari analizan una decena de momentos de crisis a lo largo de estos cinco años: desde la conferencia de Ratisbona con las protestas de los musulmanes a la liberalización de la Misa por el rito antiguo y el levantamiento de la excomunión a los obispos lefebvrianos; desde el escándalo de los abusos sexuales de sacerdotes a los comentarios en el viaje a África sobre el sida y los preservativos; desde la creación de “ordinariatos” para recibir a los anglicanos a nombramientos de obispos que hubieron de ser rectificados (como el de Stanislaw Wielgus como arzobispo de Varsovia, que resultó haber sido un informador de la policía secreta).

Ataques desde fuera

Sobre cada uno de estos episodios, los autores proporcionan detallados análisis, de los que emergen informaciones en parte inéditas. Su conclusión es que los ataques contra Benedicto XVI proceden de tres frentes distintos.

El primero procede de “lobbies y fuerzas” exteriores a la Iglesia, interesadas en desacreditar al Papa. Esta galaxia está constituida por fuerzas laicistas, grupos feministas y gays, laboratorios farmacéuticos que venden productos abortivos, abogados que piden indemnizaciones millonarias por los casos de abusos… Este un conjunto demasiado heterogéneo para que se pueda hablar de una acción común organizada, pero todos coinciden en ver a la Iglesia y a Benedicto XVI como los principales obstáculos para sus propios objetivos. En medio de una sociedad occidental maleable, el pontificado de Benedicto XVI resiste contra la “dictadura del relativismo” y propone otros valores.

Las distorsiones que llegan desde este frente se han visto de modo especial en el escándalo de los abusos sexuales, en el que se ha pretendido presentar a Ratzinger como tibio a la hora de tomar medidas. Sin embargo, como subrayan Tornielli y Rodari, si alguien ha sido duro contra los sacerdotes abusadores ha sido el cardenal Ratzinger cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, aunque tuviera que discutir a veces con algunos obispos.

Enemigos de dentro

El segundo enemigo, que actúa como fuerza de apoyo del primero, está constituido por los católicos –también sacerdotes y obispos– que ven a Benedicto XVI como un obstáculo para su proyecto de reforma de la Iglesia. Ellos han venido defendiendo una interpretación del Vaticano II como una ruptura con lo anterior, idea que tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI han descartado. Por eso, al estilo de Hans Küng, acusan al Papa de traicionar un supuesto “espíritu” del Concilio, que tiene muy poco que ver con los textos conciliares.

La acción de estos enemigos de dentro ha alimentado las controversias sobre la mano tendida a los lefebvrianos, las tensiones ecuménicas que podrían crearse por la acogida en la Iglesia de los anglicanos tradicionales, los nombramientos de obispos que suponen una pérdida de influencia para ellos…

El tercer obstáculo procede de lo que podría calificarse de “fuego amigo”, los funcionarios de la curia vaticana que no saben ayudar al Papa. Son enemigos involuntarios, que por su imprudencia o su incompetencia, son los peores public relations. Los dos vaticanistas subrayan especialmente las dificultades de comunicación de la Santa Sede, en la época de Internet, de las redes sociales, y de la telefonía móvil que hace que las noticias se difundan rápidamente a millones de personas. Si ante una noticia falsa o un ataque no se responde en pocas horas, las posibilidades de réplica se pierden.

Defectos de comunicación

En el último capítulo del libro, los autores preguntan a diversos expertos su opinión sobre las causas de los ataques a Benedicto XVI. Marcello Fao, analista de política exterior de Il Giornale, lo enmarca dentro de un proceso posterior a la caída del Muro de Berlín. Durante la Guerra Fría, la Iglesia –y en particular Juan Pablo II– desempeñaba un papel importante, “por su influencia en Europa del Este era una espina clavada en la Unión Soviética. Una vez caído el imperio soviético cambiaron los parámetros y los intereses prevalecientes. La Iglesia no era ya un puntal, sino un obstáculo, un elemento de conservación, un potencial contrapoder. Desde hace una veintena de años, está en curso un proceso de continua erosión del prestigio del Vaticano a través de los medios de comunicación, también del cine”.

George Weigel, escritor católico estadounidense y autor de una biografía de Juan Pablo II, explica: “No creo que haya una conspiración contra el Papa, en el sentido de una campaña organizada para impedir sus iniciativas o hacer descarrilar su pontificado. Pero a los ojos de los secularistas de Europa y de América del Norte, el Papa encarna el último obstáculo institucional frente a lo que él ha llamado la ‘dictadura del relativismo’”. La agenda de estos coincide a menudo con la de aquellos católicos que anhelaban otra Iglesia: “Como con Juan Pablo II, los enemigos de Benedicto XVI se niegan a discutir sus ideas. Se limitan a denunciar y se lamentan de lo que, erróneamente, pintan como una teología conservadora”.

El vaticanista estadounidense John Allen reconoce que gran parte de la cobertura mediática de Benedicto XVI, a propósito de la crisis sobre los abusos sexuales y de otras materias, ha sido injusta. Pero no cree que haya una campaña, sino la confluencia de cuatro problemas: “La alta tasa de ‘analfabetismo religioso’ que caracteriza a los principales medios; el escepticismo instintivo de los periodistas ante las instituciones y la autoridad; las presiones para adecuarse a tiempos cada vez más cortos dentro de la cultura de la ‘noticia instantánea’, típica del siglo XXI; y, por parte de muchos funcionarios de la Iglesia, un enfoque hacia la comunicación que revela muchas incapacidades y que a veces es contraproducente”.

El Papa que no vendía

Fuente: http://www.lavanguardia.es/premium/epaper/20100612/53944623363.html

Gabriel Magalhães  // La Vanguardia

Es difícil escribir sobre una persona. Se puede ser injusto. Y más difícil aún es escribir sobre Joseph Ratzinger. No obstante, el Papa visitó Portugal este mayo, y esa visita ha sido importante. Ha marcado un suave cambio, muy profundo, en nuestro país. En Portugal, desde la revolución que trajo la democracia en 1974, los cambios importantes se hacen con una flor en la mano.

La expectativa, hace unos meses, era escasa, o casi negativa. “Este papa no vende”, declaraban los vendedores de artículos religiosos de Fátima. Y el cartel de inquisidor y personaje siniestro colgado a Ratzinger imponía su sombra. Cuando llegó a Lisboa, lo que había era curiosidad y el respeto debido. Nada más que eso.

Lo primero que llamó la atención fue la exactitud de todos sus movimientos. Hay un rigor alemán en sus gestos. Su presencia es algo así como un lienzo de Mondrian. Y, de repente, los portugueses nos dimos cuenta de que el vocablo exacto para todo esto es “seriedad”. En el fondo, lo que Alemania hace hoy con Europa, a nivel económico, lo ha hecho este papa hace décadas, en el terreno espiritual.

Si elogiamos la cordura de Merkel, hemos por lo menos de comprender a Ratzinger.

El portugués de a pie intuyó que básicamente estamos ante un hombre honrado. Cuando un grupo de jóvenes fue a darle vítores por la noche, salió al balcón de la nunciatura de Lisboa, agradeció con mucho cariño y pidió que le dejaran dormir porque tenía que trabajar al día siguiente.

Ratzinger cumple con lo de ser una imagen, un icono, pero intenta apagarse. Sabe que, a partir de un cierto punto, la imagen del papa se reviste de rasgos “paganos”. Hay en el líder de la Iglesia la convicción personal, muy arraigada, de que un sacerdote tiene que desdibujarse para que sólo Dios sea el protagonista. Y esto también vale para él, a pesar de su condición de vicario de Cristo. Para conocerle, hay que leerlo. Sus representaciones visuales son tan abstractas como banderas: dicen muy poco. Si queremos encontrarnos con Benedicto XVI, debemos conocer sus textos. En realidad, se trata de un papa escritor, muy fiel a la raíz verbal del cristianismo.

Su ascensión eclesial se basa en su prodigiosa capacidad de interpretar los escritos bíblicos. El lector de sus textos sabe que posee una inteligencia y una claridad de exposición deslumbrantes, muy germánicas, mezcladas con una elegancia literaria ya un poco italiana. Ratzinger fue la linterna de la Iglesia en un tiempo de dudas y oscuridades. En concreto, fue la linterna de Juan Pablo II. Una linterna a veces incómoda, en una época enamorada de la breve alucinación del flash fotográfico.

En resumen: honradez, discreción, inteligencia. Y además una gran fe y un enorme sentido de misión. Y esto terminó siendo lo más espeluznante para muchos portugueses. Ratzinger fue elegido hace cinco años, cuando se ignoraban las dificultades presentes, y adoptó el nombre de Benedicto XVI, estableciendo como una de sus prioridades la recuperación espiritual de Europa. Todo esto antes de la crisis actual.

En Portugal, nos hemos dado cuenta de que se trata de un papa providencial. Es la persona que Europa necesitaba en este momento. Esto lo ha comprendido una gran parte de la sociedad portuguesa. Ha sido un fenómeno amplio, que supera el mundo de los católicos de misa dominical.

No querer ver que Europa necesita una resurrección espiritual es como no querer ver el déficit. Exactamente lo mismo. Cerrar los ojos e insistir en ideas huecas. Lo importante es empezar a pensar cómo podremos articular los principios insoslayables de una sociedad libre, democrática, con la energía de la espiritualidad. Sólo salvaremos las democracias que hemos creado y el bienestar que hemos construido si regresamos a nuestra tradición espiritual. La economía ya no puede solucionarse a sí misma; la situación actual pide ante todo nuevas actitudes; esas nuevas actitudes sólo las podrán tomar personas renovadas que hayan redescubierto a fondo la dignidad mayor de su condición humana.

Y aquí anotaremos otra característica del Papa: su serena tristeza. No existe ese optimismo contagioso de Juan Pablo II. Es un hombre de fe, pero también alguien que se sabe de memoria todos los suicidios espirituales de Occidente. Esa melancolía papal, en un país nostálgico como Portugal, ha calado profundamente. La sociedad portuguesa no es la misma tras la visita de Benedicto XVI. Pese a todos los escándalos, del “pecado de la Iglesia”, como dijo el Papa, ha habido como un discreto amanecer. Nada de fanatismos. Sencillamente, un suave recuperar la lucidez. Y es que no bastará con salvar el euro. Para salvar a Europa, habrá que redescubrir, en plena libertad, el alma de Occidente.

   G. MAGALHÃES, escritor portugués

Benedicto XVI en 10 frases

Pablo Blanco // http://www.conelpapa.com

Fuente: http://www.conelpapa.com/benedictoxvi/diezfrases.htm

Cuando el papa Ratzinger viajó a su país, los estadounidenses –según las estadísticas– sabían tres cosas sobre este papa: que era más abierto de lo que se pensaba, que tuvo un lío con los musulmanes a raíz de un discurso en Ratisbona, y que usaba zapatos fabricados por Prada. En esto último no estaban en lo cierto –comentaba John L. Allen–, pues los zapatos se los había hecho un artesano romano del barrio del Trastevere.

Este autor norteamericano –en un principio bastante crítico con el cardenal Ratzinger–publicó después un libro traducido al castellano por la bilbaína editorial Mensajero, que titula Diez cosas que el papa Benedicto XVI quiere que sepas. He aquí una síntesis, con algunas variaciones.

1. Dios es amor. El papa Ratzinger sorprendió al mundo con su primera encíclica sobre la caridad: el que había sido el «guardián de la fe», era también ahora el papa del amor y la esperanza, a juzgar por sus dos primeras encíclicas. Ahora parece que viene una social sobre las raíces éticas de la crisis económica.

2. El cristianismo es un mensaje positivo. Positivo y propositivo: un ‘gran sí’ a Dios, como el papa alemán suele repetir. Los pequeños ‘síes’ y ‘noes’ que se pueden derivar en la vida cristiana, son tan solo para subrayar este SÍ, con acento y mayúsculas.

3. Jesús es el Señor. Esta frase de san Pablo –al que le ha dedicado este año– recuerda que Jesucristoes un hombre como nosotros, pero que también es Dios. No es un avatar más de la divinidad. El ser-Dios de Cristo, central en el mensaje cristiano, ha de ser propuesto con toda su fuerza y urgencia en el mundo actual.

4. Cristo y la Iglesia. Frente al lema ampliamente difundido «Cristo sí, Iglesia no», Benedicto XVI quiere recordar que la Iglesia no es otra cosa que el cuerpo de Cristo. Las catequesis de los miércoles sobre los primeros cristianos no han hecho más que recordar esta idea: los apóstoles y los primeros que creyeron en Jesucristo continúan la acción de Jesús en este mundo.

5. La verdad y la libertad están íntimamente unidas, pues de hecho –como Jesús dijo– «la verdad hace libres». Lo contrario –el error y la mentira– son cadenas y quitan libertad: llevan a la llamada «dictadura del relativismo», que el cardenal alemán relacionaba con el nazismo sufrido en su infancia.

6. La fe y la razón van también juntas, pues –como recordó Juan Pablo II– son las dos alas para remontarse hacia la verdad. La razón nos puede librar de los fanatismos y los terrorismos, sean estos del signo que sean. La razón defiende también al ser humano, sin necesidad de remitirse a instancias religiosas. Puede darse una «ética global o mundial» en defensa de la vida y del individuo, independientemente del propio credo o ideología.

7. La política y la religión son distintas, pero no del todo distantes. Iglesia y Estado han de caminar separadas, pero mirándose y escuchándose la una al otro. Sería esta la famosa «laicidad positiva». La no confesionalidad implica neutralidad y diálogo, nunca oposición o polémica.

8. Identidad católica. Lo que atrae a la fe y llena las iglesias es una firme personalidad católica. La misa del domingo se constituye en el mejor marketingpara la Iglesia. Las instituciones católicas –escuelas, hospitales, universidades– no han de avergonzarse de lo que son de hecho.

9. Pan y palabra, Eucaristía y Escritura son los caminos que nos llevan a Jesucristo. Por eso los católicos deben conocer bien la Biblia y cuidar de modo especial la liturgia. Los dos últimos sínodos de obispos han sido sobre estos temas. La Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia y la adoración da más frutos que el puro activismo.

10.Salvados por la esperanza. No tiene prisa. Benedicto XVI avanza lento pero seguro, con el paso pausado del buen montañero. Sabe hablar, rezar, estudiar, esperar. Conoce la virtud de la paciencia, pero, para él, como decía Paul Claudel, «la paciencia es la hermana pequeña de la esperanza».

Por Pablo Blanco