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31 Preguntas sobre la infancia de Jesús, 31 respuestas de Benedicto XVI

31 Preguntas y respuestas sobre la infancia de Jesús de Nazaret extraídas del libro de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI Jesús de Nazaret. La infancia de Jesús.  El texto de las respuestas está sacado literalmente del original. Las preguntas son mías.

 

1. ¿Cuál es el objetivo del libro sobre la infancia de Jesús que ha escrito Benedicto XVI?

 

SOBRE JESÚS Y SU MISIÓN

2. ¿De dónde viene Jesús?

3. ¿Por qué el nombre de Jesús?

4. ¿Por qué Dios, siendo amor, es signo de contradicción?

5. ¿Cómo es el reino del Hijo de Dios? ¿Qué relación tiene con los reinos de los poderosos del mundo?

6. ¿Por qué la salvación de Jesús consiste en el perdón de los pecados?

7. ¿Qué libertad tiene Jesús con respecto a la Ley?

8. ¿Qué diferencia hay entre la paz del emperador Augusto y la paz de Cristo?

 

LAS GENEALOGÍAS DE JESÚS

9. ¿Cuál es el sentido de la genealogía de Jesús que describe san Mateo?

10. ¿Cuál es la estructura simbólica de la genealogía que describe el evangelio de san Lucas?

11. ¿Por qué no coinciden las genealogías que describen los evangelistas Mateo y Lucas?

12. ¿Qué papel tiene José en la genealogía de Jesús?

 

HISTORICIDAD DE LAS NARRACIONES

13. ¿Son ciertas las narraciones de la infancia de Jesús de san Mateo y san Lucas?

14. El nacimiento virginal de Jesús, ¿es un mito o una verdad histórica?

15. ¿Podemos determinar el tiempo histórico en el que nació Jesús?

16. ¿Sucedió la matanza de inocentes por parte de Herodes?

 

ANUNCIACIÓN

17. ¿Por qué el ángel saluda a la Virgen María con un chaire, ‘Ave’, en lugar del acostumbrado ‘Shalom’ judío?

18. ¿Qué relación tiene la alegría con el título “llena de gracia” que el Ángel aplica a María?

19. La respuesta de la Virgen María al ángel, ¿qué denota sobre su forma de ser?

20. ¿Por qué la respuesta afirmativa de María al ángel es esencial?

 

DE LA NAVIDAD A LOS DOCE AÑOS

21. A José se le considera un “hombre justo” ¿Qué significa esta expresión?

22. ¿Por qué José y María van a Belén?

23. ¿Qué sugiere el hecho que no tuvieran sitio en la posada de Belén para acoger a María, encinta, y José?

24. ¿Se puede afirmar que Jesús nació en una gruta?

25. ¿Nació Jesús entre un buey y una mula?

26. ¿Quiénes eran los Magos que van a adorar al Niño?

27. ¿Qué ve la tradición cuando describe a los Magos como tres reyes?

28. ¿Por qué dieron los Magos oro, incienso y mirra?

29. ¿Por qué san Mateo dice que a Jesús se le llamaría nazareno, de acuerdo con los profetas?

30. ¿Por qué tardan María y José tres días en encontrar a Jesús en el templo, tras haberlo perdido cuando tenía 12 años?

31. ¿Qué valor tienen las palabras de Jesús cuando María y José lo encuentran en el templo?

Felices Navidades y tristes verdades (o la singular forma de felicitar las fiestas de Benedicto XVI)

Cuentan los expertos que las controversias mediáticas suelen primar, con frecuencia, los elementos conflictivos por encima de la búsqueda de la verdad. El gran escándalo del 2010 para la Iglesia -los abusos sexuales del clero- va camino de convertirse en el conflicto que, en contra de lo previsto, consiguió llevar estos dos elementos a su máxima expresión.

Benedicto XVI no es amigo de felicitar la Navidad a la Curia con frases convencionales y discursos de compromiso. Así como en la primera oportunidad, en 2005, planteó abiertamente su visión de la historia de la Iglesia tras el Vaticano II (hermenéutica de la discontinuidad vs hermenéutica de la ruptura) en esta Navidad de 2010 ha afrontado sin rodeos “las grandes angustias” que han marcado la actualidad informativa en torno a los sacerdotes los últimos meses. Con su franqueza habitual, Benedicto XVI ha explicado: “hemos sido turbados cuando, precisamente en este año y en una dimensión inimaginable para nosotros, hemos tenido conocimiento de abusos contra menores cometidos por sacerdotes, que trabucan el Sacramento en su contrario: bajo el manto de lo sagrado hieren profundamente a la persona humana en su infancia y le acarrean un daño para toda la vida”. Asegura haber visto el rostro de la Iglesia “cubierto de polvo” y su vestido “desgarrado” por culpa de los sacerdotes.

Mucho se ha comentado el papel de los medios en esta polémica mediática. Desencadenado el mecanismo del chivo expiatorio, no ha sido fácil en ocasiones sustraer la razón de la espiral de acusaciones que se vertían contra el papa alemán, precisamente la persona que -pasados los días de gran conflagración- ha aparecido como el bueno de la película. La sociedad buscaba un culpable, y ese anciano vestido de blanco parecía, nunca mejor dicho, un blanco fácil. Afortunadamente, el relato informativo de los medios no está todo escrito de antemano, y los acontecimientos llevaron las plumas periodísticas por derroteros fuera de guión. Si en marzo y abril se le presentaba como el gran odiado, tras el viaje al Reino Unido y en vísperas de su visita a Barcelona y Santiago un prestigioso observador afirmaba que el Papa “ha sabido hacer llegar sus mensajes al pueblo”.

Sólo la verdad…

Quizás haya sido esto, su capacidad de conectar con el pueblo, lo que más incomodara a sus opositores. Pero esta capacidad de entender el alma del tipo corriente ni se improvisa ni es fruto de un cálculo estratégico o de un plan de comunicación. Parte del éxito de Benedicto XVI en salir airoso de un año sembrado de malas noticias responde, simplemente, a su capacidad de entender en su esencia el funcionamiento de las controversias en la opinión pública. Sabe que más allá de la polémica del gran titular hay que buscar siempre lo cierto, si algo hay de cierto en lo narrado, es decir, aquello que realmente han vivido las personas concretas que aparecen en la noticia.

En otras palabras, busca la verdad. Y esta búsqueda de la verdad, una vez más, se ha revelado no sólo como la única actitud finalmente válida, sino como la mediáticamente más fructífera. Esta actitud queda explicitada en sus recientes declaraciones a Peter Seewald sobre el escándalo de los abusos del clero: “Saltaba a la vista que la información dada por la prensa no estaba guiada por la pura voluntad de transmitir la verdad sino que había también un goce en desairar a la Iglesia y en desacreditarla lo más posible. Pero, más allá de ello, debía quedar siempre claro que, en la medida en que es verdad, tenemos que estar agradecidos por toda información. La verdad, unida al amor bien entendido, es el valor número uno. Por último, los medios no podrían haber informado de esa manera si el mal no estuviese presente en la misma Iglesia. Sólo porque el mal estaba en la Iglesia pudo ser utilizado por otros en su contra”.

En coherencia con este punto de partida, el Papa exhortó en su discurso de Navidad a la cúria a “aceptar esta humillación como una exhortación a la verdad y una llamada a la renovación. Sólo la verdad salva. Debemos preguntarnos qué podemos hacer para reparar lo más posible la injusticia cometida. Debemos preguntarnos qué era equivocado en nuestro anuncio, en toda nuestra forma de configurar el ser cristiano, de manera que una cosa semejante pudiera suceder. Debemos encontrar una nueva determinación en la fe y en el bien. Debemos ser capaces de penitencia. Debemos esforzarnos en intentar todo lo posible, en la preparación al sacerdocio, para que una cosa semejante no pueda volver a suceder”. De la mano de Benedicto XVI, el gran escándalo ha contribuido a que saliera a la luz una gran verdad, incómoda, sobre los miembros de la Iglesia. Y sólo a partir de la verdad se puede mejorar lo presente.

…Y toda la verdad

La verdad ha sido, en efecto, incómoda y dolorosa para la Iglesia. Pero la verdad no se acaba aquí. Explica Benedicto XVI: “no podemos tampoco callar sobre el contexto de nuestro tiempo en el que hemos tenido que ver estos acontecimientos. Existe un mercado de la pornografía que afecta a los niños, que de alguna forma parece ser considerado por la sociedad cada vez más como algo normal. La destrucción psicológica de niños, cuyas personas son reducidas a artículo de mercado, es un espantoso signo de los tiempos (…). Se plantea también el problema de la droga, que con fuerza creciente extiende sus tentáculos de pulpo en todo el globo terrestre (…) Todo placer resulta insuficiente y el exceso en el engaño de la embriaguez se convierte en una violencia que destruye regiones enteras, y esto en nombre de un malentendido fatal de la libertad en el que precisamente la libertad del hombre es minada y al final anulada del todo”. En el discurso, además, Benedicto XVI apunta a los fundamentos ideológicos de estos males: la apología de la pedofilia en los 70 y la sustitución de la moral por un cálculo relativista de las consecuencias.

Tan peculiar -por valiente- felicitación de Navidad prosigue después comentando el Sínodo de las Iglesias Orientales, el viaje al Reino Unido y la beatificación del cardenal Newman. El texto completo, aquí. De lectura imprescindible.

¡Feliz Navidad!

Discurso del Papa a los miembros de la Curia Romana para felicitar la próxima Navidad

Fuente: http://www.zenit.org/article-37685?l=spanish
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Señores cardenales, venerados hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio, queridos hermanos y hermanas,

Me encuentro con vosotros con vivo agrado, queridos Miembros del Colegio Cardenalicio, representantes de la Curia Romana y de la Gobernación, para esta cita tradicional. Os dirijo a cada uno un cordial saludo, empezando por el cardenal Angelo Sodano, a quien doy las gracias por las expresiones de devoción y de comunión, y por los fervientes augurios que me ha dirigido en nombre de todos. Prope est jam Dominus, venite, adoremus! Contemplamos como una única familia el misterio del Emmanuel, del Dios-con-nosotros, como dijo el cardenal decano. Os devuelvo de buen grado vuestras felicitaciones y deseo agradeceros vivamente a todos, incluyendo a los representantes pontificios diseminados por el mundo, la aportación competente y generosa que cada uno presta al Vicario de Cristo y a la Iglesia.

Excita, Domine, potentiam tuam, et veni” – con estas palabras y otras similares, la liturgia de la Iglesia reza repetidamente en los días del Adviento. Son invocaciones formuladas probablemente en el periodo de decadencia del Imperio Romano. La descomposición de los ordenamientos que sostenían el derecho y de las actitudes morales de fondo, que daban fuerza a aquellos, causaban la ruptura de los márgenes que hasta aquel momento habían protegido la convivencia pacífica entre los hombres. Un mundo estaba desapareciendo. Frecuentes cataclismos naturales aumentaban aún más esta experiencia de inseguridad. No se veía fuerza alguna que pudiese frenar aquel ocaso. Tanto más insistente era la invocación del poder propio de Dios: que Él viniera y protegiera a los hombres de todas estas amenazas.

Excita, Domine, potentiam tuam, et veni“. También hoy tenemos nosotros muchos motivos para asociarnos a esta oración de Adviento de la Iglesia. El mundo, con todas sus nuevas esperanzas y posibilidades, está al mismo tiempo angustiado por la impresión de que el consenso moral se está disolviendo, un consenso sin el cual las estructuras jurídicas y políticas no funcionan; en consecuencia, las fuerzas movilizadas para la defensa de estas estructuras parecen estar destinadas al fracaso.

Excita – la oración recuerda el grito dirigido al Señor, que estaba durmiendo en la barca de los discípulos zarandeada por la tempestad y a punto de hundirse. Cuando su palabra poderosa hubo aplacado la tempestad, Él reprochó a los discípulos por su poca fe (cfr Mt 8,26 y par.). Quería decir: en vosotros mismos, la fe se ha dormido. Lo mismo quiere decirnos también a nosotros. También en nosotros la fe a menudo se duerme. Pidámosle por tanto que nos despierte del sueño de una fe que se ha vuelto cansada y que vuelva a dar a nuestra fe el poder de mover las montañas -es decir, de dar el orden justo a las cosas del mundo.

Excita, Domine, potentiam tuam, et veni“: en las grandes angustias, a la que hemos sido expuestos este año, esta oración de Adviento me ha vuelto siempre al corazón y a los labios. Con gran alegría habíamos comenzado el Año sacerdotal y, gracias a Dios, pudimos concluirlo también con gran agradecimiento, a pesar de que se llevara a cabo de forma tan distinta a como esperábamos. En nosotros los sacerdotes, y en los laicos, y precisamente también en los jóvenes, se ha renovado la conciencia de qué don representa el sacerdocio de la Iglesia católica, que el Señor nos ha confiado. Nos hemos dado cuenta nuevamente de qué bello es que los seres humanos hayamos sido autorizados a pronunciar, en nombre de Dios y con pleno poder, la palabra del perdón, y seamos así capaces de cambiar el mundo, la vida; qué hermoso es que los seres humanos hayamos sido autorizados a pronunciar las palabras de la consagración, con las que el Señor atrae hacia sí un trozo de mundo, y en cierta forma lo transforme en su sustancia; qué hermoso es poder estar, con la fuerza del Señor, cerca de los hombres en sus alegrías y sufrimientos, tanto en las horas importantes como en las horas oscuras de la existencia; qué hermoso es tener en la vida como tarea no esto o lo otro, sino sencillamente el ser mismo del hombre – para ayudarle a que se abra a Dios y que viva a partir de Dios. Por eso hemos sido turbados cuando, precisamente en este año y en una dimensión inimaginable para nosotros, hemos tenido conocimiento de abusos contra menores cometidos por sacerdotes, que trabucan el Sacramento en su contrario: bajo el manto de lo sagrado hieren profundamente a la persona humana en su infancia y le acarrean un daño para toda la vida.

En este contexto, me venía a la mente una visión de santa Hildegarda de Bingen que describe de forma conmovedora lo que hemos vivido este año: “En el año 1170 después del nacimiento de Cristo estuve durante largo tiempo enferma en la cama. Entonces, física y mentalmente despierta, vi a una mujer de una belleza tal que la mente humana no era capaz de comprender. Su figura se erguía desde la tierra hasta el cielo. Su rostro brillaba con un resplandor sublime. Su mirada estaba dirigida al cielo. Estaba vestida con una túnica luminosa y radiante de seda blanca y un manto guarnecido de piedras preciosas. En los pies calzaba zapatos de ónice. Pero su rostro estaba embadurnado de polvo; su vestido, por el lado derecho, estaba desgarrado. También el manto había perdido su belleza singular, y sus zapatos estaban ensuciados por encima. Con voz alta y dolorida, la mujer gritó hacia el cielo: ‘¡Escucha, oh cielo, mi rostro está manchado! ¡Aflígete, oh tierra: mi vestido está desgarrado! ¡Tiembla, oh abismo: mis zapatos están ensuciados!’

Y prosiguió: ‘Estaba escondida en el corazón del Padre, hasta que el Hijo del hombre, concebido y dado a luz en la virginidad, derramó su sangre. Con esta sangre, como dote suya, me tomó como su esposa. Los estigmas de mi esposo permanecen frescos y abiertos, mientras estén abiertas las heridas de los pecados de los hombres. Precisamente el que sigan abiertas las heridas de Cristo es por culpa de los sacerdotes. Estos desgarran mi túnica porque son transgresores de la Ley, del Evangelio y de su deber sacerdotal. Quitan el esplendor a mi manto, porque descuidan totalmente los preceptos que se les impusieron. Ensucian mis zapatos, porque no caminan por sendas rectas, es decir, en las duras y severas de la justicia, y tampoco dan buen ejemplo a sus súbditos. Con todo, encuentro en algunos el esplendor de la verdad’.

Y escuché una voz del cielo que decía: ‘Esta imagen representa a la Iglesia. Por esto, oh ser humano que ves todo esto y que escuchas las palabras de lamento, anúncialo a los sacerdotes que están destinados a la guía y a la instrucción del pueblo de Dios y a los cuales, como a los apóstoles, se ha dicho: Id a todo el mundo y anunciad el Evangelio a toda criatura’ (Mc 16,15)” (Carta a Werner von Kirchheim y a su comunidad sacerdotalPL 197, 269ss).

En la visión de santa Hildegarda, el rostro de la Iglesia está cubierto de polvo, y es así como lo hemos visto nosotros. Su vestido está desgarrado – por culpa de los sacerdotes. Así como ella lo vio y expresó, lo hemos vivido este año. Debemos aceptar esta humillación como una exhortación a la verdad y una llamada a la renovación. Sólo la verdad salva. Debemos preguntarnos qué podemos hacer para reparar lo más posible la injusticia cometida. Debemos preguntarnos qué era equivocado en nuestro anuncio, en toda nuestra forma de configurar el ser cristiano, de manera que una cosa semejante pudiera suceder. Debemos encontrar una nueva determinación en la fe y en el bien. Debemos ser capaces de penitencia. Debemos esforzarnos en intentar todo lo posible, en la preparación al sacerdocio, para que una cosa semejante no pueda volver a suceder. Éste es también el lugar para agradecer de corazón a todos aquellos que se han empeñado en ayudar a las víctimas y en devolverles la confianza en la Iglesia, la capacidad de creer en su mensaje. En mis encuentros con las víctimas de este pecado, siempre he encontrado a personas que, con gran dedicación, están al lado de quienes sufren y han sufrido daño. Ésta es la ocasión también para dar las gracias también a tantos buenos sacerdotes que transmiten en humildad y fidelidad la bondad del Señor y que, en medio de las devastaciones, son testigos de la belleza no perdida del sacerdocio.

Somos conscientes de la particular gravedad de este pecado cometido por sacerdotes y de nuestra correspondiente responsabilidad. Pero no podemos tampoco callar sobre el contexto de nuestro tiempo en el que hemos tenido que ver estos acontecimientos. Existe un mercado de la pornografía que afecta a los niños, que de alguna forma parece ser considerado por la sociedad cada vez más como algo normal. La destrucción psicológica de niños, cuyas personas son reducidas a artículo de mercado, es un espantoso signo de los tiempos. Escucho de los obispos de países del Tercer Mundo una y otra vez que el turismo sexual amenaza a una generación entera y la daña en su libertad y en su dignidad humana. El Apocalipsis de san Juan enumera entre los grandes pecados de Babilonia – símbolo de las grandes ciudades irreligiosas del mundo – el hecho de practicar el comercio de los cuerpos y de las almas y de hacer de ellos una mercancía (cfr. Ap 18,13). En este contexto, se plantea también el problema de la droga, que con fuerza creciente extiende sus tentáculos de pulpo en todo el globo terrestre – expresión elocuente de la dictadura de Mammón que pervierte al hombre. Todo placer resulta insuficiente y el exceso en el engaño de la embriaguez se convierte en una violencia que destruye regiones enteras, y esto en nombre de un malentendido fatal de la libertad en el que precisamente la libertad del hombre es minada y al final anulada del todo.

Para oponernos a estas fuerzas debemos echar una mirada a sus fundamentos ideológicos. En los años 70, la pedofilia fue teorizada como algo totalmente conforme al hombre y también al niño. Esto, sin embargo, formaba parte de una perversión de fondo del concepto de ethos. Se afirmaba – incluso en el ámbito de la teología católica – que no existían ni el mal en sí ni el bien en sí. Existirían sólo un “mejor que” y un “peor que”. Nada sería de por sí bueno o malo. Todo dependería de las circunstancias y del fin pretendido. Según los fines y las circunstancias, todo podría ser bueno o también malo. La moral se sustituyó por un cálculo de las consecuencias y con ello dejó de existir. Los efectos de tales teorías son hoy evidentes. Contra ellas el papa Juan Pablo II, en su encíclica Veritatis splendor de 1993, indicó con fuerza profética en la gran tradición del ethos cristiano las bases esenciales de la actuación moral. Este texto debe ser puesto hoy nuevamente en el centro como camino en la formación de la conciencia. Es responsabilidad nuestra hacer nuevamente audibles y comprensibles entre los hombres estos criterios como vías de la verdadera humanidad, en el contexto de la preocupación por el hombre, en la que estamos inmersos.

Como segundo punto quisiera decir algo sobre el Sínodo de las Iglesias de Oriente Medio. Este comenzó con mi viaje a Chipre donde pude entregar el Instrumentum laboris para el Sínodo a los obispos de esos países allí reunidos. Permanece inolvidable la hospitalidad de la Iglesia ortodoxa que pudimos experimentar con gran gratitud. Aunque la comunión plena no nos ha sido dada aún, constatamos con alegría, con todo, que la forma básica de la Iglesia antigua nos une profundamente unos a otros; el ministerio sacramental de los Obispos como portadores de la tradición apostólica, la lectura de la Escritura según la hermenéutica de la Regula fidei, la comprensión de la Escritura en la unidad multiforme centrada en Cristo y desarrollada gracias a la inspiración de Dios y, finalmente, la fe en la centralidad de la Eucaristía en la vida de la Iglesia. Así hemos encontrado de modo vivo la riqueza de los ritos de la Iglesia antigua también dentro de la Iglesia católica. Tuvimos liturgias con maronitas y con melquitas, celebramos en rito latino y tuvimos momentos de oración ecuménica con los ortodoxos y, en manifestaciones imponentes, pudimos ver la rica cultura cristiana del Oriente cristiano. Pero vimos también el problema del país dividido. Se hacían visibles las culpas del pasado y las profundas heridas, pero también el deseo de paz y de comunión como existían antes. Todos son conscientes del hecho de que la violencia no lleva a ningún progreso – ésta, de hecho, ha creado la situación actual. Sólo en el compromiso y en la comprensión mutua puede restablecerse una unidad. Preparar a la gente a esta actitud de paz es una tarea esencial de la pastoral.

En el Sínodo la mirada se extendió también a todo Oriente Medio, donde conviven los fieles pertenecientes a religiones distintas y también a múltiples tradiciones y ritos distintos. En lo que respecta a los cristianos, hay Iglesias precalcedonenses y calcedonenses; Iglesias en comunión con Roma y otras que están fuera de esta comunión, y en ambas existen, uno junto a otro, múltiples ritos. En los desórdenes de los últimos años ha sido turbada la historia de convivencia, las tensiones y las divisiones han crecido, de modo que cada vez más con temor somos testigos de actos de violencia en los que ya no se respeta lo que para el otro es sagrado, sino que al contrario, se derrumban las reglas más elementales de la humanidad. En la situación actual, los cristianos son la minoría más oprimida y atormentada. Durante siglos vivieron pacíficamente junto con sus vecinos judíos y musulmanes. En el Sínodo escuchamos las sabias palabras del Consejo del Mufti de la República del Líbano contra los actos de violencia contra los cristianos. Él decía: hiriendo a los cristianos nos herimos a nosotros mismos. Por desgracia, ésta y otras voces análogas de la razón, por las que estamos profundamente agradecidos, son demasiado débiles. También aquí el obstáculo es la unión entre la avidez de lucro y la ceguera ideológica. Sobre la base del espíritu de la fe y de su racionabilidad, el Sínodo ha desarrollado un gran concepto de diálogo, de perdón y de mutua acogida, un concepto que queremos ahora gritar al mundo. El ser humano es uno solo y la humanidad es una sola. Lo que en cualquier lugar se haga contra un hombre al final daña a todos. Así las palabras y las ideas del Sínodo deben ser un fuerte grito dirigido a todas las personas con responsabilidad política o religiosa para que detengan la cristianofobia; para que se levanten en defensa de los prófugos y de los que sufren y revitalicen el espíritu de la reconciliación. En último análisis, la curación podrá venir sólo de una fe profunda en el amor reconciliador de Dios. Dar fuerza a esta fe, nutrirla y hacerla resplandecer es la tarea principal de la Iglesia en esta hora.

Me gustaría hablar detalladamente del inolvidable viaje al Reino Unido, pero quiero limitarme a dos puntos que están relacionados con el tema de la responsabilidad de los cristianos en este tiempo y con la tarea de la Iglesia de anunciar el Evangelio. El pensamiento sale ante todo al encuentro con el mundo de la cultura en la Westminster Hall, un encuentro en el que la conciencia de la responsabilidad común en este momento histórico creó una gran atención, que, en el fondo, se dirige a la cuestión sobre la verdad y la propia fe. Que en este debate la Iglesia debe dar su propia contribución, era evidente para todos. Alexis de Tocqueville, en su época, había observado que en América la democracia había sido posible y había funcionado porque existía un consenso moral de base que, yendo más allá de las denominaciones individuales, unía a todos. Sólo si existe un consenso semejante sobre lo esencial, las constituciones y el derecho pueden funcionar. Este consenso de fondo procedente del patrimonio cristiano está en peligro allí donde en su lugar, en lugar de la razón moral, se coloca la mera racionalidad finalista de la que he hablado hace un momento. Esto supone en realidad una ceguera de la razón hacia lo que es esencial. Combatir contra esta ceguera de la razón y conservar su capacidad de ver lo esencial, de ver a Dios y al hombre, lo que es bueno y lo que es verdadero, es el interés común que debe unir a todos los hombres de buena voluntad. Está en juego el futuro del mundo.

Finalmente, quisiera recordar una vez más la beatificación del cardenal John Henry Newman. ¿Por qué ha sido beatificado? ¿Qué tiene que decirnos? A estas preguntas se pueden dar muchas respuestas, que ya se han desarrollado en el contexto de la beatificación. Quisiera poner de manifiesto solamente dos aspectos que van unidos y que, a fin de cuentas, expresan lo mismo. El primero es que debemos hablar de las tres conversiones de Newman, porque son los pasos de un camino espiritual que nos interesa a todos. Quisiera subrayar aquí sólo la primera conversión: la conversión a la fe en el Dios vivo. Hasta aquel momento, Newman pensaba como la mayoría de los hombres de su tiempo y como la mayoría de los hombres de hoy, que no excluyen simplemente la existencia de Dios, pero que la consideran como algo inseguro, que no tiene un papel esencial en la propia vida. Lo que a él le parecía verdaderamente real, como a los hombres de su tiempo, era lo empírico, lo que es materialmente perceptible. Ésta es la “realidad” según la cual se orientaba. Lo “real” es lo que es aprehensible, son las cosas que se pueden calcular y tomar en la mano. En su conversión Newman reconoce que las cosas son precisamente al contrario: que Dios y el alma, el ser mismo del hombre a nivel espiritual, constituyen lo que es verdaderamente real, lo que cuenta. Son mucho más reales que los objetos perceptibles. Esta conversión constituye un giro copernicano. Lo que hasta entonces le había parecido como irreal y secundario se revela como lo verdaderamente decisivo. Donde una conversión semejante tiene lugar, no cambia simplemente una teoría, sino que cambia la forma fundamental de la vida. Todos nosotros tenemos siempre necesidad de esta conversión: entonces estamos en el buen camino.

La fuerza motriz que le empujaba en el camino de la conversión, en Newman, era la conciencia. ¿Pero qué se entiende con ello? En el pensamiento moderno, la palabra “conciencia” significa que en materia de moral y de religión, la dimensión subjetiva, el individuo, constituye la última instancia de la decisión. El mundo se divide en los ámbitos de lo objetivo y de lo subjetivo. A lo objetivo pertenecen las cosas que se pueden calcular y comprobar mediante el experimento. La religión y la moral se sustraen a estos métodos y por ello se consideran en el ámbito de lo subjetivo. Aquí no existirían, en último análisis, criterios objetivos. La última instancia que puede decidir aquí sería por tanto sólo el sujeto, y con la palabra “conciencia” se expresa precisamente esto: en este ámbito puede decidir sólo el individuo con sus intuiciones y experiencias. La concepción que Newman tiene de la conciencia es diametralmente opuesta. Para él “conciencia” significa la capacidad de verdad del hombre: la capacidad de reconocer precisamente en los ámbitos decisivos de su existencia – religión y moral – una verdad, la verdad. La conciencia, la capacidad del hombre de reconocer la verdad, le impone con ello, al mismo tiempo, el deber de encaminarse hacia la verdad, de buscarla y de someterse a ella allí donde la encuentra. Conciencia y capacidad de verdad y de obediencia a la verdad, que se muestra al hombre que busca con corazón abierto. El camino de las conversiones de Newman es un camino de la conciencia – un camino no de la subjetividad que se afirma, sino, precisamente al contrario, de la obediencia a la verdad que paso a paso se abría a él. Su tercera conversión, al Catolicismo, exigía de él abandonar casi todo lo que le era precioso: sus bienes y su profesión, su grado académico, los vínculos familiares y muchos amigos. La renuncia que la obediencia a la verdad, su conciencia, le pedía, iba más allá. Newman había sido siempre consciente de tener una misión hacia Inglaterra. Pero en la teología católica de su tiempo, su voz apenas podía oírse. Era demasiado extraña respecto a la forma dominante del pensamiento teológico y también de la piedad. En enero de 1863 escribió en su diario estas frases conmovedoras: “Como protestante, mi religión me parecía mísera, pero no mi vida. Y ahora, como católico, mi vida es mísera, pero no mi religión”. No había llegado aún la hora de su eficacia. En la humildad y en la oscuridad de la obediencia, tuvo que esperar hasta que su mensaje fuera utilizado y comprendido. Para poder afirmar la identidad entre el concepto que Newman tenía de la conciencia y la moderna comprensión subjetiva de la conciencia, se hace referencia a su palabra según la cual él – si hubiera tenido que hacer un brindis – habría brindado por la conciencia y después por el Papa. Pero en esta afirmación, “conciencia” no significa la última obligatoriedad de la intuición subjetiva. Es la expresión de la accesibilidad y de la fuerza vinculante de la verdad: en ello se funda su primado. Al Papa se le puede dedicar el segundo brindis, porque su tarea es exigir la obediencia a la verdad.

Tengo que renunciar a hablar de los viajes tan significativos a Malta, a Portugal y a España. En ellos se ha hecho nuevamente visible que la fe no es algo del pasado, sino un encuentro con Dios que vive y actúa ahora. Él nos desafía y se opone a nuestra pereza, pero precisamente así nos abre el camino hacia la felicidad verdadera.

Excita, Domine, potentiam tuam, et veni!“. Hemos partido de la invocación de la presencia y del poder de Dios en nuestro tiempo y de la experiencia de su aparente ausencia. Si abrimos nuestros ojos, precisamente en la retrospectiva del año que llega a su fin, puede hacerse visible que el poder y la bondad de Dios están presentes de muchas maneras también hoy. Así todos tenemos motivos para darle gracias. Con el agradecimiento al Señor renuevo mi agradecimiento a todos los colaboradores. Quiera Dios concedernos a todos una Santa Navidad y acompañarnos con su bondad en el próximo año.

Confío estos deseos a la intercesión de la Virgen santa, Madre del Redentor, y a todos vosotros y a la gran familia de la Curia Romana imparto de corazón la Bendición Apostólica. ¡Feliz Navidad!

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez ©Libreria Editrice Vaticana]

 

Nuovo libro con l’intervista concessa da Benedetto XVI a Peter Seewald

http://www.vatican.va/news_services/or/or_quo/text.html#13

(Esce il 23 novembre)

Il Papa, la Chiesa e i segni dei tempi


Luce del mondo è il titolo con il quale sta per essere pubblicato il libro che raccoglie la conversazione di Benedetto XVI con il giornalista e scrittore tedesco Peter Seewald.
La nuova opera, edita in italiano dalla Libreria Editrice Vaticana, uscirà in contemporanea in altre lingue il prossimo 23 novembre e ha come sottotitolo Il Papa, la Chiesa e i segni dei tempi. Nei 18 capitoli che lo compongono, raggruppati in tre parti – “I segni dei tempi”, “Il pontificato”, “Verso dove andiamo” – Benedetto XVI risponde alle più scottanti questioni del mondo di oggi. Del libro (pagine 284, euro 19,50) anticipiamo alcuni stralci.

La gioia del cristianesimo

Tutta la mia vita è sempre stata attraversata da un filo conduttore, questo:  il cristianesimo dà gioia, allarga gli orizzonti. In definitiva un’esistenza vissuta sempre e soltanto “contro” sarebbe insopportabile.

Un mendicante

Per quel che riguarda il Papa, anche lui è un povero mendicante davanti a Dio, ancora più degli altri uomini. Naturalmente prego innanzitutto sempre il Signore, al quale sono legato, per così dire, da antica amicizia. Ma invoco anche i santi. Sono molto amico di Agostino, di Bonaventura e di Tommaso d’Aquino. A loro quindi dico:  “Aiutatemi”! La Madre di Dio, poi, è sempre e comunque un grande punto di riferimento. In questo senso, mi inserisco nella Comunione dei Santi. Insieme a loro, rafforzato da loro, parlo poi anche con il Dio buono, soprattutto mendicando, ma anche ringraziando; o contento, semplicemente.

Le difficoltà

L’avevo messo nel conto. Ma innanzitutto bisognerebbe essere molto cauti con la valutazione di un Papa, se sia significativo o meno, quando è ancora in vita. Solo in un secondo momento si può riconoscere quale posto, nella storia nel suo insieme, ha una determinata cosa o persona. Ma che l’atmosfera non sarebbe stata sempre gioiosa era evidente in considerazione dell’attuale costellazione mondiale, con tutte le forze di distruzione che ci sono, con tutte le contraddizioni che in essa vivono, con tutte le minacce e gli errori. Se avessi continuato a ricevere soltanto consensi, avrei dovuto chiedermi se stessi veramente annunciando tutto il Vangelo.

Lo shock degli abusi

I fatti non mi hanno colto di sorpresa del tutto. Alla Congregazione per la Dottrina della Fede mi ero occupato dei casi americani; avevo visto montare anche la situazione in Irlanda. Ma le dimensioni comunque furono uno shock enorme. Sin dalla mia elezione al Soglio di Pietro avevo ripetutamente incontrato vittime di abusi sessuali. Tre anni e mezzo fa, nell’ottobre 2006, in un discorso ai vescovi irlandesi avevo chiesto loro di “stabilire la verità di ciò che è accaduto in passato, prendere tutte le misure atte ad evitare che si ripeta in futuro, assicurare che i principi di giustizia vengano pienamente rispettati e, soprattutto, guarire le vittime e tutti coloro che sono colpiti da questi crimini abnormi”.
Vedere il sacerdozio improvvisamente insudiciato in questo modo, e con ciò la stessa Chiesa Cattolica, è stato difficile da sopportare. In quel momento era importante però non distogliere lo sguardo dal fatto che nella Chiesa il bene esiste, e non soltanto queste cose terribili.

I media e gli abusi

Era evidente che l’azione dei media non fosse guidata solamente dalla pura ricerca della verità, ma che vi fosse anche un compiacimento a mettere alla berlina la Chiesa e, se possibile, a screditarla. E tuttavia era necessario che fosse chiaro questo:  sin tanto che si tratta di portare alla luce la verità, dobbiamo essere riconoscenti. La verità, unita all’amore inteso correttamente, è il valore numero uno. E poi i media non avrebbero potuto dare quei resoconti se nella Chiesa stessa il male non ci fosse stato. Solo perché il male era dentro la Chiesa, gli altri hanno potuto rivolgerlo contro di lei.

Il progresso

Emerge la problematicità del termine “progresso”. La modernità ha cercato la propria strada guidata dall’idea di progresso e da quella di libertà. Ma cos’è il progresso? Oggi vediamo che il progresso può essere anche distruttivo. Per questo dobbiamo riflettere sui criteri da adottare affinché il progresso sia veramente progresso.

Un esame di coscienza

Al di là dei singoli piani finanziari, un esame di coscienza globale è assolutamente inevitabile. E a questo la Chiesa ha cercato di contribuire con l’enciclica Caritas in veritate. Non dà risposte a tutti i problemi. Vuole essere un passo in avanti per guardare le cose da un altro punto di vista, che non sia soltanto quello della fattibilità e del successo, ma dal punto di vista secondo cui esiste una normatività dell’amore per il prossimo che si orienta alla volontà di Dio e non soltanto ai nostri desideri. In questo senso dovrebbero essere dati degli impulsi perché realmente avvenga una trasformazione delle coscienze.

La vera intolleranza

La vera minaccia di fronte alla quale ci troviamo è che la tolleranza venga abolita in nome della tolleranza stessa. C’è il pericolo che la ragione, la cosiddetta ragione occidentale, sostenga di avere finalmente riconosciuto ciò che è giusto e avanzi così una pretesa di totalità che è nemica della libertà. Credo necessario denunciare con forza questa minaccia. Nessuno è costretto ad essere cristiano. Ma nessuno deve essere costretto a vivere secondo la “nuova religione”, come fosse l’unica e vera, vincolante per tutta l’umanità.

Moschee e burqa

I cristiani sono tolleranti ed in quanto tali permettono anche agli altri la loro peculiare comprensione di sé. Ci rallegriamo del fatto che nei Paesi del Golfo arabo (Qatar, Abu Dhabi, Dubai, Quwait) ci siano chiese nelle quali i cristiani possono celebrare la Messa e speriamo che così accada ovunque. Per questo è naturale che anche da noi i musulmani possano riunirsi in preghiera nelle moschee.
Per quanto riguarda il burqa, non vedo ragione di una proibizione generalizzata. Si dice che alcune donne non lo portino volontariamente ma che in realtà sia una sorta di violenza imposta loro. È chiaro che con questo non si può essere d’accordo. Se però volessero indossarlo volontariamente, non vedo perché glielo si debba impedire.

Cristianesimo e modernità

L’essere cristiano è esso stesso qualcosa di vivo, di moderno, che attraversa, formandola e plasmandola, tutta la mia modernità, e che quindi in un certo senso veramente la abbraccia.
Qui è necessaria una grande lotta spirituale, come ho voluto mostrare con la recente istituzione di un “Pontificio Consiglio per la nuova evangelizzazione”. È importante che cerchiamo di vivere e di pensare il Cristianesimo in modo tale che assuma la modernità buona e giusta, e quindi al contempo si allontani e si distingua da quella che sta diventando una contro-religione.

Ottimismo

Lo si potrebbe pensare guardando con superficialità e restringendo l’orizzonte al solo mondo occidentale. Ma se si osserva con più attenzione – ed è quello che mi è possibile fare grazie alle visite dei vescovi di tutto il mondo  e  anche  ai  tanti  altri  incontri  –  si  vede che il cristianesimo in questo momento sta sviluppando anche una creatività del tutto nuova […]
La burocrazia è consumata e stanca. Sono iniziative che nascono dal di dentro, dalla gioia dei giovani. Il cristianesimo forse assumerà un volto nuovo, forse anche un aspetto culturale diverso. Il cristianesimo non determina l’opinione pubblica mondiale, altri ne sono alla guida. E tuttavia il cristianesimo è la forza vitale senza la quale anche le altre cose non potrebbero continuare ad esistere. Perciò, sulla base di quello che vedo e di cui riesco a fare personale esperienza, sono molto ottimista rispetto al fatto che il cristianesimo si trovi di fronte ad una dinamica nuova.

La droga

Tanti vescovi, soprattutto quelli dell’America Latina, mi dicono che là dove passa la strada della coltivazione e del commercio della droga – e questo avviene in gran parte di quei paesi – è come se un animale mostruoso e cattivo stendesse la sua mano su quel paese per rovinare le persone. Credo che questo serpente del commercio e del consumo di droga che avvolge il mondo sia un potere del quale non sempre riusciamo a farci un’idea adeguata. Distrugge i giovani, distrugge le famiglie, porta alla violenza e minaccia il futuro di intere nazioni.
Anche questa è una terribile responsabilità dell’Occidente:  ha bisogno di droghe e così crea paesi che gli forniscono quello che poi finirà per consumarli e distruggerli. È sorta una fame di felicità che non riesce a saziarsi con quello che c’è; e che poi si rifugia per così dire nel paradiso del diavolo e distrugge completamente l’uomo.

Nella vigna del Signore

In effetti avevo una funzione direttiva, però non avevo fatto nulla da solo e ho lavorato sempre in squadra; proprio come uno dei tanti operai nella vigna del Signore che probabilmente ha fatto del lavoro preparatorio, ma allo stesso tempo è uno che non è fatto per essere il primo e per assumersi la responsabilità di tutto. Ho capito che accanto ai grandi Papi devono esserci anche Pontefici piccoli che danno il proprio contributo. Così in quel momento ho detto quello che sentivo veramente […]
Il concilio Vaticano II ci ha insegnato, a ragione, che per la struttura della Chiesa è costitutiva la collegialità; ovvero il fatto che il Papa è il primo nella condivisione e non un monarca assoluto che prende decisioni in solitudine e fa tutto da sé.

L’ebraismo

Senza dubbio. Devo dire che sin dal primo giorno dei miei studi teologici mi è stata in qualche modo chiara la profonda unità fra Antica e Nuova Alleanza, tra le due parti della nostra Sacra Scrittura. Avevo compreso che avremmo potuto leggere il Nuovo Testamento soltanto insieme con ciò che lo ha preceduto, altrimenti non lo avremmo capito. Poi naturalmente quanto accaduto nel Terzo Reich ci ha colpito come tedeschi e tanto più ci ha spinto a guardare al popolo d’Israele con umiltà, vergogna e amore.
Nella mia formazione teologica queste cose si sono intrecciate ed hanno segnato il percorso del mio pensiero teologico. Dunque era chiaro per me – ed anche qui in assoluta continuità con Giovanni Paolo II – che nel mio annuncio della fede cristiana doveva essere centrale questo nuovo intrecciarsi, amorevole e comprensivo, di Israele e Chiesa, basato sul rispetto del modo di essere di ognuno e della rispettiva missione […]
Comunque, a quel punto, anche nella antica liturgia mi è sembrato necessario un cambiamento. Infatti, la formula era tale da ferire veramente gli ebrei e di certo non esprimeva in modo positivo la grande, profonda unità fra Vecchio e Nuovo Testamento.
Per questo motivo ho pensato che nella liturgia antica fosse necessaria una modifica, in particolare, come ho detto, in riferimento al nostro rapporto con gli amici ebrei. L’ho modificata in modo tale che vi fosse contenuta la nostra fede, ovvero che Cristo è salvezza per tutti. Che non esistono due vie di salvezza e che dunque Cristo è anche il Salvatore degli ebrei, e non solo dei pagani. Ma anche in modo tale che non si pregasse direttamente per la conversione degli ebrei in senso missionario, ma perché il Signore affretti l’ora storica in cui noi tutti saremo uniti. Per questo gli argomenti utilizzati da una serie di teologi polemicamente contro di me sono avventati e non rendono giustizia a quanto fatto.

Pio XII

Pio XII ha fatto tutto il possibile per salvare delle persone. Naturalmente ci si può sempre chiedere:  “Perché non ha protestato in maniera più esplicita”? Credo che abbia capito quali sarebbero state le conseguenze di una protesta pubblica. Sappiamo che per questa situazione personalmente ha sofferto molto. Sapeva che in sé avrebbe dovuto parlare, ma la situazione glielo impediva.
Ora, persone più ragionevoli ammettono che Pio XII ha salvato molte vite ma sostengono che aveva idee antiquate sugli ebrei e che non era all’altezza del Concilio Vaticano II. Il problema tuttavia non è questo. L’importante è ciò che ha fatto e ciò che ha cercato di fare, e credo che bisogna veramente riconoscere che è stato uno dei grandi giusti e che, come nessun altro, ha salvato tanti e tanti ebrei.

La sessualità

Concentrarsi solo sul profilattico vuol dire banalizzare la sessualità, e questa banalizzazione rappresenta proprio la pericolosa ragione per cui tante e tante persone nella sessualità non vedono più l’espressione del loro amore, ma soltanto una sorta di droga, che si somministrano da sé. Perciò anche la lotta contro la banalizzazione della sessualità è parte del grande sforzo affinché la sessualità venga valutata positivamente e possa esercitare il suo effetto positivo sull’essere umano nella sua totalità.
Vi possono essere singoli casi giustificati, ad esempio quando una prostituta utilizza un profilattico, e questo può essere il primo passo verso una moralizzazione, un primo atto di responsabilità per sviluppare di nuovo la consapevolezza del fatto che non tutto è permesso e che non si può far tutto ciò che si vuole. Tuttavia, questo non è il modo vero e proprio per vincere l’infezione dell’Hiv. È veramente necessaria una umanizzazione della sessualità.

La Chiesa

Paolo dunque non intendeva la Chiesa come istituzione, come organizzazione, ma come organismo vivente, nel quale tutti operano l’uno per l’altro e l’uno con l’altro, essendo uniti a partire da Cristo. È un’immagine, ma un’immagine che conduce in profondità e che è molto realistica anche solo per il fatto che noi crediamo che nell’Eucaristia veramente riceviamo Cristo, il Risorto. E se ognuno riceve il medesimo Cristo, allora veramente noi tutti siamo riuniti in questo nuovo corpo risorto come il grande spazio di una nuova umanità. È importante capire questo, e dunque intendere la Chiesa non come un apparato che deve fare di tutto – pure l’apparato le appartiene, ma entro dei limiti – bensì come organismo vivente che proviene da Cristo stesso.

L’Humanae vitae

Le prospettive della “Humanae vitae” restano valide, ma altra cosa è trovare strade umanamente percorribili. Credo che ci saranno sempre delle minoranze intimamente persuase della giustezza di quelle prospettive e che, vivendole, ne rimarranno pienamente appagate così da diventare per altri affascinante modello da seguire. Siamo peccatori. Ma non dovremmo assumere questo fatto come istanza contro la verità, quando cioè quella morale alta non viene vissuta. Dovremmo cercare di fare tutto il bene possibile, e sorreggerci e sopportarci a vicenda. Esprimere tutto questo anche dal punto di vista pastorale, teologico e concettuale nel contesto dell’attuale sessuologia e ricerca antropologica è un grande compito al quale bisogna dedicarsi di più e meglio.

Le donne

La formulazione di Giovanni Paolo II è molto importante:  “La Chiesa non ha in alcun modo la facoltà di conferire alle donne l’ordinazione sacerdotale”. Non si tratta di non volere ma di non potere. Il Signore ha dato una forma alla Chiesa con i Dodici e poi con la loro successione, con i vescovi ed i presbiteri (i sacerdoti). Non siamo stati noi a creare questa forma della Chiesa, bensì è costitutiva a partire da Lui. Seguirla è un atto di obbedienza, nella situazione odierna forse uno degli atti di obbedienza più gravosi. Ma proprio questo è importante, che la Chiesa mostri di non essere un regime dell’arbitrio. Non possiamo fare quello che vogliamo. C’è invece una volontà del Signore per noi, alla quale ci atteniamo, anche se questo è faticoso e difficile nella cultura e nella civiltà di oggi.
Tra l’altro, le funzioni affidate alle donne nella Chiesa sono talmente grandi e significative che non può parlarsi di discriminazione. Sarebbe così se il sacerdozio fosse una specie di dominio, mentre al contrario deve essere completamente servizio. Se si dà uno sguardo alla storia della Chiesa, allora ci si accorge che il significato delle donne – da Maria a Monica sino a Madre Teresa – è talmente eminente che per molti versi le donne definiscono il volto della Chiesa più degli uomini.

I novissimi

È una questione molto seria. La nostra predicazione, il nostro annunzio effettivamente è ampiamente orientato, in modo unilaterale, alla creazione di un mondo migliore, mentre il mondo realmente migliore quasi non è più menzionato. Qui dobbiamo fare un esame di coscienza. Certo, si cerca di venire incontro all’uditorio, di dire loro quello che è nel loro orizzonte. Ma il nostro compito è allo stesso tempo sfondare quest’orizzonte, ampliarlo, e di guardare alle cose ultime.
I novissimi sono come pane duro per gli uomini di oggi. Gli appaiono irreali. Vorrebbero al loro posto risposte concrete per l’oggi, soluzioni per le tribolazioni quotidiane. Ma sono risposte che restano a metà se non permettono anche di presentire e riconoscere che io mi estendo oltre questa vita materiale, che c’è il giudizio, e che c’è la grazia e l’eternità. In questo senso dobbiamo anche trovare parole e modi nuovi, per permettere all’uomo di sfondare il muro del suono del finito.

La venuta di Cristo

È importante che ogni epoca stia presso il Signore. Che anche noi stessi, qui ed ora, siamo sotto il giudizio del Signore e ci lasciamo giudicare dal suo tribunale. Si discuteva di una duplice venuta di Cristo, una a Betlemme ed una alla fine dei tempi, sino a quando san Bernardo di Chiaravalle parlò di un Adventus medius, di una venuta intermedia, attraverso la quale sempre Egli periodicamente entra nella storia.
Credo che abbia preso la tonalità giusta. Noi non possiamo stabilire quando il mondo finirà. Cristo stesso dice che nessuno lo sa, nemmeno il Figlio. Dobbiamo però rimanere per così dire sempre presso la sua venuta, e soprattutto essere certi che, nelle pene, Egli è vicino. Allo stesso tempo dovremmo sapere che per le nostre azioni siamo sotto il suo giudizio.

Iglesia Católica y homosexualidad

Esta es una recopilación de información que se puede encontrar en la página web del Vaticano. Su objetivo es poner al alcance de las personas interesadas las claves para conocer la posición de la Iglesia Católica respecto a la homosexualidad.

Documento básico: Catecismo de la Iglesia Católica

Fuente: http://www.vatican.va/archive/ESL0022/_P86.HTM

Texto original:

“Castidad y homosexualidad

2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’ (CDF, decl. “Persona humana” 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.

2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.

2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.”

Documentos de instancias de la Santa Sede:

1) Congregación para la Doctrina de la Fe

Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales

Aprobado por Juan Pablo II el 28 de marzo de 2003, siendo el Cardenal Ratzinger prefecto de esta Congregación.

Notificación sobre algunos escritos del Rvdo. P. Marciano Vidal, C. Ss. R.

Aprobado por Juan Pablo II el 9 de febrero de 2001

2) Congregación para la Educación Católica

Orientaciones para el uso de las competencias de la psicología en la admisión y en la formación de los candidatos al sacerdocio

28 de junio de 2008

Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario y a las Órdenes Sagradas

31 de agosto de 2005.

Añadido posterior

3) Pontificio Consejo para la Familia

Conclusiones del Congreso Teológico-Pastoral ‘Los hijos, primavera de la familia y de la sociedad’

21 de noviembre de 2000

Declaración del Pontificio Consejo para la Familia acerca de la Resolución del Parlamento Europeo del 16/3/2000 sobre equiparación entre familia y ‘uniones de hecho’, incluso homosexuales.

17 de marzo de 2000

II Encuentro de políticos y legisladores de América. Declaración de Buenos Aires. Familia y vida, a los 50 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos

5 de agosto de 1999

4) Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica

Orientaciones sobre la formación en los Institutos Religiosos

2 de febrero de 1990

5) Pontificio Consejo de la Pastoral para los Emigrantes e Itinerantes

La salud reproductiva de los refugiados

2 de febrero de 1990

Alocuciones y discursos de los Papas

Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los obispos de Hungría en visita “ad limina”

10 de mayo de 2008

Mensaje del Papa Benedicto XVI al Padre Peter-Hans Kolvenbach, prepósito general de la Compañía de Jesús

10 de enero de 2008

Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los participantes en la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia

13 de mayo de 2006

Discurso del Santo Padre Juan Pablo II al séptimo grupo de obispos de Estados Unidos en visita “ad limina”

4 de junio de 2004

Discurso del Santo Padre Juan Pablo II al octavo grupo de obispos de Brasil en visita “Ad Limina”

16 de noviembre de 2002

Discurso del Papa Juan Pablo II a los Prelados Auditores, Defensores del Vínculo y Abogados de la Rota Romana, con ocasión de la Apertura del Año Judicial

28 de enero de 2002

Discurso del Santo Padre Juan Pablo II a la Rota Romana en la Apertura del Año Judicial

1 de febrero de 2001

Discurso del Santo Padre Juan Pablo II a los Participantes en la XV Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia

4 de junio de 1999

Juan Pablo II: Ángelus

19 de junio de 1994

Documento original:

Juan Pablo II: Ángelus

20 de febrero de 1994

Alocución del Santo Padre Juan Pablo II a los obispos de Estados Unidos

5 de octubre de 1979

Otras intervenciones

Intervención de Mons. Robert Sarah en la II Asamblea Especial para África del Sínodo de Obispos

7 de octubre de 2009

Navarro Valls en La Vanguardia

Publicado en La Vanguardia el 2/6/10

Fuente:  http://www.lavanguardia.es/premium/epaper/20100602/53938746203.html

Joaquín Navarro-Valls, ex portavoz de la Santa Sede, vivió junto a Juan Pablo II

“No existe nada más importante que un ser humano”

Tengo 73 años. Nací en Cartagena y vivo en Roma. Soltero. Doctor en Psiquiatría y licenciado en Periodismo. Presido un comité asesor de la facultad de Medicina de Roma. Hoy no se sabe quién es el ser humano, pero se legisla sobre él. Me considero un ser creado

IMA SANCHÍS
Usted no se ha casado.

Cuando dices que sí a una cosa, estás diciendo no a otras muchas. Yo abracé una idea radical de cristianismo siendo laico.

¿Deseaba trabajar en el Vaticano?

Un día recibí una llamada: “Tiene usted que almorzar con el Papa”. Pensé que era una broma, jamás me lo había planteado.

Permaneció 22 años, ¿apasionante?

Sí, increíble, ves la historia mientras se está haciendo y por quien la está haciendo.

¿Cómo era Juan Pablo II?

Poseía una alegría profunda. En las situaciones más tremendas y duras hacía reír a sus colaboradores.

¿Nunca le oyó levantar el tono?

Se enfadaba cuando veía seres humanos humillados y violentados física y moralmente. No podía soportar los abusos.

Sin embargo, varios seminaristas habían denunciado ante él los abusos del padre Maciel y no se les hizo caso hasta que acudieron a la prensa.

El representante de los Legionarios de Cristo escribió una carta en la que juraba que ninguna de las acusaciones era verdadera. Pese a ello, el proceso canónico contra él empezó en el pontificado de Juan Pablo II y terminó el primer año de Benedicto XVI.

La pederastia es un lastre que ha arrastrado la Iglesia durante mucho tiempo.

Se estima que uno de cada cinco niños ha sufrido abusos por parte de adultos. Hay países muy respetables que han firmado la Declaración de Derechos Humanos y que admiten en su país que un hombre pueda tomar por esposa a una niña de 7, 8 y 9 años, y la comunidad internacional no dice nada.

Quizá el problema de la Iglesia ha sido el secretismo, la ocultación.

Yo no defiendo a nadie, simplemente contemplo el fenómeno en su amplitud estadística, me asusta su dimensión y la pasividad con que gobiernos e instituciones afrontan el problema. Podrían ser acusados todos ellos de encubridores.

¿Wojtyla tenía sentido del humor?

El día que le comenté que no era bueno que una misma persona estuviera tantos años en mi puesto, él fingió que pensaba seriamente y luego dijo como para sí: “El doctor Navarro ha dicho una cosa muy importante que hay que reflexionar muy bien. Recuérdemelo dentro de cinco años”. Bromeó hasta el momento de su muerte.

Su relación era estrecha…

Cada noche cenábamos juntos. Un día fui buscarlo y estaba en su capilla. Entré de puntillas y lo vi frente al sagrario cantando canciones populares polacas. ¿Quería distraer a Dios?… Era tremendamente humano.

¿Afectuoso y tierno con Dios?

Sí. Recibía miles de cartas conmovedoras de todo el mundo, la mayoría, para que rezara por alguien. Dio la orden de que le hicieran de cada carta un pequeño papelito con el nombre de la persona, país y tema, y los guardaba en el reclinatorio de su capilla privada. Sus oraciones iban destinadas a ellos.

No perder el humor y la inocencia es una capacidad de grandes hombres.

Cierto, escribí un artículo sobre el buen humor de los santos: si crees de verdad que Dios te creó y que está abierto a que tú le hables, esa seguridad de no estar solo te lleva a pensar que, pase lo que pase en tu vida, el final es un final feliz.

¿Usted tiene esa certeza?

Sí, por gracia de Dios, porque o te lo dan o sólo te queda pedirlo. Decía Pascal que un ser humano es verdaderamente grande cuando se pone de rodillas, cuando aprende a pedir lo que le falta.

¿Qué ha sido lo mejor que le ha pasado?

Nacer, ser. En un momento en que hay un problema serio de respeto por la vida, estoy convencido de que ser es mejor que no ser.

¿Cuál ha sido su caballo de batalla?

Salir de mí mismo: darte cuenta de que lo que está fuera de ti es más importante que tú.

El suyo fue un trabajo de 24 horas.

Nada que ver con el del Papa, que, además, era mayor, por eso le empujé en algunas ocasiones a irnos a esquiar. Una página de la historia: el Papa atravesando el caos del tráfico de Roma en un coche sin identificar, parando en todos los semáforos. Yo cruzaba los dedos para que nadie lo reconociese.

También ha estado inmerso en un mundo de intrigas, envidias, mezquindades…

Sí, pero cualquier personas que ha hecho cosas despreciables sigue albergando eso que puede resurgir aunque él lo ignore. Si lo ves así, el mundo de las relaciones se abre.

Ha frecuentado a grandes personas.

Una de ellas fue Mijail Gorbachov, al que no se ha hecho justicia, porque fue el responsable de que cayera el Muro. Y los ojos de la madre Teresa no los olvidaré, eran los de una chiquilla de 9 años. ¡Una alegría!… Y después de su muerte nos hemos enterado de que vivió en un estado de negrura, de duda permanente.

… Vio demasiada injusticia.

En Calcuta visité con ella aquellas inmensas estancias llenas de moribundos, hindúes, musulmanes, que ella recogía por las calles. “¿Usted los convierte?”, le pregunté. “No – me dijo-,sólo pretendo que personas que han vivido como bestias puedan morir como hijos de Dios, es decir: lavados, peinados, alimentados”.

¿Cuál ha sido la gran lección?

Que nunca puedes instrumentalizar a otro por un fin mayor, porque no existe nada más importante que un ser humano.

Diccionario Benedicto XVI

De cómo el Papa trabaja para dar un sentido a cada palabra y una palabra a cada realidad

Para acceder directamente al Diccionario, pulse aquí

((per accedir a la versió en català, premeu aquí))

El 18/4/05, en la Misa previa a la elección del Papa, el entonces Cardenal Ratzinger avisa: “Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos”. Cinco años más tarde se confirma como una de las principales tareas de Benedicto XVI la labor de clarificación semántica en un mundo con gran ambigüedad de conceptos, según expresión reciente de Joaquín Navarro-Valls. Para resolver el actual “problema de lenguaje”, se ha propuesto dar un sentido a cada palabra y una palabra a cada realidad. De esta manera, va completando un diccionario de conceptos disponibles a quien quiera usarlos para navegar en estas aguas posmodernas.

En este apartado se irán publicando algunas de las definiciones que Benedicto XVI está proponiendo a través de sus intervenciones y textos publicados. Para acceder al Diccionario, pinche aquí.